La Paz. 17.03.93. "Bolivia no es Suiza, pero tampoco Somalia",
decía hace poco un alto funcionario boliviano. Ni lo uno ni lo
otro, ¿talvez Zi mbabwe?, inquiría un periodista. En la fría
escala de medición de la pobreza que maneja el Banco Mundial,
Bolivia ocupa el puesto 80.

Si se cuenta desde los países ricos, y el 44 si se lo hace desde
los más pobres. El estigma de la pobreza pervive en el país donde
más ha calado la tan mentada "modernización". Muchos de sus
indicadores sociales se sitúan aún al nivel de las naciones
africanas. De contraparte, el gobierno puede jactarse de una de
las inflaciones más bajas de la región: 10,6% en 1992.

Bolivia abrazó temprano el neoliberalismo, hace siete años
(1985). Desde entonces, el país transita por lo que algunos
cientistas so ciales llaman una "refundación social". Es decir,
Bolivia vive una transformación brutal e inédita. Si en algún
país de América Latina se diluyeron los conflictos ideológicos es
aquí. Desaparecieron, de la práctica y el discurso políticos,
aquellas tradicionales percepciones: dictadura-democracia,
derecha-izquierda. Los actores políticos son otros. Si antes la
todopoderosa COB, Central Obrera Boliviana, podía paralizar La
Paz, hoy sus asambleas se suspenden por falta de quórum. Hablar
de golpe de Estado o de huelga general resulta, por lo menos,
absurdo. La pugna de poderes es un síntoma de pre-modernidad.
Así, el hecho electoral se convierte en la estrella de la
política y la concertación es la consigna. El ex dictador pacta
una alianza con el ex guerrillero. El arquitecto del
neoliberalismo con el intelectual indígena. El locutor populista
con el exitoso empresario. Y, sin alternativa, la mayoría de la
población apuesta a una cosa: la estabilidad.

La herencia de Paz Zamora

Jaime Paz Zamora concluirá su mandato en agosto próximo. Las
elecciones generales están programadas para el 6 de junio. Las
habas se cuecen hace ya tiempo. La mayoría de candidatos
aseguraron su nominación en el 90. Lo que algunos analistas
califican como una "idea obsesiva por la ocupación del poder del
Estado." Sobre la herencia de Paz Zamora hay discrepancias. Su
nivel de popularidad era bajo cuando inició su mandato, con
apenas el 19,64 % del voto popular. Pudo llegar al poder en 1989
con el apoyo del ex dictador Hugo Banzer, en la elección
presidencial que realiza el Parlamento, según el sistema político
boliviano. Hoy su partido, el MIR, Movimiento de Izquierda
Revolucionaria, está casi desmantelado. Sufrió varias dolorosas
esciciones. Para muchos de sus militantes, la "metamorfosis" de
Paz Zamora (su adhesión al modelo neoliberal, instaurado por
Víctor Paz Estenssoro, y su alianza con Banzer, verdugo del MIR)
fue una irreparable traición. Si en los setentas este partido
proponía el socialismo, y hasta el 89 fue un duro crítico del
neoliberalismo, hoy es un "respetable miembro del establishment",
según comenta el politólogo Carlos Salinas. Algunos dudan sobre
la capacidad de mando de Paz Zamora. Personas cercanas a él
confesaron a HOY percibirlo como un "niño novelero". En el
exterior se suele pensar que Banzer es el verdadero hombre de
poder. A lo interno, se comenta que ese privilegio lo ocupa, más
bien, Oscar Eid, del MIR. Se dice que no se mueve un pelo sin su
venia. Para algunos, Paz Zamora ha sido un "conservador", en el
sentido de que ha conservado lo que se hizo, pero que ha avanzado
muy poco, sobre todo en cuanto a reforma política, según afirma a
HOY el analista Gustavo Rodríguez. Lo cierto es que ha sabido
administrar la economía y ha logrado mantener la estabilidad, una
urgencia nacional luego del trauma del gobierno de la UDP (Siles
Suazo,1982-85), que precipitó al país al abismo de la
hiperinflación (28.000% mensual). Todavía muchos bolivianos
recuerdan cómo en pocas horas sus salarios se convertían en
inservibles billetes. La mayoría de analistas aquí señalan apenas
diferencias de estilo entre Paz Estenssoro y Paz Zamora. Contra
todo pronóstico, Paz Zamora continuó al pie de la letra e incluso
profundizó el modelo conocido como la Nueva Política Económica,
NPE. La receta de un norteamericano que se convirtió en la
vitrina del experimento neoliberal en la región. La primera
obsesión, como ahora en Ecuador, fue el control de la inflación,
que en el caso boliviano superó todas las expectativas: del 60%
en 1986 al 10,6% en 1992 (ver cuadro). Los otros componentes son
ya conocidos: reducción del déficit fiscal, despido de empleados
públicos, congelación de salarios, devaluación de la moneda. El
balance de los indicadores macroeconómicos es positivo. Aunque,
varios economistas advierten que mucho del éxito de la NPE tiene
que ver con la economía informal de la coca y la cocaína, que
generaría 700 millones de dólares al año, esto es, el 20% del
Producto Interno Bruto del país . El modelo recibió, en un
principio, la mayoritaria adhesión ciudadana. Sin embargo, los
sectores más críticos comenzaron a hablar del tremendo costo
social del modelo "antivida". Hoy, de cara a las elecciones,
todos los discursos incorporan este ingrediente. Según organismos
internacionales, el 70% de la población está afectada por la
pobreza, y el 35% vive en extrema pobreza.

