Quito. 25.07.93. Entre chochos y tostado, en el día; ladrillos
y mezcla, en la tarde, la niñez apresurada de María Chanataxi
corre hacia un incierto porvenir. Tiene 14 años, pero aparenta
unos 25, habla con una voz dura, que le sale de lo duro de su
vida.

¿Estudiar, para qué?, se pregunta; ya me he de casar y al
marido no le gusta que la mujer sea "carishina", hay que estar
en la casa para criar a los guaguas y ayudar al marido a
trabajar, reflexiona, mientras despacha los chochos para sus
clientes.

Pablito no levanta más de 60 centímetros del piso, debe tener
unos dos años, aún no habla, balbucea, pero se mete en medio
de los carros, entra a los restaurantes y pone la mirada más
tierna y lastimera de que es capaz, en busca de dinero o de
comida, que luego comparte con otros niños, que están
repartidos en los alrededores pero muy atentos a lo que logre
Pablito.

María y Pablito forman parte de los 3,8 millones de niños
ecuatorianos menores de 15 años, entre los que se encuentran
los menores en circunstancias especialmente difíciles: niños
trabajadores del sector formal e informal, niños de la calle,
niños víctimas de maltrato o abandono, niños que viven en
instituciones por diversas razones, niños víctimas de
desastres naturales y ecológicos.

María y Pablito forman parte también del ejército de cerca de
78 millones de niños pobres de Latinoamérica, porque tal como
lo afirma la Unicef "prácticamente la mayoría de los niños son
pobres y la mayoría de los pobres son niños".

Y son las madres más pobres las que tienen más hijos, las que
registran las tasas más altas de mortalidad y se enferman más
a menudo; sus niños son también más propensos a enfermarse por
estar desnutridos y debido al ambiente que les rodea; sus
escuelas, generalmente, son las más deterioradas, las peor
dotadas y donde se imparte la educación de más baja calidad.

En un reciente seminario sobre la pobreza y los niños en
Ecuador, realizado por la Fundación Esquel, Unicef e
International Youth Foundation, se coincidió en el hecho de
que los programas de ajuste han deteriorado alarmantemente las
condiciones de vida de las mujeres y los niños ecuatorianos.

En efecto, en Ecuador, como en toda Latinoamérica, como
consecuencia directa de las políticas de ajuste aplicadas en
la llamada década perdida, las mujeres y los niños se han
convertido en los sectores más vulnerables de la sociedad. Son
los hijos directos de la crisis económica y de la crisis de la
deuda, caracterizadas por un dramático y acelerado deterioro
de la calidad de vida.

Según datos de la Unicef, Ecuador se encuentra entre los
países con más hogares por debajo de la línea de pobreza de
América Latina. Un 54,8 por ciento de los hogares ecuatorianos
está bajo la línea de pobreza, de ellos el 30,5 por ciento
recibe ingresos menores al costo de la canasta básica y el
24,3 por ciento no logra siquiera cubrir sus necesidades de
alimentación.

¿Qué futuro les puede esperar a las mujeres y los niños
ecuatorianos que son parte de estos hogares, si ni siquiera
tienen asegurado su presente?

La cadena de la pobreza, que empieza con las mujeres
embarazadas, es más aguda en el área rural; se estima que el
78 por ciento de las familias rurales viven en condiciones de
pobreza; la desnutrición es sensible entre las mujeres
campesinas, al punto de notarse un promedio de 10 centímetros
menor en la estatura a la de las mujeres de las zonas urbanas.

ELEVADA DESNUTRICION

La desnutrición infantil presenta índices preocupantes en
Ecuador, especialmente en niños de 1 a 4 anos de edad de las
zonas rurales de la sierra. 700 mil niños menores de cinco
años presentan algún grado de desnutrición; en el grupo de 3
años hay 163.000 niños desnutridos y en el grupo de un año
154.000, este grupo presenta también el mayor número de niños
con desnutrición aguda.

Entre las principales causas para la desnutrición de los
infantes están la edad de los niños, el lugar de residencia,
el estrato socio económico al que pertenecen, la educación de
los padres, la capacidad adquisitiva, los hábitos alimentarios
de la población.

Los indicadores de desnutrición en la zona rural del país son
alarmantes. En el campo las niñas tienen un retraso de cuatro
años en la aparición de la menarquía; el peso al nacer el
primer hijo es más bajo en las mujeres rurales que en grupos
urbanos; la maduración física y mental de los niños del campo
igualmente es inferior a los niños de la ciudad, esto se
refleja en las provincias con mayor población indígena, como
Chimborazo, cuyo índice de desnutrición llega a 52 por ciento
de los menores de dos años.

La mala nutrición de la madre durante el crecimiento y el
embarazo también es causa de un importante número de muertes
neonatales.

El 50 por ciento de muertes de niños menores de un año es
causado por la desnutrición en sus diversas formas, en
interacción con la infección respiratoria aguda, diarrea y
deshidratación.

La desnutrición es más grave en la Sierra, donde los niños
campesinos son los más afectados.

Muchos de los problemas de mortalidad infantil están
directamente relacionados con una deficiente situación
nutricional. La desnutrición comienza a partir del sexto mes
de vida del niño , llamado período de destete, en que se
empieza a sustituir o complementar la leche materna con
alimentos inadecuados o preparados con falta de higiene.

