Quito. 08.11.93. Exposición clara, elegante. Habla con gran
seguridad. No hay afectación. Se siente como pez en el agua en la
reflexión sociológica y la interpretación política.

Me enseña las diversas ediciones, las traducciones al inglés, la
edición hecha en portugués, con prólogo de Paulo Freire.

-Usted mantiene una relación de casi treinta años con las
ciencias sociales. ¿Qué le ha dado esa relación?

-Primero ha sido muy enriquecedora humanamente para mí, en el
sentido de que es una actividad que me realiza tanto como la
política activa y práctica y en la que a veces incluso disfruto
tanto o más que en la vida pública. También me ha significado una
enorme contribución para entender al Ecuador, para penetrar en la
profundidad de la problemática ecuatoriana, del alma nacional, y
de sus dificultades y desafíos.

-No ha sido frecuente que un cientista social -no sé si hay otra
palabra menos fea-...

-Científico o politólogo.

-...que un científico social o un politólogo ejercite también la
política.

-No se juntan habitualmente las dos actividades o profesiones
porque para cada una de ellas se requieren de aptitudes
diferentes: la preocupación del científico es la fría
observación y análisis de los problemas sociales, de los
fenómenos económicos, de los conflictos políticos...Formular
previsiones hacia el futuro, sacar consecuencias de cada uno de
los procesos... Frente a ellos, el politólogo es un ser ajeno en
el sentido de que no puede hacer nada para alterar su curso que
no fuera a través de la influencia que su pensamiento ejerza
eventualmente en la opinión pública o los actores políticos,
sociales o económicos. No busca el poder, no le interesa el
poder. Al político, en cambio, eso es lo que le interesa y busca.
Y no le preocupa la reflexión académica sobre la problemática de
una sociedad. No es común que estas dos actitudes anímicas se
junten en una persona.

-Cuando se juntan ¿en qué terreno confluyen el político y el
politólogo?

-Si se juntan, la persona beneficiada de esta suma adquiere, me
parece, una ventaja comparativa, porque en el ejercicio de la
actividad política y eventualmente del poder puede ella misma
formularse juicios, interpretar los acontecimientos en función de
sus propias categorías analíticas y de su propio conocimiento de
la realidad. Sin esa formación - empírica en mi caso- o sin mi
conocimiento de la realidad ecuatoriana o sin mi manera de
observar los fenómenos, probablemente yo habría tomado decisiones
políticas diferentes.

-A pesar de la necesaria objetividad tanto en el politólogo como
en el político, ¿tiene algún lugar importante en su trabajo la
intuición?

-Menos en el politólogo, porque en razón de ser un científico se
supone que debe manejarse a través de categorías analíticas,
hechos concretos o de fenómenos objetivamente observados. En
cambio en el político, en las decisiones que finalmente toma,
juega un alto porcentaje su intuición, su instinto.

-En "El poder político..." usted realiza una crítica de la
metodología marxista. Pero ¿cómo define su propio método
interpretativo?

-Los científicos sociales tienden a poner la carreta antes que
los bueyes, en el sentido de primero adoptar una serie de
categorías analíticas para después acomodar a ellas los
acontecimientos. Yo procedí inversamente. Y sería materia, si no
de un libro, por lo menos de un ensayo tratar de formular una
abstración que pueda señalar los grandes contenidos
instrumentales que guiaron el anális. Para contestar la pregunta
y con las dificultades que ello implica, yo diría que allí hay
una mezcla de muchos instrumentos. Hay un análisis estructural,
un análisis histórico, un análisis de los conflictos de intereses
económicos, pero también mi trabajo introduce algo que en general
ha sido subvalorado en los estudios de ciencias sociales
ecuatorianas: el papel de las personalidades, de los modos de ser
de la sociedad, de la cultura, de la religión.

-Usted confiesa que la experiencia de ejercicio político no ha
modificado sustancialmente la perspectiva del libro. Pero en los
últimos venticinco años ¿no hay nuevos elementos en las ciencias
sociales en América Latina que la han modificado?

-Más bien en el sentido de afirmar los implícitos elementos
científicos que inspiraron el libro porque en los años sesenta,
en los que se comenzó el trabajo, en América Latina lo que
contaba era el análisis marxista y las categorías del
materialismo histórico y el materialismo dialéctico. El análisis
mío fue absolutamente heterodoxo y recibió algunas críticas.

-No es frecuente en nuestro medio que un libro alcance nueve
ediciones. ¿Qué siente usted ante este hecho?

-Mucha gente puede creer que en mi vida -que ya tiene más de 50
años- lo más importante que me ha sucedido puede ser el ejercicio
de la presidencia de la República. Sin duda que este es un hecho
singularísimo. Pero otro acto de mi vida que me satisface
plenamente y que me llena de orgullo es este libro. No quisiera
exagerar, pero para mí es tan importante como pudo haber sido la
presidencia de la República. No sé si me equivoco, pero a la
larga, después de muchísimo tiempo, a lo mejor los jóvenes y los
estudiantes saben más de Osvaldo Hurtado por este libro que por
alguien que fue uno de los setenta u ochenta presidentes del
Ecuador.

