Cuenca. 28 feb 2000. La última denuncia sobre los pollos
contaminados en Cuenca desempolvó una vieja verdad: el consumidor
está desprotegido. Hay normas que se deben vigilar.

Las carnes, enlatados, embutidos, pan, lácteos, jugos... pueden
lucir apetitosos sobre los escaparates, pero si están caducados
son un riesgo para la salud de los consumidores.

La realidad muestra que en el país no todos los alimentos son
aptos para ser ingeridos. No sorprende encontrar en los sitios
de expendio productos que superaron el tiempo de consumo, o cuya
fecha de expiración es cuestión de pocos días.

Además, la mayoría ignora hasta cuando es posible consumir un
producto porque este no tiene fecha de elaboración o vencimiento.
O, como sucede con los importados, están en otros idiomas:
inglés, alemán, francés... que dificultan su identificación.

En marzo del año pasado, Flor María Arias, esposa de un militar,
fue de compras a un supermercado cuencano. Compró dos paquetes
de carne de res. Una porción la preparó para la cena de su
familia y guardó el resto en el refrigerador. A los dos días,
cuando quiso utilizar la otra parte, encontró que se habían
formado extrañas escoriaciones.

Alarmada, sobre todo por la salud de sus dos hijos que ingirieron
el producto, llevó la carne hasta un laboratorio y posteriormente
a la Clínica Veterinaria Galarza para los análisis. En el
laboratorio se concluyó que el ganado estaba enfermo y los
veterinarios dijeron que la carne tenía quistes de cisticerco
bovis, es decir no era apta para el consumo.

Los afectados iniciaron un juicio en contra del supermercado pero
el Juzgado Cuarto de lo Penal, que tramita el proceso, aún no ha
emitido una sentencia.

A finales del año pasado, en el Hospital Regional Vicente Corral
Moscoso, 50 niños ingresaron por intoxicación causada por el
consumo de salchichas con papas fritas. Fue cuestión de tres
horas para que los estragos empezaran: vómito, dolores
estomacales y diarrea. Los embutidos estaban contaminados con
echerichia coli, un microbio que suele estar en las heces
fecales. Dos de los niños fallecieron.

La Dirección de Salud del Azuay, en 1999, registró 156 casos
comprobados de intoxicación alimentaria. Además, hubo 57 casos
bajo sospecha. En lo que va de este año suman dos. La Tribuna del
Consumidor del Azuay, que empezó a operar hace cuatro meses, ya
recibió cinco denuncias de este tipo; en la Clínica Santa Inés
se presentan 15 casos mensuales.

Los más comunes -según Horacio González, gastroenterólogo del
Hospital Regional- son los cuatro o cinco pacientes que a diario
ingresan por emergencia con intoxicación por consumo de mariscos,
seguidos por los de carnes, enlatados (atún y sardina) y lácteos,
principalmente leche y yogur.

Calambres abdominales, fiebre, vómito y diarrea son los síntomas
más frecuentes. González asegura que buena parte de las
infecciones no necesitan de mayor tratamiento, pero cuando son
graves, como la salmonelosis o tifoidea, se requiere de
hospitalización y un tratamiento de mínimo 15 días.

Jorge Villavicencio, gastroenterólogo del centro médico Cenirmed,
comenta que las intoxicaciones también pueden producirse por
manipulación de alimentos. Esta se da cuando el personal está
enfermo o por contaminación directa, debido a las excretas de
roedores que merodean en los mercados.

El problema también se presenta cuando los animales están
enfermos y, por ende, la carne, la leche y demás derivados están
infectados. A esto se suman las intoxicaciones químicas por
consumo de enlatados en malas condiciones, alimentos con exceso
de pesticidas, edulcorantes o saborizantes, y las bacterianas por
la ingestión de conservas, salchichas, pescado, frutas y
vegetales que contengan toxinas.

Los alimentos caducados, al liberarse los nitritos en los
envases, pueden producir alteraciones en el aparato digestivo,
o afecciones más serias en el sistema nervioso central:
estrabismo, temblores, pérdidas del conocimiento, convulsiones...
La mucosa de los labios se vuelve azulada, se agrandan los
glóbulos rojos, se presentan problemas circulatorios y
respiratorios, dolor abdominal y sabor metálico en la boca. Si
el consumidor ingirió confites en mal estado son comunes los
vómitos y la diarrea.

En el caso de alimentos caducados a base de harinas -como
galletas y pan-, se produce dolor abdominal intenso e, incluso,
anorexia. Un tratamiento por intoxicación con hospitalización
puede costar fácilmente más de un millón de sucres.

Villavicencio recuerda que en 1983 y bajo su dirección, un equipo
de médicos cuencanos analizó las bebidas (refrescos, colas,
leche, jugos) que se expendían en la provincia. La conclusión a
la que llegaron fue que ninguna se ajustaba a las normas
sanitarias. Hoy, no hay la certeza de que eso se haya revertido.

Y el descubrimiento más reciente: la carne de pollo que se vende
en los mercados de Cuenca no es apta para el consumo humano. Una
investigación del Departamento Municipal de Higiene detectó que
solo el siete por ciento de ese producto en expendio guarda las
condiciones básicas de higiene.

Un muestreo que se realizó en 220 puestos, ubicados en los
mercados y sus alrededores, vendedores ambulantes, tiendas,
supermercados y otros sitios similares, dejó al descubierto ese
problema.

La carne de pollo esta contaminada con echerichia coli. Pero lo
más preocupante es que dentro de la muestra se llegó a determinar
que, de cada 100 pollos, 71 están contaminados por más de mil
colonias de ese microbio, cifra que supera los niveles
permitidos. Las personas que consuman esta carne corren el riesgo
de sufrir una aceleración de los problemas gastrointestinales y
diarreas.

No hay un control riguroso

El gastroenterólogo Jorge Villavicencio dirige un grupo de
médicos y abogados cuencanos de la Tribuna del Consumidor, que
ha decidido crear una Escuela del Consumidor. Con esta iniciativa
se pretende enseñar los derechos que se tienen para entablar
demandas penales, en caso de perjuicios a la salud ocasionados
por la ingesta de alimentos caducados.

Esa entidad también propiciará la realización de análisis
químico-bacteriológicos de alimentos y publicará los resultados
para que al proveerse sepa que adquirir y qué desechar. Eso es
preciso porque el control, elaboración, distribución y venta debe
ser una responsabilidad compartida, dijo Villavicencio.

Para Horacio González, el control es una tarea de las direcciones
provinciales de Salud, que cuentan con departamentos para ello.
"Son los encargados directos de que los productos estén en buen
estado, tengan fecha de elaboración y caducidad", sostuvo.

Pero el control no se cumple. De ahí que González recomienda
adoptar precauciones. Si se sospecha que los alimentos están en
malas condiciones o pasaron de tiempo, es mejor no ingerirlos y
guardarlos como una prueba para iniciar una acción penal.

No existen reglas claras y las leyes se quedan en el papel. Algo
similar a lo que ocurre con el Código de la Salud, "cualquier
cosa se puede vender", añadió.

En el caso de las intoxicaciones alimentarias, considera que se
deberían facilitar procesos de notificación obligatoria a las
instituciones de salud, como el Instituto Izquieta Pérez, para
que puedan realizarse pruebas y determinar así el factor causal.
Además, debería legitimarse la investigación epidemiológica que
permita sustentar, si es el caso, acusaciones a los expendedores
y productores.

Los industriales tienen la obligación de colocar en los
etiquetados información útil para el consumidor. La norma INEN
333 establece como requisitos la fecha de elaboración y
caducidad. (Texto tomado de El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Cuenca

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