Quito. 4. sept. 97

Revolucionario y mártir del liberalismo.

La acción de este inclaudicable luchador comparte
indiscutibles méritos con la de otros indesmayables
compatriotas que buscaron afianzar la libertad y la justicia
en una difícil época de la vida republicana del Ecuador.

De los casi 38 años que vivió Nicolás Infante Díaz, una gran
parte de estos estuvieron dedicados a combatir a gobernantes
totalitarios y calculadores de los elementales principios
democráticos, quienes no conformes con sumir al Ecuador en un
estado de postración política y social trataron de callar de
diversas maneras el despertar ciudadano por el auténtico
derecho a exigir rectificaciones inmediatas en la conducción
del país.

Por ello entonces la presencia orientadora de Nicolás Infante
Díaz en una etapa muy crucial para la marcha de la nación ,
golpeada por la acción dictatorial de ciertos magistrados que
olvidaron las libertades consustanciales que son parte del
hombre.

Son las balas que en el cadalso ratificaron la sentencia de un
inicuo Consejo de Guerra, fueron las que lograron acallar la
altiva voz del valiente exponente de la historia Patria, que
siguió inspirando futuras jornadas transformadoras así como lo
hicieron compañeros suyos del temple heroico de Luis Vargas
Torres, Amador Viteri y otros tantos que cayeron dando
ejemplo de pundonor y fidelidad a la doctrina liberal y su
causa.

Nacimiento

El 4 de septiembre de 147 en Palenque, actual cantón de la
provincia de Los Ríos pero en ese entonces perteneciente a la
provincia del Guayas, nació nuestro personaje. Fueron sus
padres el guayaquileño Nicolás Infante Bustamante y la
portovejense María de la Trinidad Díaz.

No había cumplido los diez años cuando murió su progenitor,
por lo que aprovechó algunas novedades en el seno familiar la
madre optó por trasladarse con los suyos a Guayaquil, dejando
los predios agrícolas que tanto amaron su esposo y su vástago
Nicolás.

En esta ciudad el inquieto jovencito recibió enseñanzas del
maestro chileno de apellido Chica, quien inculcó e su pupilo
el apego a la lectura y además lo contagió con sus ideas
revolucionarias. Al paso de los años el entusiasmo de Nicolás
Infante se hizo más grande por tales preceptos, pero tampoco
descuidó la actividad comercial a la que incursionó a los
veinte años.

Presente en la política

Como consecuencia del golpe revolucionario de enero de 1869
encabezado por el Dr. Gabriel García Moreno en contra del
gobierno del Dr. Javier Espinosa, en esta urbe ocurrió una
protesta que alcanzó a tomar el Cuartel de la Artillería.

Infante Díaz entregó su apoyo al caudillo del movimiento,
Coronel José Veintimilla pero, luego que las fuerzas
sostenedoras de García Moreno derrotaron a quienes rechazaban
su tarea antidemocrática, también cayó prisionero y solamente
pudo salvar su vida porque su madre consiguió depositar una
fianza.

Para distraer la situación Infante se dirigió en plan de
estudios a Europa, donde recorrió varios países y aprovechó
para aprender inglés y francés.

Reanuda su acción

Otra vez en Guayaquil, desde 1872, siguió frecuentando los
grupos de gente liberal. En 1873 estuvo entre los fundadores
del periódico La Nueva Era, que por su trabajo combativo
originó persecuciones y destierros para varios de sus
miembros, como Miguel Valverde, Federico Proaño y algunos
otros coidearios.

El ejército del poder el Dr. Antonio Borrero, luego del
asesinato de García Moreno en 1875, aparecieron algunas
desavenencias con el mandatario, quien se mostró inconsecuente
con los planteamientos de la gente liberal a quienes admiraba
por su quehacer. Liberales y grupos populares exigian la
derogatoria de la constitución garciana de 1869 (La Carta
Negra).

La actitud de Borrero ocasionó que Infante acaudillara un
golpe de Estado gestado en esta ciudad en 1876 y fuera
proclamado Jefe Supremo del Partido Liberal o Jefe del partido
de Acción (Mayo 1876). Mas ocurrió que los planes no dieron
resultado y el jefe revolucionario salió deportado finalmente
al callao.

Su retorno fue bastante pronto por la salida del Presidente
Borrero, a causa de la revolución liderada por Ignacio de
Veintimilla, en septiembre de 1876. Nuevamente en tierra
porteña Infante prestó su colaboración al militar aludido,
pero sin aceptar cargo alguno.

Los continuos errores de Veintimilla dieron lugar a que
Infante se ubique en la oposición y no cese de atacar las
equivocaciones y arbitrariedades del gobierno vigente.
Perseguido y confinado en la hacienda de su propiedad en
Palenque alentó nuevas protestas.

La lucha se intensifica

Inclaudicable frente a las novedades políticas que se vivían a
cada momento, pronto se integró a las fuerzas que Eloy Alfaro
organizó en Esmeraldas y Manabí. Peleó bravíamente en
Mapasingue, cerca de Guayaquil, y después de la toma de la
ciudad (julio 1883) por el ejército combinado de liberales y
restauradores, se le reconoció entonces el grado de coronel
efectivo, pero no demoró en pedir la baja y dirigirse
nuevamente a su hacienda en Palenque.

