Cuenca. 20 jul 98. Ese camino polvoriento se adentra entre un
paisaje reseco, de solo pequeñas líneas verdes que se
alimentaron con las lluvias de los últimos meses, pero que ya
empezaron a padecer de sed. Uno o dos camiones circulan
lentamente, en un lapso de casi una hora, levantando una nube
gris que empaña más los pocos arbustos que sobreviven. Es
julio y el clima se vuelve más insoportable: polvo, viento y
un penetrante sol que no dejan respirar. No hay vecinos a
quienes preguntar, solo una casa de madera de puertas
cerradas. Más adelante tres mujeres y un niño esperan
vanamente un transporte que los lleve 20 kilómetros más allá
para el entierro de un pariente.

¿Qué tanto falta para Lucero? ¡Aquí es Lucero! responden las
tres vestidas de medio luto y asoleadas. Pero en el sitio solo
hay dos casas que se caen del peso del tiempo. Es casi donde
empieza el poblado.

Una pequeña y solitaria parroquia rural del municipio de
Calvas, al sur de la provincia de Loja.

En la calle principal tres tiendas, en las que nadie compra,
se mantienen abiertas por rutina. Y en la fonda de la esquina,
a pesar que es medio día la dueña no ha vendido ni un
almuerzo, aunque eso es de todos los días ella no se cansa de
abrir el local.

La iglesia de color celeste pálido es la edificación más alta
entre esas casas viejas de tejas rojizas, que se reparten en
hileras entre cuatro manzanas. En el pueblo hay un silencio de
años, de historias tristes pero que nadie olvida.

Luz Amada Salazar tiene su cabello negro con un rostro
envejecido por los años que pasó clavada en una máquina de
coser, con la que crió a sus siete hijos. Pero se siente más
vieja desde que cuatro de sus hijos -en diferentes tiempos- se
embarcaron en un bus de la Unión Cariamanga para iniciar un
viaje con rumbo a España.

Son tantas fechas, tantos hechos, tantos recuerdos que tiene
presentes, no solo porque los extraña sino porque entre ese
piso de tierra y paredes de adobe están sus nietos descalzos,
recordándole que sus padres están lejos...

Noemí fue la primera en irse hace tres años.

Luz Amada recuerda que "arrendó" ocho millones y medio a un
prestamista de Cariamanga para el pasaje y los papeles, y
después de un tiempo la siguió el marido, mientras Daniela y
Jhon quedaron al cuidado de la abuela. Un año después Freddy,
que era profesor de la escuela, también decidió ir a trabajar
a España y convenció a su mujer para que se vaya con él, los
hijos de estos se quedaron con la abuela materna.

Luz Amada creía que esa era la última salida de uno de sus
hijos, pero estaba equivocada. Se aferra a las fotografías,
que le llegan cada tiempo, como queriendo que sus deseos se
cumplan: tenerlos cerca.

Rocío, de 23 años, decidió seguir el camino de sus hermanos en
marzo del año pasado y Nelson, de 21, hizo lo mismo siete
meses después. Cada uno está con sus respectivas parejas.

Ellas trabajan como "cachifas", un término despectivo que
utilizan los españoles para tratar a las que hacen las tareas
domésticas, y ellos en obras de construcción, pero en los
últimos meses hay menos chance para los hombres, a pesar que
todos son bachilleres y tres de ellos profesores.

El último de los nietos de Luz Amada nació en Madrid, Cristian
un bebé de solo un año que ya da sus primeros pasos. Rocío su
madre decidió enviarlo al Ecuador cuando tenía dos meses, le
pagó a una amiga que venía al país a arreglar su residencia
para que lo trajera hasta Quito donde fue recogido por su
abuela. Trabajar y criar a un niño no es una buena fórmula,
más si viven en un cuartucho subarrendado donde sólo tienen
una cama y la ropa.

