Quito (Ecuador). 08 oct 95. Adicción a la belleza. Manía por
la perfección y odio a lo poco estético, a lo feo. Rechazo
absoluto a cualquier parte del cuerpo que nos saque del molde:
narices grandes o gruesas, desagradables papadas, odiosas
arrugas o vergonozosos gorditos; todo eso que estorba y que
puede ser eliminado -con algo de plata y voluntad- gracias a
la magia de la cirugía estética.

El arte del bisturí y la fantasía de la siliconas marcan el
signo de los tiempos y de la obsesión se libran muy pocos.

¿No ha pensado usted, al menos por una vez, en cambiarse esa
partecita de su cuerpo que siempre la ha causado complejos?
¿No conoce por lo menos una persona que se haya arreglado la
nariz o se haya de librado de un prominente abdomen con algo
que nada tiene que ver con dietas o ejercicios?

La cirugía plástica y estética es, para muchos, la solución a
toda una vida de tormentos y complejos. La mágica forma de
entrar sin mayores complicaciones a los exigentes patrones
actuales de belleza o de no salir de ellos cuando su humana
naturaleza empieza a desplazarlos.

Para otros, sin embargo, es el camino más rápido a la muerte.
Le sucedió, hace pocos días, a Paola Reyes, una joven -y
bella- modelo de TV que dejó su vida en un quirófano, tras una
fallida operación para implantarse siliconas y reducir su
abdomen. La obsesión costó demasiado.

Linda...pero no lo bastante

Paola Reyes era linda. Lo suficientemente linda como para
causar admiración y calzar, sin dificultad, en los estrechos
parámetros de belleza que exige la televisión a sus modelos y
conductoras.

Linda sí. Pero, al parecer, no lo bastante como para sentirse
bien; como para no pensarlo dos veces y dejarse seducir por la
idea de modificar su cuerpo -poniendo aquí, quitando allá-
hasta dejarlo perfecto gracias a la magia del bisturí y la
silicona.

La humana ilusión -¿necesidad?- le costó la vida. La versión
de su madre, Fabiola Arteaga, no puede ser más que dolorosa.
El testimonio se recoge en la declaración instructiva del
juicio que, por mala práctica médica, ha planteando Arteaga a
Carlos Hernán Jarrín, médico que operó a su hija.

Un intenso dolor

Según el relato de la madre de Paola, la modelo de 19 años
ingresó a la Clínica de Cirugía Plástica y Estética a las 8h00
del día lunes 18 de septiembre, con el objeto de someterse a
una liposucción a nivel de abdomen y a la implantación de
prótesis en los glúteos.

"Minutos antes de ingresar a la cirugía, hablé con el doctor
preguntándole si todo estaba bien", asegura Fabiola Arteaga.
"El mencionó que todo era sencillo y en unas dos horas y media
la operación terminaría".

Tras la intervención -durante la etapa de recuperación- el
médico le permitió ver a su hija. "Ella se encontraba
conciente pero se quejaba del dolor de la parte de los
glúteos. Así pasó durante todo el día lunes", asegura la
mujer.

El vía crucis

Al siguiente día -el martes 19- Fabiola Arteaga concurrió
nuevamente a la clínica para ver a su hija. Fue entonces
cuando empezó a percibir que algo marchaba mal.

Su testimonio es dramático: "Paola me pidió ir al baño, la
llevé, y al bajar el panti, percibí un mal olor... supuse que
no le habían aseado y pedí a la enfermera que me trajera un
poco de agua para hacerlo", ralata la mujer.

Como respuesta recibió un tarro plástico, "de esos de manteca"
lleno de agua. Finalmente Paola fue inyectada y su madre se
retiró a su casa a descansar.

"El miércoles 20 de septiembre, a eso de las ocho horas, mi
hija me llamó a mi casa diciéndome que le lleve un jugo y unas
frutas. Al llegar a la Clínica la encontré con los ojos
amarillos; su cuerpo tenía un color amarillo y morado...",
describe la madre.

El hecho fue explicado por el médico como la consecuencia de
una posible hepatitis. Lo cierto es que el organismo de Paola
rechazaba las prótesis y el extraño elemento comenzaba a
infectarla por dentro.

Ausente

La joven fue intervenida nuevamente. Las prótesis fueron
retiradas, pero se produjo una nueva infección.

