Quito. 28 feb 98. En los hospitales de Quito se registró gran
agitación desde la madrugada de ayer: apenas se difundió la
noticia del incendio en Esmeraldas, la Cruz Roja coordinó un
operativo de traslado de víctimas graves hacia la capital en
dos aviones de la Fuerza Aérea

07h40 de la mañana. En el Hospital Eugenio Espejo un gentío
bloquea los accesos que conducen a la sala de emergencias,
donde cinco camillas esperan por los heridos.

Los médicos, atropellándose unos a otros, van y vienen.
Algunos preguntan si está confirmada la llegada de otros
heridos más. Nadie tiene la respuesta, porque la orden es
aguardar.

07h50. Voceros del Hospital de la Policía confirman la muerte
de Hortensia Rivadeneira, víctima de quemaduras de tercer
grado. Ella tenía 29 años y era empleada de Petroecuador, en
Esmeraldas. Su cuerpo no resistió el fuego ni el viaje en
avión hacia Quito. El cadáver regresó a Esmeraldas para su
sepultura.

07h50. Jesús López, neurocirujano del Espejo, anuncia que
Leonardo Saltos, Adela Quiñónez y otras víctimas de la
explosión, deben ser intervenidos con urgencia. La angustia
invade la sala, donde se encuentran algunos familiares de los
quemados.

08h00. La emergencia obliga a los médicos a evacuar a varios
pacientes hacia otros hospitales como el Pablo Arturo Suárez y
el Enrique Garcés. Pero los pacientes se quejan por la
lentitud de la atención y exigen que se los atienda de
inmediato. Los médicos deciden atender únicamente los casos de
mayor complejidad.

08h10. En el Hospital Carlos Andrade Marín ingresan cinco
quemados, incluida una menor de año y ocho meses. La sala de
Terapia intensiva solo tiene capacidad para un herido más.

El director del Hospital, Hernán Chiriboga, anuncia que, si
llegan más víctimas, serán trasladadas a clínicas privadas.
Solo queda esperar...

08h15. Las puertas de la ambulancia están abiertas. Los
curiosos, arremolinados en la puerta del Eugenio Espejo, se
acercan y contemplan boquiabiertos. "¡Es el último herido, es
el último herido!", exclama el médico mientras se abre paso
entre la gente. El joven envuelto en sábanas ingresa a
emergencias en cuestión de segundos. Nadie se mueve.

08h30 En el Hospital Militar está cerrado el acceso del
público civil a Emergencias. Ahí son atendidos cinco
pacientes, cuatro mujeres y un varón.
El director, Edgar Caicedo, advierte que su hospital solo
tiene siete camas para quemados. Si llegan dos más, serán
trasladados a otra casa de salud. Caicedo también espera que
no aumenten los heridos y empieza a coordinar acciones con los
demás hospitales.

17h00. De los 29 heridos, al menos quince siguen con
pronóstico reservado, según los hospitales.

EL FUEGO SORPRENDIO A NARCISA

A Narcisa González, de 23 años, el fuego le impidió salvar la
vida de un niño de tres años, al que cuidó durante siete
meses, en Esmeraldas.

Un poco antes de que ocurriera la explosión, la joven, que
trabajaba como empleada doméstica, en una casa ubicada en la
urbanización de Petroecuador, prendió el televisor para mirar
una película.

Anteayer, como de costumbre, Narciza quedó al cuidado del
menor, que dormía en el tercer piso de la vivienda, donde se
encontraban las habitaciones. Aproximadamente, eran las 23h00,
cuando un grito acabó con su tranquilidad. Era su vecina que
corría envuelta en llamas y pidiendo socorro.

Narcisa,desesperada, subió con la intención de salvar al
menor, pero no lo consiguió: en el segundo piso, las llamas se
apoderaron de su propio cuerpo.

Solo recuerda que alguien la ayudó a salir y la cubrió con una
manta. Cuando pidió que ayudaran al niño, "alguien" le dijo
que él estaba bien, que no se preocupara. Su cuñada, Nelly
Santos, fue la primera que escuchó la noticia sobre el
accidente en la radio y acudió enseguida a la ciudadela para
saber si la explosión también afectó a la residencia donde
Narciza trabajaba. Cuando llegó, solo vio fuego y casas
destruidas.

"Era como una pesadilla, mi cuñada tenía quemado todo el
cuerpo". Ayer, Narciza ingresó al hospital Eugenio Espejo,
donde recibe cuidados intensivos, pues presenta quemaduras de
segundo grado.

