Quito. 14 ene 98. Las terapias a tiempo con la participación
de padres y maestros son una salida. El ABEI y el Centro
Nacional de Epilepsia brindan atención gratuita.

Tengo un niño hiperactivo. Mi esposo y yo hemos asumido el
problema. Sabemos que juntos podemos sacarlo adelante. Mi
primer hijo tiene 10 años y es totalmente normal.

Para nosotros el principal obstáculo es el rechazo de la
sociedad. He golpeado las puertas de ocho escuelas y todo ha
sido inútil. Nadie quiere darle una oportunidad, los maestros
desconocen que su problema de conducta es tratable y que si no
nos ayudan están condenándolo. Es imposible dejarlo un minuto
solo porque no mide los peligros. Vivimos en un cuarto piso y
un día, mientras le preparaba una ensalada, me descuidé y
cuando me dí cuenta estaba caminando por el filo de la
ventana, cuenta Andrea, madre de Luis Andrés.

Luis Andrés tiene cinco años. A los dos años sus padres
detectaron que era hiperactivo porque a pesar de permanecer en
constante movimiento durante el día, dormía solo cuatro horas.

Es un excelente observador, lee el alfabeto completo, sabe
contar del 1 al 1.000. Su coeficiente intelectual es de 120,
equivale a sobresaliente. Asiste todos los días, excepto los
fines de semana, con sus padres a las terapias físicas,
ocupacionales y de lenguaje en el ABEI y en el Centro Nacional
de Epilepsia.

Desde entonces los avances han sido muy significativos: duerme
seis horas, ha mejorado su pronunciación y participa en juegos
con otros niños.

La madre de Luis Andrés dice que los medicamentos que ingiere
su hijo cada cuatro horas son muy costosos, casi 400 mil
sucres por mes. Si no fuera porque las terapias son gratuitas
no podríamos pagar los gastos del tratamiento. Hay que
revestirse de mucha paciencia para entender a estos niños.

Un estudio realizado a una población de 1.200 niños de primer
grado de primaria de 16 escuelas del norte de Quito, tanto
fiscales como particulares, reveló que el 7.9 por ciento de
pequeños es hiperactivo, y dentro de este porcentaje los
niveles varían.

La investigación fue realizada por 14 sicólogos, un neurólogo
y un pediatra, bajo la coordinación del Centro Nacional de
Epilepsia y el Ministerio de Educación. Actualmente el Centro
realiza un estudio con el apoyo de la Universidad de Verona
por dos años.

Galo Pesántez, neuropediatra y uno de los más estudiosos de la
hiperactividad, aclara que un niño pilas no siempre es
hiperactivo, pero uno que no mide el peligro, y que en 5
minutos puede destruir un departamento, sí tiene algún grado
de hiperactividad.

Este trastorno se relaciona con la incapacidad de seleccionar
estímulos a nivel cerebral. Se manifiesta por una excesiva
inquietud y se asocia a la falta de concentración en lo que
hace. No pueden concentrarse en una tarea y concluirla, por
eso tienen serios problemas en el proceso de aprendizaje en la
escuela porque, además, es un trastorno de la conducta. Hay
niños hiperactivos que demuestran un comportamiento en la casa
y otro en la escuela o viceversa.

Los padres que tienen un hijo hiperactivo deben saber que sí
es posible ayudarlo y que mientras más rápido se someta al
tratamiento más fácil será guiar su vida. El problema es que
son pequeños muy influenciables y si en la escuela les dicen
que son vagos, patanes y que son un desastre total, ellos
crecerán interiorizando un liderazgo negativo. La edad ideal
para empezar el tratamiento es de uno a seis años como máximo.


Otro de los problemas que enfrentan es que son incomprendidos,
el 90% de las madres sí los entiende porque ellas los conocen,
les dedican más tiempo pero los padres y los maestros
simplemente los sobreprotegen, en el primer caso; y los
marginan y maltratan, en el segundo.

Lo positivo de estos niños es que son muy educables. Si los
padres y los maestros los apoyan con terapias y comprensión
hay esperanzas de convertirse en seres sobresalientes por su
grado de inteligencia.

Un estudio sobre la hiperactividad y su influencia en el
aprendizaje realizado por la especialista Mónica Ríos, del
Centro Nacional de Epilepsia, señala que la hiperquinesia
(constante movimiento) es normal en ciertas etapas del
desarrollo; el niño aprende a partir de procesos que
involucran un movimiento activo del cuerpo, lo cual conforme
crece en edad y experiencia va gradualmente modulándose.

Según Ríos, las causas de la hiperactividad son múltiples.
Involucran factores orgánicos, funcionales, ambientales,
motivacionales e inclusive hereditarios, aunque con menos
posibilidades.

