Quito. 22 nov 97. Se llama Faustino Barragán. Pero le dicen
Gitanillo. Gitanillo el Rubio. Esta es su historia:

Nací en Frejenar de la Sierra, Badajoz.

En mi familia había afición a los toros, pero nadie fue
torero. Yo, en ese aspecto, soy un pionero. Mis parientes
eran cantaores. De allí me viene el flamenco.

Luché por los pueblos, hasta llegar a presentarme en Madrid
como novillero. Actué en una de las últimas novilladas en
Vista Alegre, esa plaza que se derrocó, pero que ahora la
están haciendo de nuevo. Ahí debuté con caballos, en 1974, en
la se se conoció como la novillada de los gitanos. Esa tarde,
en vez de que hubiera banda, hubo flamenco. El despeje de
plaza lo hizo Lola Flores y detrás, en la barrera, había un
grupo de cantaores entre los que estaban Camarón de la Isla,
Fosforito, José Mercé, que cantaban por bulerías cuando creían
que la faena merecía. Esa tarde corté tres orejas. Eso me
sirvió para debutar en la Monumental de Madrid, en 1975.
Corté una oreja. Toreé cuatro o cinco tardes más, pero no
tomé la alternativa porque las cosas se me pusieron un poco
complicadas.

Decidí quitarme del toro.

Me dedicaba a hacer decoraciones y vi mi futuro como
decorador. Sin embargo, como soy bohemio, se me cruzó por
delante un chavalillo que quería ser torero, un niño hijo de
un banderillero mío, y empecé a luchar con él hasta que lo
puse de figura. Se llamaba Luis Miguel Campano. Por él volví
a los toros. Y me hice banderillero. Y me dije: si estoy
aquí, tengo que ser de los mejores. Y he ido con figuras como
Antoñete, Curro Romero, Paula, Curro Vásquez, Manzanares,
Palomo, Rincón, Ponce y José Luis Cobo.

También me ha dado por la poesía. Lo que se me ocurre, lo
guardo en la memoria. No lo escribo. Todo lo tengo en el
recuerdo.

A un compañero mío lo mató un toro en Sevilla. Era un pedazo
de torero que se llamaba Manolo Montoliú. En ese día de
dolor, hice un verso como homenaje al amigo, al compañero.
Luego hice una cosa por Camarón de la Isla, que era también mi
amigo. La titulé "Tertulia en el cielo" y dice:

Que ya se marchó Camarón/ el gran genio del flamenco/ y en la
tertulia que hacen/ los españoles en el cielo/ a él le espera
Caracol/ para hablar de cante y de toros/ que es lo que
hablaban los dos/ cuando se encontraban solos./ Y Montoya lo
acompaña/ con un toque por banderas./ Y Joselito que cuenta/
que una tarde en Talavera/ le cogió un toro muy manso/ de la
viuda de Ortega./ Y Sabica, el de Pamplona/ que se siente tan
gitano/ que una seguidiya entona/ con la guitarra en la mano./
Y Manolo Montoliú/ que está sentao en su silla:/ "Yo no me
muevo de aquí/ yo he llegao a Sevilla/ y me siento muy
feliz"./ Y para que sea más bonito/ y el arte no tenga fin/
ahí se encuentra Juanito/ el jugador del Madrid. / San José
está tan contento/ que no sabe lo que hacer/ si una placita de
toros/ o flamenco en un café./ Habla con Carmen Amaya/ que
allí es la reina y señora/ para hacer un homenaje/ al monstruo
de Camarón/ por su llegada a la gloria/ y lo hacemos faraón/
para que quede en la historia/ por ser tan gran cantaor.
Es que los toros y el cante nacen del mismo sentimiento, del
mismo dolor.

A Luis Pastor, que es el mejor guitarrista que hay en España,
le hice esto:

En el toreo y en el cante/las cosas que son igual:/ el mataor
va delante/ y el subalterno detrás./ El cantaor está en la
silla/ y la guitarra templá/ es una cosa tan bella/ que no se
puede aguantá.

El subalterno del cantaor es el guitarrista y el subalterno
del torero es el banderillero: ambos tienen la obligación de
estar pendientes de lo que le haga falta a su principal.