LEONARDO LLEGO A QUITO POR TIERRA

El fuego sorprendió a Leonardo Saltos, de 19 años, cuando
hacía guardia en una gasolinera cercana al lugar de la
explosión. No pudo escapar, porque las llamas no dejaron ni un
resquicio por donde lograra salir. Al llegar al Hospital
Eugenio Espejo, presentaba quemaduras de tercer grado. Hasta
ayer, su estado era crítico.

Leonardo, estudiante del sexto curso, fue uno de los primeros
que llegó a este centro de salud. A diferencia de otros
heridos, que llegaron en un avión, Leonardo fue trasladado
desde Esmeraldas en la ambulancia de una clínica particular,
donde trabaja un amigo, cuenta su madre, María Zambrano.

Ella explica que el miércoles, un día antes de la explosión,
pensaba viajar a Manabí para visitar a sus padres, pero los
daños de la carretera le impidieron emprender el trayecto.
"Dios es grande, porque no me dejó que me fuera. Se imagina
qué le hubiera pasado si yo no estaba aquí". Cuenta que un
amigo de su hijo le llevó la noticia sobre el estado de
Leonardo. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y estuvo a punto
de desmayarse. En la sala de emergencias del Hospital, María
se consuela y dice que "pudo haber sido peor". "Después de la
explosión muchos vecinos no encontraban a sus familiares, mi
hijo al menos apareció".

GOBIERNO OFRECE INDEMNIZAR

El presidente de la República, Fabián Alarcón, lamentó las
pérdidas económicas y humanas que se han registrado hasta el
momento, en especial por la muerte de una persona, las decenas
de heridos y las familias que perdieron sus pertenencias y que
tuvieron que ser evacuadas hacia diferentes locales.

El mandatario garantizó que realizará todas las acciones
necesarias para que los heridos reciban atención médica en los
diferentes hospitales del país y no descartó la posibilidad de
que sean trasladados hacia el exterior e hizo un llamado a la
unidad de los ecuatorianos, a fin de enfrentar este tipo de
situaciones.

Durante las primeras horas de ayer, el presidente Alarcón
visitó los lugares afectados por el incendio provocado por el
derrame de crudo, y encargó a los ministros de Energía, Alvaro
Bermeo y de Salud, Asdrúbal de la Torre, para que se encarguen
de prestar la ayuda pertinente a la población esmeraldeña.

Alarcón descartó cualquier posibilidad de que se haya
registrado algún sabotaje e indicó que el accidente ocurrido
en Esmeraldas se deriva del fenómeno de El Niño.

NOCHE DE ESPANTO

Por Juan Montaño

La espantadera comenzó a las diez de la noche. Las radios
interrumpieron la emoción arrecha de los timbales salseros y
mandaron la última: los quintos infierno bajaban por el río
Teaone rumbo a Esmeraldas. La quemazón fue instantánea, y como
en todas las tierras del olvido, el proletariado isleño la
tuvo imposible. Luego nos enteramos: la loma de Winchile había
deslomado el oleoducto y poliducto. El fuego se vino sobre el
villorio petrolero y se fue con esa fuerza más sobre la
orillas e islas.

Las calles del pánico tenía sonidos de desesperación y los que
jamás se acuerdan de el Señor, le pidieron que armara una
brigada de contra incendios. El vecindario salió a las veredas
y cada uno puso de lo suyo para matar el susto al culpar a
medio mundo de los cuatro dedos de espanto. Las risas
escaseaban y las bromas eran un mal conjuro. A más de un
chistoso le recordaron a algún ser querido.

El río Esmeraldas, diría más tarde Eduardo Valderrama,
aminorada la taquicardia, "parecía una procesión de rivieles
desconsolados". Los bongo mochos no llevaban linternas, sino
hogueras de combustibles. El susto sacó a muchos a correr sin
rumbo. La única vía de posible escape estaba colmada de
vehículos chocantes.

Las radios completaban lo que la imaginación no percibía, y no
faltó el exagerado, pero al olor del petróleo y con la candela
de paseo por los polvorines se disparan las alarmas de la
prudencia. Esmeraldas vivía su noche de espanto.

Los políticos llegaron a los micrófonos y cada palabra tenía
el aroma malvado de la campaña electoral. En la mañana se
peleaban los méritos. La tragedia tenía otra cara: quemados,
desaparecidos, contusos y los que se empobrecieron en
segundos. Los héroes eran otros y esos no llegaron a los
micrófonos, por esta vez volvieron a ganar.

Dios es niche y vive en el solar de los angustiados, en el
barrio El Arenal. El fuego le hizo quimbas a ciertos sitios de
alto riesgo, y luego una marea inoportuna lo desvío mar
adentro. Es que en Esmeraldas ya no tenemos de qué
asombrarnos.

