Quito. 17.03.91. Toda fantasía tiene una base de realidad. La
mente del hombre elabora la realidad, la modifica y
reorganiza. Cuando este proceso tiene cualidades sociales e
históricas, nacen los mitos. Pero existen lugares cuyas
características son tan extraordinarias que sólo parecerían
tener cabida en un mundo mítico. Lugares como los
tepuyes.
Tepuy es una palabra pemón (idioma indígena) que significa
montaña, y se refiere a grandes mesetas de piedra arenisca que
se hallan en el sur de Venezuela. Estas formaciones difieren
muchísimo de las montañas comunes de las cordilleras como los
Andes o los Alpes: sobre una planicie selvática se levantan
muchas de ellas como extensas mesas de paredes verticales y
cimas planas, horizontales; otras tienen dos niveles, en donde
un segundo "piso" se apoya sobre una base más amplia, como en
el caso del Aparama-tepuy, de un poco más de 2.000 metros de
altitud.
En general, estas mesas tienen esa altitud, aunque van desde
los 1.250 metros hasta un poco más de los 3.000. Así, en la
frontera con Brasil, justo en el extremo sur de Venezuela, se
halla el cerro de la Neblina, en donde está situado el pico
Phelps, la cumbre más elevada de estas mesetas, al punto de
ser el cerro más alto de Sudamérica fuera de los Andes y de la
Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia.
Hay más de 100 tepuyes importantes distribuidos en un área
total de aproximadamente 500.000 kilómetros cuadrados, es
decir, cerca del doble de la superficie del Ecuador (sin tomar
en cuenta el territorio considerado en el Protocolo de Río),
una zona perteneciente básicamente a los dos estados más
extensos de Venezuela: el Bolívar y el Amazonas. Aunque la
mayoría se halla hacia el sureste, acercándose a la frontera
con Brasil y Guayana, también se encuentran tepuyes en la zona
del suroeste, como el famoso cerro Autana, la Montaña Sagrada,
también llamado el Tronco del Arbol de la Vida.
Estudios geológicos han demostrado que las rocas de que están
compuestas estas mesetas se formaron por sedimentación hace
más de mil ochocientos millones de años, lo que les convierte
en las rocas más antiguas de Sudamérica. En ese entonces,
Africa estaba unida a América del Sur, razón por la cual se
han encontrado piedras similares en estructura y antigYedad en
el noroeste del continente africano.
Entre estos tepuyes hay muchos que tienen formas y estructuras
particulares. Quizá el más famoso sea el Roraima, una
gigantesca meseta de 2.890 metros sobre el nivel del mar, cuya
cima tiene unos 110 kilómetros cuadrados, y que se halla justo
en la frontera con Guayana. A pesar de ser el tepuy más
conocido, la mayor parte de su cima continúa inexplorada,
entre otras cosas por su inaccesibilidad y por lo accidentado
del terreno. Sin embargo, se han descubierto ciertos lugares
fascinantes en esa superficie, como el Valle de los Cristales,
un cañón cuyo piso está repleto de cristales blancos y
rosados.
El Roraima fue descubierto probablemente por el explorador
alemán Robert Schomburgk quien, enviado por la Real Sociedad
Geográfica Británica, exploró la región en 1938. No obstante,
el botánico Everard Im Thurn, del Reino Unido, fue el primero
en alcanzar la cima de esta meseta, en 1884. Sus conferencias
sobre el lugar fueron escuchadas por personalidades inglesas
de la época; fue así como Sir Arthur Conan Doyle, el creador
de Sherlock Holmes, se enteró de la existencia del Roraima y
lo inmortalizó dentro de la literatura en una novela escrita
en 1912 y llamada "El Mundo Perdido".
Aunque Conan Doyle describió un mundo donde existían aun
dinosaurios y otros organismos supuestamente extintos, lo
cierto es que en el Roraima y en casi todos los tepuyes la
evolución ha tenido giros muy particulares. No se ha
estancado, obviamente, pero sí ha permitido el aparecimiento
de una cantidad de especies nuevas de animales y plantas, la
mayoría de las cuales quedan aún por descubrir. Además,
prácticamente todas las especies de las mesetas son nativas. El
Roraima no es el único tepuy famoso. El Auyan-tepuy, por
ejemplo, es aquel del que nacen los saltos de agua más altos
del mundo: las cataratas del Angel, de 1.005 metros de altura.
