GOLPE DE TIMON Por Edward Holland

Quito. 04.92. La fallida intentona militar de febrero sorprendió
a la mayoría de los venezolanos durmiendo. Pero mucho más
preocupante que la sublevación -aplastada en 12 horas- ha sido la
crisis política que provocó, la peor en 34 años de vida
democrática.

La asonada golpista mostró una ola de frustraciones acumuladas
por la política de austeridad del Presidente Carlos Andrés Pérez
y desnudó una democracia que, para muchos, ha dejado de
funcionar. Aunque el "Gran Viraje" de Pérez fuera un éxito en
términos de indicadores económicos, la prosperidad no se veía en
la calle. Tuvo que venir el intento de golpe para que el
Presidente se decidiera a dar otro viraje: uno que no estaba en
sus planes.

Pérez congeló los precios de algunos bienes de primera necesidad,
anunció una reforma constitucional y prometió medidas para
combatir la corrupción.

El cambio no abandona del todo la política de libre mercado, pero
sí significa que el modelo liberal ya no es doctrina.

Los resultados aún están por verse.

DETRAS DEL GOLPE

En la superficie, Venezuela difícilmente parecía un país para un
golpe de estado. En 1991, su economía disfrutó de la más alta
tasa de crecimiento en América Latina, un 9.2%.

El desempleo bajó a punto, a 8.8%, y más de US$ 2.400 millones en
nueva inversión extranjera llegaron al país.

Pero la recuperación tenía sus problemas. "Es difícil pedir al
pueblo que se inmole por la libertad y la democracia, cuando
piensa que la libertad y la democracia no son capaces de darle de
comer", decía horas después del frustrado intento golpista el ex
Presidente Rafael Caldera.

La política de austeridad había causado la más alta inflación en
la historia de Venezuela: 81% en 1989. A pesar de los esfuerzos
del gobierno, la tasa inflacionaria no bajó de 30% durante los
dos años que siguieron. Y la baja cifra de desempleo encubría
otra realidad que estaba a la vista en las calles: más del 40% de
la fuerza laboral trabaja en el sector informal.

Aunque el gobierno tildó a los golpistas de "fascistas", el
lenguaje de los comunicados de los militares rebeldes hacía vagas
referencias a la distribución de la riqueza y a alianzas con
"fuerzas progresistas", y nadie dudó que el intento de golpe era
-entre otras cosas- una protesta contra el modelo liberal.

CLAMOR POR EL CAMBIO

La intentona tuvo pocos efectos inmediatos en la economía: los
inversionistas no parecieron acobardados por la inesperada
noticia. Al día siguiente, por ejemplo, el gobierno privatizó 4
hoteles recibiendo US$ 16 millones, bastante más que los US$ 9
millones de precio base. La semana siguiente, dos compañías
venezolanas colocaron el total de sus Global Depositary Receipts
(GDR) en el mercado internacional: el grupo Corimón con US$ 100
millones. Cuando el mercado cambiario abrió sus puertas, dos días
después de la asonada, la cotización del dólar subió cerca de 3%
a 64 bolívares, nivel que se mantuvo en las semanas siguientes.

Pero si la economía no parecía afectada por la noticia, el mundo
político sí. Muchos venezolanos vieron en el Teniente Coronel
Hugo Chávez, cabecilla del golpe, una expresión del descontento
popular y la incapacidad gubernamental. La "Chavezmanía" se
expresó en chistes, graffiti y una serie de mensajes que se
multiplicaron por fotocopiadora y fax. Ellos incluyen una parodia
del "Padre Nuestro", el "Chávez Nuestro", y otra del himno
nacional. "Gloria al Bravo Chávez" en lugar de "Gloria al Bravo
Pueblo".

El Fiscal General Ramón Escovar Salom y el escritor Arturo Uslar
Pietri reclamaban la renuncia en pleno de la Corte Suprema, como
primer paso en la lucha contra la corrupción. Uslar Pietri y el
ex Presidente Rafael Caldera pidieron que también Pérez
renunciara a su cargo para poner fin a la crisis.

Pérez supo leer las señales. Usó una cadena nacional de
televisión exclusivamente para afirmar que no renunciaría, pero
nombró un Consejo Consultivo de la Presidencia para que los
asesorara en los cambios a realizar.

¿RECTIFICACION O CAPITULACION?

Un mes después de la asonada, Pérez reapareció en televisión
aceptando casi todas las recomendaciones del Consejo. "No hacerlo
así sería el error más grande de mi responsabilidad como
Presidente", dijo. "Hay un descontento que entiendo y que vamos a
enfrentar en sus causas".

Los principales cambios fueron la suspensión temporal de las
alzas programadas en los precios de la gasolina, además de la
congelación de los precios de los medicamentos, las tarifas
eléctricas y cinco productos básicos: leche, pasta, arroz, harina
de maíz y aceite. Pérez anunció además un programa de vivienda
para la clase media y también -no fue casualidad- para las
fuerzas armadas.

