La Paz. 19.03.93. Cuando en agosto de 1988, la Confederación
Nacional de Choferes de Bolivia publicó un manifiesto en el que
expresaba su deseo de fundar un partido propio, los políticos se
rieron. "Broma de mal gusto", dijeron. Pero los acontecimientos
que siguieron al atrevimiento de los transportistas develaron
algo que iba mucho más allá de una rabieta gremial. Se estaba
gestando, subterráneamente, una nueva forma de hacer política.
Crecía la angustia de la gente porque al Estado lo estaban
achicando tanto que ya no podía satisfacer sus demandas básicas.
Y porque, al mismo tiempo, los partidos representaban sus
intereses cada vez menos. En ese escenario, creado por la
irrupción del modelo neoliberal en el 85, se desarrollan
meteóricamente las corrientes populistas, UCS y CONDEPA.

Si la clase política fue indiferente en un principio -por ceguera
o por táctica- ya no interesa. Ahora, los partidos tradicionales
no solo que reconocen su espacio en la escena política, sino que
están desesperados por pactar con ellos. Porque, en Bolivia, sin
los populismos ya no se puede llegar al poder.

UCS, Unidad Cívica Solidaridad, y CONDEPA, Conciencia de Patria,
han puesto a trabajar a fondo a los politólogos bolivianos. Su
aparición modificó la trama democrática y provocó un amplio
debate del que, como en pocos países, se hacen eco los medios de
comunicación. De corta pero intensa vida, ambos se consolidaron
en las elecciones municipales del 89, donde probaron su capacidad
electoral. Algunos los caracterizan dentro de lo que llaman una
"burguesía chola", como fracción de la nueva derecha, pero aún no
parte del bloque de poder. Otros, como corrientes prebendalistas,
informales.

Les atribuyen, también, componentes de reivindicación étnica.
Unos creen que estos flamantes partidos son funcionales al
sistema democrático y al modelo neoliberal, en tanto canalizan
las demandas insatisfechas y garantizan la participación de
sectores excluidos. Otros piensan, en cambio, que pueden llegar a
amenazar la estabilidad.

El rico más solidario

La cerveza fue el comodín de Max Fernández, 50 años. El vende la
típica imagen del "hombre de abajo que se encumbró meteóricamente
al éxito en base a su esfuerzo individual". Hombre anónimo,
humilde de origen, sin formación universitaria, fue jefe de
mantenimiento de la Gulf Oil. Luego se convirtió en distribuidor
exclusivo en Santa Cruz de la Cervecería Boliviana Nacional, la
empresa privada más boyante del país. En poco tiempo, pudo pagar
en efectivo la mayor parte de las acciones de la empresa, y captó
la presidencia del directorio de la companía, insólita hazaña
para alguien ajeno a la élite empresarial. "Empresario de tez
morena", representante de la "burguesía chola" para algunos,
Fernández dirigió la Cervecería Nacional a través de una
estrategia comercial que luego se haría política: el
asistencialismo. Construyó obras a cambio de que sus
beneficiarios consumieran su cerveza. En 1989 y luego de muchas
vicisitudes, fundó por tres veces su partido, que finalmente
adoptó el nombre de Unidad Cívica Solidaridad. En las elecciones
municipales de ese año, que Fernández consideraba solo un
ejercicio hacia las generales del 93, UCS ganó el 23% de las
concejalías en disputa, con presencia en todos los departamentos
del país. Este triunfo le legitimó para entrar de lleno a
negociar con el resto de partidos. Pactó, ni mas ni menos que con
el MNR, que debió recurrir a mil argumentos de justificación.
"Modernidad y populismo" confluyeron. Su discurso tiene como eje
la crítica a los partidos tradicionales y el carácter elitista de
la política. Su accionar: siempre el asistencialismo. Ve al país
como una gran empresa. Según él mismo reconoce, gastó 3,5
millones de dólares en obras durante 1991 (canchas, escuelas ,
guarderías, alumbrado eléctrico...) "Si hoy al pueblo le damos
pan -decía- cuando seamos gobierno le daremos trabajo; si hoy le
damos ladrillos, cuando seamos gobierno le daremos vivienda; si
hoy apoyamos el deporte, cuando seamos gobierno Bolivia se
llenara de campeones". En campaña ha sido proclamado como "el
pobre menos pobre y el rico más solidario". Sin el poder y el
prestigio de Cervecería Nacional, talvez no existiría el fenómeno
Fernández. Este ha utilizado la infraestructura de la empresa
para sus fines políticos, tanto que casi no hay límites entre la
empresa y el partido,. Son los mismos. Y la estructura que prima
es una vertical. El lo decide todo. Fernández ha sido impugnado
muchas veces. En estos días, ocupa el centro de la polémica.
Sobre todo se duda de esa "capacidad individual" para convertirse
en multimillonario, en un país que no brinda precisamente esa
oportunidad en bandeja. El mismo calcula que gastó entre cuatro y
cinco millones de dólares en su primera campaña. Se rumorea que
la embajada de EEUU lleva cuatro años tratando, sin éxito, de
probar sus lazos con los narcotraficantes.