Para entonces -y según el testimonio de la madre de Paola-
Hernán Jarrín se había ausentado y un nuevo médico realizó la
inspección del estado de la joven.
Era tarde: "mi hija se encontraba muy grave y necesitaba
entrar en cuidados intensivos", asegura Fabiola Arteaga.
La modelo fue trasladada a la Clínica San Francisco a las
cinco de la tarde. Falleció el jueves, 21 de septiembre a las
cinco de la mañana.

"El mismo día me trasladé a la Clínica de Cirugía Plástica en
busca del Doctor Jarrín", relata la madre. Nunca lo encontró.

"Talento de televisión"

Paola Reyes iba a cumplir 20 años en octubre. Era una joven
aparentemente feliz. Contaba -dicen sus amigas- con todo lo
que podía desear: trabajaba en dos programas de TV, tenía
varios contratos para modelar, estudiaba inglés, había
comprado un carro...

Pero un día cualquiera Paola decidió que le faltaba algo. Y
resolvió ponérselo.

Un letrero "Clínica de Cirugía Plástica y Estética" colocado
en una vieja casa de la avenida Orellana llamó su atención.
"Ese es el lugar", pensó seguramente. Y entró.

Los chequeos preoperatorios determinaron que ella tenía
anemia. Pero eso no la detuvo, pues en la clínica le dijeron
también que la operación tenía un riesgo bajísmo y un precio
bastante cómodo: 4 millones de sucres.

Lo que Paola no sabía era que se trataba de un clínica
clandestina (sin registro en la Dirección Provinical de
Salud). No sospechaba tampoco que en el quirófano en que iba a
ser operada existía lo que los médicos conocen como una
"solución de continuidad que no garantizaba la asepsia".

O, en otras palabras: una pequeña ventolera que no cerraba
completamente y que había sido cubierta con una madera.
Paola murió. Hoy su madre acusa al médico y a la clínica. Sus
argumentos para incluir en su declaración la palabra
"asesinato" van desde la ilegalidad en que funcionaba la
clínica, hasta el número de personas que practicó la operación
(3), pasando por conceptos de "alta peligrosidad social y
moral" y "desprecio a las normas de una sociedad para proteger
la vida y derechos de sus asociados, a través de leyes".

¿Por qué murió Paola Reyes?

La tarde del miércoles 21 de septiembre, 17h30, Paola Reyes
llegó a la clínica San Francisco. Tenía condiciones graves. Su
frecuencia respiratoria y cardíaca estaba elevada. Había
llegado en estado de inconsciencia. Con presión baja. Un color
amarillo pintaba toda su piel.

Cinco minutos después ingresó a terapia intensiva. El
diagnóstico de los médicos Bolívar Guevara y Pablo Jiménez fue
inmediato: la paciente tenía un shock séptico.

Paola Reyes se presentó con el más alto grado de una
infección. Todo el cuerpo, de pies a cabeza, se encontraba
contaminado por una bacteria.

En la sala de cuidados intensivos se tomaron todas las
precauciones del caso, sin embargo, el mal estado general del
organismo limitaba toda opción.

Sobre la modelo de 19 años se posó la más temible de las
bacterias: los anaerobios. Microbios que no necesitan de
oxígeno para vivir. Producen gases. Ese jueves, en la piel de
Paola Reyes reventaran burbujas de aire.

Su más grave característica es propagarse rápidamente por
debajo de la piel. En pocas horas copan una buena parte de la
superficie.
Los anaerobios están en el ambiente. Se posan sobre cuerpos
débiles.

Una cirugía -cualesquiera que sea- es la oportunidad propicia
para que esta clase de bacterias hagan su agosto. El motivo:
las defensas del cuerpo bajan.

Pero Paola Reyes pudo adquirir la infección en donde sea. En
el quirófano, en el posoperatorio, cuando fue al baño, por una
inyección, mientras injería alimentos, pudo haber estado
contaminada antes de la operación, etcétera.

Ni el examen pre quirófano más completo puede determinar la
existencia de anaerobios en el cuerpo. Ni el hospital más
elegante del mundo esta libre de la existencia de ésta u otra
clase de bacterias. Pueden llevarse a cabo miles de
operaciones y jamás ocurrir nada.

Todos los expertos y conocedores del tema -cirujanos
plásticos, inmunólogos, médicos clínicos- coinciden: quien
menos tendría la culpa en la muerte de Paola Reyes es el
médico que la operó.

Pudo ser un quirófano que no reunía las condiciones
necesarias, un material que no estaba debidamente
esterilizado, inclusive se ha llegado a decir que las prótesis
-selladas herméticamente hasta antes de la operación- habrían
estar contaminadas. A nivel médico existe una opinión
generalizada: lo que cobró la vida de Paola Reyes pudo ser
cualquier cosa.

