Un año después de que dejó la Casa Blanca, Bill Clinton continúa dando de qué hablar en el mundo entero. Convertido en conferencista de fuste, en 12 meses ha visitado 17 países, y se ha dirigido a privilegiados auditorios en 75 ocasiones.
Por escucharlo y cenar con él, la gente paga un promedio de $1 000. Sin embargo, hasta ahora nadie se ha arrepentido de haber erogado esa importante cifra.
Quien gobernó Estados Unidos durante ocho años, es desde hoy huésped ilustre de Ecuador, y la expectativa que ha despertado ha sido lo suficientemente importante, como para que, desde horas antes de su arribo, ya se hayan agotado las invitaciones para la conferencia que ofrecerá en Guayaquil sobre globalización.
Dueño de un carisma impresionante y de una cautivadora imagen, que le sirvieron en los momentos aciagos de su mandato, su presencia permanece vigente en los medios de comunicación, al punto que solo a partir del 11 de septiembre, el presidente George W. Bush pudo desplazarlo de las primeras páginas.
"De Clinton se puede decir que nunca fue aburrido", comentaba en enero de 2001 la revista Newsweek, al hacer un balance de su administración. Y cómo podía haber aburrido si a lo largo de un año, el affaire con Mónica Lewinsky se convirtió en una telenovela que la CNN promocionaba como "Crisis en la Casa Blanca", y que se asegura era vista en un promedio de 100 000 hogares.
"No podíamos encontrar el botón para apagarla", se lamentaba Mike McCurry, quien fue durante unos años secretario de Prensa de la Casa Blanca.
Pero Clinton finalmente superó todos los conflictos. Salvado por el Congreso, y a pesar de todo lo que de él se dijo, su relación con el pueblo parece que nunca fue lesionada, "debido a su enorme capacidad para dirigirse a la gente, hablar de sus problemas y buscar soluciones", como declaró a HOY, Ann Lewis, quien fue su directora de Prensa.
En efecto, durante la administración Clinton, Estados Unidos disfrutó de una reconvalecencia económica sin precedentes. El desempleo y la inflación fueron los más bajos en 30 años. Los presupuestos no tuvieron déficit y hasta alcanzaron superávit.
Pero, ¿cómo logró evitar el enjuiciamiento y el bochorno de renunciar a la Presidencia con una oposición radical y cuando al menos 100 periódicos, incluidos los influyentes Chicago Tribune, The Philadelphia Inquire y USA Today opinaban que debía dimitir?
"Algo fascinante ocurrió la semana pasada en las mentes de los estadounidenses, cuando la popularidad del presidente decayó por primera vez, para después ganar más puntos que John Kennedy durante la crisis de los misiles de Cuba, o que George Bush (padre), tras la invasión a Iraq. La opinión pública no estaba apoyando tanto a Clinton como enarbolando un nuevo tipo de bandera: la de la tolerancia, la intimidad, la estabilidad", decía el articulista Jonathan Alter. Para agregar: "La "locura" sobre Mónica manchó la reputación de Clinton para siempre, pero en realidad lo ayudó políticamente. Subió en las encuestas, y el Congreso bajó. Logró un gigantesco acuerdo sobre el presupuesto, según sus condiciones". Sin embargo, añadía: "Clinton no debería olvidar lo que lo salvó: las promesas de ocuparse de las cuestiones del pueblo".

Perseguido por los problemas

"Afortunado, inteligente e imprudente", como lo describe Howard Fineman, Clinton logró derrotar a sus enemigos en el Senado, sepultando otros procesos fruto de sus relaciones con Paula Jones y Jeniffer Flowers.
Nacido en Hope (Arkansas), a William Jefferson Clinton, que pasó por la Georgetown, la Oxford (como becario) y Yale, le sirvió haberse graduado de abogado. Y es que en repetidas ocasiones ha lidiado con la justicia. Apenas dejó la Casa Blanca, investigaciones del Congreso que dieron cuenta de 140 indultos y 36 conmutaciones de sentencias de sus últimos días de gobierno, provocaron críticas de republicanos y demócratas. Ayer, en cambio, se informó que a Roger Clinton, su medio hermano, le habrían pagado, incluso gobiernos extranjeros y el crimen organizado para usar su influencia ante su hermano en la Casa Blanca, pero sin éxito. Con todas estas historias, Clinton sigue dejando huella debido a su magnetismo. Cuando visitó Ghana, una multitud de 500 000 personas puso en jaque su seguridad, y en Dublín hechizó a los irlandeses, en la que fue su última visita como presidente. Un extraño signo parecería marcarlo: tiene un puesto en la historia, pero está signado por el drama. (TFF)
EXPLORED
en Autor: Thalía Flores - [email protected] Ciudad Quito

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