En los comicios generales de mayo del 89, el 65% de los
ciudadanos votó a favor de partidos afines al neoliberalismo, en
las municipales del 91 este porcentaje fue del 50%. Sin embargo,
para muchos, los resultados electorales no son el termómetro
ideal. La declaratoria de varios estados de sitio, la aparición
de tres grupos subversivos, la constante protesta laboral, los
abusos y las arbitrariedades de poder, dan cuenta, entre otras
cosas, de un generalizado descontento, según afirma a HOY Waldo
Albarracín, presidente de la Asamblea de los derechos humanos. De
todos modos, la reacción social no ha sido explosiva, ni mucho
menos. Las protestas ya no convocan como antes. Esto se explica,
en parte, por el reciente surgimiento de dos "fenómenos"
políticos, que estremecieron a la élite de poder en Bolivia: las
corrientes UCS y CONDEPA, de corte populista, que han logrado
canalizar el descontento.

Los transportistas, las cholas, los informales, los indígenas,
los desempleados, toda esa masa decepcionada, todo ese "otro
país", se volcó hacia ellos. Representan un tercio del caudal
electoral, serán fuerzas dirimentes el 6 de junio.

La democracia pactada

La idea de la "gobernabilidad" se vende bien en Bolivia. Y no es
de gratis. Entre 1978 y 1982, hubo siete gobiernos militares y
dos regímenes civiles súper débiles, con todo su caos. El
neoliberalismo trajo, sobre todo, la estabilidad. Pero también el
fraccionamiento de la sociedad. A través de la política de
"relocalización", decenas de miles de mineros, antes los actores
sociales más feroces, han quedado en el desempleo o han tenido
que ir a las húmedas selvas del Chapare a plantar coca. Hoy su
guerra "antineoliberal" no hace eco. La empresa estatal minera
está en quiebra. Antes, un solo día de paro significaba al Estado
pérdidas por 5 o 6 millones de dólares. "Eran el sector de
vanguardia, hoy están destrozados", dice a HOY un analista
minero. Antes del 85, los conflictos se dirimían entre las
Fuerzas Armadas y la COB, sobre todo a través del proletariado
minero. Hoy, los partidos políticos se adueñaron del escenario. Y
los referentes son otros: democracia representativa y
neoliberalismo. "Entre el 52 y el 85 todos los partidos y
movimientos políticos se relacionaban a partir de la vigencia del
nacionalismo revolucionario, en el 85 se sustituye ese paradigma
ideológico, antes los referentes eran nación y revolución, hoy lo
son democracia representativa y neoliberalismo. No hay ningún
discurso que tenga credibilidad si no se articula a estos dos
elementos." Y todo se resuelve a través de los pactos, en sus
múltiples combinaciones. Pactos indispensables porque, según las
leyes, los candidatos presidenciales requieren de una mayoría
absoluta en la votación popular para ser elegidos. Como esto
nunca sucede, la elección de presidente se decide en el
Parlamento, a través de los pactos. El resultado es que la
voluntad popular no se respeta. Así, no importó que Banzer haya
quedado primero en los resultados electorales en 1985. En el
Parlamento, la izquierda cobró a Banzer "la factura de la
persecución" y apoyó a Paz Estenssoro, que resultó elegido
presidente. El primer gran acuerdo constituyó el "Pacto por la
Democracia" en 1985 entre el MNR, Movimiento Nacionalista
Revolucionario, de Paz Estenssoro, y la ADN, Acción Democrática
Nacionalista, de Banzer. Se auguraba entonces una alternancia en
el poder, en una reedición del Punto Fijo como en Venezuela o el
Frente Nacional en Colombia. Banzer daba por seguro su elección
en 1989, pero el MNR rompió con el pacto un año antes. Banzer
nunca lo perdonaría. Por ello, votó en contra del candidato del
MNR, Gonzalo Sánchez de Losada, que había quedado primero en la
votación popular, y a favor de Paz Zamora, finalmente elegido
presidente, pese a haber quedado solo tercero. Se instituyó
entonces el "Acuerdo Patriótico", hoy en el gobierno.

Harto se ha dicho sobre el particular sistema político boliviano.
Todavía muchos analistas lo prefieren al sistema presidencialista
típico de América Latina, donde se instauran gobiernos débiles
con oposiciones parlamentarias fuertes y obstructivas. Creen que,
pese a sus vicios, ese sistema híbrido
presidencialista-parlamentarista asegura la gobernabilidad. Para
las elecciones del 6 de junio, Gonzalo Sánchez de Losada aparece
en primer lugar de las preferencias electorales con el 30%.
Nuevamente, este porcentaje no es decisivo. Todo dependerá de los
pactos. El proceso político es una cábala, su signo: la
incertidumbre. Aunque si de certezas se habla. la única es que
Bolivia tiene neoliberalismo para rato.

A partir de mañana y a día seguido, HOY ofrecerá entrevistas
exclusivas desde La Paz con Gonzalo Sánchez de Losada y Hugo
Banzer Suárez, dos de los más destacados protagonistas de la
política boliviana. (1C)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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