Quito. 22 dic 2000. (Editorial) La Democracia Popular quedó traumatizada,
política y mentalmente, de su último fracaso en el Gobierno. En realidad,
se puede hablar de un doble trauma: como partido de Gobierno, por un
lado; pero también como partido político, trauma de identidad este
último, que le provoca constantes dudas respecto de su papel en la escena
política nacional.

Desde agosto pasado, cuando fracasó el último intento de alianza con el
PSC, la DP forma parte de un bloque que no tiene identidad política. Allí
están desde el populismo, el centroizquierda y hasta la nueva izquierda.
¿Qué afinidad mantiene la DP con ese grupo de partidos? Muy poca. Ese
bloque surgió solamente para enfrentar la arrogancia socialcristiana de
imponer, contra viento y marea, un presidente del Congreso. Logrado ese
objetivo, el bloque no tiene ningún rumbo, salvo oponerse a las
pretensiones modernizadoras del Gobierno, o defender, en el caso de uno
de los partidos, intereses de sectores corruptos. En el juicio al
superintendente de Bancos, promovido por el PRE y apoyado por el PSC, la
DP se mantuvo al margen. En el juicio que se plantea ahora en contra del
ministro de Energía, la DP también se queda al margen. En lo único que ha
coincidido con los otros partidos del bloque de mayoría ha sido en la
objeción parcial a la Ley trole 2.

En agosto pasado, el propio Raúl Hurtado se encargó de explicitar la
crisis de identidad de la DP. Como argumentó Hurtado en aquella ocasión,
se trataba de recuperar una identidad partidista frente al PSC. La
percepción de los demócratas populares era que, en su relación con los
socialcristianos, habían perdido perspectiva, horizonte y espacio
político. Prefirieron, entonces, distanciarse de su difícil socio, para
aproximarse hacia el bloque de oposición. El resultado de este conjunto
de maniobras es que la DP no es de aquí ni de allá, no se identifica con
el bloque opositor ni con el socialcristianismo. ¿Con qué se identifica?
Vaya usted a saber, estimado lector o lectora. Lo único que se sabe, por
infidelidades oficiales, es que el ex presidente Hurtado enviaba, de rato
en rato, ayudas memorias al presidente Noboa para que pudiera capear los
terribles problemas del país.

La primera reacción de la Democracia Popular a la propuesta
socialcristiana de restablecer una alianza de centroderecha ha sido de
temor. Nada de alianzas de largo plazo, solamente acuerdos legislativos
puntuales. Ramiro Rivera fue incluso un poco más allá: los acuerdos
legislativos se pueden dar con todas las fuerzas políticas. Semejante
postura solo ratifica una vieja creencia demócrata popular en el centro,
la misma que defendió Mahuad y que le llevó a una crisis política
insalvable. Desde el centro se pretende negociar con la izquierda y con
la derecha, desde el centro se crea la ficción de la derecha y el centro;
el centro se sostiene solo en la existencia de extremos insalvables. Pero
las distancias políticas en el Ecuador no se refieren tanto a cuestiones
ideológicas de principios, cuanto a prejuicios derivados de tradiciones
regionales, corporativismos partidistas, corrupciones políticas, y
distancias simbólicas nacidas de culturas políticas muy diferentes
(imagínense los lectores la distancia simbólica, mucho más que política,
entre el Dr. Osvaldo Hurtado y Abdalá Bucaram).

Si no se encaran los prejuicios políticos, si no se los asume para
resolverlos, las alianzas políticas, cuando se produzcan, serán siempre
efímeras, o simplemente dejarán de producirse, como ocurre en este mismo
momento. Nunca la fragmentación parlamentaria -en términos de distancias
simbólicas- ha sido tan grande como ahora, nunca el tema de la mayoría ha
sido tan esquivo como en el actual Parlamento, nunca el aislamiento de
los partidos ha sido tan profundo. Al Gobierno de Gustavo Noboa le ha
correspondido quizás el escenario más complejo y disperso de fuerzas
parlamentarias en estos más de 20 años democráticos, con la agravante de
ser un Ejecutivo sin un solo diputado.

Que hay que ser cautos frente al socialcristianismo, nadie lo duda. Este
partido ha dado muestras permanentes de privilegiar intereses privados
casi con dedicatoria. Recordemos nada más la ley de la AGD, aprobada con
todos los cambios salidos del puño socialcristiano, y veamos el perjuicio
causado al país. Que el socialcristianismo actúa como dueño de la verdad,
también es cierto, pero la pregunta de fondo es ¿cómo salir de la actual
fragmentación partidaria para devolverle al país alguna certeza?

E-mail: [email protected] (Diario Hoy)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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