Quito. 04 oct 99. El secuestro de 12 extranjeros en la selva
oriental moviliza más de dos mil hombres armados por aire, tierra
y agua. La misión: rescatarlos con vida. El enemigo: desconocido
pero peligroso. Son los antagonistas de un naciente conflicto

Lunes 27 de septiembre. Después de 15 días de estar en manos de
los secuestradores, el español Ander Mimenza aparece
repentinamente en Lago Agrio, a dos horas de la zona en donde fue
secuestrado junto a otros 11 extranjeros. Hasta el cierre de esta
edición, las Fuerzas Armadas han confirmado que mantienen
ubicados al grupo de plagiadores con sus víctimas. "Es cuestión
de horas rescatarlos", pronosticó el comandante de una de las
cuadrillas que opera en la selva.

BÚSQUEDA

Desde el aeropuerto de la compañía canadiense City Investing
Company, ubicado en Tarapoa, provincia de Sucumbíos, un
helicóptero modelo MI de fabricación rusa está por emprender un
nuevo vuelo. La misión de los pilotos es trasladarse hasta la
base de Shushufindi y recoger otra patrulla de militares para que
se integre a la misión de rescate. Pero esta patrulla no es como
las otras. Se trata del Batallón No. 26 de Fuerzas Especiales,
con asiento en Quevedo y que llegaron la noche anterior a Lago
Agrio. "Si nosotros no encontramos a los secuestrados, no los
encuentra nadie", dice con seguridad uno de los comandos.

Este despliegue militar en la selva no se había repetido desde
el conflicto en la zona del Cenepa, en 1995. "Pensamos que con
la firma de paz con el Perú, las guerras habían terminado para
nosotros", conversa un militar de 40 años que abordó el
helicóptero. "Pero lo que nos espera de aquí en adelante será
otra guerra y quizá más dura", vaticina.

Las patrullas están integradas por 40 hombres que permanecen un
promedio de 10 días en búsqueda permanente. La tarea no es fácil.
El escenario comprende 10 mil kilómetros cuadrados de espesa
selva y en ella trabajan 10 patrullas. La misión inicial es la
ubicación de los secuestrados y sus captores con la orden de
precautelar la vida de los plagiados. ¿Cómo se consigue esto ante
un grupo armado cuyas intenciones aún nadie conoce? "El momento
en que los ubiquemos intentaremos alguna comunicación con los
secuestradores. Les pediremos que nos entreguen a los rehenes y
les garantizaremos que nadie resultará herido", revela el jefe
de la patrulla. ¿Y si ellos no están de acuerdo con la propuesta?
"Entonces debemos convencerlos. A las buenas o a las malas".

Eso lo saben los militares que patrullan en la selva. La
incertidumbre de no conocer exactamente a quiénes se enfrentan
los inquieta un poco pero no los amedrenta. En todo caso saben
que buscan a elementos fuertemente armados y bien preparados.
¿Cuántos son? "Eso no lo sabemos. Al momento del secuestro pudo
ser un grupo determinado que lo ejecutó, pero cuando se
internaron en la selva probablemente recibieron ayuda de otros
individuos que les proveyeron de lo necesario para sobrevivir en
la selva. Pueden ser 30 o más, así como pudieron dividirse en
grupos menores", revela el coronel Flavio Cárdenas, comandante
de la Brigada Selva No. 11, que está al frente de las
operaciones.

TIEMPO

El tiempo que puede durar la búsqueda de los secuestrados no se
puede precisar. "El problema es que en la selva nadie permanece
en un punto por mucho tiempo. Solo se descansa por un momento y
se sigue la marcha", explica Cárdenas. Con todo, hasta ahora se
ha patrullado casi la totalidad del territorio en que supone
están los secuestradores. Eso significa que en los próximos días
debe darse algún resultado. ¿Y si pasaron a territorio
colombiano? "Eso es poco probable porque apenas nos enteramos del
secuestro, cubrimos rápidamente las líneas de frontera", asegura
Cárdenas. No obstante, hasta el propio ministro de Defensa José
Gallardo, ha reconocido lo difícil que es militarizar
completamente la frontera con Colombia.

