Quito. 4 oct 2001. La cifra incluye a los profesores que contratan los
padres de familia. La mayoría de docentes se resiste a laborar en el
campo.
En el interior de un aula Blanca León, de 24 años, imparte sus clases.
Con un tono calmado se dirige hacia los 31 niños de la escuela unidocente
Francisco Cisneros, en la comunidad de Chacopamba, Sígsig, provincia del
Azuay.
Son las 09:32 del martes, cuando un fuerte viento abre la puerta. La
maestra apresurada se dirige a cerrarla, lo que provoca la distracción de
los pequeños. "A veces ya no puedo con tantas cosas que debo hacer al
mismo tiempo".
En un espacio reducido de seis metros por diez, León es la encargada de
guiar los pasos de 31 pequeños, distribuidos en cuatro grupos, que cursan
seis de los siete años de educación básica.
16 pupitres, 15 viejos carteles, dos pizarrones pintados en las paredes y
un estante de madera, que sirve para guardar los libros de los alumnos,
es todo lo que existe.
Las clases se imparten por grupos. Mientras los más pequeños, de segundo
y tercero, aprenden cómo hacer figuras en papel, los de cuarto y quinto
transcriben el fragmento de un libro. Pronto se dirige hacia los de sexto
y séptimo, con quienes trabajaba en el cuidado de útiles escolares.
Minutos después dirige su atención a los de segundo y tercero. Si bien
este trajín es antipedagógico y dificulta el aprendizaje de los niños,
León no tiene otra opción.
Pese a los pedidos en la Dirección de Educación para que asigne otra
maestra, esto se ha vuelto una especie de lotería. León es profesora del
centro desde enero de este año, cuando reabrió sus puertas tras
permanecer tres meses cerrada ante la falta de docentes.
Por esta situación, 15 de los 30 alumnos inscritos en el año anterior se
cambiaron a otros planteles ubicados en caseríos cercanos. Al resto no le
tocó otra opción que abandonar la escuela.
El caso de los hermanos Karina y Andrés López, de ocho y diez años,
devela esta realidad. Él dejó de ir a clases, mientras su hermana optó
por ir a la escuela de la comuna San Sebastián, en Zhotor, a 30 minutos
de Chacopamba.
León sabe que las condiciones pedagógicas no cambiarán. Por ello, baraja
dos alternativas para el futuro. La primera, pedir el cambio a una
escuela en una cabecera cantonal y, la segunda, instalar un pequeño
negocio de venta de libros. Hasta tanto -dice- tendrá que seguir haciendo
milagros para que los 31 niños aprendan.
Un sueldo básico de apenas 110 dólares mensuales es la principal causa
para que, cada vez, falten más maestros en las aulas. En el Austro, la
mayor parte de los planteles de los 56 cantones, distribuidos en Cañar,
Azuay, Loja, Zamora Chinchipe y Morona Santiago, tiene problemas.
En Azuay, con 4 300 partidas se cubre las 1 050 escuelas de la provincia.
Pero, la ausencia de profesores es más dramática en zonas rurales, donde
hay 50 plazas sin cubrir, aunque, las partidas presupuestarias están
listas. Esta cifra no toma en cuenta la falta de maestros en escuelas de
comunidades distantes, para donde ni siquiera existen partidas.
Según Jorge Astudillo, jefe de Ingresos y Cambios de la Dirección
Provincial de Educación, la demanda llega a 100 partidas.
Loja enfrenta una situación parecida. 27 vacantes no son cubiertas,
principalmente por la lejanía de los sitios de trabajo y los bajos
sueldos. Según Luis Torres, director provincial de Educación, faltan
profesionales en comunidades fronterizas de Macará, Zapotillo y Puyango.
En estas zonas, aclara, se cerraron escuelas ante la dificultad que
existe para llenar estos vacíos. "Nadie se arriesga ni quiere ir y, si lo
hacen, en menos de dos meses renuncian".
En Imbabura, las autoridades están preocupadas por el limitado número de
profesores en relación al creciente número de alumnos. El problema es
mayor en educación bilingüe donde el número de escolares creció de 8 700,
el año anterior, a 11 000, este año. Mientras que las partidas docentes
se mantiene en 417, desde 1999. Lo peor es que de los 417 maestros apenas
105 son bilingües (quichua-español).
