Quito. 02 ago 96. El Ecuador está a punto de iniciar un nuevo
período presidencial. A diferencia de lo ocurrido en los
últimos tres períodos de transición política, se avizora
continuidad en el manejo económico, sobre todo porque el
presidente electo ha ratificado como gerente general del Banco
Central a Augusto de la Torre, uno de los principales
mentalizadores del programa macroeconómico de Durán-Ballén.

La probable continuación del esquema macroeconómico exige un
análisis del mismo.

Aciertos innegables

Existe consenso en la opinión pública sobre los éxitos del
proceso de estabilización durante este gobierno. La reducción
de la inflación y el robustecimiento del sector externo,
reflejado en los altos niveles de la reserva monetaria, son
dos de los mayores logros.

Si bien el gobierno utilizó el tipo de cambio como ancla
nominal para controlar la inflación, logró cierta
flexibilidad, a tal punto que la apreciación real en el tipo
de cambio no es significativa. Por otra parte, las
exportaciones no tradicionales han mantenido un elevado
crecimiento.

Además merece mención la profundización de una política de
apertura, que buscó eliminar las distorsiones en la economía.
Se continuó con la reforma arancelaria, se eliminaron
controles irreales en los precios y se manejó la política
cambiaria y monetaria con transparencia y con una
participación técnica del instituto emisor.

En materia legislativa, se aprobaron leyes claves como la ley
del Banco Central, la de Instituciones Financieras, la de
Mercado de Capitales, la Ley de Modernización del Estado,
entre otras. En el ámbito institucional, la creación del
CONAM, de la Junta Bancaria y del Consejo Nacional de Valores
constituyen una parte fundamental del programa.

La negociación de la deuda externa, entre tanto, reincorporó
al país en la comunidad internacional y le otorgó acceso a
capitales internacionales.

Errores y limitaciones

Estos logros pierden, no obstante, su brillantez cuando se
realiza un análisis más profundo. Las limitaciones del manejo
macroecónomico son de dos tipos: las de corto plazo, que
pudieron haberse evitado, y las propias de un modelo
instaurado parcialmente.

El programa de estabilización se caracterizó por una excesiva
ambición: pretender reducir rápidamente la inflación y
mantener al mismo tiempo dinamismo en la economía. El programa
estimulaba, por tanto, una agresiva monetización de flujos de
capital del exterior, que se transformaban en ahorro
financiero, atraídos por la estabilidad cambiaria que se
"garantizaba" al ahorrista en sucres.

Los influjos de capital, la liberación financiera, la
disminución de encajes y el débil control por parte de la
Superintendencia de Bancos, permitieron al sistema financiero
un elevadísimo crecimiento de créditos, lo cual imprimió un
excesivo riesgo a la estabilización.

La problemática del sistema financiero era previsible, tanto
por su vertiginoso crecimiento, como por las altas y volátiles
tasas de interés.

Por otra parte, se controló el tipo de cambio a expensas de
altas tasas de interés.

¿Qué hay detrás del programa de estabilización?

Desde un inicio, el déficit en cuenta corriente se deterioró.
En 1995, alcanzó 4,2 por ciento del Producto Interno Bruto
(PIB).

Un déficit en cuenta corriente puede significar que la
producción interna no satisface las necesidades de consumo y
de inversión, o puede interpretarse como déficit de ahorro
doméstico (la parte del ingreso nacional que se dedica a la
inversión). Es decir, que el ahorro doméstico no cubre las
necesidades de inversión, por lo cual se tiene que acudir al
ahorro externo.

Este déficit lastimosamente no se debió al crecimiento de la
inversión en magnitudes superiores a las del ahorro doméstico,
sino, más bien, a que el ahorro se redujo más que la
inversión.

Mientras la inversión bajó de 21,2 por ciento del PIB en 1992,
a 18,6 en 1995, el ahorro doméstico bajó de 21,2 por ciento
del PIB a 14,5.

HERRAMIENTAS IMPARCIALES, PROPUESTAS INCOMPLETAS

Hubo un gran error en la administración del programa de
estabilización, al profundizar la liberación financiera sin un
control adecuado.

Este error se puede corregir con un control técnico de la
Superintendencia de Bancos y niveles de capitalización
efectiva de sistema. Para ello, se necesita -sin embargo-
bajar las tasas de interés y lograr la recuperación del sector
real de la economía.

La gran vulnerabilidad de la economía a distintos shocks
sugiere la necesidad de elementos adicionales para el control
de la volatilidad y los altos niveles de las tasas de interés.
Estos mecanismos deberán incorporar controles anticíclicos que
amortigüen la monetización de los flujos de capital y rebajen
la presión sobre las tasas de interés.

Superávit fiscal y modernización

El análisis de estos cuatro años sugiere que el Gobierno no ha
empleado su herramienta fundamental: generar el superávit
fiscal.

Este elemento implica la generación de mayores ingresos, el
reordenamiento de gastos y la liberación de recursos para
generar inversión. El superávit permite reducir las tasas de
interés, estimular la inversión, estabilizar el tipo de cambio
y sentar las bases de un crecimiento económico sostenido.

Al utilizar herramientas parciales, se obtienen soluciones
parciales. El gobierno solo ha podido detener la inflación
castigando la actividad económica.

Parecería que no es factible continuar con la estabilización
macroeconómica y generar simultáneamente crecimiento
económico, si no se aborda la problemática fiscal y la
modernización del Estado en forma decidida.

Un resumen de este análisis saldrá en el próximo número de la
revista Gestión, a mediados de agosto.

UN PROGRAMA TRANSITORIO

* El esquema de estabilización macroeconómica ha probado no
ser más que eso: un programa de "estabilización". No ha podido
generar el elemento fundamental para el crecimiento: la
inversión a largo plazo.

* El esquema ha propiciado elevadísimas y volátiles tasas de
interés, que desestimulan la inversión privada. Esta se redujo
como porcentaje del PIB.

* El Gobierno limitó los gastos de inversión por la lentitud
del proceso de modernización del Estado, y con el fin de
contener las presiones sobre el déficit fiscal.

* El programa condujo a un crecimiento excesivo del consumo,
financiado con influjos de capital de corto plazo. El consumo
se incrementó de 74,9 por ciento, en 1992, a 79,3 del PIB en
1995.

* El enorme crecimiento del ahorro financiero (depósitos del
sistema financiero) conllevó al incremento del crédito de
dicho sistema a una tasa anual de 75 por ciento.

* El crecimiento del crédito para el consumo, la apertura y
desgravación arancelaria, la apreciación real del tipo de
cambio, impulsaron el consumo de bienes, especialmente
importados.

* El sector público no experimentó una política contractiva.
La brecha pública -medida por la diferencia entre el ahorro
público y la inversión pública- se redujo de 1,67 por ciento
del PIB, en 1992, a 0,9 por ciento del PIB en 1995. Ello se
debió al crecimiento del consumo público en relación con la
inversión pública.

* Los ingresos no se incrementaron, lo cual refleja la
incapacidad del gobierno para generar un superávit fiscal,
elemento fundamental para la estabilización y el crecimiento.

* El Gobierno financió el déficit con una agresiva colocación
de instrumentos de deuda pública y de bonos de estabilización
monetaria, para contrarrestar la excesiva monetización de los
influjos de capital y los créditos de "salvataje" al sistema
financiero. (DIARIO HOY) (P. 7-A)
EXPLORED
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