Quito. 16 abr 99. La economía desquiciada, con la inflación
más alta de Latinoamérica, promueve una discusión pública
sobre las alternativas para salir de la más grave crisis que
ha sufrido el país en los últimos 70 años.

Se intensifica en Ecuador el debate sobre la posibilidad de
una reforma monetaria y cambiaria para tratar de superar una
crisis crónica que ha colocado a este país al borde de la
hiperinflación. Los analistas económicos discuten en estos
días acerca de si las soluciones emergerán de un sistema de
convertibilidad, un sistema de flotación o la dolarización
simple y llana de la economía. Siendo actualmente el país más
inflacionario de América Latina, con tasas de crecimiento de
los precios que sobrepasan el 50% anual, el Ecuador es víctima
de un descalabro económico y financiero. Por lo menos 6 bancos
han quebrado en los últimos doce meses. Atrás de esa debilidad
aparece una trágica mezcla de desajustes fiscales y
desequilibrios externos, agravados por una creciente
conflictividad política y social.

El gobierno ecuatoriano ha tenido que adoptar medidas heroicas
para tratar de contener la hiperinflación, reprimiendo
ferozmente el desempeño normal de la economía. La última
medida giró en torno de un congelamiento de la mitad de los
depósitos bancarios para contener una corrida de depositantes
que amenazaban con liquidar totalmente el endeble sistema
financiero ecuatoriano. Se logró contener una estampida
cambiaria y la corrida de depósitos, pero la credibilidad del
sistema quedó profundamente erosionada.

Previamente, el gobierno del presidente Jamil Mahuad realizó
intensos esfuerzos políticos para aprobar un paquete
tributario destinado a financiar el déficit fiscal del 7% del
PIB. No obstante, la fragmentación política derivada de la
existencia de 15 partidos políticos grandes y pequeños ha
dificultado hasta ahora la aprobación de las propuestas
impositivas del gobierno para tratar de reducir a la mitad un
déficit de 1.200 millones de dólares.

La polarización política sustentada, a su vez, por la
radicalización de las ideologías de derecha y de izquierda en
cuanto a los destinatarios de los tributos generó entre el
público percepciones de que al gobierno le resultaría muy
difícil reducir el déficit fiscal y, por tanto, lograr un
acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para obtener
financiamiento de salvataje de la economía ecuatoriana. A los
problemas fiscales se ha añadido el cuantioso déficit de la
cuenta corriente que el año pasado llegó a cerca del 8% de un
PIB calculado en 20 mil millones de dólares. Como si esto
fuera poco, los bancos internacionales han cerrado las líneas
de crédito al Ecuador, reclaman el pago de vencimientos
cercanos por 1.200 millones de dólares y han contribuido
indirectamente a elevar en el país el tipo de cambio al
estimular la desesperación de los bancos por comprar dólares
para cumplir sus compromisos.

Toda esta problemática ha generado algunos círculos viciosos
que se realimentan mutuamente y contribuyen a agravar la
problemática económica. Por ejemplo, el déficit fiscal genera
incertidumbre y fuga de capitales. Las corridas bancarias
debilitan a los bancos. El debilitamiento de los bancos
endurece la posición de la banca acreedora internacional, que
corta los créditos y reclama el pago de los vencimientos. La
dureza de esta posición alienta la compra de dólares en el
sistema bancario e impulsa el alza del tipo de cambio. La
devaluación debilita a los deudores en moneda extranjera y
entorpece sus programas de pago a los bancos internacionales.

Corridas bancarias

La mora creciente agrava la debilidad del sistema financiero,
causa problemas de liquidez y obliga a los bancos a solicitar
ayuda del Banco Central. El Banco Central les otorga préstamos
de liquidez que han cubierto algunas de las corridas
bancarias. Las corridas se transforman en adquisiciones
adicionales de divisas que impulsan el alza del dólar. El alza
del dólar eleva el déficit presupuestario al encarecer el
saldo neto entre ingresos y egresos en moneda extranjera. La
elevación del déficit obliga al gobierno a incrementar sus
ingresos, elevando los precios de la gasolina y proponiendo
nuevos impuestos. Los nuevos impuestos intensifican la
recesión y generan una inflación de costos. Como consecuencia
de todo ello, las empresas del sector privado quiebran porque
no venden y porque no pueden satisfacer los crecientes costos
en el pago de sus deudas o en el pago de los impuestos y
servicios encarecidos.

Esta causalidad mutuamente retroalimentada con los distintos
componentes del sistema económico emerge en el Ecuador como el
típico ejemplo de los círculos viciosos señalados por Peter
Senge en sus descripciones de la "Quinta Disciplina", cuando
alude a los problemas sistémicos de las naciones y las
organizaciones. El Ecuador es un país que ha caído en graves
colapsos sistémicos que se agravan por la propia dinámica de
sus elementos.

