Quito. 02.04.92. El profe pidió...

"¿Un clipe con forma de mariposa para
mañana?... Y recién ahora me lo dices... son las nueve de la noche, ¿dónde
podemos conseguir?"

El profe pidió...

"Un cromo con la figura de un pájaro "migrante"... Ya recorrí
todas las papelerías y tienen de todo menos a ese pájaro...
¿no te servirá este parecido...?"

El profe pidió...

"Sí...y mañana mismo voy a la escuela a hablar con él...
imposible... basta con ese borrador, ­para qué quieren uno de
tinta y otro de lápiz!

Y si no llevo...

"Ni pensar, la profesora me manda a traer para todos... ¿y
dónde conseguimos 20 cromos?

Y si no llevo...

"­No me dejan entrar a la clase de Actividades Prácticas y me
mandan a la Dirección!

Y si no llevo...

"­El profesor no nos deja borrar con otro borrador... y si me
equivoco tendré cero!"

"Que el profesor mandó", "Que tengo que llevar", "Que el
profesor es bravo", "Que consígueme donde quiera", "Que tendré
cero", etc, etc. Estas expresiones son las que, por
desgracia, se escuchan cotidianamente en las casas.

Y no solo se escuchan sino se somatizan: llantos, pleitos,
fantasías terroríficas son el resultado de una petición -mal
llamada "tarea"- que no puede cumplirse.

Vale, entonces, imaginar algunas reflexiones sobre las
frecuentes confusiones que suelen tener nuestros maestros
primarios con respecto al sentido de la tarea o deber.

¿Qué es una tarea?, ¿por qué los niños deben realizar tareas?
Desde el punto de vista estrictamente cognitivo, la tarea es
una actividad de refuerzo a una destreza que está en proceso
de desarrollo.

Y los niños lo captan así: como una necesidad para mejorar la
letra o repasar la suma. Por eso, "lo que pide el maestro" es
"inobjetable" para los niños pues, según su propia
cosmovisión, todo lo que solicita el profesor es
importantísimo para aprender.

Pero la desproporción tamaña aparece con la evaluación:
igualmente tiene cero el chico que no trae el clipe como el
que no hizo las planas.

En muchas escuelas del país se practica la desproporción. No
nos preocupa que para un niño sea tan importante y "decisivo"
realizar 25 sumas o 3 planas como conseguir una caja de
fósforos. Y aunque no discutimos el valor de la
responsabilidad como actitud, el problema radica justamente en
el conflicto que suscitamos en los chicos que por cualquier
razón no pueden conseguir un clipe o una funda de tillos (y se
imaginan el cero que tendrán), cuando en realidad esto es
irrelevante.

Los materiales que se solicitan a los niños tienen -o deben
tener- un objetivo formativo, de ninguna manera conseguirlos
puede tener el mismo peso evaluativo que una tarea de refuerzo
o una breve consulta. De ninguna manera.

Y lo más grave es que vamos rompiendo con aquellos "ritos
naturales" que tienen los niños al realizar tareas: cuando hay
emoción e interés de aprender, quizás con mayor frecuencia en
los primeros grados, el niño se convierte en un ser riguroso:
hacer el deber es un acto ritual que no escatima tiempo de
dedicación y no se diluye ante la tentación del juego.

Dicho rito, entonces, se debilita con la desproporción: el
niño va perdiendo interés cuando no puede hacer una "tarea"
-conseguir tal o cual cosa- por razones ajenas a su voluntad
y, lo peor de todo, ­tiene cero!

Interesa, por tanto, ubicar el sentido de una tarea y
evaluarla en función de un objetivo predeterminado. Enviar
como deber el conseguir tal o cual objeto debe estar siempre
antecedido de información concreta al niño: "los fósforos nos
servirán para ésto..." Si nos empecinamos en poner una nota
por tal acción, al menos cuidemos que guarde proporción con
aquellas que testimonian la situación académica.

En un libro de vida de una profesora rural de Manabí, un
supervisor leyó lo siguiente: "El niño Zambrano tiene en
matemáticas 15 sobre 20 porque realizó todas las tareas aunque
todavía no sabe restar llevando. El alumno Santiago Prócel
tiene l0 porque no cumplió con todas las tareas; este niño,
sin embargo, suma y resta sin ninguna dificultad". El
supervisor, desconcertado, había preguntado a la maestra la
razón de tan marcadas diferencias; y claro, la profesora dijo
que 4 de las 7 tareas consistieron en traer objetos de la casa
y ­el tal Prócel no trajo nada!

*Investigador educativo de INSOTEC 1C
EXPLORED
en Ciudad N/D

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