Quito. 16 mar 97. (Editorial) Los enemigos convencionales
están siendo reemplazados en nuestro tiempo por peligros
fluctuantes, difíciles de individualizar. Los enemigos tienen
un territorio, una frontera, una bandera, un ejército,
mientras esos peligros no están señalados por soberanías,
límites o cartas de identidad.

Algo semejante sucede con las oportunidades. La fuente de la
riqueza y la potencia modernas no son una cuestión de tierra o
de recursos naturales o de cantidad de habitantes sino que
están contenidas en la ciencia y la tecnología, las cuales no
tienen fronteras.

Por esta razón, la seguridad en una época de misiles y de
armas nucleares depende de las relaciones correctas no menos
que de los armamentos letales.

Los ejércitos no pueden conquistar la sapiencia y no pueden
defender contra los misiles, mientras que la ciencia y la
tecnología dependen más de los cerebros que de los
territorios.

De modo que la vida en una aldea global -como la que está
llegando a ser el mundo - significa la desaparición o la
reducción al mínimo de la importancia de las fronteras, de las
distancias y de las viejas disputas.

Desde que la riqueza moderna es el conocimiento más que el
dinero, está dentro de nuestras capacidades y obligaciones el
equipar a todo ser humano recién nacido de iguales
posibilidades ante las nuevas oportunidades.

Me remito al excepcional informe de la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO), una comisión encabezada por Jacques Delors, que
señala dos cosas muy importantes:

A) La educación debe ser amplia para abarcar íntegramente
cuatro disciplinas:Cómo aprender a aprender. Cómo aprender a
hacer. Cómo aprender a ser. Cómo aprender a vivir juntos.

B) El estudio debe convertirse en un compromiso para toda la
vida.
El saber es la riqueza moderna y, por lo tanto, debemos ser
responsables de permitir que todos los seres humanos lo
compartan. O sea, hay que democratizar el saber.

Por otra parte, la paz no puede ser un logro pasajero. Lo que
necesitamos es una paz sostenible. La paz es una experiencia
diaria, una comunicación y una relación estrecha entre pueblo
y pueblo.

La paz no puede seguir siendo únicamente una responsabilidad
gubernamental. Debe incluir también a la religión, los
sindicatos, la industria, los medios de prensa y las
organizaciones profesionales no gubernamentales y comprender
contactos culturales y profesionales para abrir las fronteras,
de modo que la gente y los bienes y las ideas pueden moverse
de un lado al otro sin discriminación ni dificultades.

Debemos crear una era en la que los hombre sean
alternativamente anfitriones y huéspedes los unos de los
otros. Es preciso privatizar la paz así como privatizamos las
más importantes industrias.
La democracia es, de hecho, una colección de desacuerdos
basada en un único acuerdo, el de coexistir pese a todas las
diferencias, sin que una mente trate de dominar a otras y sin
que una posición trate de eliminar a otra o al poseedor de una
mente distinta o de una posición diversa.

La democracia es dos cosas y no solamente una: el derecho de
cada persona a la igualdad y el igual derecho de ser
diferente.
Todo esto es posible únicamente si en el centro de nuestras
diferentes convicciones religiosas, ideológicas, étnicas e
históricas introducimos una generosa porción de tolerancia que
vaya de persona a persona, de sociedad a sociedad, de país a
país, de un lugar santo a otro lugar santo.

El liderazgo convencional es un resultado de las guerras. Las
guerras crean cuarteles generales, comandantes y disciplina y
están basadas en órdenes y castigos.

Debemos hacer que nuestra vida salga del molde militar.
Estamos entrando en un nuevo mundo que viste de civil y quizás
ayudándonos y sirviéndonos los unos a los otros podremos
descubrir una nueva riqueza constituida por el saber, la
abundancia y la esperanza.

El liderazgo moderno, en vez de dar órdenes, debería ofrecer
apoyo.
Las órdenes crean decepciones y tal vez ocurra lo mismo con la
confianza que se deposita en los dirigentes. Pero preferimos
una desilusión provocada por un exceso de confianza que un
fracaso que sobrevenga a causa de un exceso de desconfianza.

Mientras miramos al futuro que e acerca no hay razón para que
no busquemos y no respetemos nuestras raíces. (IPS) *Ex
primer ministro y presidente del Partido Laborista de Israel
(DIARIO HOY) (P. 5-A)
EXPLORED
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