De ganar la Presidencia, Álvaro Noboa Pontón se convertirá en el hombre más poderoso en la historia del Ecuador: una sola cabeza con el mayor poder económico y político

En mayo de 1996, poco antes de posesionarse como presidente de la Junta Monetaria en el gobierno de Abdalá Bucaram, Álvaro Noboa Pontón manifestó que aspiraba ser el Domingo Cavallo del régimen.

La comparación con el cerebro económico del presidente peronista Carlos Menem supuso entonces una arrogancia del excéntrico millonario que apoyaba al partido denominado
“la fuerza de los pobres”.

Nadie vislumbró que se trataba del primer bloque en la construcción de su carrera política.

Una década más tarde, con el mensaje de Cavallo apertura económica, liberación de impuestos, libre comercio y las estrategias populistas del peronismo regalar medicinas, alimentos y sillas de ruedas lo pondrían en el umbral de convertirse en el hombre más poderoso en la historia del Ecuador: una sola cabeza con el mayor poder económico y político.

Esta condición que no logró su padre, el magnate Luis Adolfo Noboa Naranjo, con quien Álvaro mantiene una rivalidad aun después de muerto.

Pasión por el poder

Hombres de tiempos y condiciones distintas, padre e hijo tienen en común la pasión por el poder.

No obstante, esa energía fue canalizada en direcciones diferentes, lo que terminó por sacar chispas a su relación personal.

No pudieron trabajar juntos. El breve paso de Álvaro por las empresas acabó en un despido intempestivo.

Supuestamente el padre descubrió al hijo presionando a los proveedores de frutas e insumos para que le compraran bienes raíces.

Para Álvaro las diferencias ocurrieron por otro motivo: “Los dos teníamos luz propia y pienso que en ningún barco puede haber dos capitanes, y yo, como él, quería realizarme con mis propias obras”, según explicó a Vistazo en 1996.

Para el quinto hijo del matrimonio Noboa Pontón, debe haber sido muy difícil crecer a la sombra de los logros de su padre, quien amasó una fortuna estimada a su muerte en 1.100 millones de dólares, según la revista Forbes.

Hasta hace algunos años, la gente continuaba llamándolo Alvarito y lo comparaba con su padre, argumentando que los zapatos por llenar son inmensos.

“He sido primero en todo en la vida. Tengo mucha seguridad en mí mismo.

Lo que me fastidia es el prejuicio. Cuando las personas me tratan se hacen una opinión diferente”, dijo a Vistazo.

“En realidad el ego de Álvaro, tan grande como uno de sus buques”, escribió The Wall Street Journal “lo conduce a inflar sus acciones”.

No fue un gran estudiante. Quizá porque no se educó, Noboa Naranjo se empeñó en que sus hijos lo hicieran desde temprana edad en colegios europeos.

“Ahí nos separamos los hermanos (cuatro mujeres y dos hombres), cada uno en su turno, a la edad de los 11 años, tenía que ir a Suiza y permanecer hasta los 18.

Sólo Álvaro se escapó de aquello, pues él permaneció menos de cuatro años”, escribió su hermana Isabel en la obra Perfil de un triunfador.

En efecto, Álvaro aprendió inglés y francés en Le Rosey, un plantel descrito por la revista Life como el más exclusivo del mundo.

El aula para futuros reyes y magnates. Allí se graduaron Alberto de Bélgica, el Sha de Irán, el Aga Kahn, el príncipe Rainiero y plebeyos como los Rockefeller y los Niarchos.

Fueron años difíciles: “Tuve dificultades por no conocer el idioma”, sostuvo Álvaro.

Los estudios universitarios, en cambio, los realizó en la Universidad Estatal de Guayaquil, donde en 1975 se recibió como abogado, aunque nunca ha ejercido.

Después de graduarse se dedicó al desarrollo de proyectos inmobiliarios. Según él, tiene más de 75 millones de metros cuadrados

en terrenos, buena parte de los cuales están por urbanizar.

En los años 80 creó la fundación Cruzada Nueva Humanidad, cuya filosofía es hacer labor laica con los principios de Cristo.