Una mayoría de los conservadores en el Congreso Nacional
decidió que José María Plácido Caamaño sea elegido Presidente
de la República en 1884. Ante tales circunstancias los
liberales fueron postergados y por esa causa se entregaron de
inmediato a la oposición.

Los combativos chapulos

Nicolás Infante congregó en el predio llamado Victoria,
propiedad de los esposos Eduardo Hidalgo Arbeláez y María
Gamarra, a un importante número de figuras identificadas con
el liberalismo, como lo eran Emilio Estrada, Marcos Alfaro,
Crispín Cerezo, José Monteverde, Justo Infante, Francisco José
Borja Lavayen y otros tantos valores con quienes efectuó el
célebre Juramento Chapulo, destinado a inspirar y sostener la
lucha por la libertad del Ecuador.

A partir de ese memorable noviembre de 1884, con el apoyo
irrestricto de sus compañeros de partido y de mucha gente que
detestaba el gobernante de turno, Infante organizó las
guerrillas o fuerzas revolucionarias que ocuparon Palenque el
23 de noviembre de ese año y casi enseguida Vinces.

Aclamado Jefe Superior Civil y Militar de Los Ríos, pasó a
Balzar el 25 de noviembre y en el sitio Maculillo el 28
derrotó a las tropas gobernistas dirigidas por el Coronel José
Montalvo, quien bastante maltrecho vino a Guayaquil en busca
de refuerzos.

Reportaba la novedad, el General Secundino Darquea frente a la
división del Ejército Nacional regresó a la zona y en Pizcano
(14 Diciembre 1884) prácticamente tomó el desquite, pues
muchos guerrilleros chapulos murieron y otros se vieron
forzados a huir a las montañas.

Infante con su estado mayor se retiró a su hacienda La Soledad
para preparar la fuga por el río, pero las cosas sufrieron
retraso y el panorama se complicó, tanto porque las tropas
gobiernistas capturaron a Evaristo Bruno, quien trató de
darles ayuda, cuanto porque la canoa en la que huían sufrió un
accidente.

Un desleal amigo de Infante llamado Angel María Castro
aprovechó la confusión para entregar los fugitivos a los
militares. Así pues cayeron en manos de los uniformados
algunos valiosos luchadores entre los cuales estaban Nicolás,
Pedro Justo infante, Emilio Estrada, Marco Alfaro, Francisco
Borja Lavayen, Fernando y Luis Felipe Luna, José benigno
Sotomayor y José Limones.

Juicio y fusilamiento

El 31 de diciembre de 1884 los presos llegaron a Palenque,
luego de un penoso traslado (amarrados y a pie) que
protagonizaron también los militares dirigidos por el
comandante chileno Alejandro Hurel.

Cumplido el Consejo de Guerra el mismo día y pese a la
prohibición consignada en la constitución, Nicolás Infante fue
sentenciado a la muerte por fusilamiento.

El 1 de enero de 1885, bastante temprano se armó la capilla en
la celda ocupada por el admirado revolucionario, que pidió el
recado de escribir, dio testamento, puso en orden asuntos
particulares y rechazó cordialmente a un capellán del ejército
que quiso confesarlo.

Entre las dos y tres de la tarde de aquella fecha, ocurrió el
fusilamiento del Coronel Nicolás Infante Díaz que permaneció
erguido en tanto expresaba admonitorias frases que caían
contundentes contra los que segaban su fructífera vida y
resultaban aleccionadoras para quienes miraban a prudente
distancia la escena.

Nicolás Infante Díaz, quién gozó de la admiración de Eloy
Alfaro, Juan Montalvo y todos los seguidores del liberalismo,
honra sobremanera a la Patria y en particular a la provincia
riosense, que ha perpetuado su memoria al erigirle un busto y
bautizar con su nombre centros educativos y calles de su
tierra natal.

Su retrato

Era alto y delgado, prematuramente envejecido, pues aún no
cumplia 39 años cuando murió fusilado. Usaba una barba larga
y poblada, nariz recta, ojos penetrantes, temperamento
nervioso y cuerpo musculado. Fasil para la palabra, atento y
amistoso. Querido por sus subalternos.

Sus últimas palabras

"Hoy levantan el cadalso para exterminar conmigo el brote
fecundo de la Libertad. No lo conseguirán. Quedan hombres
altivos y valientes que no se acobardarán porque vean correr
a los borbotones mi sangre, dentro de un momento. Teñirán en
ella la enseña de rebelión y volarán al campo de batalla, a
luchar por la conquista santa e la diosa Libertad, oprimida
hoy por los verdugos de la Patria".

testimonio de Emilio Estrada

"... quedó solo, de pie, altivo, mártir representando la
dignidad nacional pisoteada y destrozada por las autoridades
constituidas. Seis u ocho disparos destrozaron su pecho; cayó
del lado derecho creo que muerto ya; sin embargo un Sargento
apoyando su rifle en las sienes del cadáver, disparó dos tiros
más". (texto tomado de El Universo)
EXPLORED
en

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