En esa estrecha calle sin nombre de Lucero, pero conocida como
"Las Acacias", al menos doce familias cuentan las mismas
historias, de jóvenes que se fueron, de viejos que cuidan
nietos y de humillaciones.

Antonio Narváez recuerda que fue a comienzos de 1990 cuando
llegaron las primeras noticias desde Cariamanga sobre dos o
tres personas que se fueron a España, hicieron mucho dinero y
regresaron para ayudar a sus familias. Entonces la gente
comenzó a "arrendar plata, embargaron sus casas y terrenos y
vendieron lo que tenían para irse".

Y Barrios de Cariamanga como El Parco, El Tablón, Usaime, San
Pedro y parroquias rurales como Lucero, Colaizaca, Utuana, San
Gullín, Tundurama, comenzaron a quedar en silencio. Pero
también parroquias cercanas del cantón Espíndola como La
Naranja, Las Limas, El Ingenio. Y también Catacocha.

No hay cifras exactas de la cantidad de personas que ha
emigrado pero si se pregunta en estos pueblos cada familia
tiene un hijo o un pariente lejos: España, Bélgica, Inglaterra
y últimamente en Israel.

Pero es que habían estado tantos años esperando que vuelvan
las lluvias, que sus esperanzas se secaron como las tierras.
Después que el suelo dejó de cosechar el maíz, el café y el
cacao, las minas de Nambija "eran padre y madre para los
hombres de la región", recuerda Rosa Torres, quien tiene a
tres de sus hijas en Madrid. Pero "eso también comenzó a
dañarse, los deslaves, las explosiones, los robos, hace como
siete años doce personas de Lucero murieron bajo esas minas...
y no quedó nada, solo miseria".

Y esa miseria se extiende siguiendo el camino hacia el sur.
Como a 15 kilómetros de Lucero, está la parroquia La Naranja.
Alguna propaganda de Jamil todavía cuelga de los postes junto
al parque principal construido a medias. Como la mayoría de
los pueblos de los alrededores no dispone de agua potable ni
alcantarillado, aunque sus calles están abiertas esperando una
tubería. Y lo más cercano que tienen de los servicios del
Estado es una cabina de Emetel, donde una señora trabaja por
120 mil sucres mensuales. Es un sitio más aburrido aún.

La mujer del Teniente Político solo tiene cuatro meses
viviendo aquí pero ya está desesperada, vino de Santo Domingo
de Los Colorados siguiendo a su marido para ocupar el cargo.
Cada tarde permanece en el portal de su casa esperando la
única distracción del día: la llegada de la Unión Cariamanga.

Son las 14h00 y Melke Villalta y José Cango, juegan naipes en
lo que hace muchos años era una próspera tienda de abarrotes.
Dos hijos de Melke están trabajando en plantaciones de flores
cerca a Quito, pero los de José prefirieron irse más lejos:
René de 19 años se fue hace dos meses a buscar trabajo a
España, Nixon está en Inglaterra desde hace dos años y Diego
regresó hace 15 días deportado de Bélgica después de haber
permanecido dos años, pero tampoco se quedó en La Naranja,
ahora está en Ambato.

Johnson murió en Madrid, el sepelio fue en Las Limas

Habían visto partir a tantos y no volver que ya no era
extraño. Pero que uno de los que se fue regrese en un ataúd sí
era raro. Eran las 15h00 del martes 14 cuando todas las
familias de Las Limas, cinco minutos antes de llegar a
Amaluza, cabecera cantonal de Espíndola, se reunieron en la
oficina de Emetel, pero no para recibir ninguna llamada
telefónica.

Es que en la casa de la familia de los Cruz-Jaramillo funciona
la pequeña central de la empresa estatal. Y ahí mismo se
realizaba la misa de cuerpo presente de Johnson que amaneció
muerto -no saben de qué- en el cuartucho donde vivía en
Madrid, el 6 de julio. Mientras el sacerdote hablaba de la
salvación de su alma, los más ancianos comentaban que su mujer
se quedó llorando al otro lado del mundo. Ella todavía es
ilegal y no pudo regresar al país con su marido, solo una de
sus hermanas llegó con el cadáver.

