Quito. 06.03.94. En Quito está ocurriendo un hecho insólito: las
salas de cine se están convirtiendo, con éxito, en salas de
teatro. Por lo pronto ya son tres: el Fénix, el San Gabriel y
parcialmente el República. Tal vez intuyendo esta curiosa
paradoja, es que nunca a esas salas les dejamos de llamar
"teatros".

Uno de los asombrados protagonistas de esta "reconversión" es
José Ignacio Donoso. Sicólogo de profesión, teatrero de pasión,
comenzó en las tablas hace alrededor de treinta años y no las ha
abandonado desde entonces. Ha recorrido con esperanza y
desencanto alternativamente, pero sobre todo con esperanza,
distintos momentos del teatro en nuestro país, hasta que, cuando
parecía que éste ya se moría del todo, ocurrió la curiosa
resurrección.

Donoso, que dialogó con HOY sobre el tema, trabaja este momento
en el marco de una de las productoras de espectáculos teatrales
que ha surgido bajo este nuevo esquema, se trata de "Cine-arte" y
que combina producciones para la escena y para la televisión. De
ese modo, la televisión y el teatro han comenzado a interactuar
de manera muy inédita, la primera permitiendo que actores,
guionistas y directores vivan de lo suyo, y la segunda
permitiéndoles crecer en el arte escénico.

¿Cómo empieza este retorno de las salas de cine al espectáculo
teatro?

Me parece, no sé, que todo empieza con la proliferación de los
clubes de video piratas. Muchas películas que aún no se han
estrenado en el país o que nunca llegarán, pueden conocerse en
video por medio de reproducciones ilegales. Este hecho, pienso,
fue un golpe mortal para el cine y, curiosamente, una posibilidad
para el teatro.

Una posibilidad que va acompañada de una desaparición de los
grupos estables de teatro. ¿Cómo ocurre este nuevo esquema de
funcionamiento?

Es un nuevo esquema que no obedece a la casualidad sino que el
teatro lo toma de la televisión. Es por influencia del esquema de
funcionamiento de ésta, que surge la idea de trabajar en teatro
por producciones. Aparecen así varios grupos de productores de
teatro que elaboran o analizan una propuesta de producción y
buscan al equipo que lo realice.

¿Ya no hay más, entonces, ese grupo teatral unido en las malas y
en las buenas?

El nuevo esquema tiene ventajas y desventajas. Entre las segundas
puede estar la desaparición de ese modo de trabajar de los años
sesentas y setentas, cuando los grupos eran una verdadera escuela
de teatro, creaban una dinámica interna y un estilo. Ahora, ya no
hay el hombre de teatro que hace de todo. Cada uno se dedica a lo
suyo: el director, los actores, el escenógrafo. Se los contrata
con un salario establecido y un cronograma de trabajo.

¿Ayuda aquello al profesionalismo?

Por lo menos actores y directores ya pueden vivir del teatro. Yo,
es la primera vez en treinta años que gano dinero en el teatro.
Se trata de responder a un proceso menos emocional, más
planificado y con un criterio comercial en el buen sentido de la
palabra.

¿No se arriesgan los criterios de selección de las obras?

Estamos priorizando la creación de nuevos públicos y es ése el
criterio de selección. Se realizan estudios sobre qué tipo de
obras pueden atraer nuevamente al público a los espectáculos, de
modo de realizar, no una actividad esporádica, como ocurría, sino
permanente.La comedia "Cosas de papá y mamá", por ejemplo, se ha
mantenido con público desde octubre pasado, una real sorpresa.

Pero hay algo más: se ha iniciado una línea de actividad
sumamente interesante, denominada "el teatro para el aula". Se
trata de funciones compradas por los colegios, que acuden a la
sala de teatro en horarios especiales.

¿Cuál es ese público nuevo que se está creando?

Están, por una parte, aquellos nostálgicos de la comedia bien
hecha, que recuerdan los tiempos de Ernesto Albán y de las
compañías internacionales que llegaban a Quito. Están las jóvenes
parejas de estudiantes que vienen al teatro a hacer tiempo antes
de irse a farrear, y que de ese modo se van familiarizando con
este arte. Están familias enteras de diversos estratos sociales.