En la ciudad no había agua potable, el Cuerpo de Bomberos es
una legión de héroes que se las juegan a trompadas con la
candela, no tiene hospital (mojón de perro el o la que diga
que la casa de Ushers es tal), el Municipio no ha funcionado
por largos años, en las calles parecen las ruinas de una
guerra despiadada, las vías se están derrumbando y la misma
ciudad es un derrumbre sin terremoto. Y ahí le vamos dando, la
plaga o la catástrofe que nos ha de liquidar parece que no ha
sido aún fabricada.

El vecindario esmeraldeño mal durmió y hasta la última
duermevela esperaba el estallido de la Refinería. Luego los
lamentos etéreos y las propuestas de organizarse para no hacer
nada, porque la campaña electoral pone sospechas en los
discursos, y nadie quiere hacerle tribuna a nadie.

El incendio de los hidrocarburos los convocará de nuevo y
luego se desconvocarán hasta la siguiente tragedia. La
seriedad les dura menos que la emoción y luego culparán a la
suerte y al que más pueden, para nunca asumir
responsabilidades. Los políticos y el resto de la gente, al
fin y al cabo a esos los elegimos nosotros.

Pero yo creo en mi gente. Ese optimismo golpeado no desmaya. A
lo mejor un día de estos arman un Chiapas marimbero y se dejan
de pendejar con juntillas cívicas o con "frentes" de espaldas
a la realidad. Lo bueno en todo lo malo es que esta vez nos
chamuscamos las barbas y es tiempo de remojarlas. Se han
cumplido los plazos y se agotaron los discursos tiznados de
mentiras. Es probable que esta noche blanca del jueves nos
haga cambiar, y veamos que si por acá llueve mierda o fuego,
los únicos que los soportaremos seremos los habitantes de esta
ciudad y de esta provincia, el resto es cuento. Solo
preguntémonos: "y Dios se cansa de nuestra pasividad?


HUYEN DEL INFIERNO

A las 10h50 minutos se escuchó la primera explosión, en una
despensa que vendía gas (frente a las villas Petroindustrial),
en donde habitan la mayoría de las víctimas.

Mientra, un incendio avanzaba a lo largo de la línea del
oleoducto. El derrame de petróleo, que se había iniciado a las
21h00 del jueves, se había extendido en un área de tres
kilómetros.

El fuego alcanzó a los vecinos de las villas de
Petroindustrial porque sus casas están ubicadas, precisamente,
junto a una cuneta que anegaba el combustible en llamas. Luego
de escuchar las explosiones, la gente intentó escapar, pero
cuando abrieron la puerta, el fuego los abrasó. La mayoría
sufrió quemaduras de segundo y tercer grado, que cubren hasta
el 70 de sus cuerpos. Cuatro niños se encuentran en el
hospital Baca Ortíz, con pronóstico reservado.

Los vecinos de las riberas bajas del Teaone, que habitan los
barrios La Propicia 1,2,3, y de las Islas Luis Vargas Torres,
Santa Cruz, Prado y del centro de la ciudad, a la altura del
Malecón, en los barrios Santa Martha 1, Isla Piedad, Puerto
Limón, El Palmar, San Martín de Porras, lograron salvar la
vida porque tomaron a sus hijos, y huyeron rumbo a las
colinas, en medio de una gran confusión y pánico.

Algunos buscaron protección en el río. En el barrio Santa
Cruz, una mujer soltó a su hija de seis meses, Jenny Bautista
Angulo, luego de nadar por el río Teaone, incansablemente. Un
grupo de seis niños desapareció porque sus padres los
embarcaron en una balsa que se hundió. Una madre entregó a una
niña de meses a las personas que iban en el balde de una
camioneta que se detuvo y arrancó sin ella.

Hoy, las casuchas de caña de estos barrios están chamuscadas y
las víctimas asiladas en varios albergues, sin rumbo y
desconsoladas.


ERA YA VIERNES.. Y TODO ARDI

Frente al Puerto pesquero artesanal, el fuego del Teaone se
sumó al caudal de la ribera del Esmeraldas. Eran las 00h15. A
su paso, la franja de petróleo en llamas, consumía lo que
encontraba a su paso.

El resto de la ciudad pensaba que se quemaba la Refinería,
temían que el fugo incendie los buques cargados de
combustible. Pero, nadie miraba hacia el río. Todos
intentaban escapar.

La gente corría por las calles principales, por la Sucre y la
Bolívar, hacia las lomas Esmeraldas Libre, el Panecillo. El
tráfico era un caos.
El fuego persistió hasta las 02h00 del viernes. Pero, cuando
amaneció aún se percibían fumarolas.

Después de las 02h00 se precipitó una lluvia que cubrió las
calles, los techos, las piscinas y los charcos de hollín.
(DIARIO HOY) (P. 2 y 3-A)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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