Desde que murió los papeleos, el viaje y otros trámites
retrasaron ocho días la venida al país. A más de los gastos.
Un amigo de la familia se atrevió a decir que habían gastado
casi 120 millones de sucres, que se juntaron finalmente con
los dólares que aportaron amigos y parientes que residen en
Estados Unidos, España, Bélgica e Inglaterra, ahorros y
préstamos. Los más conservadores, como su tía Rosa Lamar muy
temerosa habló de 30 millones, pero prefirió callar. Y en
silencio y conmovida recordó que su hija Rosa Aguirre también
está en Madrid desde hace año y medio. La ayuda que recibió la
familia para cubrir los gastos fue confirmada por la hermana,
que muy pocos reconocieron cuando llegó a Las Limas; vestía
ropa más cara, con gafas de turista y usaba algunas
expresiones un poco extrañas para estos sitios alejados, pero
a solo unos minutos de la frontera con Perú. La hija menor de
Johnson, de dos años, con un vestidito blanco de la Navidad
pasada que le había llegado del exterior, se paseaba entre la
gente sin saber lo que ocurría. Cuando su padre se fue a
España estaba recién nacida y ni siquiera lo conoció vivo, sus
otros dos hermanos apenas lo entendían. La cruz de madera
pintada en azul esperó más de dos horas para ser cargada hasta
el cementerio.

A España de "turistas"

Si se pregunta en la oficina de Cetur en la ciudad de Loja qué
sitios turísticos tiene Cariamanga o Espíndola, la respuesta
es ninguno. Los destinos van hacia los valles de Malacatos,
Vilcabamba, Podocarpus, pero no a lugares tan desérticos como
a estos dos cantones de la provincia de Loja.

Y si se consulta a los cariamanguenses de qué vive la
población, se dice del comercio, la escasa agricultura y en
los últimos años de los dólares que llegan del exterior. Solo
a través de la agencia Delgado Travel en Cariamanga se reciben
500 mil dólares mensuales, 300 mil de ellos provienen de
países europeos como España, Inglaterra y Bélgica. Pero muchas
familias aseguran que sus hijos no les mandan más de 100
dólares mensuales para ahorrar o para la mantención de los
hijos que dejaron.

Cariamanga, la cabecera cantonal del Municipio de Calvas (30
mil habitantes), en los últimos años a más del Banco Nacional
de Fomento, tiene una sucursal del Banco de Loja y del Azuay y
la cooperativa de ahorros Manuel Esteban Godoy. Además de tres
agencias de viajes que se suman a las 20 que funcionan en
Loja.

Y es en esta ciudad donde también operan los prestamistas o
chulqueros, que proporcionan los dineros para la salida de la
gente a intereses del seis y siete por ciento mensual.

Actualmente un viaje a España incluido el pasaje, pasaporte,
permisos y maleta viajera (entre 1.500 y 2.000 dólares que
deben llevar como supuestos turistas) puede costar hasta 12
millones de sucres.

El asunto es salir como turistas y quedarse a trabajar allá,
la mayoría se mantiene ilegal por tres o cuatro años hasta que
pueden tramitar su residencia, y es ahí cuando pueden regresar
al Ecuador para completar esa documentación. Y entonces volver
a España con los papeles totalmente legales. (Texto tomado de
El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Cuenca

Otras Noticias del día 20/Julio/1998

Revisar otros años 2014 - 2013 - 2012 - 2011 - 2010 - 2009 - 2008 - 2007 - 2006 - 2005 -2004 - 2003 - 2002 - 2001 - 2000 - 1999 - 1998 - 1997 - 1996 - 1995 - 1994 1993 - 1992 - 1991 - 1990
  Más en el