Quito. 1 nov 2000. Una saludable y placentera vida sexual no es privativa
de hombres y mujeres que se creen completos y normales. El derecho de
disfrutar del cuerpo y de dar y recibir cariño es para todos.

Saber que es así y que el resto entienda es ir cuesta arriba en silla de
ruedas, tal vez sin una pierna, sin un brazo, a oscuras o sin voz...
Hablar de sexualidad es hablar de diferencias, pero no de esas que una
sociedad con una visión de líneas paralelas la entiende como superior e
inferior físicamente: gays y lesbianas, blancos y negros, viejos y
jóvenes. La gama es más amplia y si se quiere más rica en sentimientos,
afectos y ternura.

Con esos altos y bajos y con algo más de complicaciones que para los
demás, las personas discapacitadas abren la boca y debilitan en algo el
tabú de su vida sexual para decir que no hay nada de particular,
vergonzoso o diferente, solo muchas ganas de afecto y comprensión, porque
también son seres humanos. Partir del concepto de que quien no tiene un
brazo o una pierna es, sobre todo, un ser humano es lo angular entre los
sexólogos que se reunieron, en un congreso internacional de Sexualidad,
hace 15 días, en Quito.

El Congreso, en esta materia, simuló ser un puñetazo más para debilitar
murallas mentales que tanto las personas con discapacidades como sus
familiares se hacen alrededor de la vida sexual de quienes tienen
limitantes, físicos y mentales.

Aiha Zemp, una sicóloga suiza, fue la más cuestionadora de la forma cómo
los ecuatorianos están entendiendo los derechos de los demás.
"Excluyente, marginadora, propensa a ocultar a sus seres queridos que
sufren alguna discapacidad, si así actúa esta sociedad nunca va a
entender cuáles son sus derechos".

La conclusión después de las conferencias, entrevistas con los sexólogos
y con las personas con discapacidades es un mea culpa colectivo a manera
de preguntas: ¿acaso los discapacitados no son seres humanos. ¿Quién dijo
que para ellos se acabó el afecto y que sus derechos solo se limitan a
disponer de techo y comida?

Lamentablemente no es la mayoría, pero los que logran salir, jugar
básquetbol en silla de ruedas en el parque La Carolina de Quito y hasta
armarse de valor para salir a la calle y hacer de su vida normal, no
aceptan la condición de criaturas asexuadas, incapaces de sentir deseo.

Xavier Torres, representante de la Sociedad de Parapléjicos de Pichincha,
grafica la desinformación y desorientación que hay entre las mismas
personas con discapacidades y entre los que él llama "normales". "A veces
nos preguntan si lo hacemos, cómo lo hacemos, si sentimos igual".

Sentado en la silla de ruedas listo para empezar un partido de básquetbol
con 10 compañeros más en La Carolina, deja fluir sus palabras con la
misma seguridad con la que sus musculados brazos encestan el balón en la
canasta: "claro que lo hacemos y nos gusta sentir. Todo depende de
nuestras necesidades y de nuestras parejas. Muchos estamos casados,
tenemos hijos. Nos gustaría que el millón 600 mil personas con
discapacidad visible tengan una vida afectiva más satisfactoria, pero el
privilegio de disfrutar con una compañera o compañero comprensivos y
cariñosos solo cobija a un 10 por ciento".

¿Y el 90 por ciento cómo está?, Zemp tiene suficiente autoridad moral
para responder. Ella vive desde hace más de una década en este país y es
discapacitada. "Para vivir una vida afectiva plena es importante
participar en la vida social, pero estas personas están excluidas. Muchos
hombres y mujeres con discapacidad viven con sus padres y éstos son muy
posesivos, no quieren aceptar que sus hijos ya no son unos niños, sino
unos adultos y que tienen deseos como cualquier persona y por vergüenza
los ocultan".