¿Hay límites a la creación de los directores?

No necesariamente. La productora analiza el proyecto que se le
presenta y a partir de allí hay gran libertad de creación.
Estamos frente a un momento totalmente inédito. Antes existía un
mecenas que se agotó: el Banco Central. Una vez que desapareció
el mecenas las productoras son una salida lógica.

¿Esa gratuidad de los mecenas le hizo daño al teatro?

Definitivamente. El Banco Central hizo bien en auspiciar el
espectáculo pero abonó a la costumbre de que el teatro sea
gratuito.

¿Si hay nuevos públicos, hay nuevos actores y directores?

No. Se está trabajando con la gente que salió de los anteriores
grupos o aquella que actualmente combina el teatro con la
televisión.

¿Y autores teatrales?

Es una meta, pero este momento no existen los textos. Se han
generado guionistas de televisión que pueden ser un embrión de
futuros escritores de teatro.

¿Se acabó la intermitencia y la inestabilidad de los grupos de
teatro?

Y también se acabó el teatro pobre. Se acabaron los tiempos en
que los actores faltaban incluso a las funciones. Hoy no puedes
prolongar indefinidamente los ensayos porque cada uno está pagado
para cumplir un rol. Los actores tendrán que venir desde el
primer ensayo con la letra sabida y un montaje durará un promedio
de dos meses. Hoy hay inversión en actores, en vestuario, en
escenografía. Se busca darle calidad al espectáculo, de modo que
el espectador vaya no sólo porque se trata de una comedia sino
por su nivel estético.

¿Desapareció el teatro militante?

Aparentemente. El teatro fue instrumentalizado para proselitismos
de diverso tipo. Acabar con esto no quiere decir renunciar a un
teatro de contenido, pues seguimos exigidos por la necesidad de
dar respuestas a la sociedad, atender a sus demandas. Puede ser
que ofrecerle en un momento una tragedia, pueda resultar una
tragedia...

Hacia una definitiva profesionalización del teatro

El teatro ecuatoriano ha pasado en la segunda mitad de este siglo
por altos y bajos. pero fue, hasta hace poco una actividad
eminentemente pobre, inestable, insegura.

Todavía hay quienes recuerdan aquellos antecedentes de los 40,
las compañías internacionales que en sus giras por América Latina
trepaban hasta los 2.800 metros para actuar con la asfixia en el
umbral de la garganta; o aquella compañía nacional que fuera el
semillero de figuras como Ernesto Albán y de escritores como
Jorge Icaza.

En los años cincuenta y parte de los sesenta, dos figuras dominan
buena parte de los escenarios: Francisco Tobar y Sixto Salguero,
el primero como autor teatral, director y actor.

Entretanto la compañía Varela" se convierte en una dinámica
alternativa para el teatro comercial.

Hacia los sesenta, un programa internacional encabezado por Fabio
Pacchioni vendría a provocar un vuelco importante en el panorama
teatral. El protagoniza un programa de institucionalización del
teatro, con presupuesto especial y en el marco de la capacitación
de actores, directores y escritores.

El impulso se prolongó a lo largo de los años setenta e incluso
ochenta, pues de ese grupo inicial surgirían varias agrupaciones
que se fueron dispersando y perdiendo en el tiempo, en la medida
en que otros grupos tomaban el relevo, algunos de ellos pensados
como auténticas corporaciones teatrales como Malahierba y
Mudanzas.

Hoy, cuando parecía que el teatro agonizaba, un nuevo impulso,
por el lado de las productoras comerciales de espectáculos, abre
caminos que pueden conducir a una profesionalización definitiva
de un viejo y marginado oficio.de este siglo por altos y
bajos,,trepaban tres, y Ernesto Albán y se formaba una escuela de
teatro dentro de la Universidad Central.

Hoy cuando parecía que el teatro agonizaba, un nuevo impulso, por
el lado de las productoras comerciales de espectáculos, abre
caminos que pueden conducir a un aprofesionalización definitiva
de un viejo y marginado oficio. (3C)
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