Nueva Loja. 19 abr 2001. Los habitantes de Nueva Loja temen salir después
de las 22h00 y la gente en los albergues no quiere regresar a sus lugares
de origen.

Cuando Ángel María Calderón fue detenido por la Policía de Sucumbíos, la
noche del 30 de marzo anterior, confesó que no sabía leer ni escribir,
que tenía 22 años, y que se dirigía a Lago Agrio a cumplir una misión
encomendada por un jefe de la guerrilla de las FARC, a cuyas filas dijo
pertenecer.

La misión consistía en "saldar cuentas" con un narcotraficante, que no
había pagado el "impuesto" para sacar su mercancía de territorio
colombiano, dijo.

Pero el trabajo no pudo ser cumplido, pues justo cuando Calderón y su
amigo, Carlos Andrés Pérez, conducían una motocicleta negra, en el sector
de Charapa, en el camino que conduce de La Punta hasta Lago Agrio, se
encontraron con una patrulla policial por lo que comenzaron a disparar y
a tratar de huir, pero sin éxito.

El ajuste de cuentas se frustró en esa ocasión por una providencial
intervención policial, pero esa no es la regla.

Los propios investigadores dicen que otras veces sí se han consumado
estos actos de venganza en los bares de Lago Agrio, sin que la Policía
pueda evitarlo.

Asimismo, nadie pudo impedir el robo, por parte de presuntos
paramilitares colombianos, de las seis camionetas de la cooperativa
General Farfán, en el puente San Miguel, la madrugada del lunes anterior.
No había custodia militar en el sector.

Ayer, en el camino al poblado de La Punta, se vio solo un camión con
militares, lejos del puente internacional.

Los conductores dijeron que ya no esperan protección de nadie. La Policía
tampoco ha logrado resultados en las investigaciones.

Mientras tanto, en un foro internacional sobre los impactos de la
militarización en zonas de frontera, que se desarrolla en Nueva Loja, se
ha advertido sobre los peligros de un excesivo despliegue de fuerzas de
combate.

En medio de estas dos posiciones, que por un lado exigen vigilancia y,
por otro, rechazan la militarización, está una población que ya no confía
en nadie y prefiere sufrir la violencia sin chistar.

Los conductores que fueron despojados de sus vehículos ni siquiera
quieren hablar de ello.

El alcalde de Nueva Loja, Máximo Abad, intenta resolver el dilema cuando
dice que hay que diferenciar la militarización (incursión armada en la
zona de conflicto), de la vigilancia (labor rutinaria de protección a la
población civil). Para Abad, la segunda opción sería la acertada.

Pero el estado de violencia y temor no solo proviene de las armas, sino
de las condiciones de vida. Todos los días, de 01h00 a 07h00, Nueva Loja
se queda en tinieblas, porque todavía no se reparan los desperfectos en
los generadores de la Empresa Eléctrica de Sucumbíos, averiados hace más
de cuatro meses, lo cual ha creado un ambiente de tensión nocturna en
toda la población. Esto podría ser motivo de un nuevo paro de
actividades, similar al que se produjo en febrero, según dijo el alcalde.

En la hoja de instrucciones a los participantes en el encuentro
internacional se les recomienda no permanecer en la calle pasadas las
22h00. Y a las conferencias asisten agentes vestidos de civil.

El temor incluso afecta a los propios uniformados del destacamento de
Policía de General Farfán (La Punta), que no superan los 22 elementos y
tienen a su servicio una sola camioneta. "¿Qué podemos hacer nosotros, si
del otro lado vienen 50 armados con metralletas?", dijo uno de ellos, que
confesó que espera con impaciencia que lo reubiquen.

Nadie se siente seguro, aquello no solo sucede en las calles. En el
albergue de la Federación de Organizaciones Quichuas de Sucumbíos Ecuador
(Foquise), existen 44 personas de la comunidad de Sumacpamba, que no
están dispuestos a regresar a sus casas por temor a la guerrilla y los
paras.

Otros 104, de la comunidad de Tarupa Shihuango, permanecen en la Casa
Parroquial de Jambelí, bajo el mismo temor.

Ellos prefieren vivir de la caridad de los vecinos, que regresar a sus
comunidades y tener un nuevo encuentro con cualquiera de los grupos
irregulares, que los hicieron huir hace tres meses, y de lo que casi
nadie se acuerda.

Molina: Es difícil control de la frontera

QUITO. No fueron cincuenta, sino seis delincuentes encapuchados
colombianos los que robaron las seis camionetas en la frontera con
Colombia, aseguró ayer el comandante general de la Policía, Jorge Molina,
quien presentó ayer su saludo protocolario al presidente del Congreso
Nacional, Hugo Quevedo.

"Se trata de delincuentes, porque es un hecho delictivo", insistió
Molina, pero al mismo tiempo dejó abierta la posibilidad de que los
encapuchados pertenezcan a los paramilitares de Colombia.

Admitió que este tipo de incursiones no pueden ser controladas por la
falta de personal y, además, porque los gendarmes deben cuidar su
integridad ante la insuficiencia de logística.

Molina admitió, también, que en la frontera se ha incrementado
notablemente el riesgo.

Para ello, anunció, en las próximas semanas entregará cuatro patrulleros
para Sucumbíos y tres para Francisco de Orellana.

El jefe policial divulgó que la próxima semana participará en Sucumbíos
de un simulacro de guerra con las Fuerzas Armadas.