La rutina del médico empieza en la consulta y continúa en el
quirófano. En más de una ocasión el cirujano ni siquiera
escoge la clínica, ya que, el paciente busca lo más cómodo
para su bolsillo.

Si algo se le podría achacar a Hernán Jarrín es haber aceptado
operar en un lugar que no se mostraba seguro. Realizó la
cirugía en una clínica que recien tramitaba su permiso para
funcionar. Pero los expertos insisten: el médico no siempre se
entera de las condiciones legales del establecimiento en donde
trabaja.

Quienes conocen a Hernán Jarrín han dicho que se caracterizaba
por su habilidad y cuidado con los pacientes. Gozaba de gran
prestigio.

Es posible que los cirujanos plásticos, médicos y
especialistas vean amenazada su fuente de ingresos. Se habrían
puesto todos de acuerdo para decir lo mismo. Sin embargo,
existen indicios para pensar que no se puede acusar a Jarrín
de mala práctica médica.

Estética respuesta

"El caso de la señorita Reyes obedece a una complicación de la
que está exento todo acto quirúrgico, no obstante las medidas
preventivas que en forma rutinaria se toman".

Eso es todo lo que la Sociedad Ecuatoriana de Cirugía
Plástica, Reconstructiva y Estética tiene que decir frente a
la muerte de la modelo Paola Reyes.

Lo hace a través de su presidente, Jorge Moreno Carrión, quien
-fax de por medio- (la única forma en la que accede a la
entrevista) responde escuetamente a las interrogantes de
BLANCO y NEGRO.

La Sociedad apoya a Hernán Jarrín -miembro del directorio- y
le ofrece su irrestricto "respaldo moral". Lamenta el
"infausto acontecimiento de su paciente", pero se desentiende
de todo lo que significa control del funcionamiento de las
clínicas y centros de cirugía estética. También de lo que
tiene que ver con información a la comunidad de los riesgos
existentes por la proliferación de clínicas clandestinas y
centros de salud de dudoso funcionamiento. "Esas funciones las
cumple el Ministerio de Salud por intermedio de sus
direcciones provinciales", se indica.

No se explica nada más. La hoja de respuestas -más corta que
la que se envió con preguntas- aclara que todos los miembros
de la Sociedad han sido "admitidos por su idoneidad,
respaldada debidamente con sus certificados de especialistas".
Y ratifica que la agrupación gremial, fundada hace 25 años, es
parte de la Federación Ibero Latinoamericana y de la
Confederación Internacional de Cirugía Plástica Reconstructiva
y Estética, "organismos con los que está a tono y al día en
los avances científicos". Amén.

De hombre a mujer por 30 millones

Sin prejuicios. Francisco Morales, cirujano plástico estético,
trata de explicar porqué realiza la más discutida de las
operaciones en su campo de trabajo: el cambio de sexo.

Y cita el factor sicológico: "Existe gente que desde su
nacimiento tiene ciertos desvíos sexuales (transexuales). Ya
en su madurez, esas personas tratan de realizarse y buscan lo
que siempre han soñado".

Explica que un homosexual no pretende esa clase de cambios.
Destaca que un travestista, gusta verse como mujer pero no se
somete "a un proceso definitivo como un cambio de sexo".

Después adquiere una actitud discreta. Morales sabe que ha
entablado diálogo acerca de algo que en el Ecuador todavía
constituye un mito. En seguida comenta: "Los pacientes son
personas emocionalmente desequilibradas. Tratan de encontrar
ayuda. Antes de la operación, deben enfrentarse a un
psiquiatra, quien determinará los efectos que puede llegar a
producir un cambio de sexo".

Una dama perfecta

Pasada la prueba psiquiátrica, el individuo ha ingresado al
quirófano. Un buen trabajo le permitiría llegar a ser una
mujer perfecta. Con atributos que provocan la envidia de las
más bellas damas -basta recordar a Roberta Clouse, el
travestista que se constituyó en la modelo más cotizada del
Brasil-.

El/la paciente esta en capacidad de elegir un sin número de
cosas:

Ampliación de pómulos y labios, extirpación de la manzana de
Adán.

Subir el mentón, disminuir la papada, aumento de senos,
estiramiento abdominal, retiro de costillas, liposucción o
aumento de glúteos.

La operación de cambio de sexo bordea los siete millones de
sucres. El proceso de transformación total -con todo lo
mencionado en el párrafo anterior- llega a costar entre 30 y
35 millones de sucres.
Los clientes de Morales llegan de todas partes. A más de
ecuatorianos, existen un buen número de venezolanos y
colombianos. También registra casos de Europa y Estados
Unidos.