Cuando cojo un par de banderillas creo que estoy bailando.
Voy con la idea de hacerlo muy bonito, para que cuando salga
de la suerte el público disfrute.

El fuerte de un banderillero con el toro debe ser el capote:
con un capotazo permite que el matador vea cómo va a ir el
animal a la muleta. El subalterno descubre la embestida.

Al toro le miro a los ojos, igual que a les personas. Ahí veo
el fondo de lo que tiene. Yo no me fijo nunca en los pitones,
así sean muy grandes. Yo me fijo en los ojos. Y en los
movimientos que él haga. Tengo que conocerle el temple. Al
toro hay que hablarle con colocación, poniéndose en el sitio
donde él tiene que obedecer. Le tenemos que convecer que vaya
al sitio al que nosotros queremos que vaya. Ahí juega nuestra
inteligencia. Y nuestra intuición.

Me dedico solo a los toros. Cuando no tengo corrida, trabajo
con el torero con el que estoy, para corregirle defectos,
prepararle.

Tengo dos hijos. Una de 17 años, que comenzó a estudiar
periodismo. Ella es una loca del toro. Y torea. Se lo tengo
prohibido, pero se me escapa y torea en las fiestas. Además,
es una gran bailaora. Baila como la leche. Esa ha sacado
todos los gérmenes míos. El otro no. Tiene 14 años. Es muy
pasota. Va a su aire. Es un excelente estudiante. Vive otro
mundo. Se llama Miguel Angel.

Mi mujer, Rosario, no es ni taurina ni flamenca. Pero es
maravillosa. Se ha adaptado muy bien a mi mundo.

Cuando vengo al Ecuador me encuentro muy a gusto. Llevo
muchos años viniendo. Quiero mucho a la gente, y
especialmente a la familia Cobo. Creo que José Luis es un
gran torero.

La cornada más seria la tuve en Madrid. Pero he tenido
suerte. Gracias a Dios, estoy vivo. La cornada es un impulso
que uno recibe para ir hacia adelante. Si uno sale vivo y no
queda inútil, no siente dolor en la convalecencia sino que uno
piensa, "coño ¿y qué hago encima de una cama? Debería estar
frente al toro".

Soy casi analfabeto. Estudié lo básico y luego me escapé para
ser torero. Esto de la poesía me nace. Me lío a hacer una
letra y la saco en el momento. Por ejemplo, el otro día que
Enrique Ponce (con quien tengo una gran amistad) me invitó a
su finca en donde vive con su mujer, Paloma, nada más mirarla,
dije:

Tiene Ponce una Paloma/ de una belleza especial/ y él le ha
hecho un palomar/ con las ventanas de bronce/ para que se meta
a arrullar/ cuando torea Enrique Ponce/ y lo sepa allí
esperar.

Soy muy religioso. Tengo conmigo una imagen de la Macarena y
muchas medallas. En el fondo de la montera llevo cosida una
foto de mi familia, que va conmigo a todas partes.

Cuando me visto de torero lo hago muy despacito y en soledad.
En eso soy como los toreros de antes. Pienso en el toro. En
lo que voy a empezar a hacer al toro. Me concentro en eso.
Trato de estar lo más tranquilo posible para poder resolver
los problemas que surgirán en la plaza. Y luego, al regresar,
tengo la manía de fumar un cigarro antes de entrar al cuarto
del hotel. Y, adentro, mientras me desabrocho el vestido, me
fumo otro cigarro. Ahí disfruto lo que he hecho en la plaza.

He conseguido tranquilidad económica. He llegado a torear
hasta 120 corridas al año. Tengo una gran casa. Un coche
para mí y otro para mi mujer. Sinceramente, no tengo
apreturas.

Mientras sea torero, no haré más que eso: torear. Ahora,
cuando estoy con mis amigos, tomándome un trago, si me animo,
canto y recito. Pero Gitanillo el Rubio no se dedica al
cante. Solo se dedica al toro.

Nosotros, en España nos jubilamos a los 55 años. Todavía me
faltan cinco.

Mi madre es gitana. Mi padre, payo. Por tanto, soy mitá y
mitá. Cochichí, eso soy. Mitá y mitá. (DIARIO HOY) (P.1-B)
EXPLORED
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