Quito. 19 dic 97. El Movimiento iniciado en 1990 no está
dispuesto a que la plurinacionalidad sea un membrete en la
nueva Constitución

El viernes 17 de octubre, día de la clausura de la Asamblea
Nacional Constituyente -o popular, o alterna-, mientras se
leían los informes de cada una de sus cinco comisiones, se
escuchó un estruendoso aplauso: quedaba claro, según la
relatoría de la Comisión de Estructuración del Estado, que el
Ecuador debía ser un estado plurinacional unitario.

Días antes, al interior de la misma comisión, Nina Pacari
había rechazado la tesis del sociólogo Jorge León, asesor del
presidente de la CONAIE Antonio Vargas, de crear un estado
confederado, aunque se mantiene vigente la posibilidad de
regionalizar al país en tres grandes franjas horizontales que
vayan desde la Amazonia hacia la Costa.

Desde su primer levantamiento en 1990, los indígenas
ecuatorianos despertaron todo tipo de desconfianzas,
básicamente por su exigencia de reconocimiento a la
plurinacionalidad, que implica se les otorgue formas de
autonomía en sus territorios.

Para León la ironía es que "yo sí creo que los pueblos
indígenas deberían tener derecho a la soberanía, pero ocurre
que la mayoría de indígenas no quiere eso". Pacari explica:
"Acá se expuso el mapa de asentamientos indígenas y quedó
claro que el manejo de autonomía comunal es muy viable, porque
se contaría con autoridades y normas para fomentar un modelo
de desarrollo desde abajo, pero sin dicotomía con el Estado".

¿Mi lindo Ecuador?

El propio León explica que hay un doble juego en la
sensibilidad indígena. La lógica primera es de afirmación de
la diferencia y luego de la igualdad, y cita el manido ejemplo
de la participación shuara en el último conflicto militar con
el Perú como una forma hiperactiva de afirmarse.

Y es que la unidad monolítica es algo que no existe tampoco
dentro del propio movimiento, donde a grosso modo se pueden
identificar tres grandes facciones: la moderada, más
identificada con Pachakutik, con Miguel Lluco, Luis Macas y la
propia Pacari a la cabeza. La segunda, más radical, con la
CONAIE al frente. Y la tercera, la más extremista pero
asimismo más clientelar y -según algunos- más corrupta, en la
que se inscriben ciertos grupos amazónicos.

¿Hasta dónde quieren llegar en sus demandas territoriales y,
por ende, en su relación con el Estado? Desde todos los
sectores se afirma que el separatismo es algo no contemplado,
pero esto no implica que se caiga cuando menos en
contradicciones, como la declaración de Vargas de no reconocer
a la Asamblea Nacional de diciembre, al mismo tiempo que su
Confederación es una de las que apoya candidaturas de
Pachakutik en varias provincias. A raíz de ello, Alberto
Acosta habría puesto en disponibilidad su candidatura por
Pichincha, ante lo cual Vargas bajó el tono.

LA REPRESENTATIVIDAD

"Hay algunos compañeros que todavía tienen desconfianza en el
sistema democrático formal", explica Acosta; más todavía si la
percepción de los movimientos sociales es que la Asamblea, por
la que vienen luchando desde hace años, fue cooptada por los
enemigos originales de la misma, Jaime Nebot y Osvaldo Hurtado
a la cabeza.

En realidad, el tema se bifurca en dos direcciones: por una
parte, a largo plazo, y coherentemente con la
plurinacionalidad, la creación de órganos de poder
intermedios, como entes municipales más pequeños y semi
autónomos, que faciliten el control de la corrupción y la
capacidad de gestión, por una parte, y el desarrollo de las
propias comunidades, sobre todo las más desatendidas por el
poder central. "El centralismo también se traduce en que el
ciudadano común piensa que la menor decisión la tiene que
tomar el Presidente. Es un absurdo. El poder local tiene que
volverse interesante e incluyente", dice Jorge León.

En el plano más inmediato, el impasse que enfrentan los indios
y los otros movimientos sociales, es la viabilidad de que las
propuestas que se han empezado a perfilar en esta primera
instancia de la Asamblea paralela, ya que por ahora está en la
fase de la discusión en provincias, cuyos resultados se darán
a conocer a finales de noviembre.

¿Consenso o confrontación?