La institución regala medicinas y alimentos. Si algo fastidió a su padre fue la caridad. No hay nada más degradante que la dádiva fácil.

“El pedigüeño es negativo para la sociedad”, dijo. Para Álvaro, simplemente se trata de formas distintas de interpretar la sensibilidad del ser humano: “Para mi padre fue crear fuentes de trabajo; para mí, combatir la miseria y la pobreza espiritual”.

Otra de las diferencias que le gusta resaltar es su inclinación por el arte y la cultura.

Álvaro se considera un intelectual. “Al igual que mi padre, me agrada ganar dinero y crear empresas, pero a diferencia de él, la satisfacción intelectual me da tanta felicidad como las otras dos. Me gusta escribir, lo hago en mi revista La Verdad”.

A pesar de ello, en sus primeras campañas tuvo serias dificultades en el manejo del lenguaje en público, y por ello evadió los debates y las entrevistas políticas.

“(La suya es) una candidatura basada en el dinero y el silencio. Nadie sabe cómo piensa ni qué quiere hacer”, dijo de él, el ex presidente León Febres-Cordero en el año 2002.

Para comunicarse, Álvaro ha preferido los espacios contratados, incluso para asuntos familiares. En 2001 difundió en casi todas las cadenas de televisión, en espacio triple A, un vídeo del bautizo de su hijo, celebrado en la Catedral de San Patricio en Nueva York, al que asistieron, entre otros, los hijos de Robert Kennedy y la actriz Susan Sarandon.

Disputas familiares

Lo que sí no ha podido evitar ni en el Ecuador ni en el extranjero son los artículos sobre las disputas familiares en torno a la herencia de su padre.

En 1994, al enterarse de que su padre había testado y que el control de las empresas a su muerte quedaría en manos de su madrastra, Mercedes Santiestevan, presuntamente, Álvaro interpuso en Nueva York un recurso legal para anular el testamento, argumentando que su padre no estaba en pleno uso de sus facultades mentales y que fue inducido a firmarlo.

Las cortes habrían ordenado un examen mental de Noboa y al comprobar su cordura desecharon la demanda. Álvaro negó en una entrevista a Vistazo este episodio.

En todo caso el testamento quedó firmado y a la muerte de Noboa, en 1995,Álvaro inició una batalla judicial en contra de su madrastra.

El proceso de sucesión hubiese tardado algunos años de no mediar el ingreso de Álvaro a la política como presidente de la Junta Monetaria en el gobierno de Abdalá Bucaram.

Bucaram anunció la expropiación para un parque público de una gigantesca hacienda, en el sector de mayor plusvalía de Guayaquil, que por generaciones había pertenecido a la familia de la viuda de Noboa Naranjo.

Ante el chantaje, ella se sentó en la mesa de las negociaciones. Vendió las acciones en 300 millones de dólares, pagaderos en 10 años. La deuda habría sido cancelada por Álvaro en noviembre de 2001.

No obstante, el arreglo financiero no puso fin a los litigios, al contrario, generó nuevos pleitos con sus hermanos.

Durante los nueve años siguientes se mantuvo una batalla legal en tres continentes y con costos de más de 20 millones de dólares en abogados y acusasiones de fraude y engaño.

Uno de los más costosos pleitos familiares en la historia mundial, según la revista Forbes.

Fue la política lo que originó el distanciamiento hoy superado con su hermana María Elena, quien no habría estado de acuerdo con que su hermano use recursos de la empresa para su primera campaña presidencial en 1998, como candidato del PRE.

El éxito de haber llegado como finalista presidencial frente a Jamil Mahuad aunque él siempre argumentó que le hicieron fraude también lo distanció de Bucaram. Noboa creyó que fue él quien logró su alta votación. Su campaña costó más de 10 millones de dólares.

Bucaram, en cambio, tenía la certeza de que los votos los puso el partido. “Pido perdón al pueblo ecuatoriano por haber puesto un payaso para candidato presidencial”, sostuvo Bucaram tras la ruptura. Álvaro se dedicó a su carrera política solo.

