Guayaquil. 12 jul 99. El primer año de Mahuad y su equipo no es
alentador. Rumores de golpe de Estado, pobreza general,
incapacidad de acuerdos políticos y problemas económicos han
desgastado enormemente al Gobierno

Un barco que se hunde sin remedio: el poco esperanzador mensaje
del presidente de la República, a parte de desafortunada metáfora
de la situación del país, (¿no es el del Titanic el desastre del
siglo XX por excelencia, el ejemplo menos indicado para obtener
apoyo? Total, ese buque se hundió de todas formas...) parece una
imagen de su propia administración, que navega -con agua en las
bodegas y sin bombas- en medio de una borrasca política,
económica y social.

Tras doce meses de su triunfo en la segunda vuelta de las
elecciones generales de 1998, Jamil Mahuad Witt, parece haber
incumplido su principal ofrecimiento de campaña: saber qué hacer
y cómo hacerlo.

Este Diario decidió iniciar el balance del primer año de gestión
de Mahuad, que se caracterizó, según analistas, por la ausencia
de políticas sociales, la falta de alianzas políticas y una
cierta incapacidad para entender la dimensión de la crisis
económica y enfrentarla.

Un Gobierno débil y sin alianzas

Débil y solitario. Este es para el analista político Simón
Pachano el Gobierno de Jamil Mahuad. El factor clave: el
descalabro de la alianza con el Partido Social Cristiano, un
partido sin ideología que, en criterio de Pachano, prefiere una
política de clientelismo y dispendios por encima de la rígida
planificación económica del régimen. Aunque se identifica
tradicionalmente al PSC con la derecha neoliberal, Pachano
sostiene que la agenda política del PSC es más bien populista,
sin mucha preocupación en el manejo tecnocrático del Gobierno de
Mahuad. Y esa es la explicación de cómo, al salirse Mahuad del
libreto previsto por el PSC -un Gobierno tutelado que entregue
asignaciones a municipios y diputados sin mayores reparos- forsa
una ruptura e inclusive cuestiona públicamente al Fondo Monetario
Internacional.

Mientras se aleja cada vez más de su aliado socialcristiano -que
no quiere comprometerse con un Gobierno fuera de control- hay una
evidente falla política, que impide a Mahuad pensar en alianzas
de gran aliento. El famoso y tantas veces mentado "tema por tema"
obliga al presidente a buscar aliados para cosas coyunturales,
sin que le sea posible lograr alianzas programáticas.

Pachano destaca la vocación del Gobierno por una política técnica
frente al populismo, lo que termina por distanciarle del PSC.
Mahuad busca soluciones en plazos muy largos para el país,
mientras la crisis golpea a cada vez más sectores de la
población.

Fruto de esta soledad política y de su propio empecinamiento en
autoencerrarse, vuelve a resurgir el fantasma del derrocamiento:
a Pachano le sorprende que el Gobierno no cumpla un año y se
insista en que se va a caer en más de un rumor.

Alejado del PSC por su propio programa, el Gobierno se ve
obligado a la efímera alianza con el centroizquierda, que, en
criterio de Pachano, fue una buena experiencia. El Gobierno salió
del bloqueo que le impuso el PSC, aprobó algunas reformas
tributarias, y, de alguna manera, allanó el camino hacia el
acuerdo con el FMI. Esta, en criterio de Pachano, podría ser una
alianza más estable que la que logró con el PSC, si es que fuera
posible atenuar en algo la política privatizadora del régimen.
Pero esa no es la intención del Gobierno, destaca Pachano: "si
lo fuera, no habría enviado la Ley Marco".

Pero Mahuad no tiene un esquema global, y le apuesta más bien a
reunirse con los que estén de acuerdo para temas puntuales. Es
algo que ha dicho claro, más de una vez, Jaime Durán. ¿Pero,
hasta dónde se puede rehacer para cada cosa el panorama político?


Pachano no cree que se pueda decir que ha faltado "liderazgo":
en medio de la descomposición de las instituciones, parece que
se requieren decisiones firmes.

Por otro lado, y contra las críticas recientes, el analista
estima que el Gobierno de Mahuad ha manejado pobremente su
comunicación, al igual que su imagen, a pesar del equipo de
comunicadores que lo asesora.

Ha faltado enviar mensajes y retroalimentarlos, así como
comprometer a la población en la gestión del Gobierno.

Finalmente, el Gobierno ha sido débil en el manejo de los
conflictos, lo mismo frente a los taxistas que en la crisis del
Banco del Progreso. El único frente firme del Gobierno es Ana
Lucía Armijos, de ahí que sea el principal blanco del PSC, estima
Pachano.

El remedio peor que la enfermedad

Al margen de la indiscutible capacidad profesional de Ana Lucía
Armijos, al analista económico Alberto Acosta le queda la
impresión de que este Gobierno no supo comprender la dimensión
de la crisis, ni buscar más salidas para combatirla que los
ajustes neoliberales.

