UNA DE LAS RESTAURACIONES MAS BELLAS. Por Susana Cordero de
Espinosa

Quito. 04.09.92. Su apreciación sobre el edificio de la
Fundación Pérez Pallares, "uno de los edificios civiles más
bellamente restaurados en Quito, rico de sugerencias y limpio
de arbitrariedades" escribió para HOY Susana Cordero de
Espinosa.

Para su nota, la autora conversó con Fabián Espinosa Enríquez,
el arquitecto diseñador de esta obra. Su diálogo sigue a
continuación.

-¿De dónde y para qué surgió la idea de restaurar este
edificio que pasaba desapercibido para la mayoría de paseantes
en el centro histórico?

-El Municipio tomó para sí un riesgo muy grande al restaurar
este edificio para que respondiera a un programa de
recuperación de áreas comerciales en la planta baja, y de
oficinas municipales en las plantas altas. Conforme avanzaban
los trabajos, molestábamos al Municipio para pedirle un cambio
de programa, porque las oficinas para las cuales restaurábamos
los pisos superiores, no concatenaban con el uso comercial de
la planta baja. No se nos aceptaban modificaciones hasta que
un día, iniciadas ya las obras, llegó el alcalde Paz y quedó
convencido de que el edificio debía servir para otros
propósitos. Revisamos la programación para que todo
concordara con la calidad del edificio: salones protocolarios,
oficina de la alcaldesa, oficina de la Fundación Caspicara, de
Relaciones Internacionales del Municipio. Con el nuevo alcalde
revisamos la programación para ver a qué otras funciones podía
responder el edificio, sin que nos asuste la necesidad de
mezclar lo moderno con lo antiguo, que puede ser encantador.
Y aunque ya no estoy trabajando para este proyecto, sigo en
él, porque no puedo abandonarlo; cuando se me dice que algo
falta, lo hago. Hacerlo incoherentemente podría destruir el
edificio; improvisar, podría ocasionar desastres en él.

-Los cuadros, las mesas, los muebles, las piedras ¿van a
seguir en los espacios que están tan bellamente colocados?

-Los salones protocolarios van a quedar tal como están; en
ellos quisimos dar cuenta del paso del tiempo y crear un
escenario para que el individuo, cuando camine en él, se dé
cuenta de que se halla en un espacio por donde ha pasado la
historia. Parte de la adecuación del edificio ha tomado muy en
cuenta su entorno exterior. Al entrar al salón protocolar
desde la ventana de la esquina se tiene la visión de la plaza
Grande con la Catedral al fondo y el horizonte de Quito viejo.


Para que el salón se integrara en el paisaje excepcional,
lleno de historia, me fui a las canteras de Santa Rosa, en
Cuenca, de donde traje dos travertinos cortados casi al azar,
para conservar sus irregularidades. Aunque tuve que patalear
para que fuera acogida esta idea, hoy todos la vemos como
esencial para la sala.

-Tal sensación de fluidez, ¿no surge también de la gradación
de la pintura, de los diversos tonos escogidos para
interiores?

-Quizás. La verdad es que el color es uno de los elementos
con que más gusto siento al trabajar. Nuestra cultura es muy
colorida, nuestros indígenas tienen enorme libertad en el uso
del color. El blanco que llamamos colonial fue en la colonia
casi un accidente: era más fácil blanquear las paredes.
Aunque ahora sabemos que la mayoría de monumentos coloniales
deben ser blancos, pues el blanco tiene la nobleza de
referirnos a esa época de la historia, lo discutible es la
combinación del blanco con ese azul brillante, sin relación
con los colores interiores que utilizaba la población: verdes,
anaranjados, bajo la especialísima calidad de nuestra luz
andina.

-Hay tanto detalle, se nota que han trabajado con minuciosidad
maravillosa e inusual en nuestro medio...

-Es lo que hemos querido. No restaurar lo puramente
monumental, sino incluso lo más pequeño. En nuestro proyecto
quisimos entrar hasta en diseño de cerraduras; por la premura
hicimos solo las de la entrada al espacio comercial.
Diseñamos lámparas, cortinas, pisos de terrazo, cielo rasos,
divisiones, vitrales, barandales. Todo es resultado de noches
de trabajo y empeño de ilusión, contra trabas burocráticas que
no surgieron en momento alguno del Fondo de Salvamento, sino
de otros ámbitos. Pero triunfó la voluntad política y la
confianza del alcalde Paz.

-¿Qué me dice de la gente que trabajó con usted?

-Fue una suerte contar con el arquitecto Enrique Pérez,
coordinador de la obra, que comprendió inmediatamente lo que
teníamos entre manos. El respaldo de Dora Arízaga, directora
del Fondo de Salvamento y el del alcalde Paz. Hubo un momento
en que no importaba que el Municipio no pagara horas extras o
que no estuvieran puntuales los cheques de los obreros.
Sentíamos mis maestros y yo que el edificio nos pertenecía,
que era obra nuestra. Los maestros traían a sus familias, a
sus hijos para que vieran lo que hacían. Hay en nuestra gente
una creatividad enorme que, desgraciadamente, muy poco en la
educación y en el ambiente contribuyen a descubrir y
potenciar. Muchos de estos maestros están dotados de una
particular intuición, de capacidad estética con mucha
frescura. El contacto humano fue una lección para mi.
Cuando se nos pidió que termináramos el edificio en seis
semanas, fue para nosotros un auténtico desafío con algo de
inexplicablemente placentero. En las últimas jornadas de
trabajo, que fueron de alrededor de 20 horas, nada importaba
más que trabajar. ­El maestro que hizo el trabajo moderno de
metal de las barandas, aportaba tanto! El maestro Pedro y el
maestro Angel, maravillosos pintores, con quienes hicimos
hasta diez veces pruebas de pintura para conseguir el color
apropiado para esos muros, liberados de ocho capas de pintura.

Mis dos arquitectos asistentes cuyo trabajo aprecio
verdaderamente, Vinicio Capelo y Marco Garcés, y el trabajo
del arquitecto. Oscar Carvajal.

-¿No es éste uno de los edificios civiles más bellamente
restaurados en el Ecuador?

-Estoy contento del trabajo que hicimos porque el diseñar
sobre el pasado para el futuro fue nuestra meta. Dejamos el
trabajo del siglo 20 en una traslación coherente hacia el
siglo 21 que se avecina. No lo restauramos exactamente como
fue, porque el edificio no se lo merecía: era más importante
hacer realidad todo lo que en potencia hubo siempre en él.
Fuimos fieles a su estilo, pero la fidelidad es camino de
doble vía: a la búsqueda de equilibrio entre el pasado, la
historia dada, y al futuro, esa historia que vendrá y que
nuestro trabajo contribuye a forjar. (6c)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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