Si continúan internados en la selva, el tiempo también sería
factor en contra para los secuestradores. La falta de alimentos
y el agotamiento de los extranjeros deben ser los principales
problemas que están afrontando. Por eso, parte de los operativos
también es vigilar las escasas tiendas y refugios que hay por el
sector. De hecho, los militares piensan que algunos campesinos
han brindado ayuda a los secuestradores. Eso da lugar a quejas.
"En los últimos días hemos tenido constante atosigamiento, se
meten a nuestras casas, nos interrogan demasiado, dudan de
nosotros", cuenta el dueño de una tienda ubicada en el recinto
"Paz y Bien", zona en la que apenas a cinco minutos de camino se
ejecutó el secuestro.

OPERATIVOS

Con todo, la precaución y el control están presentes en los
militares al momento de actuar. La carga emocional originada por
la muerte del soldado Edison Jácome, quien intentó detener a los
secuestradores, no puede afectarlos. Pese a ello, hay
sentimientos encontrados por incidentes anteriores como el caso
de los 11 campesinos del Putumayo, detenidos dos años acusados
de las muertes de siete policías y cuatro militares, ocurridas
mientras patrullaban en el sitio llamado Peña Colorada, en
Sucumbíos, en diciembre de 1993. La emboscada fue ejecutada por
miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia,
Farc, y entonces fue la primera ocasión en que se acusó a
campesinos ecuatorianos de colaborar con la guerrilla vecina.
Finalmente, los campesinos fueron sobreseídos de los cargos de
terrorismo y asesinato de los que fueron acusados.

En total, son más de dos mil uniformados los que forman parte de
esta operación. Entre ellos la Brigada 56 de Tungurahua, el
Batallón 55 Putumayo, la Unidad Antisecuestros de la Policía y
hasta los soldados Iwias, preparados especialmente para combatir
en la selva y que fueron protagonistas en la guerra del Cenepa.
La logística también es de la mejor: hasta la zona se han
movilizado dos helicópteros MI, de los seis que conforman la
flota y que pueden transportar hasta 30 hombres equipados.
También se rumoró que participarán de las investigaciones agentes
del FBI de Estados Unidos. Esta noticia no agradó a algunos
soldados. "La responsabilidad es nuestra. No necesitamos esta
ayuda", comentó uno de ellos. Al final, el ministro Gallardo
desmintió esta posibilidad.

BUENA SUERTE

Después de media hora de vuelo, el helicóptero que transporta a
los comandos de las Fuerzas Especiales, aterriza en medio de la
selva. No se avizora un alma en kilómetros alrededor de la zona.
El comandante los reúne y juntos analizan un mapa. En el mismo
están tachadas las zonas que ya fueron patrulladas y están en
blanco las que faltan. Estas últimas son las más pequeñas. ¿En
cuánto tiempo estará recorrido este sector? "Diez días", responde
alguien con seguridad. Mientras tanto, otro soldado ubica al
grupo geográficamente mediante la brújula. El resto se prepara
para la larga marcha. Serán días en los que se duerme cuatro
horas. La suerte de los secuestrados vale el sacrificio.

Juntos y casi revueltos, ecuatorianos y colombianos viven una
nueva realidad en la línea de frontera. Ahora, la zona es de
candela y sus llamas comienzan a quemarnos

La decisión de ingresar a Colombia es suya. Nosotros deslindamos
la responsabilidad", es la advertencia que hace un soldado del
ejército contraguerrillas de Colombia, a todo aquel que decide
pasar a suelo colombiano, luego de haber cruzado el río San
Miguel, frontera natural con Ecuador. Como constancia, el soldado
exige que el visitante firme un libro de registros. Solo entonces
el paso está autorizado.

El hecho refleja claramente la tensión que se vive estos días en
la frontera oriental. El secuestro de 12 extranjeros en
Sucumbíos, consiguió aumentar la desconfianza entre los
habitantes de los pequeños pueblos fronterizos. Del lado
ecuatoriano, el miedo. El número de comerciantes que continúan
haciendo negocios con los del país del norte, ha disminuido. Hay
quienes ya no se arriesgan y los que sí lo hacen, se sienten
perjudicados por las malas noticias. De parte de los colombianos,
el mutismo. Casi nadie de sus pobladores fronterizos habla con
forasteros. Solo observan y cuchichean entre ellos y la
tradicional hospitalidad colombiana se ve desplazada por el
temor.

