Quito. 2 ene 2001. Según su última novela, la metáfora de la caverna
tiene que ver con la inseguridad que el ser humano vive.

En cada país a que lo llevó, en inmisericorde gira, la presentación de La
caverna, su última novela, habló de la pérdida de capacidad de
indignación que campea sobre las conciencias. "Estamos perdiendo la
capacidad de indignarnos, de protestar y de oponernos a las injusticias
porque nos domina el miedo", dijo durante su breve visita a Montevideo.

Quizás sea también una herencia de su pasado campesino esa impasibilidad
manifiesta a la hora de referirse a algunos temas que, en otros
escritores, suscitan angustias y dudas. Se declara ateo, el ateo más
tranquilo del mundo. "No he tenido ninguna crisis religiosa en mi vida y
no temo al infierno." Piensa que Dios no tiene otro lugar para existir
que la mente del hombre y que cuando se acabe el último hombre, Dios
morirá con él. La misma tranquilidad tiene sobre su destino de escritor.
Afirma que escribir es un trabajo como cualquier otro, y no participa del
dramatismo del escritor romántico. Saramago nunca sintió la tortura de la
página en blanco. "Una página en blanco es eso: una página que espera que
se le pongan letras encima, y si lo que se pone no conforma, se rompe y
se tira y se acabó".

Aunque se propuso ser escritor a los 17 años, solo lo logró cumplidos los
60. Cree que antes no tenía mucho que decir, y cuando descubra que ya no
lo tiene, jura que se callará. Sin complicaciones.

"Soy tan bárbaro -ha dicho- que creo que el narrador no existe. Que es
una invención de las universidades. El narrador es un personaje más, de
una historia que no es suya. Lo que quiero decir es que efectivamente mi
lector sabe que el que está allí hablando con él, no es un narrador
impersonal, sino yo, que tengo todo que ver con lo que narro. Y cuando
todo esto se acabe y la obra esté terminada, cualquier lector, en
cualquier parte, podría decir: He leído la vida de este señor y lo
conozco. Es lo que quiero."

Cavernas virtuales

Fue una ilusión óptica la que lo llevó a escribir El evangelio según
Jesucristo cuando creyó ver ese titular en la portada de un periódico en
un puesto callejero. Volvió sobre sus pasos y comprendió que ninguno de
los diarios expuestos tenía ese titular; él, en cambio, tenía ya su
próxima novela. La balsa de piedra apareció en la conversación con un
periodista sobre la saudade de los portugueses que emigran. La caverna
nació a la vista de un cartel que anunciaba la construcción de un nuevo
centro comercial.

La metáfora del título es transparente: la caverna es el centro
comercial. En su opinión, estos lugares han sustituido a las catedrales y
a las plazas como punto de reunión y vida comunitaria en la sociedad
contemporánea. Las razones de esa mudanza están para el escritor en el
tema de la inseguridad. La inquietud por los asaltos, por la violencia ha
hecho que la gente elija estos lugares. En su gran mayoría carecen de
ventanas y eso es lo que define una cueva. También las discotecas son
cuevas, según el escritor, y las casas que habitamos: "porque hay rejas
en la puerta y guardias de seguridad y a veces hasta alambre de púas".
"Nuestros antepasados eligieron las cuevas para protegerse de la
intemperie, de los peligros y los lobos. Nosotros hacemos lo mismo. Es el
miedo el que nos guía."

La alegoría platónica de la caverna preside esta nueva historia. Una cita
del libro VII de La República dice desde el acápite: "Qué extraña escena
describes y qué extraños prisioneros. Son iguales a nosotros". Saramago
reconoció que hay diferencias con el mito, en tanto la nueva caverna de
los centros comerciales no es oscura. "Tampoco podemos afirmar que
estemos encadenados a la pared como los personajes del mito, pero sí
estamos confinados allí y la soga que nos ata es apenas lo
suficientemente larga para permitirnos algunos movimientos, los
suficientes para darnos una ilusión de libertad, que no tenemos." Para
Saramago, la analogía esencial permanece: la de ser seres que ven sombras
y las confunden con la realidad.

Aunque aclaró con humor que su intención fue escribir una novela y no
lanzar una campaña contra los shopping centers, Saramago afirma que la
aparición de esa nueva forma de gregarismo no puede dejar de tener
consecuencias en la mentalidad de las personas. (IPS)

Llegar a la realidad por otro camino

El autor de El ensayo sobre la ceguera contó que no hace mucho tiempo y a
raíz de ese mismo libro, un lector le pidió cuentas de cómo había podido
escribir algo tan duro. Saramago dijo que, aunque él mismo tuvo alguna
vez que suspender el trabajo, "porque yo mismo no soportaba lo que estaba
escribiendo y tenía que abandonar todo ese horror para, de alguna forma,
volver a la vida", no comprendió su actitud. "Usted soporta la
realidad -dice que le dijo- y no soporta la lectura de un libro. Un libro
no es más que papel y tinta. La realidad es infinitamente peor de lo que
yo he escrito." Contra ese acostumbramiento es que dice escribir sus
historias.

"La literatura tiene eso de bueno. La de llegar a la realidad por otro
camino." Aunque Saramago sostuvo que sería posible construir una sociedad
más justa en que la obscena riqueza, que se ve en el mundo se
distribuyese con equidad, aclaró que ninguna de esas soluciones está en
lo que escribe. "Esto es una novela, no es un ensayo filosófico ni
sociológico ni un escrito político, no tiene nada que ver con eso. Tiene
que ver con personajes que viven situaciones; si el lector cree que tiene
que sacar de allí alguna conclusión, que la saque." En la novela, los
alfareros que se enfrentaron al poder del centro comercial pierden, se
van a sus casas derrotados. "Yo no propongo nada, apenas muestro su
destino.

Acaso la novelística de Saramago se haya edificado de mirar aquellas
cosas y seres que son invisibles para el resto. Si el libro sirve para
que el lector encuentre un eco de su propia inquietud, ha dicho, le
alcanza para justificarse. Primera novela después de recibir el premio
Nobel, tampoco esa exigencia parece inmutar a este novelista tardío: "Me
parece que no es mi peor libro, y si antes de recibir el Nobel escribí
alguno peor que este, y no fue estorbo para que me lo adjudicasen, el
problema no será tan grave".

Si alguien pasa alguna noche frente a la ventana de la casa de Saramago
en Lanzarote, que no idealice su tarea. El mismo lo advirtió: "Nada de
creer cosas como que el artista está creando. El artista está durmiendo -
dijo y agregó con lógica de campesino- la noche se hizo para dormir y el
día para trabajar". (Diario Hoy)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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