El poder del micrófono

Palenque, al igual que Fernández, es una figura pública de origen
y trayectoria muy distintos de los políticos tradicionales. "El
Compadre" fue, en los sesentas, músico folklórico que, como
muchos bolivianos, se ganó la vida en giras por América y Europa.

A partir de los setentas se volcó a la comunicación y como
director y propietario de Radio Metropolitana y Canal 4, ejerció
el poder del micrófono. Dio la voz a los marginados. Transmitió
afecto, solidaridad, en momentos de grave desconcierto. Sus
programas: "La hora del chairo", "Sabor a Tierra", "La tribuna
libre del pueblo". No solo se convirtió en interpelador de la
clase política, sino que inició una serie de campañas sociales: a
favor de los niños abandonados, contra los productos chilenos, a
favor de los mineros relocalizados, contra violaciones de menores
de edad, etc. Su fogoso ejercicio -de amplio impacto en sectores
populares- provocó intentos de secuestro, atentados dinamiteros,
clausuras. Una de ellas, célebre, se registró en 1987, cuando en
una de sus emisiones irrumpió Roberto Suárez, el más poderoso
capo del narcotráfico de Bolivia a hablar en contra del gobierno.

El 21 de septiembre de 1988, Palenque fundó CONDEPA, y se
inauguró como político. "Primero se reunió el caudillo y la masa,
después llegaron la sigla, el programa y los intelectuales, fue
una audiencia que se transforma en electorado, y un comunicador
que se convierte en candidato", reseña el analista Rafael
Archondo. CONDEPA tiene un electorado casi exclusivamente paceño
y sobre todo aymara. En las municipales de 1989, tuvo un
importante porcentaje electoral justamente en el departamento de
La Paz, no así en los otros.

Las inciertas alianzas

Para las elecciones del 6 de junio, Gonzalo Sánchez de Lozada,
MNR, tiene el 31% de las preferencias electorales; Hugo Banzer,
ADN, un 15%; Max Fernández, el 13%; y Carlos Palenque, el 9%,
según una reciente encuesta del ILDIS. Los populismos serán
dirimentes. Fernández ha seguido creciendo en los sondeos hasta
ubicarse en segundo lugar. Es un secreto a voces aquí que
Fernández llegó a un acuerdo postelectoral con Banzer, aunque
ambos lo nieguen. Así, quedarían conformadas dos grandes alianzas
para la elección presidencial en el Congreso: Fernández -Banzer,
y Sánchez de Lozada-Palenque-Araníbar (MBL). El MBL, de tendencia
izquierdista, se ha caracterizado en los últimos años por su
efectivo trabajo contra la corrupción. "Trigo limpio" es su
slogan.

Sin embargo, cuando todavía faltan más de dos meses, y por el
carácter del propio sistema político, todo es incierto. Excepto
que Fernández aparece con una ventaja por sobre todos los demás.
Dadas su propias características -indefinición ideológica y
programática- puede pactar con quienquiera. Aunque a muchos les
parece imposible que Fernández llegue a ser presidente, otros lo
temen seriamente. "Tiene el apoyo de las Fuerzas Armadas", dice,
sugestivamente, un periodista.

