Quito. 02 dic 98. De dónde han sacado ustedes semejante elemento?",
me preguntaban los aficionados cuando El Juli iniciaba su primera
vuelta al ruedo con las dos orejas del toro de El Torreón. No es
cuestión de ubicación geográfica. Julián López es un fenómeno de la
naturaleza que ha brotado, para nuestro orgullo, en tierra
española.

El lunes, cuando lo encontré de madrugada, regresando de la cena,
quise espolear su ánimo con una breve e ingenua súplica: "Hay que
levantar esto, Julián; la feria va chunga". Y con ese desparpajo y
espontaneidad que le caracteriza, contesta: "Joé, siempre me toca
a mí".

Claro que te toca, Juli; porque la responsabilidad es una carga
reservada a los que se empeñan en el triunfo sistemático y no
perdonan ocasión de hacer demostración de ambición y poderío.
Agotar el boletaje de una plaza como la de Iñaquito con tantos días
de antelación y hacer converger miles de miradas en un sola
dirección trae consigo el riesgo de la inevitable justificación,
salga como salga el ganado, sople como sople el viento. Refiero
aquí otra anécdota de Juan Belmonte, con ocasión de una feria
importante del norte de España y, a la sazón, de vacilante y
anodino discurrir. En el coche de cuadrillas viaja Belmonte camino
de la plaza. Mira al frente por el cristal del parabrisas del auto
y alerta a su cuadrilla: "Hay que estar bien esta tarde, señores.
Llevamos una mala feria". Le contesta uno de sus banderilleros: "Si
salen buenos los miuras, maestro". Y Juan, sin pestañear, contesta:
"Salgo bueno yo". Ese es ya el signo de El Juli: salir bueno todas
las tardes.

La de ayer fue una tarde de apoteosis, un triunfo a golpe cantado.
Había expectación por ver a los toreros y también por comprobar si
el ganado español de El Torreón les iba a pisar el poncho a los
toros nacionales. Pues verán ustedes, ayer salieron al ruedo toros
en peso razonable y con hechuras de embestir. Cuatro de ellos,
justo los que dieron mejor juego.

Dos fueron mansos, que de todo tiene que haber en la viña del
Señor. Pero el primero fue encastado y de emocionante embestida,
tomando los engaños con la cara por abajo y repitiendo incansable.
¿Qué tenía dificultades? Como cualquier toro encastado. ¿Qué
escarbó? ¿Y qué? No lo hizo reculando y corbardeando; más bien en
actitud ofensiva y eso es "molestoso", ¿verdad, Rincón? Pero qué
buenos muletazos sacaste, torero, qué templanza y qué compás; qué
emocionante encuentro el de un toro con su punto de picante y un
torero asentado en el ruedo. No alcanzo a valorar bien las razones
por las que la mano izquierda no se hizo presente con mayor
continuidad, aunque sí comprendo que la demora en el logro de la
estocada mortal enfriara el entusiasmo que produjo esta faena de
altos vuelos.

Lo del cuarto fue una de las dos notas disonantes de la corrida.
César lo intentó, esta vez por ambos lados, y el toro, rajado y
descastado, apenas se dejó pegar media docena de muletazos
estimables.

Caballero se fue a buscar al toro huidizo que salió en segundo
lugar y puso en evidencia su perfecto estado físico. Fue aquello
una carrera de obstáculos, buscando al toro en todos los terrenos
de la plaza, siempre al hilo de las tablas. No se merecía el
mansote animal el arrimón de Manuel, pero si el público, que para
eso paga y tiene el derecho a exigir el máximo esfuerzo a los
toreros.

Se lo agradecieron cumplidamente con el aplauso, pero no lo
suficiente a la hora de valorar su impecable faena al noble
chorreado que salió en quinto lugar. Contra viento y marea sacó
este caballero del toreo muletazos de trazo curvilíneo con el toro
embebido en la bamba de la muleta. Faena rematada con un corajudo
espadazo que, quizá, mereció premio superior a la oreja. Ahí está
El Juli, desplegando el capote y toreado a la verónica con
asombrosa seguridad. Ahora quita por altaneras -mezcla de
chicuelina y tafallera- ¿Y ahora, qué? Pues pares de banderillas de
vistosa preparación y precisa colocación y faena de alboroto, de
apoteosis. Por aquí y por allá, El Juli y el toro castaño de El
Torreón formaban un conjunto admirable, a pesar de que el astado,
siempre bravo y noble, pecara de llevar la cara alta. Ahora me lo
paso por aquí, en muletazos largos, ahora resuelvo con capetillina
o regiomontaña, ahora ... el más difícil todavía de la manoletina
de rodillas.