PERIPLO

El paso obligado a Colombia por el Oriente ecuatoriano es por la
provincia de Sucumbíos. Desde Nueva Loja, su capital, a la
frontera existe una distancia de hora y media en carro. Uno de
los puntos fronterizos más transitados es General Farfán, más
conocido como La Punta. En el trayecto a este sector sorprende
la ausencia de vigilancia militar, anunciada después del
secuestro colectivo. En La Punta, la mayoría de sus pobladores
rechaza las acusaciones de colaboración con la guerrilla que se
ha hecho por estos días. "No somos guerrilleros. Además, con
ellos existe un pacto de no agresión. Es verdad que entran a
nuestro territorio, pero no vienen armados. Hemos mantenido
reuniones en las que todas estas cosas quedaron bien claras",
explica José Cuenca, presidente de la comunidad, en donde
funciona un destacamento militar.

A La Punta la separa el río San Miguel de Colombia. El único paso
permitido por los militares ecuatorianos es a través de lanchas,
pese a que existe un camino lastrado habilitado. ¿Por qué la
prohibición de utilizar esta ruta? "Para no permitir la apertura
del puente por razones políticas", responden al coro los taxistas
que cubren la ruta Lago Agrio-General Farfán. "Por cuestiones de
seguridad", responde por su parte un militar que hace guardia en
el muelle. La sanción a quien incumpla esta disposición es la
detención del vehículo por cuatro días.

Lo cierto es que la vía terrestre hacia Colombia está habilitada
y culmina en un gran puente construido por los dos gobiernos y
que se concluyó hace cuatro años. En el camino no hay un solo
militar que impida el paso. Del lado ecuatoriano, el sector es
desolado. Pasado el puente, unas vetustas casas y el
inconfundible vallenato dan la bienvenida. Sorprende la presencia
de ocho jóvenes militares de las fuerzas armadas colombianas,
conociendo que la zona es dominada por las Farc. Ellos también
lo saben y su actitud es siempre a la defensiva.

SAN MIGUEL

A 30 minutos del puente internacional, está el recinto San
Miguel, perteneciente al departamento de Putumayo. Este es el
último punto en donde hay presencia armada del gobierno
colombiano. En total, 25 policías vigilan las 24 horas el sector
y están preparados para combatir en cualquier momento. Casi todos
son jóvenes cuya edad oscilan entre los 20 y los 25 años. Al
mando está el teniente Luis Hernández, quien se encuentra en un
cuartel policial en el que las huellas de los ataques son
evidentes. Las perforaciones corresponden a una embestida de las
Farc ocurrida hace dos años, en la que murieron dos policías "y
muchos guerrilleros", cuenta Hernández. La apariencia actual del
cuartel es de una trinchera de guerra, rodeado totalmente de
sacos de arena y cubierto de redes, "para que resbalen las
granadas", explica el oficial. Hasta ellos ha llegado la noticia
del secuestro en Ecuador, pero "por aquí no han pasado. En estos
pueblos pequeños todo se sabe y no se ha detectado la presencia
de esos extranjeros", cuenta.

Los jóvenes policías de este sector, a más de la vigilia, se
dedican a capacitarse mutuamente en el combate contra las
guerrillas. Se preparan para desactivar minas, manejar armas
sofisticadas y evacuar a la población. Cada uno carga en su
cuerpo cuatro granadas. ¿Qué se siente saber que a tan poca
distancia se encuentra el enemigo dispuesto a atacar en cualquier
momento? "Miedo", responde uno de ellos, que ya sobrevivió a un
combate con guerrilleros. Otro confiesa que reza para que nunca
le toque estar en medio de uno de estos ataques. ¿Entonces, que
los motivó a formar parte de la policía? "El sueldo", responden
en coro. En Colombia, un policía que está comenzando gana 650.000
pesos (unos cuatro millones de sucres). "Además, tampoco hay
oportunidades como para buscar otro trabajo. El desempleo es tan
alto que no queda otra alternativa que ingresar a la Policía",
revela Jairo, de 21 años, oriundo de Tolima.

LA DORADA

El teniente Luis Hernández advierte que San Miguel es el último
punto en donde mantienen presencia policial. Más arriba, en La
Dorada, la ley es impuesta por las Farc. La Dorada está a 30
minutos y es un pueblo más activo. Por el momento, los
guerrilleros de las Farc no están en sus calles. El alcalde del
Municipio -que cuenta con 25.000 habitantes- Oscar Orlando
Arévalo, reconoce la dificultad que tiene para imponer su mando.
Arévalo, joven de 24 años, fue elegido mediante elecciones en
1998 y los problemas comenzaron desde entonces, "pues las Farc
obligaron a suspender las elecciones dos veces". A partir de ahí,
prefiere evitar problemas y aunque sabe que no tiene autoridad,
acude diariamente a su despacho. La zona es dominada por el
Frente 48 de las Farc y eso trae sus ventajas: no hay
delincuencia, por ejemplo. "Ellos vienen por aquí, pero no tienen
una presencia permanente", cuenta Arévalo.