"Se podría echar todo por la borda"

Hugo Banzer ha gobernado Bolivia directa o indirectamente por al
menos 14 años. Fue dictador entre 1971 y 1978. Formó la alianza
de gobierno con Víctor Paz Estenssoro (Pacto por la Democracia,
que duró tres años), y luego con Jaime Paz Zamora (Acuerdo
Patriótico, que deja el poder en agosto). Nunca fue llevado a
juicio por las arbitrariedades que se le atribuyeron durante su
dictadura. Su régimen se recuerda ahora como uno de bonanza, pese
a que muchos se quejen de que no existe memoria. Y supo forjarse
una imagen de demócrata convencido. Es un hombre de poder, sin
duda. Sabe que su alianza con el MIR es una muy frágil. Su
candidato vicepresidencial, Oscar "Motete" Zamora, fue líder
guerrillero en los sesentas, una especie de Robin Hood, que
robaba tierra a los hacendados para dársela a los pobres. Durante
el banzerismo, Zamora sufrió las secuelas de la represión. Aunque
el tiempo pasa, la alianza se percibe chueca. Las malas lenguas
dicen que el MIR puso a Motete para acabar de una vez por todas
con Banzer. Si fuera así, se trataría de una nueva traición en su
agenda. Por la falta de fidelidad política, no pudo ser
presidente ni en 1985, ni en 1989.

En un diálogo con HOY, realizado a través de un cuestionario
escrito, con todas las limitaciones que eso supone (el general no
es amigo de dar entrevistas personales, dicen), Banzer negó que
haya llegado a un acuerdo con Max Fernández. "Como Ud. supondrá
en épocas preelectorales las especulaciones son diarias",
argumentó. Explica la aparición de los populismo debido a que "es
posible que el desencanto (con el modelo) haya aparecido en los
últimos años". Pero dijo estar convencido de que "a la hora de
votar la ciudadanía primero pensará en su seguridad y en lo poco
o mucho que ha alcanzado. Un populismo que no comprenda los
esfuerzos que se han hecho desde 1985, sería tan peligroso que
podría echar todo por la borda." En un balance de la política
económica desde el 85, Banzer asegura que "no quedaba otra
alternativa que la cirugía con dolor que extirpara el dolor
maligno que estaba en el cuerpo económico y social del Estado".
"ADN, dice, fue el partido que llevó la voz del cambio y luego de
tres décadas de secante estatismo, hicimos que se comprendiera
que el Estado tenía que achicarse para que creciera la nación".
Sobre el impacto de la economía de la coca, dice que como se
trata de una economía fantasma, no se puede cuantificar su
importancia, sin embargo, "no le quita méritos a todos los
resultados que se han dado en Bolivia en materia de estabilidad y
crecimiento." De asumir la presidencia promete mantener estos dos
elementos, y reitera, como el resto de candidatos, que "deberemos
poner énfasis en el aspecto social." "Cualquier esfuerzo es poco
para compensar la política de shock", asegura.

El tema étnico, le parece "delicado, hay que tratarlo seriamente
precisamente por la debilidad racial que existe en Bolivia".
Señala categóricamente que "no soy partidario de alentar a
agrupaciones raciales en un campaña electoral. No creo que
Sánchez de Lozada vaya a ganar porque vaya con un campesino en su
fórmula". (En referencia al candidato vicepresidencial del MNR,
Víctor Hugo Cárdenas). "Los campesinos no votan porque el
candidato sea uno de ellos, votan por quien les ofrezca mayor
confianza y yo, durante mi gobierno de siete años, se las he dado
ampliamente.

Finalmente, rechazó la idea de que las relaciones entre EEUU y
Bolivia estén "narcotizadas", ya que de los 200 millones de
dólares de asistencia económica asignados en 1992, solo 40
millones se destinaron a la lucha contra el narcotráfico. Dijo
que el desarrollo alternativo está mostrando resultados
alentadores y que el margen de acción de Bolivia respecto del
tema durante la administración Clinton se amplía. Se prevé que
los condicionamientos para acceder a los fondos de asistencia
norteamericana, serán mas flexibles, y se podrán adecuar en mejor
forma a los requerimientos nacionales, concluyó. (1C)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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