Quito. 01.04.94. Terminaba un muy lejano octubre. La nevada
caía sobre la planicie de El Chaupi. prolongando hacia allí la
blancura del Illiniza Norte. Dos o tres centenares de llamas
salían de la quebrada; en sus profundidades se habían
guarecido del viento durante el largo verano. El cambio del
tiempo a señal para buscar los pastos tiernos que brotaban
después de las primeras lluvias.

Cuando la tibieza de la luz del sol llegaba desde la pared del
Rumiñahui. Como en cámara lenta iniciaban un galope corto y
rítmico hacia el Este, apartándose del páramo salpicado de
hielo. Conocían desde años anteriores, que estas extensas
llanuras son pródigas en buen alimento y propias para el
alumbramiento de sus llamingos. Efectivamente, las pariciones
se iniciaron tres semanas más tarde; era época perfecta,
estaban mejor alimentadas y su lana había crecido.

Cuando esto aconteció, los machos se alejaron prudentemente a
enseñorear sus sensaciones en los riscos, retozaban amigables
sin el egoísmo que predomina entre los más poderosos de otras
especies. En aquellos altos se mantuvieron ajenos al
"llamerío", mientras las graciosas crías se desarrollaban.
Sólo bajaron a rondar cuando el instinto de apareamiento fue
tan fuerte que les hizo renunciar a sus soledades; éstas y su
virilidad insatisfecha les convirtió, momentáneamente, en
pretendientes belicosos.

El macho únicamente ostentaba su apostura; era la runa-llamita
en celo la que abandonaba el grueso de la manada para escoger
al galán de su gusto. Su práctica de amor tras el chaparro
evocaba las formas del cariño humano.

Llegaban meses inquietantes en los que aquella grey sería
asediada por continuos peligros: aborígenes que se llevaban
ejemplares corpulentos para utilizarlos en labores de carga,
el puma que atacaba frecuentemente y, peor que él, la jauría
de lobos parameros que acometía incesante ensañándose en
llamas viejas, enfermas, o en las crías desvalidas que se
rezagaban.

Recrudecido el invierno irían al monte cerril para refugiarse
bajo pantzas y puma maquis; esperaban que escampe para
frecuentar nuevamente pajonales y praderas del bajío. Luego,
en agosto, como hemos visto, volverían a las quebradas para
protegerse de los vientos y cerrazones.

Así debió transcurrir su trayectoria anual en la alternativa
rutinaria de pastoreos pausados, prudentes; así su marcha
sobre las pajas que, por la forma de hacerlo, estimulaba el
crecimiento de gramas y más forrajes de competencia; así la
labor de resiembra ejecutada por sus pezuñas prodigiosas y
fertilizada con su majada sana y de fácil asimilación al
suelo; así, igualmente, la faena bienhechora por el modo con
que su dentadura comía las hojas de los arbustos y de las
yerbas, cual auténtica y beneficiosa poda; en fin, así su
trabajo de apoyo a la naturaleza sabia. Gracias a ella y a sus
tratamientos, no sólo El Chaupi sino todas las latitudes
andinas que recibieron esta fructífera presencia pastoril,
consolidaron una riqueza silvestre apreciada hasta estos días.

Ñucapag runallama

Realicemos un imaginario reportaje precolombino sobre el
mitológico llamingo.

El chaqui o carcug-purig viaja de loma en loma y marcha
ajustando su trotecillo al acompasado de la runallama -la
imita de un modo sorprendente casi idéntico, al punto que
adopta el estilo para otros momentos y con manos, cabeza y
cuerpo entabla una comunicación singular con ella: si alza la
mano a un costado su compañera disminuye el avance, si la
levanta sobre la cabeza, se detiene; al cruzarse de un lado al
otro por delante de la bestia cargadora, le está indicando al
lado que debe curvar; y si agita su brazo en círculos
seguidos, ella se adelantará usando un galopar ligero, breve y
continuo Esto último sucede cuando el viajero duda de la ruta
y la deja al instinto certero del animal, que no se equivoca
en lo más mínimo sobre el atajo que debe tomar por oculto que
se encuentre.

Más tarde, en el ayllu-huasi, este antiguo pastor de
cordillera deja a su amiga junto al propio rebaño que está a
pocos pasos, con el propósito de que pendientes todas ellas de
acontecimientos extraños, detecten y ahuyenten con sus
efluvios misteriosos cualquier "mal aire" Si el maleficio no
amengua, será el shamán quien acuda al descampado en la
próxima noche de luna nueva, despejada y lúgubre, a corretear
los llamingos negros apenas unas horas antes de que empiece a
producirse el huashar de cualquier cerro Sus ojos brillantes
auscultarán indicios en lo profundo del paisaje renegrido
darán una, diez o veinte vueltas y de pronto, se detendrán;
sus orejas paradas, atentas; de sus bocas apretadas surgirá un
balido sordo y, colocadas todas en una misma dirección,
empezarán a escupir y resoplar aloeada, vigorosamente Sólo
entonces el shamán retornará tranquilo a su choza, complacido
de que su conjuro dará resultados felices si a media noche
quema en su tiesto ofrendatorio, la lana mojada con saliva del
guagua-llamingo recién parido.