Concientes de que la fuerza electoral de algunos de los grupos
que pueden recoger sus tesis -Pachakutik, Socialismo, ciertas
alianzas independientes, etc.- será bastante minoritaria
respecto a la maquinaria pesada del PSC, por ejemplo, los
representantes de los movimientos sociales se han cansado de
repetir hasta la saciedad que, aunque sus acuerdos no tienen
legalidad, tienen toda la legitimidad del mundo, y que sería
triste que los asambleístas de diciembre hicieran oídos sordos
a lo que un gran sector de la población -los dominados, como
los llama genéricamente Acosta- piensan sobre lo que debe ser
Ecuador. La otra posibilidad es plantear un nuevo plebiscito,
que enfrentaría a la población a decidir entre dos
constituciones: la "popular" de noviembre o la "nacional" de
diciembre-febrero.

El peligro es que de ser desatendidas sus demandas, los
sectores más radicales tomen la batuta del movimiento.
Entonces, cualquier tipo de ruptura que se produzca, será
corresponsabilidad de todos.

¿Una asamblea serrana?Según los números de la Comisión de
Acreditaciones de la Asamblea Nacional Constituyente, mientras
los representantes de la Sierra prácticamente triplicaron
tanto a los costeños como a los amazonios. De Guayas, por
ejemplo, sólo estuvieron tres asambleístas, mientras que de
Pichincha acudieron 133.

Los organizadores argumentan que la Asamblea convocó a todo
aquel que quisiera participar. Quizás el alto perfil indígena
y por la identificación casi mayoritariamente de grupos de
izquierda de la reunión puede explicar tamaña diferencia. Sin
embargo, curio- samente, la demanda principal de la misma, la
plurinacionalidad tiene muchos puntos de contacto con una
vieja aspiración signada en el slogan "Por Guayaquil
Independiente".

No en balde, líderes de la derecha porteña como Jaime Nebot o
Ricardo Noboa han aceptado no solamente discutir la
posibilidad de las autonomías seccionales. Después de todo, un
verdadero rasgo de la posmodernidad es que, más allá de las
diferencias ideológicas, los acuerdos se logren en base a
intereses comunes.

LOS NUEVOS DIRIGENTES INDIOS

Sucederán a Luis Macas y Nina Pacari. Todos comparten un
origen común, las campañas de alfabetización durante la
presidencia de Jaime Roldós Aguilera

ZOILA CASTILLO,

mujeres de Pastaza

Es de muy adentro del Pastaza, de la comunidad Teresa Mama.
Encabezó a 250 mujeres en la marcha hacia Quito, que desembocó
en la asamblea paralela. "Soy muy feliz allá adentro", dice,
mientras su rostro pintado con figuras rituales se ensombrece:
su hogar se destruyó por su dedicación a la dirigencia ya que
su marido terminó por aceptar los ofrecimientos de las
transnacionales petroleras. "Fue botando y pegando, se llevó
mis guaguas y ahora los fui a rescatar porque casi se mueren".
Ella caminó con sus hijos enfermos más de 300 kilómetros hasta
llegar a Quito. "Queremos defender nuestra cultura. Estamos
pidiendo que sea plurinacional y plurilingüe. No queremos
petroleros en provincia de Pastaza".

Ella ama el sitio donde vive: "No necesitamos ninguna
maravilla, ni carros ni nada, solo naturaleza, todos somos
sanos no tenemos cáncer y esas enfermedades". Su abuela nunca
ha salido a la "civilización", "tiene 100 años y es más joven
que yo".

Ella es una dirigente india de otro tipo: salida del fondo de
la selva, de los animales del monte y la chacra. Su trabajo
tiene influencia sobre 38 comunidades río adentro, en la zona
del Pastaza. Geográficamente vive más cerca del límite con el
Perú que de los centros poblados del Ecuador, hasta donde debe
navegar cinco días para participar en la organización.
Humanamente, es de la selva.

RICARDO ULCUANGO,

ECUARUNARI

Casado, 31 años, con dos hijos. Participa en la organización
desde la niñez. Trabaja en la agricultura, en un pequeño lote
que posee dentro de la comunidad Cochapamba, de Cayambe,
herencia de sus padres. Siembra cebolla, el principal
producto, además de papas, habas, mellocos. También es
periodista, en la emisora Intipacha, en FM.