-Entonces si tuviera que decidir entre el político o el
politólogo, la suerte estaría ya echada...

-No tanto. Porque yo disfruto mucho con la política activa, me
gusta, me entretiene, me satisface intelectualmente, para no
tocar el compromiso cívico, el sentido de servicio público que
también implica la política, sino como simple ejercicio
intelectual que puede ser como el de un periodista, un pintor, un
músico. Yo disfruto de las dos cosas. A las dos las valoro en
términos muy parecidos. Desde cuando escribí "El poder
político.." hasta hoy, a pesar de mi falta de tiempo, yo no puedo
pasar una buena temporada sin escribir.

-¿Qué se añade a la novena edición del libro, además del índice
por materias y una bibliografía complementaria?

-Lo que se añade son esas reflexiones a propósito de los
diecisiste años transcurridos; en realidad ellas y muchas otras
deberían dar origen a un segundo volumen. Ese es un proyecto
largamente acaricidado. Analizar los últimos veinticinco años,
que terminan en el año dos mil.

-En el análisis que dedica a los últimos diecisiste años, se
mencionan temas importantísimos. Uno de ellos es el del papel de
las Fuerzas Armadas en la estabilidad constitucional. Sin negar
el mérito de cierta profesionalización de ellas, ¿no es exagerado
atribuir esa estabilidad solo a las Fuerzas Armadas? ¿No es
atribuible esa estabilidad más bien a las circunstancias externas
y, sobre todo, a la posición de los Estados Unidos?

-Yo no creo. Y para contestar a esta argumentación sólo citaría
el caso de las dictaduras de 1963 y de 1972. En esa época, otra
era la posición de los Estados Unidos de Norteamérica, sin duda
favorable a las dictaduras. Sin embargo, ninguna de las dos se
hubieran producido sin graves errores cometidos por los políticos
civiles y sin el vacío de poder creado por ellos. Para hablar del
año de 1972, el golpe militar se dio contra una dictadura civil.
En cuanto a estos últimos años, yo podría dar el testimonio de
cuando yo fui presidente de la República: hubo momentos de mi
gobierno en los que yo tenía a todo el país dándome las espaldas.
Y, en el centro de este conjunto de actores adversos al gobierno,
una crisis económica que por aquel entonces nadie entendía y
muchos creían que era de exclusiva culpa de mi gobierno. La
pregunta es cómo logró sobrevivir un gobierno tan aislado
políticamente como por momentos fue el mío. Mi única
interpretación es la solidaridad de las Fuerzas Armadas, que
siempre estuvieron a favor del orden constitucional.
Porque,además, en esa época se conspiraba. Hoy día no se
conspira. Pero cuando fui presidente, se conspiraba. Tanto en el
sector civil como desafortunadamente en un grupo minoritario de
las Fuerzas Armadas.

-¿Qué papel tiene en la crisis de gobernabilidad la muy mediana
formación de los políticos, sus valores, etc.?

-Me parece que en el Ecuador hay una caída de nivel de toda la
clase dirigente, dentro de la cual obviamente están incluidos los
políticos. Y esto, ¿a qué se debe? Al deterioro académico de la
universidad, de donde provienen todos aquellos que ocupan altas
funciones de las actividades públicas y privadas. Me parece que
aquí radica uno de los más severos problemas que tiene el
Ecuador. ¿Por qué otros países de América Latina han resuelto
sus problemas económicos y Ecuador no? Creo que en buena parte
por las limitaciones, por las incompetencias, por las debilidades
de su clase dirigente y de sus líderes políticos. Este no es un
problema exclusivamente de los partidos ni de los políticos
profesionales, sino del conjunto de la sociedad.

-También en el análisis del libro se topa el debilitamiento del
movimiento sindical. En los años de su gobierno, ese movimiento
vivía la etapa de mayor fuerza...

-Este es un fenómeno universal. En los países desarrollados se
produce como consecuencia de la reducción del procentaje de
trabajadores manuales, del incremento del porcentaje de
trabajadores intelectuales. En el caso de los países de América
Latina las causas son otras. Me parece que los grandes temas que
movilizaron a los trabajadores han perdido vigencia como
consecuencia de la catástrofe socialista.El movimiento sindical
latinoamericano casi en su totalidad estuvo influenciado por el
pensamiento marxista, en unos casos, y en otros, aun no
estándolo, planteaba la sustitución del sistema capitalista por
otro sistema económico. Me parece que como consecuencia de todos
los cambios ocurridos en el mundo, ese discurso ha perdido
sentido totalmente. Hoy los trabajaores no pueden prescindir de
esta economía de mercado en la que deben participar, en la que
deben intervenir y en la que deben concurrir para buscar el
mejoramiento de sus condiciones de vida. Ya no hay la sustitución
del sistema, sino hacer que ese sistema sea socialmente justo,
distributivo económicamente. Pero me parece que el movimiento
sindical ecuatoriano no se ha formulado esta reflexión.