En los años siguientes, mientras el gobierno de Jamil Mahuad se desmoronó por la quiebra del 70 por ciento del sistema financiero, Noboa permaneció en la retina de los futuros electores, sin recurrir a la política.

Dos campañas publicitarias de Avena Quaker, producto elaborado por Industrial Molinera, empresa de su propiedad, cumplieron el propósito.

Primero rifó varias casas y luego, en el periodo de mayor inflación, por solidaridad con la economía de los pobres, bajó los precios del cereal.

Finalmente fundó su propio partido, siempre con la presidencia en la mira.

El 21 de noviembre de 2000, en los patios de la bananera, los empleados organizaron una gran fiesta para Álvaro por sus 50 años.

La torta estuvo adornada con los símbolos del imperio: banano y barcos.

Tras soplar las velas se quejó de que “Las hienas están esperando que mueran los gavilanes, pero este gavilán va a seguir volando a pesar de las crisis”.

Y el gavilán volvió a los cielos: se embarcó en una segunda campaña presidencial. A diferencia de 1998, en que sus contrincantes subestimaron sus posibilidades en 2002 todos concentraron contra él la artillería pesada.

“Por salud moral de Ecuador, debo impedir que Noboa sea Presidente”, dijo al anunciar su postulación el ex presidente Rodrigo Borja.

Sus más feroces opositores, sin embargo, fueron dos personas que lo conocen muy bien: los ex presidentes Abdalá Bucaram y León Febres Cordero. El primero lo llamó traidor y ladrón pues aseguró que con su dinero se llevó la estructura de base del PRE. Febres- Cordero dijo en las tarimas que “Noboa era bobo desde chiquito. Es nada, es cero”.

El empresario

Otros ataques provinieron del extranjero y fueron por sus actuaciones empresariales.

En mayo de 2002, el violento desalojo de trabajadores de la hacienda Los Álamos, que se habían declarado en huelga por los sueldos de hambre, las violaciones al código de trabajo, y el trabajo infantil ocasionó la protesta de un congresista estadounidense y una campaña en prensa y en internet de las organizaciones de derechos humanos y de los sindicatos obreros internacionales.

Después de la confrontación, un grupo de derechos humanos presionó a la compañía Costco, distribuidora de Bonita Banana, para pedir al señor Noboa que mejorara las condiciones laborales.

“Ha prometido mejorar los servicios médicos, proveer de máscaras, guantes y otros equipos, y solucionar la falta de pagos por sobretiempo”, publicó el periódico The New York Times.

“Amo a los trabajadores de Los Álamos”, dijo Álvaro en su defensa. El conflicto fue alentado desde la política, opinó un vocero de las empresas de Noboa.

El propio Noboa respondió a todos sus detractores: setenta veces siete perdonaré a todos mis opositores que hablaron mal de mí.

El desprecio hacia la prensa y otras instituciones –no concedió entrevistas ni asistió a ningún foro– y la absurda decisión de subir el precio de la harina, un monopolio de su propiedad, en plena campaña, hizo que de un primer lugar en las preferencias electorales Noboa comenzara a caer sostenidamente, al extremo que los analistas veían improbable que llegue a la segunda vuelta como finalista.

Entonces, Noboa saturó los medios audiovisuales con propaganda durante la última semana y regaló más de dos millones de camisetas y productos de sus empresas. Al hacerlo hizo tabla rasa de la Ley Electoral. Superó en 198 por ciento el gasto permitido.

La masiva propaganda dio resultado: Noboa fue finalista junto al candidato que pensaba era más fácil de derrotar: Lucio Gutiérrez.

En la segunda vuelta, gracias a un nuevo estratega de campaña se lanzó al ataque de su oponente, a quien acusó de comunista, chavista.

No obstante, Gutiérrez aprovechó la ventaja inicial y lo venció.

Pese a la derrota, Álvaro ganó. Consolidó su posición política: nadie le disputó como en 1998, el origen de los votos. Además, su partido consiguió 10 por ciento de los escanios del Congreso y con esto se convirtió en un jugador importante en el reparto de los tribunales de control político y judicial.