Es cierto que el 10 de agosto de 1998 el país tenía encima una
enorme crisis, producida, entre otras causas, por la baja de los
precios del petróleo, el fenómeno de El Niño, la entrada de
productos asiáticos de bajo costo al mercado nacional, el cierre
de mercados internacionales lo que había configurado una crisis
que, si bien no ha sido provocada por esta administración, fue
en gran medida agravada por las medidas de Mahuad.

Las primeras medidas, tomadas en septiembre fueron, para Acosta,
tardías. Y los técnicos que las tomaron no comprendieron la
magnitud de la crisis. Aquí salta otra vez el "tema por tema":
Acosta cree que pensar que se puede tomar decisiones económicas
por capítulos, como en una telenovela, no es la mejor manera de
enfrentar los graves problemas financieros.

A los graves problemas que ya tenía el país, hubo que agregar el
salvataje de la banca, cuya calamitosa situación se debe, en gran
medida, a las decisiones económicas adoptadas a partir de 1992
-de la que es coautora Ana Lucía Armijos- y al tiro de gracia que
significó el impuesto del uno por ciento. El salvataje tiene un
efecto inflacionario, porque las emisiones se realizan para pagar
los costos.

Entre tanto, se cometieron errores en el manejo fiscal, se aprobó
un presupuesto desfinanciado, y no se han buscado salidas al
problema de la deuda externa.

Acosta sostiene que el manejo tecnocrático de los asuntos del
Gobierno, sin aceptar la posibilidad de otras fórmulas, sin
escuchar a los sectores sociales ha motivado un esfuerzo solo por
lograr un acuerdo con el FMI a cualquier precio.

Por otro lado, Acosta cree que la gestión económica del Gobierno
se ha visto entorpecida por un estilo de administración que ha
afectado la posibilidad de acuerdos políticos.

Pero los indicadores macroeconómicos dan una idea más clara: en
los primeros meses de 1999 se produjo un supéravit comercial,
producido por la masiva caída de importaciones, como consecuencia
de la crisis.

La reserva monetaria internacional ha decaído de 1837 millones
de dólares en agosto de 1998 a 1300 millones de dólares. La
inflación continúa aumentando al igual que las tasas de interés
y la cotización del dólar. Para este año, señala Acosta, se
espera un decrecimiento de la economía ecuatoriana en un 5 o 7
por ciento.

Otra decisión errada de Mahuad fue favorecer al gran capital, lo
que se ejemplifica con la entrega de dinero al Filanbanco (750
millones de dólares). Por otro lado, también se adoptó la
flotación de la divisa, lo que sumado a la aprobación del
Presupuesto desfinanciado, exacerbó las presiones especulativas.

El ajuste de marzo, que incluyó la incautación de los depósitos
y la subida de la gasolina, que según el Gobierno era para evitar
las presiones especulativas y la hiperinflación, permitió en
criterio de Acosta proteger a la banca, dándoles los recursos de
los particulares porque el Estado ya no tiene más recursos.

Acosta es escéptico sobre que el acuerdo con el FMI permita al
Gobierno salir del problema económico. La entrega de recursos del
organismo internacional está condicionada al estricto
cumplimiento de los compromisos con el Fondo.

Un vacío en lo social

Mientras las variables macroeconómicas y el saldo del manejo
político está en rojo, la deuda social alcanza niveles
alarmantes. Para el director de Desarrollo de la Fundación
Esquel, Boris Cornejo Castro, el Gobierno de Mahuad no ha
implementado una sola política social. En efecto, Cornejo
considera que no se ha hecho nada por mejorar la calidad de vida
de la población, sino que se han hecho esfuerzos aislados, como
es el caso del llamado bono solidario.

"Es solo para apagar los fuegos", dice Cornejo, con relación al
"incendio social" producido por las medidas. El bono de la
pobreza no puede ser la única política social del Gobierno. Es
importante también recurrir a mejorar servicios como la salud y
la educación.

En efecto, el Estado debe promover el desarrollo, en lugar de
atender solo a los más pobres. Y esto significa dar empleo,
salud, seguridad social, seguridad ciudadana, entre otras cosas.

Por ahora, el Gobierno no ha obtenido logros económicos que
permitan que la población sienta que se han justificado los
costos sociales. Ha habido, en criterio de Cornejo, una gran
ineficacia.

Por otro lado, es evidente el proceso de empobrecimiento en el
que se encuentran las clases medias del país, debido en gran
medida a las medidas económicas. Una "negociación obediente" con
los organismos internacionales de crédito ha provocado un total
abandono de lo social.

Cornejo cree que la forma en que el Gobierno ha respondido a las
protestas ha sido más bien tradicional, con medidas represivas
en lugar de diálogo. El 80 por ciento de la población, según
Cornejo, está en la pobreza.

Aunque reconoce que un subsidio directo es más técnico y efectivo
que otro indirecto, Cornejo cree que el monto es ínfimo, en
comparación con el costo de la canasta básica. (Texto tomado de
El Expreso)
EXPLORED
en Ciudad Guayaquil

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