Guayaquil. 17 nov 98. El plazo se fijó. El año 2000 será
definitivo para que los países industrializados den a conocer
sus proyectos sobre la reducción de gases tóxicos en el
planeta.

Luego de dos semanas de discusiones y contactos, los ministros
de una docena de países (Estados Unidos, Unión Europea, G-77 y
China) y delegados de 170 naciones, reunidos en la IV
Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático en Buenos
Aires, acordaron un plan de trabajo para tratar de aplicar el
protocolo de Kyoto, que obliga a los países industrializados a
reducir sus emisiones de gases en el 5,2% para el año 2012
respecto de los niveles de 1990.

La sorpresa de esta cumbre la dio Estados Unidos al
convertirse en la nación número 60 en firmar el tratado. Su
intervención fue decisiva pues este país ocupa el primer
sitial a nivel mundial en producción de emisiones
contaminantes.

En este encuentro participaron 5.050 personas: 70 ministros,
1.500 delegados, 2.600 observadores de organizaciones no
gubernamentales y 880 periodistas.

La reciente conferencia también estuvo marcada por un nuevo
espíritu de compromiso por parte de los países en vías de
desarrollo, especialmente en las decisiones de Argentina y
Kazajistán, que se sometieron voluntariamente a límites
obligatorios.

Y aunque en el encuentro de Kyoto importantes países en
desarrollo como China e India rehusaron comprometerse a
reducir sus emisiones de gases de invernadero, aludiendo poner
en peligro su progreso económico, los estados desarrollados
prometieron más ayuda para este propósito.

Las discusiones intensas por parte de China, India y Arabia
Saudita terminaron con resultados positivos, cuando los países
desarrollados prometieron contribuir a un fondo para ayudar a
las naciones más pobres a adquirir gradualmente una tecnología
que no afecte el medio ambiente.

Los participantes de la cumbre aprobaron una moción de
solidaridad con las víctimas del huracán Mitch, que se teme
podría ser un presagio de la futura destrucción causada por
condiciones del clima más severas en un mundo afectado por el
calentamiento global.

Asimismo, Estados Unidos y la Unión Europea acordaron resolver
sus diferencias sobre cómo deberían usarse los mecanismos en
torno a las emisiones para reducir la contaminación hasta la
próxima reunión anual sobre el clima.

A pesar de las promesas de los países industrializados, China
e India, encabezando a los países más pobres, insistieron en
que su prioridad es alimentar a sus pueblos y que no pueden
tomar medidas que desaceleren su crecimiento económico.

Sin acuerdos concretos

A pesar de la disposición de los países participantes de
reducir los gases causantes del calentamiento de la atmósfera,
la falta de compromisos concretos aplazados hasta dentro de
dos años permitió que el proyecto establezca fechas límite
para regular los llamados mecanismos de flexibilidad del
acuerdo de Kyoto.

Sin embargo los gobiernos coincidieron en priorizar uno de
ellos, denominado Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), que
facilitará la transferencia de tecnologías limpias y dinero a
los países del Tercer Mundo para que se preparen frente a los
riesgos del recalentamiento.

Así, la conferencia de Buenos Aires consolidó el predominio de
las cuestiones económicas y financieras en la lucha contra el
efecto invernadero, como deseaba Estados Unidos.

El mecanismo de los permisos de emisión de dióxido de carbono
(la compraventa de emisiones de CO2 entre países con
excedentes de ellas y otros que sobrepasen su cuota asignada)
figura en el texto e incluye varios tipos de control, como
propugnaban los europeos.

El plan, además, contiene las cuestiones del cumplimiento de
las normas y los planes nacionales de reducción de emisiones
de gases. El pacto de Kyoto obliga a los países
industrializados a reducir al 5,2% sus emisiones de dióxido de
carbono y otros cinco gases contaminantes para el período
2008-2012 respecto de los niveles de 1990.

Este pacto de Buenos Aires decidió también proseguir con la
fase piloto de aplicación del protocolo o plan, especialmente
para los países más pobres o los pequeños estados insulares
que viven bajo la amenaza directa de las consecuencias del
calentamiento.


Desilusión mundial
Las organizaciones ecologistas expresaron su desilusión porque
la conferencia quedara en un simple programa de trabajo. Para
Greenpeace, los ministros de Medio Ambiente permitieron que
los intereses económicos nacionales bloquearan los avances
para afrontar el cambio climático.

Esta asociación resaltó la ausencia de nuevos compromisos por
parte de los países para reducir efectivamente sus emisiones
de dióxido de carbono. El pacto logrado es, según Greenpeace,
"el más básico acuerdo sobre un plan de trabajo" para el
futuro de una conferencia que se transformó en una negociación
comercial y económica más que ambiental.

El Fondo Mundial para la Naturaleza (el WWF) calificó de
"guerra de trincheras entre burócratas" las negociaciones. Se
congratularon de que se haya abierto un proceso, pero
lamentaron que los ministros hubieran sido incapaces de
mostrar el camino adecuado.

Amigos de la Tierra, otra importante asociación ecologista
mundial, fue más crítica y habló del plan de inacción de
Buenos Aires, refiriéndose a la falta de resoluciones
concretas de la cumbre.

Los miembros de las dos principales delegaciones, Estados
Unidos y la Unión Europea, se mostraron satisfechos del texto
consensuado a pesar de las discrepancias. Pero admitieron su
corto alcance, incomparable al de Kyoto, donde sí hubo
propuestas de políticas concretas para reducir emisiones.

¿Cómo estamos nosotros en cuanto a contaminación?

De acuerdo con un informe de la comisión asesora ambiental de
la presidencia de la República, la más grande y peligrosa de
las contaminaciones es la causada por los automotores, que
producen intoxicación por plomo y sustancias derivadas de
petróleo. En Guayaquil el 65% de la contaminación de aire es
causada de esta forma.

En la ciudad, los vehículos producen alrededor de 43.798
toneladas métricas anuales de contaminación de las cuales
35.000 son monóxido de carbono, mortal si se respira en
grandes cantidades.

En el centro de Quito, el 85% del aire que se respira está
envenenado con residuos químicos como monóxido de carbono,
plomo y otros compuestos tóxicos provenientes de automotores.

El nivel de plomo en el aire de Guayaquil es casi el doble que
en Quito, a pesar de encontrarse esta ciudad a nivel del mar.

En el informe sobre la campaña nacional contra la
contaminación en Ecuador (1996) se asegura que en el centro de
Quito el nivel de contaminación del aire por plomo es mayor
que el encontrado en los túneles, y el doble de los existentes
en algunas áreas de Caracas (Venezuela), ciudad industrial y
con mayor cantidad de vehículos. Sin embargo, Guayaquil tiene
el 70% más de plomo en el ambiente que la capital ecuatoriana.

El informe señala además que debido a la contaminación del
aire que hay en Quito, los infantes ya nacen con un exceso del
40% de plomo en la sangre y este puede subir hasta tres veces
más sobre el límite máximo permitido a los 7 años, dependiendo
de dónde estudian y viven. (Texto tomado de El Universo)
EXPLORED
en Ciudad Guayaquil

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