Negoció con sus opositores los socialcristianos y la Izquierda Democrática la presidencia del Tribunal Supremo Electoral, organismo encargado de aplicar en su contra una multa de 5,7 millones de dólares por haber violado la ley electoral.

Después la pagó con certificados de depósito, cuyo valor en el mercado era 50 por ciento de la multa. Y cuando el Servicio de

Rentas estaba presto a aplicarle multas, logró influir en el gobierno de Gutiérrez para que renunciara su directora, Elsa de Mena, quien había sido innamovible por seis años.

También, neutralizó a los ministros de Agricultura que apoyaron a los productores bananeros, que se quejaban de que su exportadora no pagaba el costo oficial de la caja, presionando por sus renuncias. No obstante, la acción más audaz fue el apoyo a la destitución de la Corte

Suprema de Justicia en 2004. Se aseguró en la nueva el nombramiento de jueces que habían trabajado con él. Sin embargo, cuando la nueva corte trajo de regreso a Abdalá Bucaram, reculó contra el presidente de la misma, “Pichi” Castro, censurándolo: la presencia de Abdalá en Ecuador era una amenaza para conseguir la meta de ser presidente. La caída de Gutiérrez le allanó el camino.

Tercera campaña

Para su tercera campaña estaba libre de las principales acusaciones hechas en su contra en el pasado: por primera vez pagó un alto impuesto a la renta y apareció en la lista de los mayores contribuyentes individuales.

Además, resolvió todos sus juicios laborales. Sin embargo se inscribió el día final de la campaña, tras haber anunciado inicialmente

que no sería candidato porque no habían las condiciones necesarias para gobernar”. Esto desconcertó a su partido y a su electorado.

En el interim había coqueteado con una alianza con Sociedad Patriótica, que buscaba poner como vicepresidente a Gilmar Gutiérrez. De haberse concretado el acuerdo, hoy no habría segunda vuelta.

Ese suspenso inicial, premeditado o verdadero, le hizo perder puntos en las encuestas y lo obligó a participar en debates y entrevistas.

Con la experiencia ganada en las pasadas campañas fue un comunicador efectivo: llegó con mensajes claros, simples y definidos.

Habló en dos niveles: apeló al liberalismo económico en el cual cree un importante porcentaje del electorado, principalmente en la Costa, que no comparte las tesis de su opositor en esta segunda vuelta, Rafael Correa.

Al definirse en blanco y negro ocupó el espacio dejado por el partido Social Cristiano, que caminó en esta elección sin brújula, agobiado por el desgaste de su principal figura, León Febres-Cordero.

Y en un segundo nivel se dirigió a los pobres ofreciendo viviendas baratas y microcrédito. Ha prometido algo que los constructores consideran utópico: levantar 300 mil casas anuales.

En el pasado, el proyecto más ambicioso lo llevó a cabo el gobierno del ingeniero Febres-Cordero, quien ofreció 30 mil viviendas por año y no alcanzó a edificar sino 10.000 anualmente.

El país no tiene ni recursos ni capacidad de gestión. Finalmente, se aferró a la máxima del gurú electoral Joseph Napolitano, de que para ganar una campaña lo que hace falta es dinero, dinero y más dinero. Su campaña en los días finales rompió diques y sobrepasó en una sola vuelta el límite total permitido para toda la campaña.

En respuesta a esta violación legal ha dicho que la resolverán sus abogados: pagando la multa.

Más cerca que nunca de llegar a ser presidente, pues ha ganado cómodamente la primera vuelta, Noboa está por superar a su padre.

Sin embargo de ganar la presidencia, la ruta será pedregosa, pues todas sus acciones se examinarán bajo la lupa del conflicto de sus millonarios intereses, lo que podría poner en jaque a sus empresas.

Si eso llegara a ocurrir, Álvaro podría arrepentirse de no haber escuchado los consejos de su padre: “Hay que emplearse a fondo en la actividad empresarial y no distraerse con la política”. Pero esos son los riesgos de quien decide marcar un territorio propio, un territorio que Álvaro finalmente ha conseguido.

Por Patricia Estupiñán de Burbano
EXPLORED
en Ciudad Quito

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