LA REPUBLICA FIRESTONE, por Alberto Acosta

Quito. 07. 08. 90. (Opinión). Con una masacre de centenares de
personas, muchas de ellas mujeres y niños con las cabezas
aplastadas o destrozadas a balazos, algunas aún con sus hijos
atados a la espalda, apilados en las ventanas de una iglesia
luterana, Liberia se convirtió en noticia de primera página y
concitó la atención internacional. Allí, en un conflicto poco
comprensible en estas latitudes, el presidente se encuentra
cercado por ejércitos rebeldes, en medio de una cruenta guerra
tribal.

Quizás nunca hubiéramos sabido cuál fue el descenlace si no
hubieran entrado los marines. La prensa, atosigada por otros
acontecimientos de mayor calibre y urgencia, se hubiera encargado
de ir diluyendo en páginas interiores esta tragedia. De este
país, con un nombre sugestivo, poco se conoce, a pesar de que su
existencia se originó en la parte norte de América.

En 1816, en los Estados Unidos se constituyó la Sociedad
Americana de Colonización, inspirada por una mezcla de motivos
altruistas y de reflexiones comerciales, que buscaba una salida
al problema de la esclavitud. Su objetivo era fundar una colonia
en Africa para esclavos libertos. El fin no era tan cristiano
como parece. Los grupos esclavistas deseaban que los libertos
emigraran y que no constituyan un mal ejemplo para sus hermanos
en cadenas.

Inicialmente se instalaron en Sierra Leona. Hasta que se
adquirió unas tierras un poco más al sur, en la costa de la
Pimienta. Se cuenta que el precio fue rápidamente acordado con
los reyezuelos de algunas tribus vecinas: "seis mosquetes, una
caja de cuentas de vidrio, dos barriles de tabaco, un casco de
pólvora, seis barras de hierro, seis piezas de tela azul, tres
pares de zapatos, una caja de jabón, un barril de ron, una docena
de cuchillos y tenedores, diez ollas de hierro y una docena de
cucharas".

La Sociedad creía firmemente que hacía un favor a los esclavos al
enviarles de regreso a su lugar de origen. Pero, a pesar de los
ofrecimientos de libertad, fueron pocos los emigrantes: unos 15
mil libertos arribaron a la nueva colonia. Hasta que los
terratenientes sureños suspendieron este mecanismo que, de todas
formas, amenazaba con disminuir su fuerza de trabajo.


En 1821, la Sociedad fundó Monrovia como capital, en honor del
presidente norteamericano Monroe. En 1834, la misma Sociedad
estableció Liberia y adoptó una constitución que le fuera
regalada por la Universidad de Harvard; pero recién luego de la
guerra de secesión logró su independencia definitiva de Estados
Unidos.

El naciente estado languidecía. Las potencias coloniales
vecinas, Francia y Gran Bretaña, se disputaban los territorios
fronterizos, mientras la población se debatía entre la miseria y
la contradicción. La lucha con los propios indígenas era vital,
los unos por expulsar a los intrusos, los otros por someterlos.
Llegando algunos negros libertos a rodearse de esclavos
aborígenes.

La vida cambió cuando el país se abrió al capital externo. Mejor
dicho, cuando el capital externo se interesó por el país. En los
años veinte, la Firestone, una de las grandes transnacionales del
neumático, arrendó una extensión de más de un millón de acres, a
6 centavos la Unidad y por 99 años, para producir caucho, con
semillas traídas del Brasil. Con lo cual llegó a controlar el 95
% de la producción liberiana. Recién entonces Liberia pudo
contratar un crédito en los Estados Unidos por 5 millones de
dólares, de los cuales sólo recibió la mitad, que le sirvió para
pagar los intereses y el sueldo de los asesores extranjeros.
(A-4).

EXPLORED
en Autor: Alberto Acosta - Ciudad Quito

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