Si para este grupo es muy difícil no lo es menos para las personas que
viven en instituciones. "Si allí no tienen la suerte de conocer a alguien
que les guste viven en un terrible aislamiento. La sociedad tiene muchos
prejuicios, piensan que son locos o tontos, que son irresponsables,
entonces nadie quiere relacionarse con ellos".

Torres, además, encuentra que aparte de la pobreza que es el mayor
limitante del discapacitado, ellos mismos se construyen verdaderos
fuertes mentales que los acompleja, les resta autoestima y amor propio,
por la actitud de la sociedad. Zemp agrega un ingrediente imprescindible
para una vida de amor: "es necesario tener confianza en sí mismo y
confianza que nuestro cuerpo es digno de ser amado normalmente".

Estados Unidos y en general los países europeos son un buen ejemplo de
cómo una sociedad practica la integralidad. Allá no hay limitantes para
amarse y casarse, entre personas con discapacidad y estos a su vez con
los que no los tienen.

Allá empezaron por entender que siempre que hay sentimientos de por medio
, hay un ser humano, no importa si no camina, si le falta una mano, si
nunca verá los colores del mar. Después esas sociedades asumieron otro
paso más, el de aceptar. En Ecuador está todo por comenzar...

Testimonio

Luis Serrano Barro

INGENIERO

Yo no conocía qué era estimular

Sufrí un accidente hace 19 años. Secuela de ello quedé en silla de
ruedas, pero esto no fue un impedimento para llevar una vida sexual
plena. Mi accidente fue a los 25 años, por lo tanto conozco las
diferencias de antes y después.

Antes del accidente, mi vida sexual era común y corriente. No conocía la
necesidad de los estímulos para que las relaciones sean altamente
satisfactorias. Eso ocurrió después cuando le di la real importancia a
las caricias.

El conocimiento, por medio de seminarios y educación sexual me llevó a
comprender que una relación sexual no implica necesariamente una
penetración, sino saber qué es y cómo llegar al orgasmo. Aprendí, por
ejemplo, que el órgano más grande del ser humano es la piel, allí se
puede desarrollar zonas altamente eróticas, que producen placer.

Lo importante es que la compañera o el compañero sepa que la relación es
de dos. Mi actual pareja, de 23 años, tiene discapacidad física, ella
también usa sillas de ruedas, pero llevamos cinco años juntos y nos
complementamos.

No tenemos problemas en la intimidad, es cuestión de acomodarse y
mantener una buena comunicación para saber qué nos gusta. Por eso digo
que la comunicación es vital. Redacción Guayaquil

Un estudio

En EE.UU. se han hecho estudios en mujeres con discapacidad por lesión
medular que no logran ningún movimiento, sin embargo tuvieron excelentes
respuestas en sus orgasmos. En Estados Unidos se midió estas sensaciones
y ahora están trabajando para saber qué pasa en el cerebro.

A través de la tomografía se ha determinado que hay vías que van desde
los genitales al cerebro sin pasar por la médula. Los estudios en este
ámbito traerán novedades interesantes en un futuro no tan lejano. Por
ahora para el mexicano Juan Miguel Valdez lo prioritario es aprender a
aceptarlos y hablar de sus carencias desde sus vivencias. Si ellos
existen, nadie mejor que ellos para hablar de sus deseos, sus sueños,
gustos y esperanzas.

Los errores

Una sociedad tolerante que que acepta las diferencias se construye desde
el aula. La responsabilidad no es solo de los padres de familia ni del
profesor ni de biología. ¿Acaso no entra el de sociología, economía,
literatura?, el error de la sociedad es dividir el manejo de la
sexualidad y asumir como algo puramente corporal. Para las personas
discapacitadas y para el resto de seres humanos tan o más importante que
el acto corporal es la afectividad, dice Esther Corona Vargas, presidenta
de la Sociedad de Sexología de México. La medicina comete otro error: la
medicalización de los problemas de sexualidad. Se cree que todo se
arregla con fármacos y se olvidan que, a veces, la gente se satisface con
caricias, abrazos, besos... (texto tomado de El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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