Las fronteras comerciales y los bloques regionales.

Quito. 14.01.93. En los últimos años se acepta, con la fuerza
de un dogma, la necesidad de que nuestra economía se abra
totalmente al flujo internacional de bienes y servicios, así
como al de capitales. Esta apertura total es el gran motor que
nos impulsa. Esta correntada ideológica difunde en un marco
cultural a escala mundial, el cual es introducido masivamente
en nuestra realidad, al tiempo que, como componente del
consenso transnacional, homogeniza las políticas económicas y
las convierte en recetas supuestamente indiscutibles,
apolíticas y de simple aplicación técnica.

Por lo tanto, no sorprende que la mayoría de los grupos de
presión hayan asumido acríticamente esta posición, que tan
bien la resumía el ministro de Finanzas, Jorge Gallardo,
cuando nos daba la receta de la felicidad nacional: "exportar,
exportar y exportar"; lo cual se reflejó en su consecuente
gestión ministerial "que permitió insertar a Ecuador en la
corriente de la apertura económica", la misma que le valió el
calificativo de "padre de la apertura" (Diario Universo;
1.1.93). Posición que se sintetiza en el deseo de alcanzar la
resolución de los problemas nacionales en base a mayores
exportaciones, a la reducción de cualquier traba que pueda
limitar el flujo de la inversión extranjera y al irrestricto
servicio de la deuda externa.

Frente a esto, sin descuidar que la economía ecuatoriana no ha
dejado de depender del mercado mundial, es preciso reconocer
que no todo lo que brilla es oro.

UN NUEVO DESORDEN MUNDIAL

A pesar de que todavía es común encontrar a quienes creen que,
luego de la deblacle del bloque soviético, se inauguró un
nuevo orden mundial en base a un capitalismo total, es casi
imposible negar que en el mundo domina el desbarajuste y la
contradicción. Se predica liberalismo y apertura en el Norte,
pero allí practican proteccionismo y, desde hace no mucho,
aparece un creciente neointervencionismo estatal:
indispensable luego de tanta aberración neoliberal. Mientras
que en el Sur -donde hay una estructura productiva heterogénea
y una distribución de la riqueza muy desigual- se acepta al
librecambismo en sus variantes más ultristas, con inusitado
vigor y sin considerar sus innumerables fracasos y
complicaciones.

De todas maneras, aún cuando las mutaciones que se
experimentan hoy en día no permiten definir con claridad las
tendencias futuras, hay que aceptar que la globalización y
transnacionalización de los fenómenos económicos y sociales se
autoalimentan y se contradicen mezclados con algunos procesos
de conformación de grandes bloques económicos. La primera
potencia política y militar, no sólo que ya no es la primera
en el campo económico, sino que está estrangulada por severos
desequilibrios fiscales, comerciales y tecnológicos. La
promocionada unión europea se realiza a medias y con varios
conflictos producidos, entre otras cosas, por priorizar
exclusivamente lo comercial, lo cual, como afirma el
secretario general de la Comisión Europea se debe a que esta
integración se "ha realizado sin mucha comprensión a nivel
popular" (Martes Económico, 5.1.93). El ingreso de Rusia y de
Europa del este al paraíso capitalista se ha convertido en un
tobogan de impredecibles consecuencias. Japón y sus aliados,
donde lo que menos se hace es aplicar el neoliberalismo y en
donde el proteccionismo no ha dejado de ser una constante,
alcanzan altas y sostenidas tasas de crecimiento.

Así, mientras aparece lejana la posibilidad de una alternativa
no-capitalista, lo cierto es que el mundo se encuentra en
presencia de una nueva etapa del capitalismo, a la que
correspondería un nuevo (des)orden imperialista con
manifestaciones financieras, comerciales, militares y hasta
ecológicas propias; pero que aún resulta difícil definir, en
tanto cambian las formas de reparto y control del mundo, con
una serie de alianzas entre las potencias que pueden
desembocar en un remozado equilibrio de fuerzas y en nuevas
-pero por lo pronto- desconocidas contradicciones. En fin, el
esperado nuevo orden mundial, que tanto enternecia al señor
Bush, se ha convertido en un desorden de complejo pronóstico.

NO ES SOLO UNA CASCARA DE PLATANO

En estas circunstancias los desafios básicos para los países
latinoamericanos, más allá de los cantos de sirena
neoliberales y a pesar de tantos esfuerzos por reinsertarse
con mayor profundidad en la economía internacional (o a lo
mejor a causa de estos esfuerzos), son los mismos:
subdesarrollo y dependencia, a los cuales habría que añadir
las dificultades causadas por un real desacoplamiento en
relación con el mercado mundial. No olvidemos que una fuerza
centrípeta fortalece los vínculos comerciales, financieros y
tecnológicos entre los países centrales; mientras que una
fuerza centrífuga expulsa, con diversas intensidades, a los
periféricos del mercado mundial. De tal suerte que se perfila
una nueva subdivisión de los países subdesarrollados, entre
los que están en la periferia y los que se habrían quedado en
un semiperiferia o en el Cuarto Mundo.