Y el percance. Con una costilla averiada, el torero, repitió la
suerte y se fue tras la espada como una exhalación para colocar un
monumental volapié.

Se me va el tiempo y el espacio para comentar lo que siguió
después, en el último de la tarde, otro gran toro de El Torreón -o
de Mirafuente, que no se me enfaden los hermanos Salazar-, premiado
con la vuelta al ruedo en el que Julián formó una nueva
escandalera.

Y, como colofón de la tarde y de su obra, una colosal estocada en
la suerte de recibir. ¿Hay quien dé más?

Cuatro orejas. Puerta grande. Y una escena irrepetible: El Juli
sacó al ruedo al Presidente de la República, a quien había brindado
la muerte del toro, e hizo que le acompañara a hombros por el ruedo
hasta salir así, juntos, de la plaza. El señor Mahuad estaba
radiante. Y puede estar orgulloso de ser un defensor implacable de
la Fiesta en Ecuador.

En justicia puede presumir de ello tanto como de compartir
apoteosis y baño de multitudes con uno de los toreros más
carismáticos que ha dado la tauromaquia en los últimos decenios.

Ayer, no solo salieron por la puerta grande un torero y un
Presidente de Gobierno. Salió en hombros la propia Fiesta.

TRIUNFO

La autoridad le concedió cuatro orejas a "El Juli"

Después de acertadas faenas del joven torero español Julián López
"El Juli" cortó las orejas a sus dos enemigos.

LA FICHA

Corrida de Mirafuente, procedencia El Torreón, bien presentada,
destacándose tercero y sexto.

César Rincón, Teja y oro. Pinchazo sin soltar, estocada delantera
y tendida, ovación y saludos desde el tercio. En el cuarto, tres
cuartos de estoque tendido y descabello, palmas.

Manuel Caballero, Obispo y oro. Estocada entera un pelín contraria,
ovación. En el quinto estocada casi entera, una oreja.

Julián López "El Juli", Rosa y oro. Estoconazo. En el tercero y
sexto dos orejas. Salida a hombros por la puerta grande.

Feria * Rincón, el maestro; Caballero, la figura; El Juli, el
fenómeno

Tarde de toros que crea afición

Mauricio Riofrío Cuadrado

ESPECIAL PARA EL COMERCIO

El primero de la tarde que le correspondió al colombiano César
Rincón, fue un toro negro corniapretado ligeramente bizco,
distraído y que salió suelto de los capotazos de recibo. El maestro
lo saludó con verónicas pintureras que agradaron al público. En
varas, la pelea fue irregular.

Chicuelinas ceñidas y jaleadas dieron paso a que con la muleta,
instrumente pases por alto al hilo de las tablas. Con un sentido
exacto del sitio y la distancia que requería el de Mirafuente, el
diestro fue construyendo una faena sólida y coherente. Brindó tres
tandas de derechazos y pases en redondo llamados bilbaínas. Al
final, un pinchazo sin soltar y una estocada delantera y tendida.

El cuarto, un negro chorreado, enmorrillado y bizco del pitón
izquierdo salió desparramando la vista. Su comportamiento en el
caballo fue de un manso. Con doblones muy toreros y derechazos de
mucho mérito lo fue embarcando en la muleta.

A la hora de la verdad, propinó tres cuartos de estoque tendido y
descabello, con pitos al toro.

Manuel Caballero, ante un toro negro y delantero de cuerna, salió
muy dispuesto, pero sus ilusiones se estrellaron ante el manso, sin
codicia y aquerenciado segundo de la tarde. Con voluntad,
conocimiento y porfía, prácticamente arrancó las embestidas del
entablerado de Mirafuente, al que despachó con estocada casi
entera. El burel fue despedido con pitos y el torero ovacionado.