El día que Vistazo visitó La Dorada, la marca de las Farc se veía
a lo lejos. Una extensa nube de humo advertía la presencia de
fuego. Cuarenta kilómetros arriba, guerrilleros habían dinamitado
horas antes el oleoducto en cuatro tramos, provocando la
interrupción de la carretera que conduce a La Hormiga. Pese a la
intensidad del fuego, los campesinos buscaban un pequeño espacio
para seguir su camino. "Son tan comunes este tipo de atentados,
que no vale la pena perder el tiempo", cuenta un colombiano que
se aventura a cruzar la carretera con su bicicleta en brazos.
Mientras tanto, decenas de carros hacían fila en la carretera,
a la espera que los técnicos de Ecopetrol -la empresa petrolera
responsable del oleoducto en Colombia- reparen el daño.

TETETES

Otro sitio de frontera está cercano al sector de Tarapoa, en
donde ocurrieron los secuestros. Allá se llega después de tres
horas de camino desde Lago Agrio y el punto fronterizo se
denomina Puerto Nuevo, más conocido como Tetete. En este
trayecto, la vigilancia militar es más estricta, sin llegar a
niveles de máxima seguridad. Antes de llegar al lugar, unas
jóvenes campesinas aseguran que los guerrilleros acostumbran
cruzar al lado ecuatoriano y que eso, al contrario de lo que se
piensa, brinda más seguridad al sector. Ya en Tetete, la
recomendación de los pobladores este momento es no cruzar el río
San Miguel hacia el punto colombiano bautizado como Teteyé. "La
situación está candente al otro lado", explica la dueña de un
puesto de comidas. Con todo, el transporte en canoas no se ha
suspendido y algunos ecuatorianos continúan con su rutina de
comercio. Total, son apenas cinco minutos de trayecto en canoa
los que separan a estos dos pueblos.

En Teteyé, la gente es hostil. Nadie responde las preguntas de
los extraños y lo único que dicen entre dientes es que los
forasteros no son bienvenidos. Como casi todos los pueblos de
esta línea fronteriza, el aspecto del lugar es como del viejo
Oeste. El silencio es abruptamente cortado con la música de una
vieja rockola, "que funciona con planta de energía porque en
estos momentos no hay luz eléctrica", comenta alguien. Esta es
una reconocida zona de dominio de las Farc, por lo que los
guerrilleros pueden aparecer en cualquier momento. El Corregidor
del sector (teniente político en nuestro país) explicó que eso
se debía a la tensa situación que se vive en Puerto Asís, ubicado
a tres horas de Teteyé, donde las columnas de las Farc se están
agrupando, a la expectativa del avance de las fuerzas del
Ejército. El enfrentamiento, según el Corregidor, sería
inminente, debido a que el Ejército intentaría ganar estas
tierras que no están contempladas en la zona desmilitarizada que
entregó el gobierno colombiano a las Farc, como parte del proceso
de paz. "Estas tierras se ganan a la fuerza", explica. Por lo
demás, las únicas voces autorizadas en el lugar son las de las
Farc, quienes ya se pronunciaron en torno al secuestro de los
extranjeros en el Ecuador, negando su autoría.

DECRECIMIENTO

Los primeros cálculos estimados por la Cámara de Comercio de
Sucumbíos indican una disminución de hasta el 50% del intercambio
comercial en esta frontera, después de la noticia del secuestro
múltiple y el consiguiente incremento del control militar en
ciudades y carreteras. Cada vez menos ecuatorianos asumen el
riesgo de aventurarse por unos cuantos sucres o pesos. El
conflicto colombiano está solo al frente y según parece, ya cruzó
el río.

Se está manejando la posibilidad de convocar a una cumbre
presidencial de Brasil, Perú, Ecuador, Venezuela y Panamá, para
analizar y encontrar soluciones al problema de violencia en
Colombia que amenaza a las fronteras de estos países.

Brasil estaría muy interesado en liderar esta opción para
presionar al gobierno colombiano a que se siente a negociar una
paz definitiva con la guerrilla y evitar la intervención militar
norteamericana en la zona de conflicto.

Las FARC, también contrarias a esta intervención, verían bien la
idea de la cumbre presidencial, tanto que recientemente enviaron
un emisario a Brasil, que se cree, fue a tratar el mismo tema.

