Quito (Ecuador). 17 mar 96. Soltán Seller, un canadiense que
operaba un tractor en la zona minera de Yacuambi, fue
sorprendido por un deslave. Su cuerpo quedó sepultado con su
maquinaria.

A la altura del cantón de Chordeleg, en la ciudad de Cuenca,
tres jóvenes de 17 años se cayeron en el río Santa Bárbara. El
fuerte temporal les impidió salir; fueron encontrados
ahogados.

En El Oro, un joven de 16 años se acercó al río Buenaventura,
sin medir peligro alguno. Se resbaló y murió ahogado.

En el centro de Quito, el techo de una vetusta casa no pudo
soportar las inclemencias del tiempo. Los socorristas de la
Cruz Roja solo lograron sacar el cuerpo de una niña de ocho
meses. Estaba muerta.

Estos son algunos, de los tantos casos que se reportaron en la
Dirección Nacional de Defensa Civil, en menos de un mes.

Desde el 22 de febrero, el mal tiempo ha venido dejando una
gran cantidad de damnificados. Personas que han tenido que
abandonar sus viviendas. Gente que se ha quedado aislada.
Pérdidas agrícolas y varios muertos y heridos.

En la Defensa Civil, hasta el 14 de marzo se reportaron nueve
muertos. Seis residían en Azuay, uno en el Oro, uno en Zamora
Chinchipe y el último en Pichincha.

También se conoció que cuatro personas se encuentran
gravemente heridas, mientras que dos están desaparecidas.
Fueron llevadas por el río Damas, cuando ocurrió un deslave en
el sector de Alluriquín, en Santo Domingo de los Colorados.

Las calamidades no paran

Pero las cifras no terminan ahí. Se conoce que las
inclemencias del tiempo han dejado a seis mil personas en
total aislamiento. Apartadas del mundo.

Alrededor de 29 familias, que suman 135 personas, se han
quedado sin hogar. Además 46 familias han sido evacuadas. Unas
161 casas se encuentran semi-destruidas y 14 viviendas fueron
totalmente arrasadas.

Varías vías se encuentran interrumpidas y las pérdidas
agrícolas son innumerables.

Según un informe de la Defensa Civil, hasta la enfermedad del
cólera se hizo presente. Hasta el 14 de marzo se han reportado
80 casos, solo en la provincia de Los Ríos.

Los deslaves en las carreteras, se han convertido en un serio
problema. Han destruido pequeños tramos de las vías
interprovinciales, varios puentes y muros de contención.

Según Defensa Civil, el fuerte invierno, al momento, está
azotando con mayor crudeza a nueve de las 21 provincias. Las
más afectadas son Azuay, Pichincha, Cañar, Loja, Guayas, El
Oro, Manabí, Los Ríos y Zamora Chinchipe.

Un vocero de la Dirección Nacional de Defensa Civil informó
que esta institución no cuenta con los recursos necesarios
para atender a tantos damnificados, razón por la cual están
tratando que los afectados sean atendidos por los familiares.

Se dijo que a pesar de haber pedido por medio de su titular,
el general Laercio Almeida Rodríguez, director de Defensa
Civil, a la vicepresidencia de la República y al Ministerio de
Finanzas, que transfieran los 500 millones de sucres que
fueron solicitados para atender a las familias damnificadas,
hasta el momento sus requerimientos no han sido atendidos.

Sin embargo, a estas estadísticas proporcionadas por Defensa
Civil el 14 de marzo, ahora deben sumarse nuevas personas que
perecieron por las inclemencias del tiempo.

Esta vez los muertos los pusieron los curiosos que asistían a
ver la limpieza de un tramo de la carretera
Calacalí-Nanegalito, en donde se produjo un deslave que dejó
una cantidad considerable de victimas mortales y heridos.

Crónica del deslave y la gente

Toda la carretera estaba llena de escombros. Tierra y árboles
caídos, en medio de la vía, advertían a los conductores sobre
el peligro que significa transitar por el tramo de la
carretera Calacalí-Nanegalito.

