Quito. 25 may 2000. Carlos Menem y Fernando Henrique Cardoso,
crearon el debate sobre la moneda única en Mercosur.

Convertibilidad, dolarización, devaluación o moneda del Mercosur.
Esas eran las alternativas para la Argentina. Brasil propone otra
solución: que se adopte el real como moneda de la región. Fernando
Henrique Cardoso retoma, así, la iniciativa política para su país,
sólo deslucida en el pasado inmediato por el liderazgo del ex
presidente argentino Carlos Menem.

Brasil le está dando una vuelta más de tuerca a su viejo proyecto
de hegemonía política y económica en esta parte del continente,
ayudado tanto por la virtual tregua que los preparativos de las
próximas elecciones le imponen a Estados Unidos en algunos de sus
conflictos con esta región, como por la falta de un liderazgo
político claro en la Argentina, que ha sido el único país que,
históricamente, ha tratado de poner límites a las pretensiones
brasileñas.

En los últimos días se agregó un elemento nuevo a la discusión,
siempre latente, sobre el sistema monetario vigente en la
Argentina. Las opciones son seguir con la convertibilidad, que
fija una paridad uno a uno con el dólar, devaluar, apostar a la
completa dolarización, tal como lo propuso el ex presidente Carlos
Menem durante su segundo mandato, o ir en dirección de una moneda
común para el Mercosur.

Pero el presidente brasileño, Fernando Henrique Cardoso, ya le
había confiado a Menem cuál era, en realidad, la verdadera idea de
la dirigencia brasileña sobre tan delicado asunto: si había que
llegar a una moneda común, lo mejor sería que la Argentina y
seguramente todo el Mercosur adoptaran el ahora ajustado real.
Esta idea es la que vuelve a manifestarse actualmente con toda su
fuerza.

Si hay algo realmente coherente en Brasil, eso es, precisamente,
su política exterior. Mucho antes de que Mackensen o Haushoffer
instalaran la geopolítica como ciencia, Brasil la viene
practicando de manera eficiente, sin fisuras y sólo con algunos
remansos en la tarea. Que la Argentina adopte el real como su
moneda, ni siquiera se le pasa por la cabeza a la mayoría de los
economistas y políticos argentinos. Y, sin embargo, eso es lo que
Brasil espera que ocurra.

Fernando Henrique Cardoso, el líder progresista de los 60, es hoy,
como presidente, otro engranaje más en la máquina brasileña de
poder. Más allá de sus buenas intenciones y de la preocupación por
lo social que siempre lo caracterizó, es la cara visible tanto de
la represión de los campesinos del movimiento de los Sin Tierra
como de la persistencia de las inequidades económicas en la
vastedad de su país.

Pero también es el portavoz indiscutible de esta zona de América
Latina, el único que habla como de igual a igual con los
representantes de los Estados Unidos o Europa y quien, en
definitiva, con el apoyo de la "pequeña Bélgica" que gobierna
Brasil, marca el rumbo a la Argentina, Uruguay y Paraguay, aunque
los intereses brasileños se extienden mucho más allá de los países
del sur.

Por ejemplo, cuando el Mercosur amenaza con hundirse es Brasil, y
sólo Brasil, el único que tiene la capacidad de resucitarlo. En su
mano está, por otra parte, el mantenimiento de un constante flujo
de capitales hacia esta región, como lo demuestra el hecho de que
incluso durante la peor etapa de su crisis cambiaria mantuvo
bastante bien los parámetros en materia de inversión.

Brasil ha sido literalmente desconocido por décadas por los
argentinos. Simplemente, se lo consideraba como algo muy grande
que está allí enfrente, poblado mayormente por gente de color que
vive en condiciones miserables. Nunca, hasta la conformación del
Mercosur, hubo una relación económica que permitiera, como ahora,
ver hasta qué punto es imprescindible el mercado brasileño para
aumentar el perfil de las exportaciones argentinas.

Los sectores más nacionalistas de la Argentina describían siempre
a Brasil como un país peligroso, pero en el terreno militar. Nunca
se pensó en Brasil como una potencia económica con la cual alguna
vez habría que tratar. Esta nueva relación, de todos modos, ha
sido inocultablemente fructífera para la economía argentina, a
pesar de los cortocircuitos comerciales de los últimos dos años.

