MILLONES PARA DOCTORAR SEÑORES, por Diego Cornejo Menacho

Quito. 22. 08. 90. El Estado gasta 130 millones de sucres en
formar un economista, 164 millones en titular un arquitecto, 192
millones si es un ingeniero agrónomo, 220 cuando se trata de un
ingeniero civil. En el caso del médico 179 millones, 211 cuando
el ingeniero es químico, 333 millones de sucres para transformar
a un bachiller en ingeniero eléctrico. Las cifras han sido
digitadas en las calculadoras del CONUEP.

Lo patético es que uno de cada cinco nuevos profesional no
encontrará empleo, y los ingentes recursos entregados por el
Estado para su formación irán a parar al tacho de la basura.

De este modo, las remuneraciones a los profesores, el costo anual
por uso y mantenimiento de equipos especializados y la
depreciación de la infraestructura física -elementos que componen
el costo total normativo en nuestras universidades y escuelas
politécnicas- se convierten en inversiones mínimamente rentables,
inaceptables para una mente práctica, ausentes de una lógica que
no sea otra que aquella que concibe al Estado como fuente
paternalista de recursos.

El asunto se vuelve más dramático, y más caro, si a esos gastos
se suman las remuneraciones del personal administrativo y de
servicios, en los centros de educación superior, los costos de
administración, los de servicios generales y otros indirectos,
especiales y hasta extraordinarios.

La enciclopedia

Además, la calidad de los nuevos profesionales no es,
necesariamente la óptima, pues los recursos que el Estado destina
a la educación superior son invertidos en una formación
básicamente especulativa, predominantemente enciclopédica. La
mayoría de los pocos procesos investigativos que allí se
desarrollan no alcanzan las condiciones científico técnicas que
demanda el desarrollo de la ciencia. Incluso físicamente el
ambiente investigativo es reducido: "existen solo pequeños y
relegados institutos y centros, dentro de los cuales, ni están
generalmente los mejores académicos, ni se procesan las
investigaciones de mayor prioridad; ni el trabajo que se realiza
se lleva de forma interdisciplinaria".

En la actualidad, las investigaciones y los resultados de las
llamadas tesis de grado no constituyen aportes reales al
conocimiento científico -se trata de trabajos "muy deficientes",
se dice-, por lo que el CONUEP recomienda que deberían pasar a
formar parte de un programa específico de los Institutos de
Investigación.

En cristiano: nuestra educación superior carece de una política
global de desarrollo científico y tecnológico. Entonces, ¿para
qué existe? Esa es la pregunta del millón.


LAS UNIVERSIDADES SON ESPECULATIVAS

La investigación básica es sólo esporádica o de un reducido
número de dependencias universitarias, afirma el CONUEP, en su
"Evaluación de la situación actual y perspectivas para el corto
y mediano plazos de las universidades y escuelas politécnicas",
realizada por una Unidad de Investigación del organismo supra
universitario.

Según el documento, las actividades que se realizan en materia
de política de investigación no están enlazadas a una política
nacional de desarrollo científico y tecnológico. Aunque, dice la
fuente, desde 1983 la política de investigación del CONUEP "ha
permitido avanzar en tres campos importantes: en el desarrollo
de un conjunto de investigaciones aplicadas; en la preparación
y entrenamiento de muchos investigadores; y, en la dotación de
equipos paras diversos centros de investigación".

Sin embargo, anota "por lo menos tres deficiencias":

a) La ausencia de un sistema de prioridades consistente;
b) El sistema de proyectos de investigación propuestos por los
investigadores universitarios "no refleja las necesidades
prioritarias que requieren emprender las Universidades en función
de sus compromisos sociales" y propicia una concentración de
recursos en determinadas instituciones; y,
c) La programación de las investigaciones refleja más los
intereses subjetivos de los investigadores.

Esto quiere decir que los exiguos recursos que se destinan a la
investigación, también son malgastados en las universidades y
escuelas politécnicas. Además, las investigaciones no se realizan
articuladas con otras actividades académicas y son
predominantemente de ciencia aplicada, lo cual quiere decir que
la investigación básica es esporádica. A ello, hay que añadir que
la investigación no es un elemento sistemático en la formación
de los nuevos profesionales, sino que se efectúa de manera
eventual "y en varias universidades no se realizan las tareas de
seguimiento y evaluación, ni se dominan los procedimientos para
llevarlos a la práctica. Esta situación -subraya el CONUEP- hace
que no se conozca a ciencia cierta sobre la calidad de los
resultados de la investigación".

Por si fuera poco, no existe ninguna política para el uso y
aplicación de los resultados de las investigaciones, y tampoco
hay estímulos para realizar la investigación científica.

"Existen sólo acciones aisladas que surgen de la iniciativa de
ciertos dirigentes académicos que comprenden la importancia de
esta actividad o que tienen experiencia investigativa -señala la
"Evaluación"-. Este es uno de los motivos por los cuales muchos
de los resultados de las investigaciones son de calidad solamente
regular". Pero, pretendiendo restar dramatismo al drama, "debe
destacarse sin embargo que existe una minoría de trabajos, de
gran nivel, que han sido desarrollados por investigadores de
diferente categoría", dice el documento.


ABERRACION SOCIAL

El nivel de desempleo global de la población con formación
universitaria completa es del 20,1%, dice el CONUEP, "lo cual
refleja la difícil situación de los profesionales, ya que de cada
cinco profesionales, aproximadamente uno se encuentra en el
desempleo".

Sin embargo, la desocupación profesional universitaria es
cuantitativamente inferior a la que soportan aquellos sectores
poblacionales con niveles de instrucción más bajo.

Pero, socialmente considerada, también es una aberración, sobre
todo si se toma en cuenta la cantidad de recursos invertidos por
la sociedad en su conjunto y que son desperdiciados en la
formación de profesionales que, de hecho, son excluidos por el
propio sistema.

De la población total del Ecuador, unos 11 millones de almas
actualmente, el 5,5% tiene formación universitaria completa -
según el CONUEP-. El 2.6% posee un título y el 2.9% se califica
como egresados. Es decir, de 550 mil ecuatorianos, 286 pueden
exhibir un cartón, entre tanto 319 mil son habitantes del
nebuloso mundo del "egreso".

Los índices de desempleo son bajos en los estratos extremos de
instrucción (universitaria completa y primaria completa) como lo
ilustra un gráfico en esta misma página. Esto quiere decir que
el sistema socioeconómico genera ocupación en forma polarizada,
para los estratos diametralmente opuestos, de la más alta y de
las más baja productividad.

Correlativamente, en aquellos grupos intermedios, se dan las
tasas más altas de desocupación. Acaso por dos motivos, sostiene
el CONUEP: "Porque la mayor proporción de desocupados se da, por
un lado, en el estrato de instrucción secundaria completa debido
a que no se tiene más preparación que para ingresar a la
Universidad; y, por otro lado, en el estrato de instrucción
universitaria incompleta, porque cierto nivel de instrucción
condiciona a la población a no aceptar cualquier empleo, por
motivos de orden cultural".

A estos elementos hay que añadir el empleo disfuncional y el
subempleo. El primero se da cuando el profesional trabaja la
mayor parte del tiempo en actividades diferente a la de sus
estudios superiores. En cuanto al segundo, se evidencia cuando
la productividad real es inferior a la potencial, o porque el
tiempo efectivo de trabajo es menor a la jornada completa. (C-8).

EXPLORED
en Ciudad Quito

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