Quito. 10.07.94. ¿Cómo vivir con ellas? ¿Como vivir sin ellas?
No es la pregunta cliché que se hacen, con respecto a las
mujeres, los conquistadores frustrados del cine y la
televisión al calor de unas copas.

Se refiere, en cambio, a la más ubicua institución social, la
que nos hace ser lo que somos y la que escenifica en pequeño
la complejidad de las relaciones sociales, además de presentar
características propias, difíciles de aislar y entender. se
refiere a la masa de dinámicas que llamamos familia.

La pregunta inicial tiene sentido porque, al contrario de lo
que cree la mayoría de la gente, la familia es un sistema
complejo de interacciones, muchas de las cuales no son
explícitas y/o comprensibles. En muchos casos, estas formas de
relación ni siquiera son percibidas.

Así, aunque se oyen cosas típicas como que la familia "es la
base de la sociedad", y aunque muchas personas y personajes
abogan por ella y exaltan sus valores, lo cierto es que la
familia es fuente de tantas cosas buenas y malas que resulta
ocioso quedarse en aforismos y visiones ingenuas cuando se
trata de analizar esta estructura social que, a pesar de tener
cualidades de institución, es más que una institución.

Es por ello, también que no se puede pensar en la familia como
el simple conjunto de papá, mamá, hijos, abuelos, tíos y
perro. Cada persona es, además de ella misma -con una
identidad que pugna por prevalecer a toda relación, pero que
no se puede comprender sino a través de esas relaciones-, un
espacio simbólico donde se reúnen varios roles y funciones; el
padre es también esposo, la madre es también esposa, los
padres son también pareja; los hijos son también hermanos. Y
en la familia ampliada, los padres son también hijos,
hermanos, tíos, cuñados; los hijos son también nietos,
sobrinos, primos, etc.

Con esta visión de la familia, cada miembro es lo que es solo
en relación a los demás. Los padres son padres porque tienen
hijos, un hermano no sería hermano si fuera hijo único. esto
permite entender más claramente por qué la gente actúa como
actúa dentro de una familia: porque además de relacionarse de
manera verbal, racional y consciente con sus parientes -como
si estableciera un diálogo puramente intelectual- demanda
cosas, satisface necesidades, deposita y es depositario de
afectos y maneja y acumula poder, todo esto de forma solo
parcialmente consciente.

Por ello, en muchos medios, los roles paterno y materno se
determinan, entre otras cosas, a base de jerarquías. El padre
resulta el "jefe de la familia", la última palabra en las
decisiones (y conmunmente la primera también) y los juicios.
La madre, entonces privada de un poder explícito, se convierte
en una reguladora interna de las relaciones y flujos de
comunicación y poder familiares.

Hay que reconocer en primer lugar, que se ha establecido
socialmente, por lo general, una igualdad entre los términos
mujer y madre, de tal manera que se piensa que toda mujer es
madre o lo será, y eso es realmente lo único que importa en su
vida.

El desprecio de otras dimensiones en la mujer como ser humano
y social, como profesional o incluso como pareja es algo tan
frecuente que ni siquiera es reconocido concientemente como
algo digno de análisis y critica.

Por eso y por otras razones, ese papel no solo se evidencia en
las labores que la mujer realiza o el espacio que ocupa en la
familia, sino también en su discurso. de ahí la referencia
constante, casi imprescindible, a los hijos y al esposo; la
idea de que más que responsable de sí misma es responsable de
sus hijos y esposo, y que este a su vez, es el responsable de
ella, hacen de su vida la posesión de alguien más.

Por supuesto que en toda relación se asumen y comparten
responsabilidades, pero en toda relación sana ( o quizás
utópicamente sana), el espacio de la relación no debe ahogar
la identidad y el deseo individuales. Mientras el esposo y los
hijos tienen mayores oportunidades de tener un mundo externo,
un objetivo de vida al menos parcialmente independiente de la
familia, la mujer parece estar destinada a centrar su
existencia en ese grupo de personas con un vínculo imposible
de negar.

No en balde, y aunque no siempre se da, con alguna frecuencia
es posible reconocer en mujeres casadas y con hijos el rol
fundamental de madres, y dentro de él, el papel de puentes de
interrelaciones familiares. Esas mujeres parecen vivir no solo
para que sus hijos no tengan necesidades y para que su esposo
esté tranquilo, sino para que todos se "lleven bien" dentro de
la familia.

Protectoras, traductoras, reguladoras. Papeles que parecen
depender tanto de las interacciones que a duras penas dan
lugar a un espacio propio. Aunque los demás parecen ser el
contacto de estas mujeres con el mundo, aunque los hijos les
transmiten nuevas experiencias y los esposos se ocupan de
pelear con los heraldos más crudos de la realidad, cuando se
observa bien, es bastante más complejo definir quién protege a
quién, quién alimenta con información a quién.