En Tungurahua, en tres años no se han llenado 60 vacantes por la falta de
financiamiento.
Hasta ahora, el Ministerio no cuenta con cifras oficiales del número
exacto de partidas que faltan por llenar. Eso, pese a que ya existe una
base de datos del Censo del Magisterio. Las autoridades ofrecen entregar
estadísticas en un mes y medio.
En tanto, la Unión Nacional de Educadores (UNE) señala que en el país se
requieren 13 000 nuevos maestros. El número incluye a los docentes cuyos
sueldos son pagados por los padres de familia de las escuelas rurales y
urbanas.
1 500 nombramientos se necesitan en Guayas
En la provincia de Guayas, el listado de escuelas cerradas por falta de
maestros suman 230, según datos de la Unión Nacional de Educadores (UNE).
Pero la Dirección de Educación maneja otra cifra, 211 establecimientos.
Jorge Escala, dirigente de la UNE y miembro de la Comisión de Defensa
Profesional, insiste en que son 230 desde hace más de cuatro años y que
no han sido reabiertas por falta de partidas presupuestarias. Entre los
cantones afectados están: Palestina, Colimes, Santa Lucía y Milagro.
"Solo en Guayas, 1 500 partidas se precisan para resolver los problemas
de las escuelas cerradas y completar aquellas que son unidocentes y que
laboran con 70 y hasta 80 alumnos".
Según Inés Guayaquil, directora provincial de Educación encargada, solo
existen 70 escuelas cerradas, las restantes son centros, creados para
alfabetizar. "Nosotros necesitamos 200 partidas para cubrir la demanda".
El problema de fondo, coinciden Guayaquil y Escala, es que no hay
partidas. En Guayas, un director de Educación dura un promedio de seis y
ocho meses, lo que genera inestabilidad y falta de seguimiento de los
procesos.
Por ejemplo, durante la gestión de Tomás Mancheno, se abrieron solo
ocho escuelas y se tramitaron 255 renuncias en el nivel primario y 112
en el medio. (Texto tomado de El Comercio)
padres de familia. La mayoría de docentes se resiste a laborar en el
campo.
En el interior de un aula Blanca León, de 24 años, imparte sus clases.
Con un tono calmado se dirige hacia los 31 niños de la escuela unidocente
Francisco Cisneros, en la comunidad de Chacopamba, Sígsig, provincia del
Azuay.
Son las 09:32 del martes, cuando un fuerte viento abre la puerta. La
maestra apresurada se dirige a cerrarla, lo que provoca la distracción de
los pequeños. "A veces ya no puedo con tantas cosas que debo hacer al
mismo tiempo".
En un espacio reducido de seis metros por diez, León es la encargada de
guiar los pasos de 31 pequeños, distribuidos en cuatro grupos, que cursan
seis de los siete años de educación básica.
16 pupitres, 15 viejos carteles, dos pizarrones pintados en las paredes y
un estante de madera, que sirve para guardar los libros de los alumnos,
es todo lo que existe.
Las clases se imparten por grupos. Mientras los más pequeños, de segundo
y tercero, aprenden cómo hacer figuras en papel, los de cuarto y quinto
transcriben el fragmento de un libro. Pronto se dirige hacia los de sexto
y séptimo, con quienes trabajaba en el cuidado de útiles escolares.
Minutos después dirige su atención a los de segundo y tercero. Si bien
este trajín es antipedagógico y dificulta el aprendizaje de los niños,
León no tiene otra opción.
Pese a los pedidos en la Dirección de Educación para que asigne otra
maestra, esto se ha vuelto una especie de lotería. León es profesora del
centro desde enero de este año, cuando reabrió sus puertas tras
permanecer tres meses cerrada ante la falta de docentes.
Por esta situación, 15 de los 30 alumnos inscritos en el año anterior se
cambiaron a otros planteles ubicados en caseríos cercanos. Al resto no le
tocó otra opción que abandonar la escuela.
El caso de los hermanos Karina y Andrés López, de ocho y diez años,
devela esta realidad. Él dejó de ir a clases, mientras su hermana optó
por ir a la escuela de la comuna San Sebastián, en Zhotor, a 30 minutos
de Chacopamba.