"Lo que buscan son resultados", explica el cirujano, aunque
reconoce que los costos de la operación en el Ecuador, son
bajos en comparación con otros países.

No se cambia XY por XX

Una operación que no cambia nada genético. El paciente
conserva sus cromosomas masculinos XY.

En el quirófano, el individuo recibe anestesia general. Con la
ayuda de un urólogo -especialista en riñón y vías urinarias-el
cirujano plástico entra en acción.

I. Extirpación de testículos. Se saca la piel del pene para
formar la neovagina. También se saca los cuerpos cavernosos.

II. Con los cuerpos esponjosos se forma la cavidad vaginal
-entre la vejiga y el recto- con una profundidad mínima de 12
centímetros.

III. La piel del pene se invierte a interiores. Con lo que era
la piel del escroto, se hacen los labios mayores y menores.
Finalmente se coloca por cinco días un molde, que ajusta la
forma final de la neovagina.

El/la paciente tarda en recuperarse entre cinco y ocho días.
En poco tiempo crece su bello puviano. Para que tenga un
orgasmo, su disposición sicológica es fundamental.

La sórdida fantasía de la prótesis

A Mireya, un teniente de la policía le robó noventa y dos mil
sucres el miércoles antepasado y le tuvo una semana en la
cárcel. Con ese dinero completaba los mil dólares que le
cuesta un par de senos. Mireya es travesti. Hace la calle
desde hace tres años en la Mariscal. Tiene 22 años y nació en
Chone.

Con el robo y lo que no trabajó, debe dos meses de arriendo y
ha de esperar para las prótesis por lo menos un mes. Tenía la
cita donde su doctor para esta semana.

Mireya nunca escuchó de una muerte por inyección de silicona.

Nunca. Apenas, de algunas amigas que han viajado a París, ha
escuchado hablar hace tiempo de unas siliconas que estallaban
con el cambio de presión. Pero no sabe cómo. O de aquellas que
se han modificado tanto, que ya su cuerpo apenas resiste
nuevas prótesis.

Su médico ya le arregló la nariz y ha colocado varios glúteos.
Por el momento, Mireya utiliza prótesis artificiales en las
caderas. Hay amigas, cuenta, que se forran de prótesis desde
las rodillas.

Los senos que quiere Mireya son medida 36, suaves, porque hay
algunos que quedan duros como un pan guardado. No quiere que
le pase eso. Y su médico los hace perfectos. Una vieja
compañera acaba de regresar de Europa para colocárselos aquí.

Los senos es lo más caro, cuenta. En el resto del cuerpo, es
cosa de inyectarse silicona líquida. El litro cuesta
setecientos dólares y depende cómo se quiera las piernas o los
glúteos, agrega y ríe. Mireya siempre ríe. Conoció en la
cárcel a un convicto colombiano que la defendió. Pero le han
transferido de prisión y este fin de semana no lo encontró.
Solo eso consigue entristecerla. Pero vuelve a la ilusión de
sus senos.

Su médico ya no usa silicona, sino que coloca bolsas de suero
fisiológico. Dice que es mucho mejor, que garantizan la
suavidad de los senos y una forma impecable. Y tampoco lo hace
a través de los pezones. No. Mireya le ha pedido que le abra a
la altura de las axilas.

Los primeros días, perderá la sensibilidad en los pechos, pero
poco a poco se irá normalizando. Y vuelve a reir como si se
tratara de una niña con su mascota.

- Los hombres lo primero que se fijan es en los senos. Es una
inversión ¿sabes? Así podré ganar más dinero, dice y se sube
al coche de un cliente que le ha esperado pacientemente.

Mireya vive sin tormento una sexualidad ficticia en la que
ella nunca piensa. No hay fatalidad en su condición, hay
simplemente que mejorar algunos detalles. Entretanto, va
invirtiendo sus ahorros en convertir su cuerpo de hombre en
una extraña e híbrida fantasía.

La loca carrera hacia la perfección

Cualquier cosa. Lo que a usted se le ocurra pedir. "Hasta
ponerle la nariz en la frente", como explica "sin exagerar" un
conocido cirujano plástico a BLANCO y NEGRO.

Con la cirugía estética hasta el menos agraciado puede tomar
-rápido y sin mucha complicación- facha de modelo.