Se anunciaron nuevas leyes para convertir en ofensa criminal la
evasión de impuestos; y nuevos tributos sobre los bienes de lujo
y los activos de las empresas.

Más impactantes fueron los anuncios de reformas políticas: la
formación de un "gabinete de unidad nacional", el llamado a la
elección de una asamblea constituyente para reemplazar el actual
Congreso y reformar la Constitución, la creación del cargo de
Primer Ministro; y acciones inmediatas para combatir la
corrupción, incluyendo la extradición de prófugos de la justicia.
Entre ellos Blanca Ibáñez, quien fuera secretaria privada y hoy
esposa del ex Presidente Jaime Lusinchi, acusada de tráfico de
influencias.

Freddy Rojas Parra, presidente de la agrupación empresarial
Fedecámaras, expresa su preocupación porque "se ha recargado
sobre el empresario la orientación del enfoque de las medidas
correctivas". Las medidas, dice "significan nuevos gravámenes
para el sector empresarial".

Francisco Aguerreverre, presidente de la Cámara de Comercio de
Caracas, dice que los nuevos impuestos aumentarán los costos de
producción, dando lugar a la misma inflación que se esperaba
evitar. "Las medidas nos preocupan porque pueden significar que
se inicia un camino de retorno a esquemas ya superados".

Después del fallido golpe -pero antes de la "rectificación"-,
los economistas privados ya estaban proyectando un menor nivel de
inversión privada y por lo tanto un menor crecimiento este año, 1
ó 2 puntos menos del 5%-6% previsto originalmente. La desviación
del programa económico y la propuesta de nuevos impuestos
seguramente actuará como nuevo freno para los inversionistas. Y
los nuevos programas de subsidio a viviendas van a tener su
costo.

Pero hay consenso en la dirigencia política y económica de que
Pérez hizo lo necesario para rescatar la democracia, sin
renunciar a los principios básicos de la política de apertura y
libre mercado.

EL FACTOR CRUDO

Mientras combatía por reconquistar credibilidad, el gobierno de
Pérez se enfrentaba a un nuevo problema: una caída en los precios
del petróleo que en circunstancias normales hubiera sido
suficiente para provocar una crisis.

La impresionante recuperación económica venezolana de 1990 y 1991
se debió en gran parte al "efecto Hussein". La guerra del Golfo
Pérsico entregó a Venezuela US$ 4.000 millones adicionales en
1990, permitiendo un crecimiento de 5,3%; si no se hubiera
producido la escalada de precios del petróleo, la economía
prácticamente no habría crecido ese año.

El presupuesto de 1992 contempla un precio de US$ 19 por barril,
pero el crudo venezolano se anduvo cotizando por los US$ 15 en
enero. El gobierno se enfrentaba en esos momentos a un déficit
probable de US$ 2.000 A US$ 3.000 millones para el año, una cifra
que sin embargo el entonces ministro de Planificación Miguel
Rodríguez describía como "perfectamente manejable".

Pero poco antes del golpe, el gobierno anunció cortes de gastos
por casi US$ 1.000 millones en el presupuesto, mientras
reajustaba sus proyecciones a US$ 16 por barril. A mediados de
febrero, el crudo venezolano se estaba vendiendo a US$ 13,8.

A pesar de sus esfuerzos para diversificar la economía, el
gobierno sigue dependiendo fuertemente del petróleo como primera
fuente de ingresos fiscales. Tomada la decisión de incrementar el
gasto social, el gobierno de Pérez tendrá ahora que buscar nuevas
fórmulas de recorte de gastos. Una de las posibilidades es
reducir el plan de expansión de US$ 48.000 millones en 5 años ya
iniciado por el gigante estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa).

FIN DE LAS FANTASIAS

El intento de golpe y las secuelas que trajo, ha destrozado
ilusiones de larga data en Venezuela. Primero, la idea de que los
militares venezolanos habían sido comprados por el gobierno con
privilegios u armamento sofisticado, como los aviones de combate
F-16. La insurrección también dejó al desnudo la profundidad del
descontento popular tras la vistosa recuperación económica del
país; y el amplio descontento con una democracia asfixiada por
los partidos políticos e incapacitada por la corrupción.

Y un nuevo actor entró en la escena política, cuya importancia no
puede ser evaluada todavía. El Teniente Coronel Hugo Chávez y su
movimiento, apelando al nacionalismo y al descontento
generalizado, tocaron una cuerda sensible en la población.
Todavía está por verse si las rectificaciones de Pérez serán
suficientes para ganar la confianza de una masa que aún no le ha
dado su apoyo a ninguno de los dos bandos.

(TOMADO DE AMERICA ECONOMIA. No.60. p.p. 43.44.)

EXPLORED
en Ciudad N/D

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