Quito. 06.03.94. Los temas de la consulta popular planteada por
el presidente Durán Ballén han estado ya en el debate público.
Incluso algunos de ellos han sido materia de encuestas.

Por ejemplo Informe Confidencial preguntó hace algunos meses a
los ecuatorianos sobre su actitud frente al voto. Y una mayoría
tanto en Quito como en Guayaquil se pronunció por el voto
obligatorio vigente actualmente. En efecto, un 56% en Quito se
pronunció a favor del voto obligatorio, un 43% en contra y el 1%
no se pronunció. En Guayaquil el voto obligatorio contó con el
69% de respaldo, un 30% por el voto voluntario y el 1% que no se
decidió.

¿Ha cambiado esta actitud durante el gobierno de Sixto Durán,
cuando ha crecido entre la población el desencanto frente al
ejecutivo y al legislativo? Las tendencias estaban consolidadas y
difícilmente pueden haber sufrido un cambio tan profundo, además
de que similares resultados se han reiterado en diversas
oportunidades, manifiesta Informe Confidencial.

Otro tanto ha ocurrido con la reelección presidencial, que ha
sido también materia de consulta frecuente por parte de Informe
Confidencial. En este caso, las opiniones de la ciudadanía se han
dividido equitativamente, sin aparecer una tendencia definida en
favor o en contra de la reelección.

Los aspectos cotidianos de la política

Vivimos, hasta hace poco, una de las campañas más aburridas del
período democrático. Las críticas al Gobierno de tan unánimes y
repetitivas se habían vuelto inicuas. Antiguos personajes
repetían sus libretos sin causar mayor efecto en el electorado.
Las variaciones de la inflación tan rígidamente controladas por
el equipo económico no causaban sorpresas. De pronto, el
gobierno tomó la primera iniciativa política importante desde que
llegó al poder: convocó a una consulta popular que dejó
desconcertados a propios y extraños.

La iniciativa del gobierno ha provocado interés en los medios de
comunicación y en la opinión pública suscitando una discusión
sobre una amplia gama de temas que se han convertido en tema de
conversación cotidiana.

La legislación política ecuatoriana, excesivamente rígida, parte
del supuesto de que los electores son personas a las que el
legislador debe proteger para que no usen mal su libertad. Se
obligó a los candidatos a pertenecer a partidos políticos para
forzar el nacimiento de organizaciones ideológicas. Se impidió
la elección de ciudadanos que no han nacido o que no viven en una
provincia para que las masas "manipulables" no sean pasto de
caudillismos oligarcas. Se prohibió la reelección presidencial
para que no surjan líderes carismáticos vitalicios. El voto es
obligatorio para dar la sensación de que las mayorías participan
de la democracia, cuando en realidad lo que hacen es concurrir a
las urnas para obtener un certificado.

Sin embargo, más a allá de todos esos juridicismos la realidad se
impone. Nunca hubo tantos partidos con tan poca ideología;
cuando lo necesitan, los caudillos compran membretes partidistas
o forman nuevos partidos, sin ninguna base, movilizando unos
pocos parientes, amigos y chequeras. Pocas veces el país tuvo
una legislación que nos fuerce tanto a ser tan ideológicos,
racionales, europeos y pocas veces nuestra realidad política fue
tan pobre en ideas, posiciones teóricas y realizaciones
prácticas.

La realidad ecuatoriana y latinoamericana de los últimos años
agudizó la crisis del sistema político. La desaparición del
comunismo no solo supuso la muerte de los partidos de izquierda:
los partidos de derecha perdieron la energía que les daba su
paranoia anticomunista y los partidos de centro perdieron el
Norte al constituirse en el centro de un continuo que había
desaparecido.

El mundo de las ideologías sufrió un terremoto. Los grupos
armados de izquierda terminaron transformándose en bandas
delincuenciales y grupos paramilitares al servicio de
narcotraficantes. Los sindicatos dejaron de ser la vanguardia de
los pobres para constituirse en defensores de las prevendas de
pequeñas fracciones burocráticas. El Socialismo democrático y el
Comunitarismo perdieron su vocación de transformación global de
la sociedad para transformarse en variantes del nuevo liberalismo
y del mercado con "inquietud social". Los grupos más "modernos"
tanto de la izquierda como de la derecha, terminaron defendiendo
un esquema "renovado" de liberalismo y del libre mercado, con muy
pocas diferencias de fondo.