Dentro de este escenario, aún cuando con múltiples
divergencias, la globalización de las relaciones económicas
internacionales presenta una alta homogenización y comunidad
de intereses del capital financiero internacional. Y en esta
situación emerge el poder creciente de las transnacionales,
cuyos afanes impulsan en gran medida el proceso globalizante,
en el cual su lealtad se centra en las posibilidades de
acumulación y no en compromisos nacionales. Estas empresas
procuran establecer las mejores condiciones para asegurarse
los mercados requeridos para sus productos, en un medio en el
que la satisfacción de necesidades de la población no reviste
tanta importancia como la comercialización de los bienes y
servicios, y la reproducción del capital transnacional.

Por tanto, los problemas que azotan a las economías
latinoamericanas no se deben exclusivamente a la conocida como
"crisis de la deuda" o a los innumerables problemas internos.
Tampoco es una simple cáscara de plátano tirada en el camino,
la limitación al ingreso de bananos a la Comunidad Europea.
Estos son más bien elementos de una crisis de poder de
hegemonia a nivel mundial, así como de la forma pasiva en que
nos insertamos en el mercado mundial.

Así las cosas, la economía de las potencias industrializadas,
como se reconoció en The Washington Post del 9 de julio
pasado, "no se administra a sí misma ni se autorregula. (Es
más), ha funcionado mejor, con el mayor beneficio para la
población que vive en ella, en aquellos períodos en que
alguien estaba claramente al mando. A fines del siglo XIX fue
Inglaterra. Desde la Segunda Guerra Mundial hasta hace poco,
Estados Unidos. En los años en los que nadie ponía las reglas
-notoriamente entre las dos guerras-, las cosas fueron muy
mal. ¿Es que como al fin de la guerra fría, como al final de
la Primera Guerra Mundial, significa que se nos viene un
tiempo en el cual cada gobierno se preocupará sólo por sí
mismo?".

Y el analista peruano Humberto Campodónico responde con
precisión esta interrogante, señalando que "el estancamiento
de las economías de los países industrializados continuará
durante varios años, con lo cual tenderán a agravarse los
problemas sociales (desempleo, racismo) y las contradicciones
económicas y políticas entre las grandes potencias. Al mismo
tiempo, se vislumbra un panorama de guerras comerciales en el
que las principales potencias del mundo insdustrializado están
llevando a cabo políticas de protección de sus respectivos
mercados". (Quehacer N§ 80, Lima, noviembre-diciembre de
1992).

En este escenario, en forma paralela y dialécticamente
interrelacionada, se consolidan las tendencias básicas de la
división internacional del trabajo entre países del Norte y
del Sur, aunque con una tendencia que borra los tradicionales
límites nacionales. Así, aún en el caso de algunos países
tercermundistas que pueden alcanzar cierto acceso al mercado
mundial, se ha visto que éstos ya no parten de una base
nacional homogénea y que lo han hecho de todas maneras
reprimarizando sus economías: el aperturismo lo que busca es
convertir a nuestros mercados en importantes receptores de
mercancias provenientes de los centros, así como a nuestras
economías en suministradoras de materias primas y en bases de
producción con bajos costos de mano de obra. Entonces, esta
apertura depende de características puntuales medibles por los
intereses transnacionales que aprovechan de las condiciones de
heterogeneidad existentes. En otras palabras, se registra el
aparecimiento de bolsones de prosperidad económica con
interesantes niveles tecnológicos en medio de condiciones de
creciente pauperización: verdaderas islas del Norte en los
empobrecidos mares del Sur. Situación que, por otro lado,
también tiene una suerte de contraparte en el Norte, donde
surgen cada vez más grupos humanos con características del
Sur.

En este contexto se entiende por qué el problema del aumento
masivo de las exportaciones o el logro de un mayor
financiamiento externo no se reduce a la falta de una adecuada
política de incentivos a los exportadores o a la ausencia de
un marco legal que atraiga a los inversionistas foráneos.
Tampoco cuenta el simple deseo para tener acceso a los
créditos externos. Se olvida (intencionalmente) que se está
frente a un problema histórico de relación del centro con la
perifería. Reto que requiere propuestas, democráticas,
sustentadas en bases de mayor igualdad y participación social,
que impulsen una inteligente reinserción de nuestras economías
en el mercado mundial. Las cuales, como se ha visto, no son
viables con actitudes pasivas y sumisas en el marco de la
actual dinámica de dicho mercado.
EXPLORED
en Autor: Alberto Acosta - Ciudad N/D

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