Siempre ha sido presidente de algo, desde la escuela. A partir
de los 15 años de edad fue dirigente de la comunidad, de una
cooperativa de ahorro y crédito y organizaciones de segundo y
tercer grado.Y ahora es presidente de todos los quichuas del
Ecuador: unos dos millones de personas.

"Nuestros padres han trabajado en las haciendas, han vivido
explotados, han sido la fuerza de trabajo, pero poco a poco la
organización se ha cristalizado, tanto que en Cayambe no
tenemos haciendas y las pocas que han quedado están en manos
de compañeros indígenas", dice.

Ulcuango organizó la toma de carreteras durante la caída de
Bucaram y la toma de la catedral de Quito. "Nuestros
planteamientos son la territorialidad, la autonomía, el
reconocimiento de las nacionalidades que existen en el país".

Él sostiene que la plurinacionalidad es para toda la sociedad
ecuatoriana, no solo para los pueblos indígenas. Quieren el
reconocimiento jurídico de su cultura, medicina, y
legislación. "Que nos devuelvan nuestros sitios arqueológicos,
nos pertenecen por derecho. Queremos nuestras autoridades en
nuestros territorios".

ANTONIO VARGAS,

Presidente de la CONAIE

Nació en la provincia de Pastaza, en la comuna de San Jacinto,
cantón Puyo. Estudió en esa provincia en un colegio técnico,
donde fue presidente del Consejo Estudiantil. Trabajó junto a
su comunidad en la Organización de Pueblos Indios de Pastaza,
OPIP, donde fue tesorero, secretario de Salud y dos veces su
presidente. Como tal dirigió la marcha de la OPIP en 1992,
donde consiguieron un millón 115 mil hectáreas de territorio
amazonio. Antes, trabajó en la alfabetización quichua en la
campaña de Jaime Roldós y su vinculación a la educación
bilingüe ha sido permanente. Llegó a ser su director
provincial, cargo al que renunció para ser presidente de la
CONAIE.

Ascendió al puesto máximo de la dirigencia india durante el
gobierno de Bucaram, y se lo acusó de ser "candidato del
gobierno". Para dar acceso a todos los sectores, convocó a
otra asamblea donde se lo ratificó como presidente, al igual
que en la Cumbre de las Nacionalidades Indígenas, en julio de
este año.

Sus seis meses como directivo los ha invertido en reunificar a
las nacionalidades indígenas, especialmente sanar la división
que, durante (o gracias a) el gobierno de Bucaram se dio entre
los indios de la Amazonia y los de la Sierra.

Es casado, tiene cinco hijos, y ha sido maestro y agricultor y
le encanta la dirigencia. "De aquí a cinco o 10 años queremos
que se reconozcan las 11 nacionalidades", pero él quiere
reunificar a la nacionalidad quichua, "la que tiene muchas
divisiones". Insiste en la autonomía en educación, salud y
jurídica.

Él cree que los indígenas estuvieron demasiado influenciados
por la política, pero que sobre ello está la identidad
política y cultural.

JOSÉ PEDRO DE LA CRUZ,

Obreros campesinos

A este indígena de Imbabura le encanta bailar las noches de
San Juan. Baila para sacarse el sucio y llenarse de energías.
Y para liberarse de la nostalgia y las estrecheces que le
causan dos años de dirigencia lejos de su comunidad y 900 mil
sucres de "bonificación" al mes.

Él es ahora presidente de la FENOCIN (Federación Nacional
Obrero Campesina e Indígena). Su comunidad es Turuco, de
Cotacachi, Imbabura. Tiene tres hijas, y él es hijo de madre
soltera. Lo dice sin vergüenza, y así mismo relata que fue
peón agrícola en Santo Domingo de los Colorados, durante un
año, cuando cosechó palma africana en una plantación,
desmontando potreros en la hacienda de los Granda Centeno.
También cosechó maíz y cavó papas en haciendas de la Sierra.

Por ser uno de los pocos que terminó sexto grado, fue escogido
para alfabetizar. Participó en la campaña de alfabetización
del gobierno de Jaime Roldós, donde llegó a ser promotor.

Desde niño se vinculó a la organización indígena gracias a la
comunidad. Fue músico y capitán de Turuco cuando de tomarse la
plaza de Cotacachi se trataba: algo muy suyo porque "con toda
la discriminación y explotación uno va guardando las energías
para ese día".

