EL JUEGO DE SOÑAR. Por Jorge Dávila Vásquez
QUITO. 03.04.92. Siempre soñábamos. Eramos unos soñadores
impertinentes, pero a veces jugábamos a soñar, por ejemplo,
viendo el mundo mágico que emergía de la pared desportillada y
que se transformaba en rebaños, bosques, nubes; en ciudades,
en torres que subían hacia un aire de palomas o de lejanos,
inalcanzables gavilanes.
Acurrucados en el hueco que dejó alguna vez una inmensa piedra
que extrajeron los constructores y que no rellenaron en meses;
hoyo que era para nosotros cueva, fortaleza y refugio,
mirábamos el cielo a través del cristal de las bolitas con las
que ganábamos y perdíamos a diario inimaginables fortunas
imaginarias.
Era otro juego de soñar que duraba horas de horas, hasta que
empezábamos a ver luces, con los ojos abiertos o cerrados, y a
caminar a tientas, como si hubiésemos entrado de pronto en el
reino de los ciegos.
Alguna vez, uno de nosotros -era pequeñito, pecoso, blanco, he
olvidado su nombre con el paso de los años- se extravió de
esos universos de juego y nunca lo volvimos a ver. Las vecinas
dijeron que su familia se había mudado de barrio, pero
nosotros sabíamos que era mentira, y a partir de entonces
tuvimos un cierto miedo de volver a jugar, aunque nunca
faltaba quien nos tentase y volvíamos a irnos hacia esos
universos mágicos, lejos de nuestra realidad pobre y limitada.
Una vez allí, susurrábamos el nombre del amigo perdido. Pero
nuestra voz se iba en pos de ese falso cielo de la pared
desportillada o se perdía en ese cosmos, donde las bolitas de
cristal giraban como si fuesen astros; y retornábamos tristes,
desilusionados.
Alguien dijo que lo que realmente estaba pasando era que la
niñez se iba quedando atrás, pero tampoco le creímos. La
juventud nos parecía entonces tan lejana. Y la vejez un mundo
más remoto que aquellos que mirábamos girar desde nuestro
observatorio secreto, en el que estuvo alguna vez la piedra y
que un buen día amaneció rellenado y cubierto de cemento, como
si una época entera de la vida hubiese sido clausurada para
siempre.
A Julio Montesinos
en
Explored
Ciudad N/D
Publicado el 03/Abril/1992 | 00:00