El quinto, un colorado ojo de perdiz, chorreado, bociblanco, fue el
que mejor se empleó en varas. A pesar de que lo molestó el viento,
sus muletazos fueron lentos, cadenciosos y literalmente magnéticos.
Faena sobria, cuyo colofón fue una estocada casi entera y en buen
sitio. El albaceteño se ganó el respeto y una ovación de lujo
matizada con "Lindo Quito de mi vida". Una oreja, que debieron ser
dos.

Con Julián López, "El Juli", llegó la conmoción. Recibió a su
primero -un negro chorreado en verdugo y meano- con verónicas
quietas y chicuelinas de mucho arte. El toro tomó una vara larga,
que sin embargo no corrigió el defecto de echar la cara arriba.

Quites por tafalleras y fregolinas fueron el preámbulo de un lucido
tercio de banderillas y de muleta llena de inspiración.
Instrumentando manoletinas de rodillas pasó apuros pero no se
arrugó; al contrario, sacó a relucir su raza de torero valiente.
Espadazo y dos orejas.

En el último de la tarde, al que hubiera sido ideal verlo pelear en
varas en terrenos adecuados, cuajó una faena más completa, con
derechazos y naturales luego de brindar tres ocasiones las
escobinas de su creación. El toro que embestía con franqueza y
acudía fijo a los cites, hizo ver que El Juli tiene una cabeza
privilegiada para el toreo. Lástima que terminó en terrenos de la
querencia.

Porque no tuvo un gran desempeño en el caballo y terminó en tablas,
no se explica la concesión de la vuelta al ruedo al toro, lo que sí
es perfectamente entendible son las dos orejas al Juli por el
espadazo y su categoría de torero. Con tardes de toros como éstas
se cultiva la afición.

Faenas * Rincón mostró su arte por lo alto
Se pudo apreciar mejoría en el ganado

Hernán Vela Sevilla

ESPECIAL PARA EL COMERCIO

La corrida de Feria celebrada ayer en la plaza de Iñaquito
perdurará por mucho tiempo en el recuerdo de los aficionados que
asistieron a ella.

Siempre hemos sostenido que para que la Fiesta sea tal, lo primero
es el toro, sin él, no hay drama, sabor de tragedia, sino un
sainete, digno de una zarzuela o de una verbena.

Lo de ayer fue distinto a lo de días anteriores. Ayer estuvo
presente el toro de Iñaquito. La corrida española de Mirafuente -
Torreón, que pasta desde hace un año en campos ecuatorianos, envió
un bonito encierro, eso sí, terciadito. De menor trapío los
lidiados en los tres primeros lugares; más cuajados, hechos, los
corridos en cuarto, quinto y sexto órdenes de lidia. Los más
bravos, los corridos en el tercero, quinto y sexto puestos.

Este último, un precioso chorreado, que propinó un espectacular
derribo al picador nacional Hernán Tapia, mereció de la Presidencia
el honor de la vuelta al ruedo, pero de ninguna manera el indulto,
que ya buena parte del público solicitaba a voz en cuello cuando
"El Juli" se aprestaba a matarlo. La obligación de un toro bravo es
la de embestir y eso es lo que hizo este "Mirafuente", que confirmó
de esa manera el triunfo que ya había logrado el jovencísimo
diestro madrileño en su primero.

Nos gustó el veterano César Rincón en el primero de la tarde.
Estuvo muy torero, tanto con el capote en unas finas verónicas de
saludo como con su planchada muleta. Oficio y torería. No cortó la
oreja porque la estocada resultó defectuosa. Pero eso no importa.

Brindó este toro al presiente Jamil Mahuad, para quien fueron
también las grandes ovaciones de un público pletórico y entregado
durante toda la corrida.

"Señor Presidente -le dijo al brindar la muerte del toro- este
brindis es en agradecimiento por su trabajo y esfuerzos por la paz.
También los colombianos ansiamos esa paz". En el cuarto, Rincón se
dobló con torerísimos pases por bajo, pero el toro no estaba para
florituras. (Texto tomado de El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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