En la mayoría de estudios se señala como frecuentes los
desórdenes cerebrales que se produjeron en el embarazo.
Pesántez comparte también la opinión de que las causas son
múltiples: genéticas, a la hora del parto, fármacos,
alcoholismo materno, a lo que se suman condiciones de tipo
medioambiental.

Sonia Santillán, jefa de las áreas de genética de los
hospitales Andrade Marín y Metropolitano, señala que la
mayoría de hiperactividades es por causas ambientales y en un
menor porcentaje genéticas. Hay patologías con hiperactividad
como el síndrome de Down, también está el retraso mental
ligado al cromosoma X con hiperactividad.

No está descubierto el gen de la hiperactividad, lo que
implica que no está estudiado y este trastorno puede o no
tener una base hereditaria. Hay que estudiar el origen porque
es un signo con diverso grado de complejidad y requiere de la
atención de un equipo profesional.

Pero Ríos agrega que sea cual fuere la condición que provoque
la hiperactividad, esta, al igual que otros trastornos de la
conducta, provoca dificultades en el aprendizaje, que
asociadas a desórdenes de la motricidad, constituyen un cuadro
conocido como disfunción cerebral mínima. Las deficiencias que
comúnmente presentan estos niños, aunque no es la regla
general para todos, son: déficit en la coordinación
visomotora, dificultades aritméticas, lectura pobre, memoria
escasa y serias dificultades en el lenguaje.

"Nos preocupa la hiperactividad porque muchos estudios señalan
que es un desencadenante decisivo para el alcoholismo y la
drogodependencia. Nos preguntamos qué pasa con un niño que es
tachado de vago y patán, que su infancia está marcada por los
fracasos escolares y de amigos. ¿Dónde queda la autoestima de
éstos pequeños incomprendidos y discriminados y que son
tremendamente influenciables por malas compañías y por la
violencia que difunde principalmente la televisión?", se
pregunta Pasántez. En el país no hay centros especializados
para atenderlos. Sin embargo, el Centro Nacional de Epilepsia
y el ABEI, en Quito, mantienen un servicio de terapias
gratuitas y para junio se realizará el Primer Simposio
Internacional de Hiperactividad.

Para tomar en cuenta...

Señales para detectar el trastorno en los pequeños
Cuando se le habla parece no escuchar, corre o se trepa
excesivamente, durante las comidas se levanta más de seis
veces y le cuesta mantenerse quieto. Se distrae fácilmente con
cualquier cosa, tiene mucha dificultad para terminar aquello
que inicia, pasa rápidamente de un juego a otro, interrumpe
constantemente el juego de otros niños, impone sus propias
reglas, no mide las situaciones peligrosas y se enfurece con
facilidad. Si usted detecta tres de estas señales o
comportamientos en su hijo de uno a seis años, es hora de
llevarlo a un especialista para iniciar un tratamiento que lo
ayude a superar, en parte, el trastorno.

Una dieta rica pero sin colorantes es lo ideal

Es importante que los padres del niño hiperactivo recuerden
que se debe evitar el consumo de colorantes ya sea que se
encuentren en golosinas, embutidos o comida chatarra. En
general, se debe evitar el exceso de azúcar pues son niños con
tendencia a desarrollar hipoglicemia.

Las frutas que deben salir de la dieta son: manzanas, uvas,
naranjas y cerezas pues provocan mayor hiperactividad,
estimulan más al movimiento e influyen sobre las
prostaglandinas bloqueando la acción de los ácidos grasos. Las
aspirinas en exceso también resultan contraindicadas. El café,
al contrario de lo que se cree, actúa como un tranquilizante.

Los fármacos apropiados para estos casos son caros

Por su efecto la medicación estimulante se clasifica en:
drogas de acción corta: su efecto dura cuatro horas y entre
estas se citan al sulfato de dextroanfetamina y al clorhidrato
de metilfenidato o ritalina. Y las drogas de acción
prolongada: su efecto dura entre 12 y 16 horas, se
comercializa en Estados Unido, con el nombre de Cylert y el
sulfato de dextroanfetamina, cuya presentación viene en
cápsulas de liberación prolongada. Es importante que los
padres sepan que la medicación no se debería administrarse en
la noche debido a que interferirá con el sueño, tampoco en
períodos de vacaciones.

Solo los padres y los maestros los pueden ayudar a mejorar

Es clave la reducción de estímulos ambientales: evitar
condiciones que inciten los sentidos (exceso de alumnos en el
aula, ruidos, timbres resonantes, asientos incómodos y
temperaturas extremas), y en cambio crear ambientes
tranquilos, donde puedan mejorar su atención. El espacio en el
que realiza sus actividades debe ser el mínimo y con los
materiales estrictamente necesarios. Es recomendable que
padres y maestros establezcan pasos y tareas sencillas y
claras. Se debe ayudar a que estos chicos creen hábitos de
orden y limpieza y después de terminar una tarea, recompensar
al niño con afecto y contribuir a su aceptación. (Texto tomado
de El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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