La magia del bisturí puede sacarle a cualquiera que pueda
pagar por ello lo que quiera que le sobre. O añadirle, si
prefiere, cualquier cosa que le falte.

La técnica ha llegado a unos niveles increíbles. Para muestra,
unos pocos botones: si una mujer quiere reducir las medidas de
su cintura, puede pedirle al médico de su confianza que le
extraiga una o dos costillas y asunto resuelto.

La nariz, tortura para muchos (el 75% de intervenciones
estéticas se hacen en la nariz) puede ser transformada de
cualquier forma, al gusto del cliente más exigente.

Las opciones son múltiples: estirar la piel de la cara o de
las manos, eliminar la papada, componer malformaciones en las
orejas o en los labios, aumentar o disminuir el tamaño de los
senos y las nalgas, extraer grasas en exceso, reconstruir el
rostro o modificarlo hasta lograr que "el original" se vuelva
irreconocible. O, un poco más allá: cambiar el color de la
piel y hasta el sexo.

Para la estética no hay límite. Excepto el que impone el
propio paciente y, claro, el que marcan los precios que varían
de acuerdo a la complicación, el órgano operado y los
medicamentos utilizados.

En el Ecuador, la cirugía estética está medianamente
propagada. Las manos mágicas de los cirujanos son generalmente
ocupadas por por jóvenes con narices grandes y bolsillos
llenos, o adultos -cada vez más adultos- que quieren eliminar
de su rostro la marca del paso de los años. Las mujeres acuden
más que los hombres, en un proporción de dos por cada tres
personas.

De perfil masculino

"Ahora, por lo menos, me siento normal, antes era un
fenómeno"... La descripción que, de sí misma, hace Ana María
-una joven de 21 años que, hace algunos meses, se sometió a
una cirugía plástica para "afinar" su nariz- suena bastante
exagerada.

Pero ella insiste: "Me daba vergüenza ponerme de perfil, no me
gustaba que se fijen en mi cara porque tenía una nariz
horrible".

Tan "horrible" se sentía que -aunque la gente que la conoce ni
siquiera se había percatado de su drama- decidió aprovechar un
"problema en el tabique" para pedirle al médico que, "de una
vez", arreglara la raiz de todos sus complejos.

La operación fue sencilla. "Me arreglaron el tabique y, de
paso, me levantaron un poquito la punta de la nariz", dice Ana
María, recalcando lo de "de paso".

El asunto salió como ella y sus padres -que "entendieron el
problema" y pagaron los 900 mil sucres que costó la operación-
habían previsto.

Ana María salió feliz con su "nariz de artista" y su ánimo
libre de complejos. Lo único incómodo era soportar ese
molestoso dolor y, claro, las incesantes preguntas de
familiares, conocidos y amigos que querían oir de su boca que
ella se "hizo la cirugía".

No fue difícil inventar un accidente. Tampoco pasar todo ese
tiempo con una gasa en la nariz. Lo único importante era que
ella se sentía "otra".

Pero tanta felicidad no duró demasiado y se convirtió, poco a
poco, en una moderada resignación cuando -tras sacarle los
puntos y pasar algunos meses- la nariz de Ana María fue
metamorfoseándose hasta llegar a un estado parecido al
anterior, pero "no igual", como recalca ella.

Ahora, Ana María está "más o menos" conforme con el cambio.
Sus amigos aseguran que se la ve más dueña de sí misma, "más
suelta", más atractiva. "Hasta cambió de look", dicen. Ella,
por su parte, no se describe como "ninguna maravilla", pero,
al menos, ya no siente ese incómodo calorcito en su rostro
cuando alguien, por cualquier cotidiana circunstancia, se
ubica a su lado y la mira de perfil.

La magia de la silicona

Todas las prótesis utilizadas en cirugías plásticas son de
silicona. Es decir, del mismo material que se usa para
cubierta o lubricantes de jeringuillas, frascos de vidrio y
que está en los filos de las ventanas de muchas casas. Es una
mezcla de oxígeno y silicio que se caracteriza por resistir
oxidación, altas temperaturas y agua. Pueden ser líquidas,
grasas, gomas elásticas y resinas.

En el campo de la cirugía estética se ha generalizado su uso.
Las prótesis son hechas de silicona. Las más modernas, marca
Mentor -de los Estados Unidos-, se llenan con una solución
salina. Labor que debe llevar a cabo el cirujano en el momento
de la operación.

Se ha dicho que Paola Reyes pudo haber muerto al recibir
prótesis infectadas, sin embargo, los distribuidores de ésta
clase de productos desmienten tal afirmación.