Por ello, a pesar de que puedan parecer víctimas, no les es
tan fácil dejar ese papel aún si tienen la oportunidad de
hacerlo. es que el poder explícito ha dejado su lugar al poder
implícito, el papel imperceptible pero insoslayable y
esencial. Los hijos y el esposo siempre tienen un pie fuera de
la casa, en un sentimiento simbólico. Su presencia se nota
porque no siempre están, porque en ellos se nota porque no
siempre están, porque en ellos parece siempre estar en la
posibilidad de irse, lo hagan o no.

Pero ese tipo de mujer parece inamovible e inmutable, al punto
de desaparecer a ratos. Por ello, cuando muere o se va os e
descubre que tiene un amante, o la sombra de deseo de un
amante, el hogar tiembla, la violencia se desnuda y al culpa
se convierte en onmipresente, aunque todo el mundo se la pase
entregándosela a alguien más.

En esas mujeres que son puentes en al familia, las excusas
para no cambiar o para no irse están generalmente dirigidas a
alguien más. "Si no hago estas cosas (cotidianamente), mi
esposo no sabrá que hacer"; "me quedo por mis hijos"; "¿ quién
cuidará de la casa si yo no estoy?", etc.

Al margen de que esas explicaciones sean más o menos
verdaderas (y de que todas las posibilidades consideradas
pueden hacerse realidad), lo que más llama la atención es que
la responsabilidad sobre decisiones tan fundamentales sea
eludida y nuevamente depositada en otra persona.

Aunque tal rol no parece tremedamente altruista, basta
observar la satisfacción en el rostro de una mujer así cuando
algo funciona "correctamente" en la familia gracias a su
intervención,para darse cuenta de que, como todos los demás,
ella obtiene gratificaciones narcisitas de tales sucesos. Nada
hay de malo en ello, como nada hay de perjudicial en que
alguien se sienta satisfecho de haber realizado un buen
trabajo, de ser directamente y/o totalmente responsable de
ello y de que eso sea realmente reconocido por otros.

Lo malo está en que muchas de las gratificaciones que
experimenta esa mujer son inconscientes, lo que parece
comprensible en un sistema de fuerzas en que el poder es
implícito y raramente percibido: el medio ideal para que las
responsabilidades nos asuman, para que no existan demandas
caras y para que la manipulación reemplace al diálogo franco y
adulto.

Hay que reconocer que el papel es importante y que, en muchos
casos, todos obtienen beneficios de él, como el que la familia
siga unida, como que sus miembros no solo convivan sino que lo
hagan en relativa paz, como que cada uno de ellos se siente
más o menos satisfecho -un esposo cuyas necesidades son casi
adivinadas por su pareja, unos hijos que ni siquiera tienen
que pensar en tales necesidades para que estas sean cubiertas,
una s relaciones en que las posiciones extremas son
suavizadas, interpretadas de tal manera que cada cual consigue
al menos una parcial victoria (sin autoridades dramáticamente
menos cabadas, sin opiniones evidentemente pisoteadas).

Pero, ¿ cuáles son las posibles consecuencias de toso esto?
Por un lado, los hijos crecen con un modelo definido (el
padre), ya sea para seguir o rechazar, y con otro que es una
suerte de sombra inasible (la madre); y, a veces, cuando la
madre ejerce un poder igualmente invisible pera más amplio y
profundo, generalmente al depositar en un hijo sus mayores
necesidades, la formación de modelos e invierte y el padre es
un fantasma, mientras la madre se convierte en un universo con
lógica propia.

Y sin ir tan lejos, ¿ dónde queda la identidad de la mujer? su
voz es escuchada solo para transmitir supuestos mensajes de
los demás (que en realidad, tienen más de ella misma de lo que
cualquiera, inclusive ella, podría pensar}. Sus deseos son
escondidos, postergados o expresados de maneras tortuosas. Es
presionada por todo lado, muchas veces humillada y no pocas
veces ignorada. Prácticamente no tiene libertad, aunque un
examen detallado revela que ella es, en parte, su propio
carcelero.

Pero su miedo a salir de tal esquema, de responder a su
identidad sin mediadores ni pretextos, y su satisfacción más
bien inconsciente de ser indispensable y tener tal poder
anulan la posibilidad de cambio. No es, por otro lado,
cuestión de voluntad, sino - y en primer lugar- una cuestión
de voluntad, sino - y en primer lugar- una cuestión de
conciencia (no moral) sino de darse cuenta del porqué de los
comportamientos). Atada por una historia cultural y social,
colectiva e individual, este tipo de mujeres se sacrifica día
a día para ser, y define su valor al dejarlo fluir hacia los
demás.

*Texto tomado de EL COMERCIO Sección Panorama (P.6B)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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