REACCIONES

Unda: Será más grave

QUITO. Para enfrentar el clima de violencia en la frontera norte no son
necesarias solamente acciones militares sino también sociales, expresó a
Ecuavisa el ministro de Defensa, Hugo Unda.

Agregó que la situación en este sector se agravará, y desde el 9 de
febrero del 2000 en las FF.AA. "comenzamos a insistir en tomar medidas de
carácter social en la frontera norte". "Las propuestas fueron oídas y no
practicadas", dijo.

Patiño: Apoyo de EE.UU.

QUITO. La creación de empleo, el desarrollo productivo y la concesión de
microcréditos para pequeños productores es la estrategia que, según el
ministro de Bienestar Social, Raúl Patiño, debe consolidarse para
enfrentar el nivel de violencia en la frontera Norte.

"La expectativa de mayores desembolsos de Estados Unidos en la denominada
Iniciativa Andina, es clave en este proceso", señaló el funcionario.

Jarrín: Sí hay vigilancia

COCA, (Elio Ortega) . "Al momento en nuestro país no existe presencia
guerrillera propia o extraña", aseguró el Gral. Oswaldo Jarrín,
comandante de la IV División del Ejército Amazonas.

El jefe militar dijo que se realizan constantes patrullajes aéreos,
terrestres y fluviales en la zona de su responsabilidad, que incluye a
las provincias de Sucumbíos, Orellana, Napo, Pastaza, Morona Santiago y
Zamora Chinchipe.

Putumayo, zona de paras y ataque de guerrillas
A 2 km de los soldados colombianos, paramilitares controlaban el paso de
vehículos.

XAVIER SÁNCHEZ
Redactor

LA DORADA, Putumayo, Colombia. La tranquilidad de saber que a la frontera
con Ecuador se llegaría antes de la hora límite las 18h00 que los
paramilitares imponen para circular en esa región se truncó cuando, al
llegar a La Dorada, a menos de una hora de Ecuador, el jefe de un pelotón
contraguerrillas anunció que en ese momento, a dos kilómetros, militares
combatían con la guerrilla de las FARC.

Este hecho ocurrió al retorno de un recorrido que un equipo de EL
UNIVERSO, la semana pasada, realizó por diversos poblados de El Putumayo,
hasta llegar a Puerto Asís, considerado por los paramilitares como una
"zona liberada (término que aplican a los poblados donde combaten con la
guerrilla y luego lo toman).

Mientras los demás militares requisaban a los ocupantes de los carros que
llegaban a La Dorada, el jefe militar expresó con naturalidad que un
grupo de guerrilleros hace dos horas "desde un cerro volaron" un tramo
del oleoducto.

Al salir de esa población (a no más de dos kilómetros de distancia del
lugar donde se hallaban los soldados colombianos), un grupo de
paramilitares permanecía en la carretera controlando el paso de
vehículos, otros estaban dentro de carpas camufladas en el monte o,
dentro de los restos de lo que fue una casa.

En diciembre pasado, también había paramilitares en este lugar y un
equipo de EL UNIVERSO dialogó con el "comandante" Águila, jefe de las
Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en el Putumayo.

Ahora, dos paramilitares se acercaron hasta el chofer y le autorizaron su
retorno para después de las 18h00. Un km más adelante, tres militares del
Ejército colombiano también pararon el carro para solicitar
identificación.

Luego de estos retenes, un tramo de la vía se tornó peligroso, en El
Espinar, ante el derrame de petróleo que caía de dos orificios (ya
tapados en su mayor parte) a causa de un atentado guerrillero al
oleoducto, hace dos horas.

En el lugar de la voladura al oleoducto, cuatro militares del Batallón 25
Domingo Rico, armados con granadas y largas hileras de balas,
resguardaban el sitio.

Contra el tiempo

Durante el pacto para acordar el recorrido al Putumayo, al chofer no le
preocupaba si se había tramitado algún permiso o documento oficial para
ingresar y realizar el trabajo periodístico. "¿Ya les avisaron a los
paramilitares?", fue la primera pregunta que formuló.

Al expresarle que no se los había visto, recomendó evitar algún
inconveniente con ese grupo.

Al regreso del viaje el chofer aceleraba más la velocidad de su vehículo
para llegar antes de las 18h00 a la frontera con Ecuador.

Ya en el puente San Miguel, de inmediato inició su regreso, mientras
varios ciudadanos traspasaban en ese paso, sin resguardo militar,
gasolina ecuatoriana para llevarla a Colombia.

FRONTERIZAS

Ningún chofer de las camionetas que estaban en el lado ecuatoriano del
puente San Miguel, se atrevió a trasladarse al otro lado de la frontera,
ante el temor de las acciones que ejecutan los grupos armados.

El conductor colombiano que realizó el recorrido con EL UNIVERSO al
Putumayo, dijo que en el paro armado de las FARC (que terminó en
diciembre del 2000), en La Hormiga quemaron 70 carros y 18 en un sitio
aledaño.

Aquellas camionetas solo podían trasladar uno o máximo dos pasajeros,
porque de lo contrario son multados por la cooperativa y, lo más grave,
desacatarían a los paramilitares.

En el lado colombiano, modernas camionetas esperaban trasladar algún
pasajero desde el puente San Miguel hasta La Dorada. Estos vehículos
contrastaban con los vetustos carros que había durante el paro armado de
las FARC, cuyos choferes sí se atrevieron a laborar. (Texto tomado de El
Universo)
EXPLORED
en Ciudad Nueva Loja

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