Algunos patrulleros que regresaban a Quito nos advirtieron que
"no hay paso". "Sigan nomás, hay bastantes muertos", dijeron
cuando nos identificamos como periodistas.

Unos cien metros antes de llegar al lugar del deslave, un
camión de huevos Indaves, con claras evidencias de haber
estado cerca del lugar del hecho, era revisado por sus
conductores. Armados de paciencia, los empleados de Indaves
hacían el cambio de huevos de un camión a otro. Una hora más
tarde el camión, al que el deslave alcanzó en el guardafango
sin dañar la mercadería, era remolcado a Quito.

En el lugar del deslave un policía nos ordenó parquear el
carro, porque "no hay paso". "Si quieren seguir, tendrán que
hacerlo a pie", dijo.

A simple vista se podía apreciar la magnitud del desastre. Dos
metros de tierra cubrían la carretera, y la pertinaz llovizna
hacía más difícil el paso. "Los equipos de rescate están al
otro lado", dijo un bombero.

El camino que habían improvisado para rodear el tramo de la
carretera, afectado por el deslave, fue nuestra única opción
para llegar al lugar de la acción. "Al otro lado están los
muertos", dijo un curioso.

Cuando comenzamos a bajar, por un agreste camino, encontramos
una procesión de gente que deseaba llegar a Calacalí unos y a
Quito otros.

También regresaban personas que habían participado en el
rescate; todos temían perderse en la noche. Una mujer, algo
anciana, cargaba un costal lleno de víveres. Ni el joven más
fuerte la superaba en fortaleza y decisión.

El camino era empinado, las subidas y bajadas se repetían
constantemente. Siempre acechaba el peligro de un resbalón y
de una sorpresiva caída a la quebrada. Muerte segura.

Cuando llegamos al lugar de la carretera que conduce a
Nanegalito, nos encontramos con una camioneta totalmente
destruida. La cabina estaba llena de tierra, los vidrios
rotos, las puertas destrozadas.

Cuando algunos conductores se dedicaban a saborear una cola y
un pan, "su almuerzo", según ellos, llegó una ambulancia que
traía a Nicolás Quishpe. Estaba herido.

Se trataba de un empleado del Consejo Provincial que
participaba en las labores de limpieza de la carretera y que
quedó atrapado cuando ocurrió el deslave. Tenía que ser
trasladado de urgencia a un hospital de Quito, debido a que el
hospital de Nanegalito no contó con los recursos para hacerlo.

Miembros de Defensa Civil y algunos improvisados ayudantes se
dispusieron a transportar al herido en una camilla por el
agreste, peligroso y único caminito que había.

La esposa de Nicolás Quishpe seguía vigilante la caravana que
llevaba la camilla. Algunos gritos de angustia salían de sus
labios cuando su esposo se quejaba.

Cuando al fin llegamos a tierra firme, algo de satisfacción se
notó en su semblante. Nicolás Quishpe está siendo atendido en
el hospital Carlos Andrade Marín, y los trabajos de limpieza y
de rescate continuaron hasta el cierre de esta edición.

El número oficial de víctimas se dará a conocer en las
próximas horas.

Los mudos testigos del desastre esperan una ayuda

Una camioneta fue la primera víctima del deslave. Cuando
ocurrió el movimiento de tierra, hubo un choque en cadena de
cuatro vehículos. El primer automotor fue el más afectado.

El conductor de la camioneta se pudo salvar con las justas,
pero no el vehículo. Lleno de tierra y destrozado, el
automotor quedó exhibiéndose en un lugar visible de la
carretera.

Nadie se llevó la camioneta. "Es una muestra elocuente de la
magnitud del desastre" dijo uno de los curiosos. La cabina
estaba llena de tierra. Fue sacada del lugar del desastre por
empleados y maquinaria del Consejo Provincial de Pichincha.
(Diario HOY) (10A)
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