Para Ricardo Morales, gerente regional de Instrumental Médico
(IMED), "las prótesis llegan herméticamente selladas.
Contienen en su exterior el número de serie y su fecha de
expedición. En 10 años no hemos tenido ni un solo caso de
prótesis dañadas".

Las Mentor cuestan aproximadamente un millón 600 mil sucres.
Existen otras marcas de menor prestigio, de origen brasileño o
argentino. Su precio es apenas mayor al millón de sucres.

El Ministerio de Salud Pública no exige ningún tipo de control
de calidad, pero según afirma Morales, "son productos que
pasan las más severas pruebas en su país de origen".

Alejandro Rubio, cirujano plástico, destaca que las siliconas
"no están libres de ser rechazadas por el organismo".

Explica que pueden presentar reacciones negativas en 48 horas
y comenta que sus posibilidades de infección son las mismas
que corre cualquier instrumental médico en un quirófano.

Por su parte, el inmunólogo Sergio Barba, añade a esta
aseveración que pueden haber dificultades si la silicona llega
a mezclarse con la sangre. "En tales circunstancias, los
implantes pueden ser causa de problemas respiratorios agudos y
crónicos".

Señala que en el caso específico de Paola Reyes, debió existir
una invasión masiva de gérmenes anaeróbicos -especies que
viven sin aire-, los mismos que se pudieron adquirir en el
quirófano, en las siliconas o en lugares externos.

Destacó también que se debe guardar cierto respeto por esa
clase de elementos químicos. "En Europa Occidental, las
mujeres con implantes mamarios de siliconas son avisadas de no
dar de lactar a sus hijos".

Cabe señalar finalmente, que existe un debate en torno al uso
o no de siliconas. Se ha dicho que el cáncer al seno es
provocado por su implantación, sin embargo, no se ha podido
comprobar científicamente que así sea.

Entretanto, las prótesis seguirán siendo la solución para
aquellas personas que quieren un poquito más... en alguna
parte de su cuerpo.

La trampa de la belleza fácil

- Paola Reyes no es la primera. En febrero de 1994, una joven
de 24 años llamada Catalina Hidalgo, falleció en la Clínica
Adventista, al someterse a una cirugía de la nariz.

Catalina fue operada por el doctor Marcelo Garzón, con la
asistencia de la anestesióloga Honoria Bejarano.

- Su muerte se explicó como consecuencia de un supuesto "edema
masivo" y por el hecho de que la joven no reaccionó a las
substancias aplicadas. Otras versiones, en cambio, señalaron
que la muerte de Catalina obedeció a una atención inexperta de
la anestesióloga.

- El caso de Hidalgo fue presentado ante el Tribunal de Honor
del Colegio de Médicos, que nunca dio su fallo. La familia
presentó, además, una demanda penal contra la anestesióloga.

-La curiosa lógica de los controles

Farmacias y laboratorios; guarderías, escuelas, colegios e
institutos. Fábricas e industrias de alimentos. Restaurants,
fondas y comederos. Hoteles, moteles, residencias; cabarets,
"night clubs" y hasta centros de "masaje total". Todo lo que
tiene que ver con la salud : solo en Quito, más de 12 mil
locales.

"Eso, y no solo clínicas, es lo que tienen que controlar los
inspectores de la Dirección Provincial de Salud", dice a
BLANCO y NEGRO Rodrigo Salazar, máxima autoridad del
organismo.

Lo hace, mientras extiende sobre la mesa, el mapa de una de
las 20 áreas de salud en que se divide la provincia.

"El accidente de Paola Reyes ocurrió aquí" asegura y señala
con su dedo una estrellita de color azul trazada sobre el
papel.

La pequeña señal, que identifica el lugar en que funcionaba la
"Clínica de Cirugía Plástica y Estética" en la que murió Paola
Reyes, apareció en el papel hace pocos días. Justo cuando el
director de Salud se enteró, "gracias a la prensa", de la
muerte de la joven y ordenó la clausura inmediata del centro
de salud.

Salazar asegura, sin embargo, que existen controles regulares.
"En cada una de las áreas los supervisores (dos o tres, según
la extensión de la zona) realizan operativos rutinarios (una
vez cada cuatro meses). Ellos tienen la obligación de informar
a los jefes de área que llevan un censo de los locales",
explica el director provincial de salud.

El control se apoya, además, en las informaciones de prensa y
denuncias de particulares.