El dato fue recogido por Vistazo en fuentes militares, a
propósito del secuestro de 12 extranjeros en el nororiente
ecuatoriano.

Las fuerzas de seguridad de este país manejaban cuatro hipótesis
de posibles responsables: las FARC, el ELN, las AUC
(paramilitares) y delincuentes comunes. Sin embargo, después de
las últimas noticias y el análisis de estrategias e intereses,
se inclinaron por creer que el plagio fue cometido por los
paramilitares. Lo habrían hecho para provocar una tensión
fronteriza que obligue a Ecuador a intervenir en un ataque
frontal a la guerrilla colombiana.

El análisis de las fuentes consultadas por Vistazo, es el
siguiente: las FARC efectúan secuestros en su país, para ejercer
presión política sobre su Gobierno y conseguir mayores
concesiones en su negociación de la paz. Se han dado casos de
plagios cometidos por orden de líderes inferiores, sin
conocimiento ni autorización de las cúpulas. De todas maneras,
las FARC han reconocido el hecho como suyo. Pero ahora, están muy
empeñados en desmentir públicamente su responsabilidad en este
secuestro. A la vez, el Comando Sur bajó más hombres a la
frontera para descubrir a los autores.

A las FARC no les conviene enfrentarse con los ecuatorianos,
primero, porque no está litigando con su Gobierno, segundo,
porque la convivencia pacífica con los militares les ha permitido
a las FARC tener en suelo ecuatoriano su espacio para replegarse
y hasta para sus entrenamientos.

Segunda hipótesis: ELN. Las fuentes observaron dos cosas.
Primero: el ELN tiene una mala relación con las FARC y con el
Gobierno, porque no han sido tomadas en cuenta para la
negociación de la paz. El segundo argumento es geográfico. Las
FARC ocupan casi toda la línea fronteriza con Ecuador. Su
presencia es total frente a la provincia de Sucumbíos, Ecuador.
El ELN está muy atrás de las columnas de las FARC, frente a las
provincias de Esmeraldas y Carchi, Ecuador. Por lo tanto, para
hacer un secuestro en Sucumbíos, deberían cruzar territorio
dominado por las FARC o ingresar por Carchi, operación muy
difícil. Si el ELN se hubiera propuesto efectuar secuestros en
Ecuador, habría preferido "blancos" más cercanos, en Carchi o
Esmeraldas. El ELN no se ha pronunciado, pero por estas
observaciones, prácticamente se deslinda su responsabilidad.

Descartados los dos, las fuentes se inclinan mucho por la
responsabilidad de las Autodefensas Colombianas (AUC) o
paramilitares. Hace poco, en un documental que presentó
Telesistema, Carlos Castaño, líder de los paramilitares, pidió
la participación de Ecuador en la lucha contra la guerrilla
colombiana. El gobierno ecuatoriano ha manifestado públicamente
su rechazo a esta idea. Sin embargo, con este secuestro, los
paramilitares pretenderían demostrar que la guerrilla está
ejecutando acciones armadas en suelo ecuatoriano, para presionar
la intervención de Ecuador.

A propósito de la hipótesis "delincuentes comunes" dicen:
primero: los delincuentes comunes exigen rescatepero hasta ahora
ni los familiares, ni las autoridades han recibido esta petición.
Segundo: hay delincuentes comunes, desertores de la guerrilla
colombiana, que hacen secuestros para la guerrilla, a cambio de
un porcentaje en el rescate, pero volvemos a lo de antes, nadie
se atribuye el plagio ni reclama rescate. Tercero: una posible
represalia contra la City, porque esta empresa pagó menos por la
expropiación de los terrenos entre Tarapoa y Lago Agrio, donde
está instalando una tubería petrolera. Sin embargo, por datos
históricos se ve que este tipo de actos son reinvindicados de
inmediato por quienes los cometen, porque a ellos les interesa
dar publicidad a la supuesta injusticia.

Además, el aspecto de los secuestradores no era de delincuentes
comunes. Usaban impecables trajes de camuflaje y portaban armas
sofisticadas. Otro asunto que debilita esta hipótesis es que los
delincuentes comunes no se fijan en nacionalidades y en este
secuestro, a una joven que estaba en el grupo plagiado, la
liberaron por ser ecuatoriana.

En base al análisis realizado, las fuerzas de seguridad
prácticamente descartan la participación de las FARC y del ELN.
Ven poco probable que sea un acto delincuencial y bastante
probable, que sean los paramilitares. (Texto tomado de La
Revista Vistazo)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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