El Sarisariñama, también, es una meseta que presenta enormes
cráteres, particularmente dos, la sima mayor y la sima menor,
cuyos diámetros son de 352 y 150 metros, respectivamente; la
profundidad máxima de la sima mayor es de 350 metros, y la de
la sima menor, de 120 metros, más o menos. Es obvio, además,
que en estos cráteres también se encuentran especies únicas.
Un caso muy especial es el del cerro Autana, mencionado
anteriormente. A diferencia de muchos tepuyes, éste se halla
relativamente cerca de la frontera con Colombia, y no
constituye tanto una masiva meseta más larga o ancha que alta,
sino que viene a ser una especie de cilindro, con una pequeña
arista detrás. Este bellísimo monte posee además una cueva
que le cruza de lado a lado y que parece haberse formado de
manera similar a los cráteres del Sarisariñama, es decir, por
el desmoronamiento gradual de la roca por el paso de pequeños
cursos de agua; eventualmente se formaron cavidades grandes,
cuyos restos de roca fueron lavados por las corrientes.
Pero no sólo los tepuyes son lugares especiales en esta zona.
Está, por ejemplo, la laguna de Canaima, con cataratas en un
extremo que alimentan las aguas del lago, aguas que, por otro
lado, son casi negras, aunque transparentes, y las arenas de
la orilla son de un rosado brillante. También está la
Quebrada de Jaspe, un pequeño salto de agua con un río que le
sigue, cuyo lecho tiene jaspe y es completamente rojo.
Existen muchos tepuyes que no han sido visitados por el ser
humano, y muchos otros que han sido explorados sólo muy
parcialmente. De alguna manera, esto les ha preservado de la
destrucción y aunque sería importante que expediciones
científicas obtuvieran información de esos lugares, que
evidentemente resularía valiosa para la ciencia, es esencial
también que estas investigaciones se lleven a cabo con un
cuidado que permita evitar la desaparición de estos
ecosistemas únicos en el mundo. (C-8)
mente del hombre elabora la realidad, la modifica y
reorganiza. Cuando este proceso tiene cualidades sociales e
históricas, nacen los mitos. Pero existen lugares cuyas
características son tan extraordinarias que sólo parecerían
tener cabida en un mundo mítico. Lugares como los
tepuyes.
Tepuy es una palabra pemón (idioma indígena) que significa
montaña, y se refiere a grandes mesetas de piedra arenisca que
se hallan en el sur de Venezuela. Estas formaciones difieren
muchísimo de las montañas comunes de las cordilleras como los
Andes o los Alpes: sobre una planicie selvática se levantan
muchas de ellas como extensas mesas de paredes verticales y
cimas planas, horizontales; otras tienen dos niveles, en donde
un segundo "piso" se apoya sobre una base más amplia, como en
el caso del Aparama-tepuy, de un poco más de 2.000 metros de
altitud.
En general, estas mesas tienen esa altitud, aunque van desde
los 1.250 metros hasta un poco más de los 3.000. Así, en la
frontera con Brasil, justo en el extremo sur de Venezuela, se
halla el cerro de la Neblina, en donde está situado el pico
Phelps, la cumbre más elevada de estas mesetas, al punto de
ser el cerro más alto de Sudamérica fuera de los Andes y de la
Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia.
Hay más de 100 tepuyes importantes distribuidos en un área
total de aproximadamente 500.000 kilómetros cuadrados, es
decir, cerca del doble de la superficie del Ecuador (sin tomar
en cuenta el territorio considerado en el Protocolo de Río),
una zona perteneciente básicamente a los dos estados más
extensos de Venezuela: el Bolívar y el Amazonas. Aunque la
mayoría se halla hacia el sureste, acercándose a la frontera
con Brasil y Guayana, también se encuentran tepuyes en la zona
del suroeste, como el famoso cerro Autana, la Montaña Sagrada,
también llamado el Tronco del Arbol de la Vida.