Hablando el mismo idioma

Salazar desestima que la causa de la muerte de Paola Reyes
esté directamente relacionada con el hecho de que la clínica
en que se operó no contaba en los registros del Ministerio de
Salud, a pesar de que reconoce que "las condiciones de aspesia
no estaban garantizadas".

"Hay muchos factores -dice el director- inclusive en estas
clínicas pequeñas podría correrse menos riesgo porque hay
menos pacientes que en un hospital grande".

El hombre se muestra confiado: "se subentiende que estas áreas
deberían ser las que menos ocurren en ilícitos pues están
administradas por médicos".

Nadie se libra

"Ustedes no deben caer en el sensacionalismo", pide el médico.
"Ahora sucedió un accidente en esta clínica, pero podía haber
sucedido en el Metropolitano, en el Centro Médico Pichincha o
en cualquier hospital", asegura.

Reconoce, sin embargo, que las condiciones de operación de
este tipo de centros de salud no siempre son óptimas.

¿La solución para evitar que "en este país siga haciendo salud
el que quiere"? Según Salazar: lograr que "en salud, todos
hablemos el mismo idioma" Eliminar los "subsuelos" (hospitales
públicos) y los "pent houses" (clínicas privadas) de la salud.

En otras palabras: "que exista un cambio en la estructura de
la salud y que el Ministerio deje de ser el administrador de
hospitales pobres".

¿Concretamente o, al menos, lo más concretamente posible?
"Concientizar a la comunidad y a los medios de comunicación
para que denuncien el funcionamiento de este tipo de clínicas
o centros de salud clandestina".

Con letreros "grandotes"

"No podemos tener una idea del número de clínicas
clandestinas, precisamente porque son clandestinas", dice, con
una lógica irrefutable, Rodrigo Salazar.

El funcionario explica que la Dirección Provincial de Salud
controla exactamente lo que puede controlar. "Los inspectores
de salud llevan el censo general de cada zona, elaborado en
base a las solicitudes de funcionamiento de cada
estableciemiento. Los que no solicitan el permiso, esos son
los clandestinos", clarifica el director.

Y explica, de paso, porque los "clandestinos" se han
multiplicado con tanta velocidad y descaro. "Ni desidia, ni
falta de personal", asegura. "Hemos tenido problemas con el
paro médico; los controles no se han podido realizar
regularmente".

La Clínica de Cirugía Plástica y Estética, donde se operó
Paola Reyes y que -según Salazar- fue inaugurada hace dos
meses y medio, es, para él, la mejor prueba de lo que dice.

"¿Quién controla esto?", apuntala el director: "Los que están
en las huelgas y en los paros. No soy yo el que tengo que
pasear por la calle y decir: ¡que letrero más grandote y así
las autoridades no se dan cuenta!...."

¿Quiere una clínica?

- Para ser dueños de una clínica se necesita básicamente de
dos cosas: buena voluntad y dinero

- En el Ecuador, el proceso es a la inversa en relación a
otros países. Primero se hace la clínica, se empieza a
recibir pacientes y después se piensa en tramitar los permisos
que otorga el Ministerio.

- También se puede elegir el nombre que más le guste:
instituto, hospital, clínica, centro médico, etcétera.

_ El Reglamento de Servicios de Salud Privados estipula todo
lo contrario a lo dicho en los tres párrafos anteriores. Pero
parece ser uqe a nadie le importa.

_ Por ejemplo, en el artículo nueve dice que un Instituto
realiza "investigación y docencia". Que debe estar legalmente
asociado a una "Universidad o Instituto de Investigación
Nacional o Extranjero". Eso no ocure en el Ecuador.

- El reglamento también afirma que lo hospitales deben
"destinar el cinco por ciento del número tatal de camas para
prestar atención médica gratuita". Pero existen hospitales con
15 camas. Un cinco por ciento para servicios gratuitos
significaría que den tres cuartas partes de una cama gratis.

_ Cabe señalar que las multas por no cumplir con lo dicho por
la ley, pueden llegar a establecerse en un máximo de 50 mil
sucres.

El perfil de una obsesión

Un embrujo. Un deseo reprimido. Algo así como llevar el diablo
por dentro. Similar a un espíritu insaciable que se ha
incrustado en el cuerpo.

Por qué Paola Reyes quiso someterse a una cirugía estética? No
se trata de una nariz chueca, un par de arrugas en la frente o
un exceso de varios kilos. No. Paola Reyes fue una muchacha
atractiva. Con los suficientes atributos físicos para ser
modelo de televisión.

La joven de 19 años que dejó su vida en la sala de cuidados
intensivos de la clínica San Francisco, pudo ser presa de una
obsesión indescriptible, de una adicción a lo perfecto.