León sabe que las condiciones pedagógicas no cambiarán. Por ello, baraja
dos alternativas para el futuro. La primera, pedir el cambio a una
escuela en una cabecera cantonal y, la segunda, instalar un pequeño
negocio de venta de libros. Hasta tanto -dice- tendrá que seguir haciendo
milagros para que los 31 niños aprendan.
Un sueldo básico de apenas 110 dólares mensuales es la principal causa
para que, cada vez, falten más maestros en las aulas. En el Austro, la
mayor parte de los planteles de los 56 cantones, distribuidos en Cañar,
Azuay, Loja, Zamora Chinchipe y Morona Santiago, tiene problemas.
En Azuay, con 4 300 partidas se cubre las 1 050 escuelas de la provincia.
Pero, la ausencia de profesores es más dramática en zonas rurales, donde
hay 50 plazas sin cubrir, aunque, las partidas presupuestarias están
listas. Esta cifra no toma en cuenta la falta de maestros en escuelas de
comunidades distantes, para donde ni siquiera existen partidas.
Según Jorge Astudillo, jefe de Ingresos y Cambios de la Dirección
Provincial de Educación, la demanda llega a 100 partidas.
Loja enfrenta una situación parecida. 27 vacantes no son cubiertas,
principalmente por la lejanía de los sitios de trabajo y los bajos
sueldos. Según Luis Torres, director provincial de Educación, faltan
profesionales en comunidades fronterizas de Macará, Zapotillo y Puyango.
En estas zonas, aclara, se cerraron escuelas ante la dificultad que
existe para llenar estos vacíos. "Nadie se arriesga ni quiere ir y, si lo
hacen, en menos de dos meses renuncian".
En Imbabura, las autoridades están preocupadas por el limitado número de
profesores en relación al creciente número de alumnos. El problema es
mayor en educación bilingüe donde el número de escolares creció de 8 700,
el año anterior, a 11 000, este año. Mientras que las partidas docentes
se mantiene en 417, desde 1999. Lo peor es que de los 417 maestros apenas
105 son bilingües (quichua-español).
En Tungurahua, en tres años no se han llenado 60 vacantes por la falta de
financiamiento.
Hasta ahora, el Ministerio no cuenta con cifras oficiales del número
exacto de partidas que faltan por llenar. Eso, pese a que ya existe una
base de datos del Censo del Magisterio. Las autoridades ofrecen entregar
estadísticas en un mes y medio.
En tanto, la Unión Nacional de Educadores (UNE) señala que en el país se
requieren 13 000 nuevos maestros. El número incluye a los docentes cuyos
sueldos son pagados por los padres de familia de las escuelas rurales y
urbanas.
1 500 nombramientos se necesitan en Guayas
En la provincia de Guayas, el listado de escuelas cerradas por falta de
maestros suman 230, según datos de la Unión Nacional de Educadores (UNE).
Pero la Dirección de Educación maneja otra cifra, 211 establecimientos.
Jorge Escala, dirigente de la UNE y miembro de la Comisión de Defensa
Profesional, insiste en que son 230 desde hace más de cuatro años y que
no han sido reabiertas por falta de partidas presupuestarias. Entre los
cantones afectados están: Palestina, Colimes, Santa Lucía y Milagro.
"Solo en Guayas, 1 500 partidas se precisan para resolver los problemas
de las escuelas cerradas y completar aquellas que son unidocentes y que
laboran con 70 y hasta 80 alumnos".
Según Inés Guayaquil, directora provincial de Educación encargada, solo
existen 70 escuelas cerradas, las restantes son centros, creados para
alfabetizar. "Nosotros necesitamos 200 partidas para cubrir la demanda".
El problema de fondo, coinciden Guayaquil y Escala, es que no hay
partidas. En Guayas, un director de Educación dura un promedio de seis y
ocho meses, lo que genera inestabilidad y falta de seguimiento de los
procesos.
Por ejemplo, durante la gestión de Tomás Mancheno, se abrieron solo
ocho escuelas y se tramitaron 255 renuncias en el nivel primario y 112
en el medio. (Texto tomado de El Comercio)
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