En su último libro, La loca de la casa, la novelista Rosa Montero tiene una frase que conmueve: "Solo trascendiendo la ceguera de lo individual podemos entrever la sustancia del mundo". Y la periodista Rosa Montero cree que el mundo de la comunicación es más democrático, más transparente, pero también revela una sociedad muy frívola.
Directa y radical, la española quiere ser ante todo una novelista, porque "lo imaginario aviva la imaginación, mientras que la realidad pura y dura, el ruido inmediato de la propia vida, es una pésima influencia literaria". La noche del jueves, frente a frente con el escritor ecuatoriano Javier Vásconez, no cedió nada: polemizaron a fondo sobre los autores españoles contemporáneos y los clásicos del siglo pasado.
A diferencia de sus exhibiciones públicas presentando sus libros, en esa cena demostró que la literatura invade su intimidad hasta la médula y que no concede nada, pero nada, sobre sus creencias literarias.
Por eso, para llevarla contra corriente, este diálogo se propuso explotar lo que para muchos mejor define a Rosa Montero: una periodista con todo el rigor del oficio y con el alma ambiciosa de no dejar rastro sin registrar en esta temporada de saturación informática.

En esta época, ser periodistas es una cosa rara, somos tan importantes y también somos odiados.
No creas, en las encuestas en España sobre la credibilidad de las diversas profesiones, los periodistas siguen estando, creo, inmerecidamente en uno de los mejores puestos; son mas creídos que los políticos.

Pero esa condición hace que algunos sean más protagonistas de la noticia.
Algunos se han convertido en personajes famosillos, diría yo, en una especie de personajes mediáticos como si fueran vedettes de la opinión. Eso forma parte de este fenómeno de multimedia que tenemos ahora. Los medios están lanzando a la fama a gente, además, absolutamente superficial y estrafalaria. O sea, en ese ruido mediático de lo absurdo, banal, frívolo y aparente se ha metido también algún tipo de periodista.

¿Los medios son reflejo de la sociedad?
Sí, pero me refiero a las sociedades democráticas. Tenemos los medios que nos merecemos. Gran parte de los medios de comunicación en España, por ejemplo, son frívolos, estúpidos, chillones, ruidosos. Será porque la sociedad está pasando por una etapa frívola, chillona, estúpida y ruidosa.

Pero España tiene una buena prensa escrita.
Claro, porque los medios de comunicación son muy complejos, como lo son las sociedades modernas. Por tanto, el espejo de esas sociedades también lo es. No hay que rasgarse las vestiduras, no me parece nada catastrófico. Hay que tener una sociedad menos estúpida y los medios de comunicación mejorarán a medida que eso mejore.

¿Cómo hacer una sociedad menos estúpida?
Con un buen sistema educativo, eso es fundamental. Luego, en efecto, con los medios de comunicación. Se contribuye mucho si se debate sobre los medios en toda la sociedad. En España, es un debate público la estupidez de la televisión, en el que ha intervenido hasta el presidente José María Aznar.

¿Y eso qué explica?
Hemos llegado a un punto donde esto se convierte en un asunto público y la sociedad se autocontrola.

Entonces, ¿qué es informar en esta época?
Informamos muchos y desinformamos muchos, hay mucha publicidad y ruido. Es lo mismo que antes, pero multiplicado por cero.

¿Hay que hacer sentir antes que informar?
El periodismo escrito es otro género literario y para hacer sentir hay que escribirlo bien, que sea auténtico. A sangre fría, el libro de Truman Capote, es un reportaje y hace sentir, te pone los pelos de punta y absolutamente todo lo que cuenta está investigado, no hay ningún solo dato que no sea verdad.

Pero hay el riesgo del sensacionalismo...
Hacer sentir no es sensacionalismo, es lo opuesto. El sensacionalismo es lo contrario del sentimiento. La sentimentalidad es la aberración del sentimiento, como el café descafeinado no es café.

¿Y dónde radica la credibilidad de la información con esa proliferación de fuentes y medios que posee el público?
No hay objetividad pura. Lo bueno de una sociedad democrática es que hay muchos empresarios y muchos intereses distintos, con lo cual las informaciones se cruzan. La desconfianza del público es sabiduría.

Vivimos una época de tanta información y muchos nos sentimos desinformados, por ejemplo, con lo ocurrido en Iraq.
Siempre hay una manipulación. Hay que recomendar a la gente que, de entrada, lea por lo menos dos periódicos diarios opuestos ideológicamente porque, si no, te enteras de poco.
De segunda, con las nuevas tecnologías es cada vez más imposible engañar globalmente. Y esta guerra de Iraq ha sido más transparente que la del Golfo. Afortunadamente, cada vez es más difícil manipular y censurar la noticia, porque hay demasiados agujeros y poderes distintos.

¿Por qué dejaría de ser periodista?
Llevo 32 años haciéndolo, pero lo dejaría hoy o mañana por puro aburrimiento. Si yo tuviera ahora mismo dinero suficiente como para saber que el resto de mi vida no voy a tener que depender del dinero, dejaría el periodismo y me dedicaría solamente a leer y a escribir mis cosas. Y tampoco quiero vivir de la narrativa, pues ella debe ser el ámbito de libertad mayor y que si necesitas hacer una novela para pagar la hipoteca, seguramente esa novela va a estar mediatizada por esa necesidad. Entonces no pienso dejar el periodismo.

¿Es como un oficio muy utilitario en su vida?
Para mí es un oficio muy bonito, es un trabajo, punto.

¿Cuál es el género más interesante de los que escribe?
La crónica. Eso de hacer cada vez al día algo sobre la marcha, la tienes que dictar por teléfono a toda velocidad y tiene que ser literariamente buena. Pero eso ya no quiero hacerlo porque es muy cansado y ya lo he hecho. Necesitas un pelotazo de adrenalina increíble para meter muchísima energía. Es lo más bonito, lo verdaderamente periodístico, donde está la entraña y la sustancia del género.

¿Significa que Rosa Montero se esta haciendo una vieja periodista?
Claro que soy una vieja periodista. Te estoy diciendo que llevo 30 y tantos años haciendo periodismo; estoy harta.

¿Y dónde queda la ambición del periodista?
Si no tienes una verdadera curiosidad y ese deseo de desentrañar un poquito la realidad, entonces uno no es periodista. Y la ambición es para hacerlo bien. Creo que a muchos periodistas les va mal porque no se atreven a tener ambición, se creen que el periodismo es una cosa de nada, lo ven como una chapuza. Y no, el periodismo puede ser buenísimo, puede ser un género literario maravilloso, fantástico, solo hay que tener ambición de hacerlo bien.
EXPLORED
en Autor: Orlando Pérez - [email protected] Ciudad QUITO

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