En este ambiente, la sociedad ecuatoriana se vuelca a un
debate sobre soluciones de fondo para reestructurar la
economía. Uno de los temas enfocados es el de la
transformación del sistema monetario y cambiario del país.
Algunos analistas, como el ex ministro de Finanzas Pablo
Concha, han planteado el seguimiento del modelo argentino de
convertibilidad, estableciendo un tipo de cambio fijo de 15
mil sucres por dólar. La reserva monetaria del Ecuador, de
1.191 millones de dólares, sería el sustento inicial de la
emisión de los nuevos sucres. Ningún sucre podría ser emitido
sin el respaldo de los correspondientes dólares, con lo cual
se reduciría drásticamente la inflación monetaria y bajarían
las tasas de interés. Sin embargo, los críticos de la
convertibilidad advierten que los efectos serían graves porque
el Ecuador es un país mucho más abierto que la Argentina, que
depende más de las exportaciones, cuya competitividad ha
tenido hasta ahora, sobre todo, un sustento cambiario. De
acuerdo con estas observaciones, un sistema de convertibilidad
reduciría la competitividad relativa de Ecuador por los
elevadísimos costos internos de los servicios públicos, la
inexistencia de infraestructura moderna, el deterioro de las
carreteras y la falta de un adecuado sistema educativo para
mejorar la competitividad de la masa laboral.

Otros analistas proponen pasar de lleno a la dolarización,
transformando la base monetaria en sucres en una base
monetaria en dólares, con lo cual se sinceraría el sistema de
pagos que, por la inflación, está notablemente dolarizado.
Como efecto, desaparecería el sucre, el Banco Central tendría
que dolarizar todas sus reservas y las transacciones
comerciales se pactarían en dólares. Los críticos aluden
también a la baja competitividad relativa del Ecuador, que
tendría que competir con economías mucho más desarrolladas,
como la norteamericana, donde la productividad crece en la
actualidad al 2% anual como resultado de una compleja
evolución histórica y económica de ese país.

El ajuste

La tercera vía sería racionalizar el tamaño del Estado,
reducir el gasto público, adoptar una adecuada política
tributaria, privatizar las empresas públicas, permitir la
gestión privada en los fondos de pensión, renegociar el
servicio de la deuda externa, desregular el mercado laboral,
ofrecer seguridad jurídica, descentralizar al país y priorizar
la reforma educativa. Los defensores de esta última
alternativa, que sobrepasa los ámbitos monetario y cambiario,
sostienen que la convertibilidad o la dolarización son
impracticables si previamente no se moderniza al Ecuador.

Pero los críticos, como Hernán Pérez Loose, remarcan que todos
estos argumentos carecen de solidez. "Ni el camino de la caja
de convertibilidad ni el de la dolarización se los escoge
cuando la economía se encuentra en un estado de mil
maravillas", señaló Pérez Loose en un editorial del diario El
Universo, de Guayaquil. "Es al revés
--remarcó--. El sistema de convertibilidad o el de la
dolarización son herramientas para poner la economía en orden.
Argentina no recurrió a la caja de convertibilidad cuando su
economía estaba boyante. Todo lo contrario. Lo hizo para
superar la crisis más grave de su economía. Y es que a nadie
se le ocurre tomar medicinas cuando está lleno de salud",
insistió Pérez Loose.

Cualquiera que sea el desenlace, lo cierto es que la crisis
alienta el debate y profundiza la reflexión. La analista
bursátil Mariana Montalvo asegura que la recesión "nos
obligará a los ecuatorianos a administrar el gasto". Montalvo
sostiene que "vivimos en un país que consume, gasta y
despilfarra más de lo que produce, ahorra e invierte".

El debate se centra en estos días en la definición de un
concepto: ¿Para cambiar, el Ecuador necesita de la
convertibilidad o de la dolarización? ¿O tiene primero que
cambiar para optar por una de ellas? La respuesta parece
surgir de otro concepto: "El Ecuador y otros países de América
Latina no pueden apelar sólo a la corrección de los síntomas
monetarios o cambiarios de los problemas estructurales. Con o
sin dolarización, este país de 13 millones de habitantes
tendrá que acometer simultáneamente a la solución de varios
frentes problemáticos: 1) recuperar los equilibrios
macroeconómicos; 2) crear un entorno apropiado para el
mejoramiento de la competitividad microempresarial; 3)
promover la participación del sector privado en la
construcción de la infraestructura básica para el desarrollo;
4) redefinir el modelo geopolítico centralista para enfocarlo
hacia un proceso de descentralización racional que transfiera
a las provincias recursos y competencias; y, 5) modernizar
sustancialmente su sistema educativo para crear una fuerza
gerencial y laboral educada e igualmente competitiva. Por
último, en un país tan fragmentado como el Ecuador, sus elites
tendrán que aprender a conversar y a dialogar en lugar de
solamente pelear y acusarse mutuamente, señaló el educador
Alberto Rigail, de la Escuela Politécnica de Guayaquil. (Texto
tomado de Tiempos del Mundo)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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