Para 1990, la mortalidad infantil era de 51,7 defunciones por
cada 1.000 nacidos vivos (desnutrición proteico-calórica).

El bajo peso para edad afecta al 37 por ciento de los niños
menores de cinco años (desnutrición global).

Peso y talla afecta al 4 por ciento de los niños (desnutrición
aguda), de ellos, 1 por ciento está en riesgo de morir.

La desnutrición, sin duda, refleja la crisis socioeconómica
por la que atraviesa el país, pues entre sus consecuencias
están el deficiente consumo de alimentos y el inadecuado
control prenatal.

Para el siglo XXI se prevén altos riesgos de mortalidad y
desnutrición.

LOS DERECHOS DE PAPEL

Ecuador se comprometió a defender los derechos del niño en
febrero de 1990, fue el tercer país del mundo en hacerlo y el
primero en Latinoamérica, como resultado se obtuvo un nuevo
Código de Menores, que entiende al niño como una persona con
derechos y deberes; lamentablemente, para una gran parte de la
población infantil, tan solo existen los deberes; los derechos
han quedado relegados en lo más recóndito de un papel.

Pese a que en los últimos años la situación de los niños
ecuatorianos ha mejorado, continúa siendo preocupante. Las
tres cuartas partes de los niños de la sierra menores de cinco
años padecen desnutrición crónica; en la costa el porcentaje
es de 46 por ciento.

En el país unos 140.000 niños menores de 14 años -no se
incluye el trabajo de niñas en servicio doméstico ni de
menores de 8 años- se han visto obligados a dejar sus estudios
o nunca los han iniciado porque forman parte de la fuerza
laboral de la familia o porque son forzados a llevar dinero a
su hogar; por ello, la deserción escolar en la ciudad es del
12 por ciento y en el campo del 53 por ciento.

Se estima que en el grupo de entre 8 y 11 años, 32.000 menores
trabajan; en este mismo grupo, en el campo, cerca de 5 de cada
100 niños trabajan, frente a tres niños de áreas urbanas.

El Código Laboral Ecuatoriano prohíbe el trabajo de los
menores de 12 años y establece condiciones especiales para los
de 12 a 14 años: jornada máxima de 6 horas diarias,
prohibición del trabajo nocturno y obligación del patrono de
asegurarse que el menor ha cumplido su educación básica.

Sin embargo, de acuerdo con datos de la Fundación Esquel, más
de un tercio de los menores que trabajan superan las 40 horas
semanales y perciben ingresos inferiores a los mínimos
vitales.

Entre los niños de 8 a 11 años, cerca de 5 niños rurales
década 100 trabajan, frente a tres niños de áreas urbanas. La
diferencia es mayor en el grupo de edad de 12 a 14 años, pues
21 de cada 100 niños trabajan.

De los trabajadores prematuros urbanos, un 10,7 por ciento
trabaja en la calle (1.300 menores, aproximadamente), el 36,1
por ciento en talleres en la vivienda o anexos a ella, el 15,6
por ciento en talleres independientes y un 37 por ciento en
otros tipos de establecimientos.

La mayoría de los niños que trabaja no va a la escuela, muchos
no han terminado el tercer grado de primaria y los de mayor
edad no desean asistir a un plantel educativo, lo que
perenniza una condición dura y sin perspectivas, que cierra la
puerta a todo tipo de progreso y a una vida mejor.

De cada 10 niños que ingresan a la escuela primaria y no
desertan solo 5 pasan en la escuela en un período mayor que
dura 6 años.

De los trabajadores de entre 12 y 14 años, en las áreas
rurales el 8,3 por ciento estudia ciclo básico y solo un 62,6
por ciento ha concluido la primaria; un 8,7 por ciento no
tiene ningún nivel de instrucción.

En las áreas urbanas, el 26,6 por ciento de menores
trabajadores estudia el ciclo básico, el 49,1 por ciento ha
concluido la primaria y el 5,5 por ciento no tiene ningún
nivel de instrucción.

Se estima que más de la mitad de los niños que no asiste a la
escuela son menores que trabajan.

En las áreas urbanas, el sector informal de la economía ocupa
al 58,7 por ciento de los menores de entre 12 y 14 años.

Como es lógico, la protección social no existe para los
menores trabajadores, que desde muy temprana edad se vinculan
a la calle y ella se convierte en el espacio en el cual se
desarrollan y crecen; allí tienen que aprender a sobrevivir,
porque las alternativas que existen en el país son muy
escasas, e, incluso, inexistentes.

No se puede negar que el trabajo infantil es producto de la
pobreza y de la desigualdad del desarrollo; por lo mismo, es
evidente que el trabajo infantil no será eliminado totalmente
si las condiciones que lo originan no son eliminadas.

140.000 niños ecuatorianos tienen su futuro embargado: están
al margen de la educación y la salud; constituyen uno de los
sectores más oprimidos y van, calladamente, componiendo el
perfil de la sociedad en la que crecen.

Irán creciendo y cambiando las cosas, ¿para los que vengan
después?

*FUENTE: Texto tomado de EL COMERCIO (p.8-B)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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