Quito. 04.06.95. Al centenario de la revolución liberal le está
pasando lo que al propio alfarismo: el poder lo quiere olvidar.
Volver a convertirlo en las cenizas de 1912. El centenario está
pasando desapercibido. Los liberales agotaron sus últimas
lágrimas hace rato y el gobierno -su comisión diplomática de
conmemoraciones- ha hecho mutis por el foro. Entre los pocos
actos, está el seminario convocado por el ILDIS, el diario El
Mercurio y varias universidades del Azuay, que se reunió bajo el
título "Vigencia del pensamiento de Alfaro". "Frente a la
revolución liberal -afirmó Cornelio Marchán en el mencionado
seminario- tenemos hoy la suficiente distancia histórica para
mirarla con objetividad y también tenemos la suficiente cercanía
histórica para mirarla con pasión... La modernización impulsada
por Alfaro no es la modernización impuesta por el
neoliberalismo."

Recogemos en estas páginas algunas de las expresiones vertidas en
el seminario reunido en Cuenca.

Revolución Liberal y Neoliberalismo

La revolución liberal, abrió un proceso que se ha desarrollado
hasta el presente; generó una profunda transformación de la
estructura jurídico-política del Ecuador, un haz de relaciones
sociales potenciales que se desplegarían a lo largo de todo el
siglo.

Esa vigencia y significación histórica de la revolución liberal
proviene de que la época histórica iniciada el 5 de junio de
1895, gestó una singular contradicción: estado burgués sin
sociedad burguesa. Un aparato estatal y un orden jurídico
avanzados respecto a la vida social y que le marcaba el camino y
el ritmo de su desarrollo. Dos ejemplos. Uno de los cambios
básicos fue la configuración de las esferas autónomas de lo
público y lo privado, mediante la ruptura del vínculo de la
Iglesia y el Estado, el laicismo y reformas tales como el
divorcio, el matrimonio civil, aprobados mucho antes que en
varios países europeos y casi todos de América Latina. Otro fue
el de la soberanía popular, las libertades ciudadanas, los
derechos del individuo. Ese nuevo orden jurídico demoró años y
décadas en devenir en vida social real sin que se haya
configurado a plenitud: la ciudadanía y la unidad del poder, por
ejemplo, frente a la existencia de los pueblos indios que
cuestionan ese tipo de soberanía.

La inserción del país en el mercado mundial provocó la
contradicción entre la dinámica capitalista general de la
economía y las formas y relaciones precapitalistas dominantes en
vastas zonas y regiones. Esa contradicción se materializó en
otra: aquella entre el sobredesarrollo del aparato estatal y la
continua crisis orgánica de dirección de la sociedad y el Estado
producto de una débil "sociedad civil". (...)

El desfase entre Estado y Sociedad, convirtió al aparato estatal
en sujeto activo de las reformas sociales que comenzaron como
reformas jurídicas: el Código del Trabajo, la reforma agraria,
las reformas financiera e industrial. (...)

Contrapartida de ese sobredesarrollo del aparato estatal fue la
permanente incapacidad de las fuerzas dominantes de la sociedad
para dirigir el aparato estatal y que se expresó en una endémica
crisis política. (...)

El momento culminante de la época abierta por el liberalismo fue
el período de las reformas estructurales de los 60 y 70 que
eliminaron los obstáculos precapitalistas al desarrollo
económico, concluyeron el desfase abierto por el liberalismo y
pusieron la sociedad a la altura del Estado.

Las transformaciones políticas de las décadas 60 y 70, amén de su
impresionante crecimiento, consolidaron la intervención del
aparato estatal como uno de los ejes de la dinámica económica del
país. Más aún, éste devino en el factor de creación de nuevas
relaciones sociales. Entre ellas, la reforma agraria, el fomento
industrial, la negociación de las condiciones de dependencia; el
impulso a los grupos sociales gestores del "desarrollo hacia
adentro", promoción de nuevos grupos empresariales, mayor peso
social y político del campesinado- y el relativo debilitamiento
de aquellos que fundaban su poder en las relaciones con el
mercado mundial.

Empero, la debilidad histórica de los sectores sociales
dominantes y de las instituciones culturales existentes, no han
permitido la consolidación de una robusta "sociedad civil" que se
haga cargo de la dirección de la sociedad y del poder. (...)

Está abierta una nueva época: la transferencia de la dinámica
histórica a la sociedad, la organización de la sociedad civil y
de la democracia.

El dilema que vivimos en la actualidad es quien comanda ese
proceso: la sociedad entendida como mercado y empresa privada o
la sociedad concebida como sujeto histórico, los viejos y nuevos
movimientos sociales o el gran capital, el neoliberalismo o un
nuevo proyecto popular.

¿Entierro de la revolución liberal o profundización de la misma?
¿5 de junio de 1895 o 28 de enero de 1912?

CHAPULOS E INDIOS CONCIERTOS

"Los insurrectos liberales, especialmente en el agro costeño
-región en la que desde 1825 surgieron montoneras que adquirieron
un progresivo carácter político- promovieron una base de apoyo
social que incluye a peones conciertos".

La afirmación corresponde a Patricio Icaza, analista político,
quien también participara en el seminario sobre Eloy Alfaro,
realizado en Cuenca.

"La más célebre de las montoneras alfaristas, fue la guerrilla de
los "Chapulos", formada el 14 de noviembre de 1884 por iniciativa
de los ricos terratenientes cacaoteros Eduardo Hidalgo Arbeláez y
María Gamarra de Hidalgo, quienes, después del primer combate por
la causa insurrecional, ofrecieron libertad a sus 77 peones,
todos deudores de, por lo menos, trescientos sucres", sostiene
Icaza.

En su intervención destaca el papel de los campesinos conciertos
"un permanente contigente" para las luchas que los liberales
habían resuelto librar simultáneamente en Manabí, Esmeraldas y
los Ríos.

"La consigna "Libertad o Muerte fue el detonante que movilizó a
los "Húsares de Chapulo" a tomarse varias jurisdicciones de la
provincia de los Ríos liderados por el coronel Nicolás Infante,
fusilado el 30 de diciembre tras un protervo consejo de Guerra",
afirma Icaza.

Esa misma lucha por la libertad explica -según este historiador
de los movimientos sociales- que el contingente de indígenas
serranos, igualente conciertos, se unieran a las tropas
alfaristas como informantes en la guerra civil en la que fueron
derrotadas las fuerzas conservadoras.

"Sin embargo, y a pesar de que a raíz de la Revolución Liberal,
los indios se atrevieron a reclamar sus derechos y a denunciar a
sus opresores y que Don Eloy reglamentó el concertaje para
"proteger a la raza india", el liberalismo no rescató la
tradición ni las formas culturales indígenas", asegura Icaza.

"En definitiva el Estado liberal, que no llegó a constituirse en
la representación del "interés general" de la sociedad, siguió
sustentado privilegios, y aunque amplió los derechos políticos de
la población mestiza, mantuvo la exclusión de los indígenas...".

"Pero la figura de Alfaro -dice el historiador- continuó siendo
un símbolo de esperanza y un referente de la lucha indígena. Los
danzantes de la fiesta de San José en Licto, cantaban en 1956 la
siguiente copla: "Llegando desde la selva nos diste la libertad/barbas de
chivo, padre Alfaro/ Cinta roja, carajo.../ Gritando en el viento/ se
levantó en Gatazo/ Bravo, barón, carajo..." (5B)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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