Quito. 3 oct 99. La decisión presidencial sobre los bonos Brady
permite formular la hipótesis de que la deuda es impagable por
la irresponsabilidad de los ecuatorianos.

El presidente Jamil Mahuad puso la mano en la llaga del costado,
de la que brotó en seguida sangre y agua. La sangre de no pagar
los intereses de la una mitad de los bonos y el agua de sí pagar
los intereses de la otra mitad de los bonos. Procediendo con esta
manipulación salomónica, espera el presidente resucitar al
crucificado mediante un arreglo integral de la deuda externa,
cuyo peso clavó en la cruz a seis de cada 10 ecuatorianos.

EL SILOGISMO DEL PRESIDENTE

El doctor Mahuad justificó el no pago con un antiguo silogismo:
Nadie da lo que no tiene; ahora bien, Ecuador no tiene; por lo
tanto, Ecuador no da. La premisa mayor de este silogismo no
necesita demostración. La premisa menor debe ser reformulada:
Ecuador no tiene en absoluto o no tiene relativamente. Hay que
negar la premisa menor entendida en absoluto. Es falso que
Ecuador no tenga con qué pagar la deuda. Es verdadero que Ecuador
no tiene para pagar ahora la deuda, pues la vida de los
ecuatorianos es más importante que el pago de una deuda. El
presidente con lógica recta sacó la conclusión: Ecuador no da,
no paga, pero no en absoluto, sino solo en relativo: pagará
renegociando la deuda.

Embarcarse en una discusión sobre las consecuencias del pago a
medias y del no pago a medias solo lleva a conjeturas, puesto que
nadie sabe con certeza cómo reaccionará el mercado ni qué harán
los tenedores de bonos. Más útil por las consecuencias prácticas
es preguntarse por qué Ecuador no tiene para pagar. ¿Es que la
deuda es impagable o es que los ecuatorianos son unos
irresponsables? O mejor aún, ¿es impagable porque los
ecuatorianos son unos irresponsables?

DONDE ESTA LA PLATA

Una deuda es pagable cuando el dinero comprado se invierte
productivamente. Ecuador, en los últimos 28 años, ha comprado
muchísimo dinero. Tanto es así que su deuda externa se cuenta
entre las más altas respecto al número de habitantes y ha llegado
a ser mayor que la producción total del país.

Se presumía que los 10 gobiernos de esos 28 años de petróleo y
créditos se endeudaban para invertir los créditos en una
producción que rindiera lo suficiente para que el país se
desarrollara y para que a largo plazo se pagaran cómodamente el
capital de la deuda y los intereses. Pero en gran medida no ha
ocurrido así. En consecuencia, ¿dónde está la plata comprada?
Una parte se invirtió en la producción. Ecuador creció, se
modernizó, exportó más, construyó infraestructura, explotó el
petróleo y pagó, casi siempre puntualmente, el dinero comprado.

Pese a la crisis actual, Ecuador luce más rico en conjunto que
antes de la era petrolera y endeudada.

Otra parte de la plata fue malbaratada en consumos de lujo, en
robos de sumas elevadas, en inversiones privadas en el exterior,
en hacer la vida más fácil a los burócratas dorados, en salvar
de la quiebra a ciertos empresarios y banqueros con
sucretizaciones, con préstamos especiales, con falta de control
de los créditos para la producción empleados en negocios
particulares y no devueltos; una parte de los créditos fue
malbaratada en el saco sin fondo de universidades desconectadas
de un desarrollo planificado, no evaluadas ni debidamente
auditadas, y en comportamientos similares en las áreas de la
educación básica y media, de la salud, ecología, minas y aduanas;
en la compra de armamento y en dos guerras costosas que habrían
podido evitarse.

La facilidad de tener dinero del petróleo y del endeudamiento
corrompió a los políticos ecuatorianos. Se podría aducir que en
estos 28 años Ecuador ha perdido mucho dinero con los estragos
de El Niño en las décadas de 1980 y 1990, que ha sufrido un
terremoto que le dejó medio año sin exportación del petróleo, que
le afectaron la recesión mundial de comienzos del decenio de
1980, y las crisis financieras de Asia y de Brasil.

Pero con ser verdaderos estos argumentos no bastan para explicar
el malgasto del dinero en estos 28 años. Peor que la recesión,
que El Niño, que el terremoto, que las crisis financieras, ha
sido una política inmediatista que contrató una parte de la deuda
a corto plazo, una política poco ilustrada, corrupta y ligera.

La medida de esta corrupción es el número de campañas electorales
y de consultas populares a costos que no se compadecen con la
realidad del país. Esas campañas entran en el rubro de lujos
excesivos que, en proporción, no se han permitido ni los propios
países prestamistas.

QUE DICEN LOS PRESTAMISTAS

Los países prestamistas dicen por qué vamos a perdonar la deuda
a Ecuador si los ecuatorianos tienen invertidos siete mil
millones de dólares en el exterior. ¿Por qué no invierten ese
dinero en su país y crean riqueza y fuentes de trabajo? ¿Por qué
evaden los impuestos cuando nuestros habitantes tienen que pagar
pesadas contribuciones y trabajar mucho para crear nuestra
riqueza?

De que haya tantos pobres en Ecuador y tantos desempleados y
tanta gente mal educada y desnutrida no es culpa sino muy
limitada del Fondo Monetario, del Banco Mundial y del BID; y no
es culpa ni siquiera limitada de los gobiernos de Japón, Canadá,
Francia, Italia, España, Alemania, los Estados Unidos, ni
únicamente del capitalismo despiadado. La culpa principal radica
en la clase política y en las clases dirigentes de empresarios,
exportadores, importadores, banqueros y altos burócratas. Ellos
se endeudaron, ellos se beneficiaron, ellos recibieron
privilegios del Estado, ellos dominaron la política.

La culpa en menor peso cae también sobre el pueblo pobre, el cual
si bien no contrajo la deuda, eligió con frecuente
irresponsabilidad a diputados, alcaldes, prefectos y presidentes;
ese pueblo holgazaneó en algunas universidades del Estado y los
hijos de ese pueblo se perdieron solamente en palabras de
denuncia y en repetición de clisés ideológicos. No es de
extrañar, pues, que la reacción de los organismos internacionales
a la última decisión del presidente Mahuad haya consistido
principalmente en fijar las responsabilidades de cada uno y en
decirles a los dirigentes ecuatorianos que se pongan de acuerdo
y paguen su propio desarrollo con más impuestos y con más sentido
común.

En suma, la hipótesis propuesta puede explicar bien la realidad
de la crisis nacional. A la luz de esta hipótesis, el silogismo
del presidente Mahuad es recto y verdadero, sobre todo si se lo
pone dentro de la circunstancia de la discusión del Presupuesto
y de la reforma tributaria. La crisis va corrigiendo la conducta
irresponsable de muchos ecuatorianos, pero todavía no ha hecho
mella suficiente en los partidos políticos y sectores de la clase
liderante. Sin embargo, hacia allá se orienta el espíritu del
pueblo. (DIARIO HOY) (P. 10-A)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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