México. 29.01.93. El complejo y enigmático ritual que precede la
designación del candidato presidencial oficialista de México se
puso en movimiento con la decisión del mandatario saliente,
Carlos Salinas de Gortari, de desplazar a tres ministros.

El 4 de enero, con el retorno a la normalidad después de las
fiestas, Salinas dio inicio al último tercio de su mandato
cambiando a los ministros de Gobernación, Energía y Justicia.

Esto tiene suma importancia puesto que desde que se
institucionalizó la revolución agraria mexicana de la segunda
década del siglo en curso, el futuro jefe de Estado ha surgido
invariablemente del gabinete saliente.

El poder en México lo ejerce sin interrupción, a partir de su
origen en 1929, el que hoy se denomina Partido Revolucionario
Institucional (PRI) -que tuvo otros nombres en sus casi 63 años
de historia-, pero es vox populi y hecho aceptado y proclamado
por estadistas, políticos y observadores, que no nombra su
candidato.

En esas más de seis décadas variaron estilos y fechas (ahora se
habla de que el "destape" del sucesor presidencial será en
noviembre, tras el quinto informe anual del jefe de Estado,
previsto para el día inicial del mes) pero no varió la decisión
unipersonal, bautizada en la jerga popular como "el dedazo".

Nunca es el propio presidente quien hace el anuncio -que se
presenta como "auscultación a las bases"-, sino alguno de los
voceros de uno o varios de los diversos sectores de que se
compone el PRI (el sindical, el social y el político), el cual
actúa como mero heraldo de la decisión del ejecutivo.

Algunos ex mandatarios (Luis Echeverría en el caso de José López
Portillo y este en el de Miguel de la Madrid, quien aún no habló
de su opción por Carlos Salinas) aludieron tras dejar su cargo a
motivos y mecanismos de consulta que rodearon su elección
unipersonal del sucesor, confirmando la ley no escrita del
dedazo.

También la confirmó el ex presidente Gustavo Díaz Ordaz al
declararse arrepentido de haber señalado a Echeverría en 1969.
Entre las llamadas modernizaciones iniciadas por el PRI en
tiempos recientes está la del maquillaje del destape para dotarlo
de visos más democráticos, si bien el dedazo nunca ha sido un
acto meramente caprichoso, sino el resultado último de consultas
en busca de consenso dentro de la "familia revolucionaria".

En 1987, presionado por la "corriente democrática" que se
escindió del PRI y levantó la candidatura de Cuauhtemoc Cárdenas,
el sistema "se innovó" y sin explicación seleccionó seis
ministros "distinguidos" para "competir" por la candidatura en
una serie de comparecencias ante el Congreso y la cúpula
partidaria.

Nadie supo nunca nada sobre los criterios y mecanismos que
pudieron haber operado para seleccionar a Carlos Salinas de
Gortari pero la mañana del 4 de octubre de 1987 el entonces
titular del PRI, Jorge de la Vega Domínguez, anunció su nombre
frente a la explanada de la sede partidaria.

Los nuevos estatutos del PRI, reformados en 1992, establecen que
será el Consejo Nacional del Partido -integrado por 157
personalidades distinguidas del cuerpo de afiliados- el organismo
encargado de designar al candidato presidencial.

En la práctica, coinciden todos los políticos y analistas,
incluidos los progubernamentales, será el encargado de anunciar
la decisión que tome el presidente bajo formas que se desconocen.

Integra el ritual tradicional que la lista de los aspirantes más
posibles se debata y conozca por trascendidos oficiosos, y que
jamás acepten ni jueguen esa condición públicamente.

"Quien se mueve no sale en la foto", sintetizó el veterano líder
sindical oficialista Fidel Velazquez, en gráfica descripción de
esta otra norma no escrita del proceso sucesorio.

La reciente remoción del ministro político Fernando Gutierrez
Barrios fue explicada por analistas y observadores oficiosos
próximos al gobierno como un resultado de que "se movió", es
decir que mostró aspiraciones presidenciales, con el agravante de
que no estaba en la lista "autorizada" de presidenciables.

De todos modos se libra una sorda lucha por la sucesión entre
este conjunto de "tapados", como los denomina el habla popular,
lucha en la que sobre todo se esgrimen indirectamente apologías y
destracciones de su gestión en los cargos gubernamentales.

Comentando los cambios de gabinete del 4 de enero, el analista
político Carlos Prego, docente e investigador de la Universidad
Nacional Autónoma de México, señaló a IPS que parecen tener el
fin de asegurar el control presidencial del proceso sucesorio.

Según Prego, así lo sugiere el nombramiento de patrocinio
Gonzalez en la Secretaría de Gobernación, para sustituir a
Gutierrez Barrios, a quien además de sus ambiciones
presidenciales se le culpa de haber sido desbordado por las
protestas opositoras ante presuntas "irregularidades y fraudes
electorales".

El nuevo ministro político, casado con una prima de Salinas,
garantizaría lealtad incondicional al presidente.

Según Prego, pese a su cercanía al presidente no parece de su
círculo más íntimo ni sería candidateable por su problemas como
gobernador del sureño Estado de Chiapas, donde tuvo muchas
críticas, sobre todo a su gestión en materia de derechos humanos.

En cambio hay consenso en que a los máximos aspirantes (el
secretario de Hacienda Pedro Aspe, el de Desarrollo Social
Donaldo Colosio y el alcalde de la ciudad de México Manuel
Camacho Solis, que debe ser promovido a una Secretaría de Estado)
se agregó el nuevo responsable de la cartera de Energía. Se trata
de Emilio Lozoya Thalmann, compañero de estudios superiores de
Salinas de Gortari y Camacho Solis.

El nuevo titular de Justicia, Jorge Carpizo, respetado por todos
y merecedor del difícil elogio de la oposición, parece
paradójicamente al margen de los cálculos sucesorios.

Quien casi ha dejado de ser mencionado, tras su tropiezo de
mediados de 1992 con los libros de texto gratuitos para enseñar
historia de México en los ciclos primario y secundario, es el
secretario de Educación Ernesto Zedillo.

Según expertos, los nuevos manuales eliminaban una serie de
episodios y personajes de discutible realidad histórica pero que
forman parte de la tradición cultural de los mexicanos, a la vez
que parecían pretender narrar el pasado bajo una perspectiva
justificatoria de las actuales políticas gubernamentales. Ante la
protesta general, millones de libros fueron incinerados y allí se
quemó quizá también la opción Zedillo.

Aunque es virtual candidato el centroizquierdista Cuauhtemoc
Cárdenas, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), rival
de cuidado para el presidente Salinas en la cuestionada elección
de 1988, nadie supone que pueda inaugurar una nueva era política.

Su caudal perdió fuerza desde esos comicios, donde Cárdenas tuvo
oficialmente 30 por ciento de los sufragios pero denunció
"irregularidades y fraude" proclamándose el verdadero ganador.

El PRD logró en la consulta legislativa de 1991, impugnada
también por la oposición, menos del 10 por ciento de los votos,
pero sus simpatizantes opinan que Cárdenas, valiéndose de su
carisma de caudillo popular y su aura de rectitud, puede volver a
disputar el triunfo con perspectivas de éxito.

Pero por ahora los cálculos pragmáticos están concentrados en la
sorda lucha de los tapados dentro del gabinete y del círculo
íntimo del presidente, y cada movimiento, cada palabra o gesto se
observa y se interpreta en la clave del lenguaje cifrado propio
del críptico y complejo proceso sucesorio. (IPS)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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