Lisboa. 4 dic 96.- El primer ministro portugués, Antonio
Guterres, clausuró hoy la cumbre de dos días que reunió en Lisboa
a los primeros mandatarios de los 54 Estados miembros de la OSCE,
que mostraron su propósito de avanzar en la edificación de la
estructura de seguridad paneuropea del próximo siglo.

La cumbre de la Organización para la Seguridad y la Cooperación
en Europa, último episodio hasta la fecha del proceso de
Helsinki, aprobó un documento de veinte páginas que contiene
sendas declaraciones para reafirmar los principios políticos de
la OSCE y para definir el modelo de seguridad del siglo XXI.

Además incluye dos anexos para crear un marco al control de
armamentos paneuropeo y para el desarrollo de la agenda de un
foro para la cooperación en materia de seguridad.

La declaración política incluye la toma en consideración de la
invitación turca para celebrar la próxima cumbre en Estambul, en
una fecha no precisada, y el próximo consejo ministerial de la
OSCE en Copenhague, en diciembre de 1997.

Además, establece que Polonia ejercerá la presidencia anual de
la OSCE en 1998, una vez que concluya la próxima, que recaerá en
Dinamarca desde el 1 de enero al 31 de diciembre de 1997.

La adopción del documento final por consenso -preciso para
cualquier decisión de este foro- estuvo precedida por intensas
negociaciones diplomáticas, que se habían iniciado en Viena, en
una reunión preparatoria, el pasado 4 de noviembre.

El último escollo fue un párrafo dedicado a reconocer la
soberanía de Armenia y Azerbaiyán y a reclamar un "status" para
la región azerí de Nagorno Karabaj, de población mayoritariamente
armenia, como medio de solución del conflicto local, que dura ya
ocho años.

Los azeríes reclamaban su exclusión, mientras que los armenios
querían que hubiese una alusión clara al asunto, y cualquiera de
las dos repúblicas ex soviéticas amenazaba con vetar el documento
final, en caso contrario.

Un subterfugio diplomático, habitual en este foro, permitió
superar el obstáculo: el texto de la discordia fue retirado de
la declaración política y, a continuación, la presidencia en
ejercicio, personificada por el ministro suizo de Asuntos
Exteriores, Flavio Cotti, lo ofreció como declaración suya.

Ese documento anexo se adoptó por consenso de todos, salvo
Azerbaiyán, que salvó así su posición de fuerza, pero, como queda
expresamente marcado, "será incluido en los documentos de la
cumbre de Lisboa".

Fue a partir de ese momento cuando el primer ministro luso
Guterres pudo poner el colofón de la cumbre y hacer "un
llamamiento final a la responsabilidad y la solidaridad de todos
nosotros, dirigentes políticos".

Guterres se felicitó de haber iniciado en su país "un proceso que
conducirá a la futura elaboración, en el marco de la OSCE, de una
Carta Europea de Seguridad, consustancial con las líneas maestras
aquí esbozadas para el Modelo de Seguridad".

La carta era una de las metas que se habían fijado algunas
delegaciones y a la que tuvieron que renunciar al no hallar en
Lisboa el clima propicio para llevarla adelante.

Pero entre los éxitos de la cumbre cabe reseñar la aprobación del
mandato para iniciar a principios del año próximo las
negociaciones para adaptar el Tratado sobre Reducción de Armas
Convencionales (CFE), aprobado en París, en noviembre de 1990.

La OSCE respaldó firmemente el trabajo de sus misiones en
Bosnia-Herzegovina, y se felicitó de los progresos hechos para
solucionar el conflicto en la república ex soviética de Moldavia,
además de apoyar con firmeza la soberanía y la integridad de
Georgia.

También se felicitó de los últimos pasos dados para solucionar
el conflicto de Chechenia, mientras que señalaba que no ha dejado
de seguir de cerca lo que acontece en la nueva Yugoslavia (Serbia
y Montenegro), elogiando el papel de la misión de la OSCE en la
región de Kosovo, de mayoría albanesa.

La Federación Rusa, ausente su presidente, Boris Yeltsin, por su
convalencencia, estuvo representada por el primer ministro,
Víktor Chernomirdin, que no ocultaba su satisfacción por haber
logrado buena parte de sus metas en la cumbre.

La otra gran potencia, Estados Unidos, envío el lunes a Lisboa
durante unas horas al vicepresidente Al Gore, que no consiguió
el mismo éxito, puesto que no pudo introducir en la declaración
política un texto que sancionase la pretendida ampliación de la
Alianza Atlántica a Polonia, Hungría y la República Checa.

La cumbre de la OSCE hizo posibles numerosos encuentros
bilaterales entre los 54 primeros mandatarios de los países
miembros (EEUU, Canadá y todos los de Europa, salvo Yugoslavia,
suspendida desde 1992), así como los de las naciones invitadas
de Asia y el Mediterráneo (Japón, Corea del Sur, Marruecos,
Argelia, Egipto, Israel y Túnez).

Otros asistentes fueron altos dignatarios de la ONU, la OTAN, la
UE, el Consejo de Europa y cuantas instituciones tienen que ver
con la seguridad y la cooperación paneuropeas. (EFE) (DIARIO HOY)
(P. 11-A)
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