Estudios geológicos han demostrado que las rocas de que están
compuestas estas mesetas se formaron por sedimentación hace
más de mil ochocientos millones de años, lo que les convierte
en las rocas más antiguas de Sudamérica. En ese entonces,
Africa estaba unida a América del Sur, razón por la cual se
han encontrado piedras similares en estructura y antigYedad en
el noroeste del continente africano.
Entre estos tepuyes hay muchos que tienen formas y estructuras
particulares. Quizá el más famoso sea el Roraima, una
gigantesca meseta de 2.890 metros sobre el nivel del mar, cuya
cima tiene unos 110 kilómetros cuadrados, y que se halla justo
en la frontera con Guayana. A pesar de ser el tepuy más
conocido, la mayor parte de su cima continúa inexplorada,
entre otras cosas por su inaccesibilidad y por lo accidentado
del terreno. Sin embargo, se han descubierto ciertos lugares
fascinantes en esa superficie, como el Valle de los Cristales,
un cañón cuyo piso está repleto de cristales blancos y
rosados.
El Roraima fue descubierto probablemente por el explorador
alemán Robert Schomburgk quien, enviado por la Real Sociedad
Geográfica Británica, exploró la región en 1938. No obstante,
el botánico Everard Im Thurn, del Reino Unido, fue el primero
en alcanzar la cima de esta meseta, en 1884. Sus conferencias
sobre el lugar fueron escuchadas por personalidades inglesas
de la época; fue así como Sir Arthur Conan Doyle, el creador
de Sherlock Holmes, se enteró de la existencia del Roraima y
lo inmortalizó dentro de la literatura en una novela escrita
en 1912 y llamada "El Mundo Perdido".
Aunque Conan Doyle describió un mundo donde existían aun
dinosaurios y otros organismos supuestamente extintos, lo
cierto es que en el Roraima y en casi todos los tepuyes la
evolución ha tenido giros muy particulares. No se ha
estancado, obviamente, pero sí ha permitido el aparecimiento
de una cantidad de especies nuevas de animales y plantas, la
mayoría de las cuales quedan aún por descubrir. Además,
prácticamente todas las especies de las mesetas son nativas. El
Roraima no es el único tepuy famoso. El Auyan-tepuy, por
ejemplo, es aquel del que nacen los saltos de agua más altos
del mundo: las cataratas del Angel, de 1.005 metros de altura.
El Sarisariñama, también, es una meseta que presenta enormes
cráteres, particularmente dos, la sima mayor y la sima menor,
cuyos diámetros son de 352 y 150 metros, respectivamente; la
profundidad máxima de la sima mayor es de 350 metros, y la de
la sima menor, de 120 metros, más o menos. Es obvio, además,
que en estos cráteres también se encuentran especies únicas.
Un caso muy especial es el del cerro Autana, mencionado
anteriormente. A diferencia de muchos tepuyes, éste se halla
relativamente cerca de la frontera con Colombia, y no
constituye tanto una masiva meseta más larga o ancha que alta,
sino que viene a ser una especie de cilindro, con una pequeña
arista detrás. Este bellísimo monte posee además una cueva
que le cruza de lado a lado y que parece haberse formado de
manera similar a los cráteres del Sarisariñama, es decir, por
el desmoronamiento gradual de la roca por el paso de pequeños
cursos de agua; eventualmente se formaron cavidades grandes,
cuyos restos de roca fueron lavados por las corrientes.
Pero no sólo los tepuyes son lugares especiales en esta zona.
Está, por ejemplo, la laguna de Canaima, con cataratas en un
extremo que alimentan las aguas del lago, aguas que, por otro
lado, son casi negras, aunque transparentes, y las arenas de
la orilla son de un rosado brillante. También está la
Quebrada de Jaspe, un pequeño salto de agua con un río que le
sigue, cuyo lecho tiene jaspe y es completamente rojo.
Existen muchos tepuyes que no han sido visitados por el ser
humano, y muchos otros que han sido explorados sólo muy
parcialmente. De alguna manera, esto les ha preservado de la
destrucción y aunque sería importante que expediciones
científicas obtuvieran información de esos lugares, que
evidentemente resularía valiosa para la ciencia, es esencial
también que estas investigaciones se lleven a cabo con un
cuidado que permita evitar la desaparición de estos
ecosistemas únicos en el mundo. (C-8)
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