La llama remota dejó su herencia indígena Del quitu, puruha,
panzaleo, caranqui, hábitos de domesticación para su labor de
carga Del inca trasquilar su lana y tejerla Del mestizo
españolizado, apreciar su carne y ordeñarla para fabricar
queso-llama, tan estimado a inicios de la colonia Y, de todos,
el sentido ignoto y raro para fijar en ella los testimonios de
su sorprendente misión protectora y predestinada De lo
anterior ha quedado hasta estos días la costumbre de pastar
junto al hato bovino dos o tres llamas; se sigue conservando
aquel concepto de que son criaturas que atraen amparos
venturosos o presienten malquerencias Seguramente se debe a su
hipersensibilidad el asociarlas con actitudes inexplicables a
simple vista, como las del día trágico del terremoto de Ambato
(1949) fue un hecho consignado que desde la madrugada alarmó
mucho a quienes vieron su desasosiego insistente, alucinado
Tal vez desde allí surge este dicho tan repetido y popular:
"llamingo que aloca, algo provoca".

De los Andes a Norteamérica y Europa

El llamingo nos deja acercar, se siente complacido por este
detalle Es agradable meter los dedos entre su lana espesa y
suave; cuando lo acariciamos, sus ojos se tornan soñadores,
profundos. Es un personaje que invita a contemplarlo y, de
inmediato, nos urge la comparación con los análisis modernos
para calificar su tipo cabeza erguida, arrogante, amplitud en
las fosas nasales, buena mandíbula, cuello alargado que se
deposita suavemente sobre su cruz en un ángulo de 45 grados y
se inicia con abundante collar de lana en la garganta y llega
hasta el pecho, ancho y de músculos fuertes; su lomo es
sólido, recto, armonioso; sus brazos y patas caen
verticalmente en aplomos correctos en los que se destaca la
robustez de sus rodillares, la altura del talón y la calidad
de sus pezuñas. Visto de frente, se ve pronunciada la amplitud
de su tórax y, de atrás, la anchura del anca y la coquetería
de su cola -copo ornamental y vistoso .

El mundo científico la cataloga como animal de porte estético,
y los datos genéticos resaltan la bondad de su pedigree. Hay,
incluso, un programa para clasificar a las hembras dentro de
un puntaje de apreciación y para escoger a los machos como
sementales, sujetos a estrictas pruebas de progenie. El avance
del proyecto para cada especie (alpacas, vicuñas, runallamas,
guanacos) ha superado ya el procedimiento eficiente de
inseminación artificial y ha igualado a los vacunos en los
resultados finales de los trasplantes embrionarios.

Se acaba de publicar un manual, Camélidos en los Andes, que
recopila trabajos notables de 116 autores, y mensualmente
aparecen en EE.UU. varios catálogos y revistas de la materia,
como el caso de Llamas (The International Camelid Journal),
que es una interesante muestra de la gran promoción que en los
últimos años tiene esta especie.

Por otro lado, en diferentes regiones de Norteamérica estiman
que la llama no debe ser objeto de manipulaciones
sofisticadas, sino que debe dejarse su crianza en manos de
propietarios sencillos que, Con mayor sensibilidad, acaten su
naturaleza simple, silvestre y natural. Hablan de una campaña
enérgica para mantenerlos en su libertad instintiva, con
respeto a su voluntad innata y derecho al apareamiento natural
y espontáneo.

Por su característica de animales con gran capacidad para
rehabilitar los suelos, su fama ha rebasado fronteras: en
EE.UU. hay más de cuatrocientos criaderos en 14 Estados. En
Europa existe pasión por ingresar al gremio de ganaderos de
llamas; hay una corriente entusiasta para formar hatos en
Alemania, Inglaterra, Irlanda, España e Italia. "... su
intención no es sustituir carne de res por carne de llama,
sino dar inicio a una de las aventuras económicas más
inusitadas dentro de Europa, y al mismo tiempo, algo que va
muy bien con los esfuerzos que se están realizando para
mantener limpio el ambiente, y ecológicamente sano el
planeta..." (Mdm. Patricia de Clermont-Tonerre. Revista
Hombre).

En California se efectúo el mes de julio pasado un remate de
ejemplares seleccionados. Sus precios fluctuaron alrededor de
los U$ 3.000,oo. Fue digna de admiración la calidad a la que
han llegado en tan poco tiempo: alta calidad de carne y lana,
etc., todo ello complementado con la belleza de sus formas y
la apostura de su garbo.

Asociaciones agrícolas y ganaderas, apoyadas por un programa
estatal serio y decidido, deben promover urgentemente en el
Ecuador la crianza intensiva de la llama, lo cual abriría en
la sierra un horizonte nuevo de transformación de zonas
afectadas, al tiempo que revolucionará la mentalidad pecuaria
contaminada de conceptos errados. El proyecto requiere ser
elaborado con entusiasmo y dedicación, así como con la
suficiente responsabilidad como para que la llama llegue a
convertirse en un símbolo agropecuario del país.

* Texto tomado de REVISTA "DINERS" (p 74, 75, 76 y 77)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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