En medio de éste enredo teórico, los ecuatorianos tienen más
interés en conversar sobre aspectos parciales de la política que
en elucubrar acerca del sentido de las utopías que naufragaron.
De alguna manera, discutir acerca de la reelección presidencial y
el voto obligatorio está más cerca de sus vidas y de sus juegos.
Son cosas sobre las que se puede conversar con los vecinos, sobre
las que se puede apostar. Definitivamente esos temas están más
cerca de los ciudadanos comunes que la angustia existencial del
post-modernismo, o las reflexiones filosóficas acerca de la
compatibilidad entre el socialismo y el libre mercado.

La comprensión intuitiva de esta problemática ha llevado a los
estrategas del gobierno ha plantear esta consulta. En la media
en que los partidos políticos sigan tratando de imponer a la
población una discusión metafísica y no valoren la infinita
importancia de lo efímero y lo cotidiano seguirán alejándose de
una sociedad que se transforma y que exige que la clase política
reinvente creativamente un nuevo discurso acerca del poder. Sino
somos capaces de asumir esa tarea corremos el riesgo de
reproducir la experiencia peruana en la que, finalmente, los
políticos y los partidos quedaron expulsados de la política.

El voto obligatorio

El mundo de la política y de las campañas electorales está
plagado de pequeñas farsas que, con frecuencia engatuzan a sus
propios autores. El político que gasta sumas millonarias en
buses, sánduches y colas para reunir una multitud que le escuche,
se desconcierta cuando los que fueron a la manifestación,
haciendo legítimo uso de su libertad, votan por quien les da la
gana. Se sorprenden también cuando son barridos en ese pequeño
pueblo en el que, en una emotiva ceremonia, les "regalaron" un
poncho y una placa pagados generosamente con sus propios fondos.

Ese mismo juego de engaños se produce finalmente con el voto
obligatorio. Todos sabemos que muchos ecuatorianos votan solo
por una obligación legal, pero unos tantos intelectuales y
políticos se sienten más tranquilos cuando los porcentajes de
"participación" electoral del Ecuador parecen altos. Como si
buscar un certificado para cambiar cheques fuera "participar" en
política.

En todo caso, la posición de la población frente al tema ha sido
tradicionalmente favorable a la obligatoriedad. En encuestas
aplicadas por Informe Confidencial a través de los años hemos
encontrado cifras más o menos permanentes. En la ciudad de Quito
un poco más de la mitad de los ciudadanos ha sido partidario del
voto obligatorio y en Guayaquil quienes defienden el voto
obligatorio han duplicado a los que creen en el voto libre.

Nuestra última medición sobre el tema se realizó cuando el
presente gobierno iniciaba su gestión. Aunque no hemos vuelto a
aplicar la pregunta en los últimos meses, todos los indicadores
cuantitativos y los estudios cualitativos nos dicen que el
despecho de los ciudadanos frente a la política ha crecido en
proporciones desmesuradas.

Al realizarse la Consulta Popular en un ambiente tan negativo
hacia la política, es posible que la posición usual de los
ciudadanos varíe y que triunfe el voto optativo.

La reelección presidencial

La experiencia Velasquista produjo grandes traumas en políticos y
analistas que la vivieron. Cuando volvimos a la democracia se
prohibió la reelección de Presidentes, legisladores y alcaldes,
con la intención de evitar el surgimiento de nuevos caudillismos.

En la práctica ciudadanos de reconocido valor como Oswaldo
Hurtado, León Febres Cordero y Rodrigo Borja se vieron forzados a
una jubilación política que fue vista por muchos como un
desperdicio de algunas de nuestras mejores inteligencias.

La opinión de los ecuatorianos se dividió completamente acerca
del tema. En encuestas realizadas por Informe Confidencial nos
hemos encontrado con que hay un virtual empate entre quienes
auspician la reelección presidencial y quienes la rechazan.

Es posible que ese virtual empate se resuelva en contra de la
reelección por algunos factores: De una parte puede pesar en esa
dirección el rechazo al actual gobierno y el arrepentimiento de
muchos de los que votaron por el actual mandatario. Por otra
parte, el surgimiento de nuevos liderazgos sólidos como los de
Jaime Nebot, Jamil Mahuad, Rodrigo Paz y Raúl Baca puede hacer
que parezca menos necesaria la presencia de los ex-presidentes en
las lides políticas actuales.

En todo casos, el resultado acerca de esta pregunta, dependerá
del entusiasmos con que unos u otros partidos defienden esta
tesis. (3A)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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