Así lo explica Wladimir Serrano, psicólogo, quien previamente
introduce el tema en el complejo mundo de los arquetipos. Dice
que los hombres somos semejantes a los actores de teatro. Que
ponemos y quitamos máscaras en nuestro rostro según el
ambiente en que nos desenvolvemos. Estamos sujetos a
arquetipos (múltiples formas de comportamiento).

Como el ejecutivo de traje Christian Dior que al llegar a la
casa se olvida de los buenos modales y coloca sus pies encima
de la mesa.

Como el agresivo capataz de una fábrica que maldice el trabajo
de sus empleados durante ocho horas diarias, pero que una vez
en su hogar, se constituye en una inocente alma de Dios. "Sin
embargo, Paola Reyes pudo quedarse con el arquetipo de modelo.
Sin quitarse la máscara nunca. Llegar a tener una obsesión por
ser perfecta".

"A este hecho se suma -decifra Serrano- presiones externas
propias de su trabajo". La competencia laboral. Ser modelo de
Súper Sábados implicaba estar en disputa con un buen número de
muchachas.

Según dijo el psicólogo, ésta clase de situaciones pueden dar
origen a "contracomplejos" en que el inconsciente "otorga
compensatoriamente lo contrario". Después enfatizó: "la
influencia del siquismo sobre el cuerpo es radical. Cuando no
existe una buena predisposición sicológica y se realiza una
cirugía, es posible que el paciente puede presentar
complicaciones". Dejó entrever que el rechazo presentado por
Paola Reyes a las prótesis colocadas en su cuerpo, pudo ser la
respuesta de un comportamiento que se adhería demasiado a la
búsqueda de lo perfecto.

Estética vs. estética

Y es que Occidente ha impulsado la competencia en todo
sentido. Inclusive en la estética.

En algunas ocasiones, la presencia física puede ser más
importante que el mejor de los currículums. Más de una vez,
los empleadores de cualquier compañía han preferido un par de
lindas piernas que el doctorado de un genio mal vestido.

El siglo XX trajo consigo un culto a la belleza femenina. Los
últimos 30 años encogieron las telas y, paralelamente,
provocaron que los individuos cumplan con ciertas obligaciones
de la estética.

Cintura pequeña, nariz respingada, senos bien formados,
etcétera. Todo -en hombres y mujeres por igual- con tal de
reflejar "la figura de éxito".

En palabras del psicólogo Serrano, "las personas tienen que
buscar ser aceptadas públicamente para poder aceptarse a si
mismas. Llega a ser un complejo en que la gente hace lo que
sea necesario para cambiar lo físico".

Por ello, Occidente exige dietas, dos horas de trote en la
mañana y gimnasios para hacer aeróbicos. Si nada da resultado
se acude a la cirugía estética.

Complejo de Cyrano

"Es mi nariz. No hay nada que hacer. Simplemente desentona con
el resto del rostro". Pamela jamás pudo dejar de creer que
algo de su cuerpo no iba con ella.

Cuando era pequeña se vio gorda. Años más tarde se sintió
enana. Después adelgazó y con respecto a su estatura, se
consoló al pensar que los perfumes finos vienen en frascos
pequeños. No había dudas, era la nariz. La que le costó dos
millones y medio de sucres cambiar, para que quedara alzadita
y respingada.

La cirugía fue un éxito. Llevó a Pamela hacia el camino del
triunfo. El suyo fue un cambio radical. Con la mirada altiva,
detenía los ojos de los jóvenes que pasaban a su alrededor y
repetían "Psss...bonita", a más de otras frases que no cabe
mencionar.

Un caso como estos, es bastante común en ojos del psicólogo.
Wladimir Serrano destaca que la autoaceptación empieza por los
calificativos que el individuo recibe de otras personas.

"Los complejos surgen de frustraciones. Cuando la persona se
siente opacada. Si el individuo no acepta su figura desde
pequeño puede darse esta clase de problemas", dice.

Así, la cirugía estética está en capacidad de arreglar el
complejo. LLega a "proyectar en exterior una belleza
contenida".

Pero Serrano también comenta: "Muchas veces la cirugía no
cambia nada en el interior de las personas. En ocasiones
existen fealdades que el individuo trata de simbolizar con
alguna parte de su cuerpo".

En esos casos, es mejor acudir al sicólogo.
(Sucesos) (Blanco y Negro) No. 76 (Diario HOY) (PP 1-8)
EXPLORED
en Ciudad Quito (Ecuador)

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