Pedro de la Cruz dirige a 150 mil familias campesinas,
indígenas , mestizas y negras, agrupadas en todo el país en
700 comunas, cooperativas y asociaciones de las más diversas
especies.

Él cree que hay que ir más allá de la protesta, hacia la
propuesta. La suya es ir hacia la educación, las actividades
productivas para lograr la "soberanía alimentaria y garantizar
la alimentación para el pueblo ecuatoriano". El proceso en el
que trabajan ahora es la formación de microempresas, con
autofinanciamiento y autodeterminación.

Dentro de este proceso se enmarca la plurinacionalidad, "donde
debemos reformar todas las leyes y reconstituir el país, para
vivir en armonía todos los ecuatorianos".

CÉSAR CERDA,

presidente de la OPIP

Descendiente de los quichuas del Napo, es un educador bilingüe
e investigador que inició su trabajo en la comunidad de
Arajuno, en Pastaza. También ha trabajado en la producción de
materiales interculturales, y fue dirigente de educación de la
CONAIE.

Es un técnico pedagógico, y egresado de la Escuela de
Educación y Cultura Andina de la Universidad de Bolívar.

Se conoce al dedillo la historia y tradición oral de los
indios amazónicos ecuatorianos, de los cuales tiene material
suficiente para publicar varios libros.

Cree que el verdadero aporte de los indios amazónicos es la
incorporación del concepto de autonomía territorial a la lucha
de las nacionalidades.

La OPIP fue la única organización que caminó desde el Puyo
hasta Quito, para la asamblea paralela, reedición de la marcha
de 1992.

"Estamos exigiendo que se reconozca nuestro territorio como
patrimonio de la biodiversidad y cultura de los pueblos
quichua, shiwiar, záparo y achuar del Pastaza"

JOSÉ MARIA CABASCANGO, COORDINADOR DE PachaKutik

Es considerado, por varias fuentes, el verdadero sucesor de
Luis Macas, y la materia gris de la organización indígena
ecuatoriana. De un carácter afable, es dado a la broma
oportuna y buenamente maliciosa. Este indio del pueblo
Cayambe, que se define como "culturalmente quichua", es un
agricultor y maestro de educación bilingüe. Tiene cuatro
hijos, y la primera estudia Derecho en la Universidad Central.
Casado hace 20 años y vive con su familia en la comunidad.
Posee una casa en los terrenos que disputaron a un hacendado
en 1989. No ha podido ejercer la educación a los niños desde
hace ocho años, cuando se dedicó con alma y sombrero a la
CONAIE.

Cabascango fue abandonado por su madre soltera a los dos meses
de edad . Se crió en el seno de una familia que lo recogió,
hasta los 17 años cuando se vinculó al proceso organizativo de
su comunidad y a la campaña alfabetizadora del presidente
Jaime Roldós, en 1979. De ahí para adelante, fue concejal del
cantón Otavalo entre 1987 y 1989 y luego dirigente nacional de
los indios desde 1990.

Es un dirigente de bajo perfil, pero que ha aportado de modo
fundamental al Movimiento desde la línea de la identidad
cultural y la recuperación de las raíces históricas, y en el
diálogo con las nacionalidades de la Amazonia: "Creo que éstas
dieron un aporte muy grande al conjunto del movimiento
indígena del país al autodefinirnos como nacionalidades. El
movimiento indio de la Sierra estaba influenciado por los
sindicalistas y los partidos políticos de izquierda y por la
Iglesia. Durante la década de los 80 logramos reivindicar
nuestra identidad cultural".

Fue uno de los cerebros organizadores del levantamiento de
1990. Plenamente identificado por las fuerzas de seguridad,
fue apresado y, dice él, torturado por los servicios de
inteligencia, durante el gobierno de Rodrigo Borja. Y con el
ex presidente precisamente le tocó dialogar en la posibilidad
de una participación conjunta en la asamblea del 30 de
noviembre. "Creemos que hemos sensibilizado al país. Pedimos a
todos que vayan acogiendo nuestras propuestas". Cree que la
plurinacionalidad es el reconocimiento de la realidad del país
y de ello dice haber recibido respuesta favorable en sus
diálogos con las Fuerzas Armadas, la Iglesia y los gobiernos
de turno. "No queremos la división del país", dijo. (Texto
tomado de la Revista Vistazo edición # 725 del 06 dic 97.)
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