-Ecuador es una sociedad incapaz de producir consensos. Usted
anota ello como parte de la explicación del problema de
gobernabilidad. ¿A qué atribuir esa incapacidad?

-Es un problema cultural, me parece a mí. Nosotros somos más
proclives al conflicto, al disenso, a la discrepancia. A lo mejor
por la influencia que tienen los abogados en la vida pública. Los
abogados son educados para litigar, no para conciliar. Pero
pienso que también se debe a que cada uno de los actores
-empresarios, trabajadores, partidos políticos- constituyen
capillas cerradas, que no se abren a los otros interlocutores
para buscar alguan fórmula de solución. Sin embargo creo que con
el tiempo esto irá cambiando...

-La centro izquierda no ha sido capaz de generar un proyecto como
respuesta al programa de derecha que, hay que reconocerlo, tiene
su coherencia.

-Ecuador ha perdido diez años. Hoy en el país se discuten y
tratan de resolver los mismos problemas que se discutían y se
trataban de resolver el año 1983, cuando yo fui presidente de la
República. Para resumir: restablecer los llamados equilibrios
macroeconómicos, esto es abatir la inflación, ordenar las
finanzas públicas, obtener un crecimiento positivo de la
economía. Estos diez años perdidos se deben a muchos de los
problemas analizados, a la falta de capacidad del país en su
conjunto, de su clase dirigente y de sus principales actores para
llevar adelante un programa de largo plazo, que de haber sido
ejecutado hubiera permitido hoy al Ecuador discutir otros
problemas, como los que se discuten en otros países de América
Latina. Para poner gráficamente como hemosperdido diez años: la
meta del actual gobierno es obtener una tasa de inflación anual
10 puntos superior a la tasa de inflación con la que terminó mi
administración. Me parece que juega la falta de una reformulación
de los partidos de centro izquierda, pero yo diría también que
una falta de actualización de los partidos de la derecha.

-Uno de los poco mea culpas en la última edición de su libro es
no haber previsto el movimiento indígena...

-Sí es un grave vacío de la tercera parte, no de la primera ni de
la segunda. Un error de interpretación. En la última parte de mi
libro subsumí al movimiento indígena dentro del movimiento
campesino, privándole de su singularidad étnica, cultural,
económica y también social. Por los acontecimientos que se
produjeron a fines de la década pasada, el movimiento indígena
aparece como algo no sólo sociológicamente diferente, sino que
además políticamente distinto del movimiento campesino y del
movimiento popular y sindical.

-Los científicos sociales suelen hacer prospeccciones. ¿Cómo ve
usted el futuro del país?

-No va a ser fácil que el Ecuador salga de la crisis y lleve
adelante un progreso económico y social sostenido, por muchas de
las razones que he señalado, pero no sólo por ellas. Mencionaría
solo dos más: en primer lugar, por el grado de destrucción del
Estado, cuya incompetencia ha llegado a un punto crítico. El
segundo elemento negativo tiene que ver con los partidos
políticos: un sistema de partidos tan fragmentado como el
ecuatoriano, la inexistencia de dos o tres partidos mayoritarios
en capacidad de ejercer el poder y de mantenerse en él impide
llevar adelante el programa económico. Y todos los países del
tercer mundo que han logrado salir adelante lo han conseguido
luego de veinte años de esfuerzo consecutivo. En el Ecuador el
trabajo positivo, tesonero, en algunos gobiernos dura dos años y
en el mejor de los casos cuatro...

-Probablemente en vienticinco años más, habrá ya trascurrido
suficiente tiempo para escribir la cuarta parte de "El poder
político". ¿Cómo juzgaría allí el politólogo la mayor
contribución del político Osvaldo Hurtado al país?

-Yo pienso que la mayor contribución fue haber conjurado la
crisis económica. No haberla resuelto, porque eso era imposible,
pero haber evitado que se produjeran sus mayores derivaciones,
que se dieron en otros países de América Latina. En el Ecuador,
quién sabe qué consecuencias sociales y políticas habrían podido
tener. Porque terminar el gobierno con la tasa de inflación con
que terminamos, con un crecimiento económico del 4 por ciento,
con un déficit del sector púbico, de la balanza de pagos, de casi
el cero por ciento, es lo que el Fondo Monetario Internacional
está pidiendo a este gobierno para que lo haga después de uno o
dos años.

-Y cómo resumiría aquello que, por diversas circunstancias, no
hizo y habría querido hacer.

-Haber conseguido la organización de una sociedad más equitativa,
cosa que fue imposible dada la crisis y la necesidad del ajuste.
EXPLORED
en Ciudad N/D

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