Quito. 20 abr 97. Sí, es sorprendente cómo las delegaciones de
Ecuador y Perú llegaron, esta semana en Brasilia, a un acuerdo
rápido sobre dos puntos: el orden en el que van a ser
discutidos los "impasses" y la coordinación de procedimientos.
El augurio es bueno aunque el discurso de Jorge González
Izquierdo, Canciller encargado de Perú, y la actitud de su
delegación, mediatizan el optimismo expresado por todos,
incluyendo a los Garantes.

En efecto, González dijo lo que siempre ha dicho su
cancillería y se apegó, de manera estricta, a las tesis más
ortodoxas de su país. Como si nada hubiera pasado desde 1942.
Como si no hubiera una negociación en curso con acuerdos de
por medio en Itamaraty, Quito, Buenos Aires y Santiago. Como
si fuera posible pensar que Ecuador, tras 55 años de
reivindicar unos derechos, pudiera plegarse hoy, sin
contraparte alguna, a razones que siempre ha estimado indignas
e injustas.

En su discurso, el Canciller encargado de Perú dijo que su
país estaba en Brasilia para "concluir la ejecución del
solemne compromiso de 1942". No habló de negociación sino de
conversación. Le dio énfasis a lo meramente jurídico sobre lo
político-diplomático y, en fin, afirmó que el proceso era para
"completar definitivamente la demarcación de la frontera
peruano-ecuatoriana". Un discurso que causó desasosiego entre
los Garantes.

"Perú está entrampado", dice uno de ellos, haciendo referencia
a los parámetros con los que están enfocando la negociación.
Para ellos es evidente que la solución del diferendo no se
enfoca desde lo estrictamente diplomático. "Tenemos intereses
egoístas", reconoce un alto representante de uno de los cuatro
países en Ecuador. "Es lógico que desde afuera se nos vea más
como una zona geográfica que como países separados. Cualquier
conflicto crea desconfianza, incertidumbre y ahuyenta la
inversión". Y el diplomático da un ejemplo: el caso Tequila
tocó solo a México. Su efecto sicológico, en cambio, se
extendió, en muchas capitales europeas y en EE.UU., hasta
Chile y Argentina.

El mensaje es claro: los puntos de tensión afectan los
mercados, retrasan la dinámica de integración (Mercosur,
comunidad andina...) y trastocan ciertas estrategias: la de
Estados Unidos, por ejemplo, que busca la conformación de una
área hemisférica. "Ese es el único objetivo estratégico que
tiene EE.UU. cuando piensa en América Latina", dice otro
diplomático.

Se entiende porqué los Garantes, además de ser países amigos
de Ecuador y Perú, están interesados en que el conflicto se
termine pronto y, sobre todo, se termine bien. Es decir, que
los dos países y sus opiniones públicas reconozcan que han
hecho un buen negocio. Y cualquier negocio -en el que se
salvaguarde la dignidad y la justicia- es mejor que la guerra.
En ese punto, hay unanimidad entre los Garantes. Luego vienen
los matices. De forma, unos. De prisa, otros. Los Estados
Unidos han hecho saber, por mandos medios es verdad, que están
"cansados" y que verían con buenos ojos un acuerdo rápido:
ojalá en este año.

Nadie habla de presión. Solo de sugerencias, ayuda,
consejos... Hay conciencia de que la negociación es bilateral
y que en diferendos de este tipo no vale presión, venga de
donde venga. Eso significa que la negociación será compleja y
que no se le puede imponer un ritmo artificial.

Las dos delegaciones deberán, en la dinámica misma de sus
encuentros, ir encontrando intereses de provecho mutuo. De ahí
el espíritu del acuerdo que imperará en las negociaciones de
Brasilia. Silencio casi total sobre acuerdos y diferendos,
boletines de prensa que salgan previo acuerdo de las dos
partes, negociación "impasse" por "impasse" del más simple al
más complejo. Y firma al final de manera a que lo negociado
pueda ser reexaminado a la luz del conjunto de puntos
controversiales.

En ese esquema, se temía que los procedimientos retardaran el
inicio de las negociaciones en Brasilia. Esas aprehensiones
fueron nutridas por los debates que suscitó el "impasse" por
el que arrancarían las negociaciones. Finalmente, los dos
países (Ecuador había avanzado el nombre de Zarumilla),
renunciaron a sus pretensiones y decidieron avanzar nuevos
alternativos. La buena voluntad se impuso y en Brasilia, en
menos de seis horas, se constituyó el orden en el que se
negociarán los "impasses" y se acordaron los procedimientos.

El ambiente es bueno (y eso en una negociación esencial), y
hay un libreto ya firmado. Dos puntos les parecen "signos
importantes" a los Garantes. Y así lo han dicho. La actitud
ecuatoriana, al margen de cualquier afán propagandístico,
coincide en el espíritu que los Garantes preconizan y eso se
evidenció en el discurso del canciller José Ayala Lasso. El
propugnó por "un acuerdo justo, digno y mutuamente aceptable
sobre los impasses subsistentes". Le hizo un llamado a Perú
para que los dos países se constituyan en "artífices de la paz
permanente y en socios dinámicos para el desarrollo". Le
recordó en qué marco internacional se inscribe esta
negociación: "es la exigencia insoslayable del mundo moderno
que amenaza con dejar por fuera de la historia a los países
que no han abierto sus puertas y sus espíritus a las bondades
de la interdependencia, la integración y la cooperación,
útiles y quizás insustituibles herramientas para asegurar el
desarrollo y el bienestar".

Ecuador está dispuesto en Brasilia -dijo Ayala Lasso- a "dar
un nuevo testimonio de fe en las posibilidades de diálogo
orientado a acordar una solución global y definitiva, digna y
realista de los impasses subsistentes".

En Quito, diplomáticos de los países Garantes consultados por
este Diario, hablan de un "optimismo realista" y -con una
franqueza no exenta de cordialidad- invitan a los ecuatorianos
a no ser pesimistas. Nunca -dicen- Ecuador logró sentar a Perú
en una mesa y en el marco de una negociación abierta y
bilateral. "No hay que temer la negociación", dice uno de
ellos. Y es bueno mirar el proceso en su dimensión real: en
dos años, se puso fin a una guerra, se crearon mecanismo de
distensión, de retiro de militares de la zona, se impulsó un
marco diplomático para negociar, se estipularon los términos y
los mecanismos, se abrieron canales de diálogo entre los
militares... Los dos países, a pesar de todo, han dado signos
de buena voluntad, han aumentado el nivel de confianza, se ha
desactivado, en buena parte, el peligro bélico y, lo más
importante, se sigue negociando en Brasilia.

"Es la permanencia de estos signos -dice un diplomático- lo
que va a determinar los avances en la negociación. Si la
negociación fluye, los resultados serán buenos". Pero otro
diplomático agrega: "Si Perú se mantiene obsesivamente en sus
posiciones, si se inspira en su coherencia, heredada del
pasado, entonces traerá más complejidad al problema". (TEXTO
TOMADO DE EL COMERCIO)
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