¿Será también fructífero para la Argentina que adopte el real como
su moneda? Este tema no forma parte, actualmente, de las
discusiones entre los economistas. Quizás, como ha ocurrido otras
veces, recién se instale en la opinión pública cuando el hecho
esté a punto de consumarse.

No hay, en el gobierno que encabeza Fernando de la Rúa, ningún
atisbo de contrapropuesta a la idea brasileña. Menem había
contestado con la dolarización. De la Rúa, simplemente, deja que
las cosas sigan su curso, como si con este recurso de taoísmo
radical las soluciones aparecieran por sí mismas.

De hecho, como lo señaló recientemente el economista Jeffrey
Sachs, la Argentina se encuentra prácticamente paralizada, sin
ninguna política concreta que la ponga de nuevo en el camino del
crecimiento. Para Sachs, que ve cómo los ingresos por
exportaciones de la Argentina se deterioran día a día por un peso
sobrevaluado, también Brasil es el único recurso para salir de la
convertibilidad. La solución, entonces, sería una moneda común
para ambos países. Brasil imagina que esa moneda común no puede
ser otra que el real.

Tanto Fernando de la Rúa como Fernando Henrique Cardoso recibieron
con sendos baldes de agua fría al flamante titular del Fondo
Monetario Internacional, el alemán Horst Köhler, quien,
decididamente, no tiene el perfil de su antecesor, Michel
Camdessus. Cardoso criticó la forma en que el FMI calcula la deuda
pública, la falta de controles en los flujos de capital y otras
políticas "asfixiantes".

De la Rúa le dijo a Köhler que ya no se le pueden pedir más
esfuerzos a la gente y que es necesario atender las demandas
sociales. De la Rúa se olvidó de algo fundamental: la Argentina
dispone de créditos automáticos por parte de organismos
internacionales para atender muchos de sus problemas sociales,
sólo que para acceder a ellos se le exige que el Estado también
disponga una parte de su presupuesto para esos fines.

Si el Estado no aporta nada en materia social, ni tampoco lo hace
para ayudar a la producción mediante políticas activas, y si
tampoco apela a una baja de impuestos para aliviar la situación de
la industria, el campo y los consumidores en general, es porque
persiste en el esquema que prescribe permanentemente el Fondo y
que ahora se critica: aumento de la presión impositiva para pagar
la deuda, atender a los jubilados y tapar los agujeros fiscales.
Son sus políticas deflacionarias las culpables de la actual
situación, como lo eran con Menem, y no lo que le pide el Fondo,
cuya medicina se aplica por igual en todo el mundo.

Para pedirle al Fondo que relaje sus pretensiones de ajuste
permanente habría que tener bien claro qué otra cosa se puede
hacer. Y proponerla. Hasta ahora, por más que De la Rúa se ponga
en línea con Cardoso para criticar al FMI, lo que se ha hecho en
la Argentina es cumplir a rajatabla con las políticas de ese
organismo internacional, de lo cual es una inestimable muestra la
reforma laboral aprobada recientemente, que irrita a los
trabajadores y que, como lo reconoce el propio gobierno, no
servirá para aumentar los puestos de trabajo.

El debate por el sistema monetario, entretanto, renació en los
últimos días luego de haber desaparecido de escena por un par de
meses. Carlos Rodríguez, polémico ex viceministro de Economía
durante la gestión de Carlos Menem, manifestó que no está de
acuerdo con los lineamientos actuales tendientes a lograr un
Maastricht del Mercosur, que terminaría con una moneda regional
centrada en el real brasileño. Cree que hay que negociar un
acuerdo monetario con los Estados Unidos que permita compartir el
señoreaje de la moneda y convierta a aquel país en el prestamista
de última instancia para la Argentina. Extrañamente, Rodríguez no
utiliza la palabra "dolarización", que es a lo que en realidad se
refiere, sino que la sustituye por el concepto de "profundizar la
convertibilidad". Más de lo mismo, en definitiva, pero ya con la
partida de defunción del peso. (Texto tomado de Tiempos del Mundo)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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