Quito. 08 ago 2001. (Editorial)El presidente de la República, Gustavo
Noboa, se pasa de listo. A la entrega de la lista de deudores morosos de
Filanbanco desea transformarla en un triunfo, cuando a este listado, que
no está siquiera listo está incompleto y ha sido manipulado, llegamos no
por la convicción presidencial de transparentar la situación, sino por la
presión de la sociedad, la constancia de los medios de comunicación y la
acción de la CCCC.

El atraco bancario tiene como una de sus manifestaciones el secretismo.

Lo cual obliga a presionar para que se conozcan todos los detalles de un
salvamento interminable. En un país dolarizado o no, la transparencia
debe ser el primer paso para el saneamiento del sistema financiero. Para
sancionar a los culpables necesitamos la verdad sin atemorizarnos por
terroristas que amenazan con el riesgo de una desintermediación
financiera o cómplices que piden voltear la página. Por lo que, para
empezar, hay que actualizar y darle profundidad histórica a la lista de
Filanbanco, hay que abrir los misterios del Banco del Pacífico y de todos
los bancos estatales o no. En concreto, requerimos el detalle de los
créditos vinculados de Finlanbanco, reprogramados horas antes de que sus
dueños lo entreguen al Estado totalmente saqueado con pérdidas estimadas
en 654 millones de dólares-, con plazos de hasta siete meses, en algunos
casos con períodos de gracia y en un número apreciable con cero de
interés; empresas que hasta sirvieron sus deudas con CDR a valor nominal.
Necesitamos el detalle de compradores y vendedores de dichos CDR al 100%,
cuando estaban castigados en por lo menos 40%. Si hay que publicar la
lista de las "travesuras" de la banca, también hay que preparar una lista
de quienes debían cobrar las deudas vencidas y no lo hicieron, de quienes
cubrieron las espaldas a sus antiguos patrones y de quienes protegían a
los grandes deudores, desde el gobierno o desde los bancos intervenidos.
Una tarea aún inconclusa y compleja, pues, como afirmó Eloy Alfaro en
1896, "cuando el régimen del latrocinio tiene por égida el Poder
Ejecutivo, no es fácil conseguir oportunamente documentos con qué
comprobar los peculados".

Y en esta ocasión podemos constatar, una vez más, con claridad, la
subordinación del Estado al poder económico. Queda hecho trizas el
discurso neoliberal de que el Estado "creció como crecen ciertos
vegetales que por condiciones anormales de orden genético, le han salido
protuberancias por todo lado: una pierna muy larga y otra corta, un brazo
fuerte y otro débil, el cerebro mal conformado", como solía decir antaño
Blasco Peñaherrera, actual embajador ecuatoriano ante la OEA, quien hasta
hace poco fue abogado de uno de los banqueros prófugos.

Las malformaciones no son genéticas, son oligárquicas. Dejan al
descubierto la naturaleza fraudulenta del sistema. La cual es, sobre
todo, producto de una modalidad de acumulación que ha transformado al
Estado en su garante y en su empresa de reparaciones.

Basta ver cómo las raíces de las listas bancarias se entrelazan con otras
listas de otros salvamentos al gran capital, como aquella de la
sucretización de la deuda externa en época de Osvaldo Hurtado y León
Febres Cordero. Listas que se proyectan en la política vinculando a
presidentes, ministros, diputados, superintendentes, fiscales, jueces,
periodistas: "defensores de oficio" del sistema y servidores de los pocos
listos de siempre. Los que hoy se aprestan a privatizar las empresas
eléctricas; tema sobre el cual no sabemos si ya estará informado el
presidente Noboa...

E-mail: [email protected] (Diario Hoy)
EXPLORED
en Autor: Alberto Acosta - Ciudad Quito

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