Quito. 28 dic 99. En el Ecuador existen 23 especies amenazadas
en las partes altas. Siete especies de anfibios ecuatorianos ya
no es posible encontrarlas en estas zonas.

Aquellos sapos negros con el vientre amarillo o rojo encendido
ya no están más en los páramos ecuatorianos ni en el resto del
mundo, pues eran únicos de este país. Su destino fue la
extinción.

Las causas para su desaparición, como especie, aún se estudian.
Este fenómeno es parte de una catástrofe mundial para los
anfibios (ranas, sapos y salamandras) que viven en los páramos.

"Las ranas de tierras bajas, aparentemente están bien, pero
debemos hacer más estudios para conocer la situación de las 410
especies presentes en el país", afirmó Santiago Ron, biólogo de
la Universidad Católica.

En los páramos y estribaciones de las cordilleras se establece
que por lo menos hay 23 especies de anfibios amenazadas. Este es
un número muy alto si se considera que en el páramo hay 53
especies y el 93 por ciento son endémicas, es decir, que no están
en ninguna otra parte. "El nivel de endemismo en los páramos es
comparable solo con el de Galápagos", dijo Luis Coloma,
herpetólogo.

Según Coloma, tres serían las causas principales: la alteración
de su hábitat, la epidemia de un hongo y el calentamiento global.
Estas razones se expusieron en el "Taller internacional sobre
disminuciones de anfibios en Latinoamérica", que organizó el
Centro de Biodiversidad y Ambiente de la Universidad Católica,
con apoyo The Nature Conservancy, del 22 de octubre al 15 de
noviembre.

Esta semana habilitaron una página en Internet para informar a
los investigadores y al público los avances de la investigación.
La dirección es: www.puce.edu.ec/Zoologia/declinac.html

El investigador Juan Black reportaba densidades de jambatos, en
el Antisana, de 50 individuos por metro cuadrado.

Hasta mediados de los 80s era frecuente ver cientos de miles de
ejemplares, cruzando la carretera del Parque Nacional Cotopaxi,
dirigiéndose a lugares de reproducción. Estos grandes flujos
desaparecieron repentinamente hasta que en 1988 se hicieron los
últimos registros científicos.

En ese año Coloma y Geovani Onore, investigadores de la PUCE,
recolectaron especímenes para estudiarlos. Con los años y
mediante pruebas de laboratorio determinaron que un hongo que le
resultaba letal estaba en la piel de los sapos; se llama
batracochirium dendrobátides. No obstante, las preguntas
permanecen, no se conoce de dónde vino (el hongo); y, si ya
estaba en el ambiente, por qué causas nuevamente los afectó.

Además, se reportaron extinciones de anfibios en Australia,
Europa, Costa Rica, América del norte... En Ecuador se habla de
la desaparición en los Andes a partir de 1995. "En el tema de
investigación estamos atrasados si nos comparamos con Costa Rica
y Panamá, allí han identificado causas más consistentes", afirmó
Ron.

El calentamiento global también aporta para la desaparición de
estos animales. Al incrementarse la temperatura media hace que
los anfibios, que se encuentran adaptados a cierta temperatura
o climas específicos, se desplacen a zonas más altas y en un
nuevo medio no pueden encontrar comida y mueren.

"El adaptarse a nuevas condiciones requiere millones de años de
evolución, mientras que los cambios de temperatura son
violentos", dijo Coloma. En otros casos este desplazamiento es
mucho mas grave, porque si viven a los cuatro mil 200 metros ya
no pueden subir más y desaparecen.

También inciden en la extinción de los anfibios el mal manejo de
los páramos; las plantaciones con especies exóticas, como pino
y eucalipto, que acidifican el suelo y el agua e inhiben el
desarrollo de los renacuajos; y, la introducción de la truchas,
considerados un depredador voraz.

Empero, la extinción no se la puede atribuir a una sola causa,
si no a la suma de todas. Lo que sí está claro es el impacto que
se está produciendo en los ambientes en los que habitan.

Los jambatos, conocidos como Atelopus ignescens por los
científicos, cumplían como todos los anfibios un papel importante
dentro del ecosistema. Se alimentaban de insectos y arañas,
regulando su población (evitando que se originen plagas) y, a la
vez, servían de alimento para otros animales como curiquingues
o gavilanes pequeños.

El otro valor está en su utilidad para la ciencia. Los sapos
tienen la piel desnuda y húmeda para protegerse de bacterias y
hongos. Por esta razón segregan compuestos químicos que permiten
eliminar estas amenazas.

Esas sustancias, incluso pueden ser usadas en la medicina humana
como lo fue el caso de la epibatidina (droga que se sintetizó a
partir de un sapo ecuatoriano: el epipedobates tricolor).

Pero los impactos no solo son biológicos si no culturales. "Los
jambatos eran una parte importante de la vida diaria de los
habitantes del páramo; creían que ellos alertaban la llegada del
invierno y los usaban para curar el espanto. Además, a las rana
se les usa para hacer desarrollo embriónico, ensayos de
medicinas", dijo Coloma.

Las plantaciones acaban con los sapos

Los anfibios son susceptibles a la acidez en el suelo o en el
agua. "Estudios muestran que los cambios en el Ph (nivel de
acidez) en el agua produce daños a los renacuajos. Este tipo de
investigaciones se han hecho en Estados Unidos, en el Ecuador
trabajos a este nivel no existen y tal vez no se los puedan hacer
por que siete especies ya desaparecieron para siempre. Los
resultados se pueden extrapolar ya que los sapos americanos son
parientes de los jambatos. Es decir, sus organismos presentan
condiciones similares en lo que se refiere a la tolerancia del
nivel de acidez y resistencia al frío", afirmó Luis Coloma,
herpetólogo de la Universidad Católica.

¿Cómo se incrementa el Ph? Una de las causas son los pinos. Las
hojas de este árbol al caer acidifican el suelo. Cuando llueve
esta agua lava el ácido y por filtración llega a los ríos,
riachuelos y lagunas. Los sapos al poner sus huevos en aguas más
ácidas de la que pueden soportar no se desarrollan y mueren
rápidamente.

Además, en los páramos con pinos hay solo un tercio de la
diversidad si se los compara con los que no se han intervenido.

En el caso de las ranas, hay un ejemplo claro del impacto de las
especies exóticas. "En el Pasochoa, antes existían siete
especies, hoy ninguna, mientras que en el Parque Metropolitano
apenas hay dos y ubicadas fuera del bosque, en las quebradas y
matorrales nativos, áreas de condiciones similares de altitud y
temperatura", dijo el herpetólogo Santiago Ron.

La falta de alimento también limita a los sapos. Si no hay flores
no hay insectos y las ranas no tienen qué comer. Por ejemplo, las
ranas marsupiales que viven en las chilcas o las plantas de mora
están allí por la gran cantidad de insectos que les sirven de
alimento. Además, lo obtienen en las epífitas que no se
encuentran en plantaciones forestales. Por último, los pinos se
transforman en una barrera física y biológica para los flujos
migratorios de los anfibios. (Texto tomado de El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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