Quito. 01.03.93. A mediados de la década de los sesenta, la
dictadura militar del general Castelo Branco, siguiendo las
directrices de un plan económico diseñado por la comunidad
financiera internacional -con el gobierno y la banca
norteamericana a la cabeza-, se lanzaron a la conquista "del
más grande y ambicioso proyecto de progreso y desarrollo del
mundo libre", cuyo objetivo último era transformar el Brasil,
en un plazo de treinta años, en la tercera potencia económica
y militar del planeta. Hoy, vencido el plazo de los sueños, la
realidad se torna pesadilla: 120 mil millones de dólares de
deuda externa (la mayor del mundo), 50 dólares de salario
mensual, 2/3 de la población, noventa millones de personas,
viviendo por debajo del umbral de la miseria, 15 millones de
niños abandonados (3 mil asesinados anualmente por escuadrones
de la muerte), 1 millón de kms2 de bosque arrasados y
convertidos en cenizas. He aquí los hechos, la crónica de un
verdadero holocausto: El saqueo amazónico.

OPERACION AMAZONICA

Corría el año de 1966... Un navío de alto lujo, el
trasatlántico Rosa de la Fonseca, surcaba el río Amazonas
desde la ciudad de Belén hasta Manaos, con gran alarde
publicitario. Empresarios y tecnócratas de medio mundo habían
sido invitados por la dictadura militar del general Castelo
Branco a tan especial crucero. Objetivo, el lanzamiento por
parte del ministro de Planificación Roberto Campos, de la
llamada Operación Amazónica.

Al llegar a la ciudad de Manaos, antes de que los ministros
invitados embarcasen en sus aviones particulares, el ministro
podía festejar la victoria: más de 50 proyectos en los campos
de la agroindustria, pecuaria, maderera, minería, oleaginosas,
habían sido presentados por la selecta comitiva de empresarios
de EE.UU. Japón y Alemania.

Para los poderosos grupos económicos nacionales y
transnacionales convidados al pantagruélico banquete amazónico
que se avizoraba, los proyectos tenían grandes incentivos:
además de ofrecer tierra gratis y sin límites como base para
la especulación, todavía eran bendecidos con gigantescas
líneas de crédito y una generalizada exención de impuestos.
Así, en nombre de la "seguridad nacional", los militares
trataron de ocupar el "vacío amazónico" antes de que lo
hicieran las guerrillas comunistas, desencadenando para ello
una orgía de destrucción y saqueo sin parangón en el
inventario ecológico del planeta tierra.

Naturalmente los efectos de la "Operación Amazonía" no se
hicieron esperar. En el enclave conocido como Jary Forestry,
propiedad del norteamericano Daniel Keith Ludwing, se llegó a
contar en los años sesenta con más de 20 mil operarios
trabajando en la tala y la quema de árboles. Una fábrica
flotante de celulosa fue traída expresamente desde el Japón e
instalada en el centro de la propiedad. A finales de los años
sesenta Ludwing estaba solicitando del gobierno militar 1,5
millones de Has.

En otras partes del mundo la transnacional Volkswagen fabrica
automóviles. En Brasil una fotografía tomada a miles de
kilómetros de altura por el laboratorio espacial Skylab,
revelaba otras aficiones: una gigantesca columna de humo que
convertía en cenizas 1 millón de Has. de selva virgen para su
nueva actividad pecuaria.

Entre los años 1967-1978, el poder económico de los grupos
transnacionales y oligarquías locales -gobernadores,
prefectos, generales- ostentaba ya el 97% de las tierras de
toda la región amazónica; es decir, se autoproclamaban dueños
de 350 millones de Has. de tierra, o sean 3,5 millones de
kms2.

Para los inversionistas el negocio era un filón más rico que
una mina de oro. En muchas casas ni siquiera se trataba de
adquirir tierras para desarrollar un proyecto. Se trataba
simplemente de incendiar la selva para justificar ante las
autoridades crediticias y tributarias que aquel terreno se
estaba "colonizando", y de esta manera obtener ríos de dólares
en incentivos y desgravaciones fiscales.

Durante el bienio 66-67 las inversiones gubernamentales en la
región sumaron la fabulosa cantidad de 2 mil millones de
dólares, y superaron los 4 mil millones en 1971, considerando
únicamente los recursos aportados según el acuerdo de
cooperación bilateral entre EE.UU. y Brasil. Puesto que hasta
un 50% de estos créditos fueron desviados para el "desarrollo
agropecuario", se puede afirmar que gran parte de la deuda
externa brasileña fue utilizada para incendiar la floresta
amazónica y robar las tierras a sus verdaderos propietarios,
las comunidades indígenas y pequeños colonos. (La deuda
externa del Brasil es la mayor del mundo; supera los 120 mil
millones de dólares).

Pero no solo los dispendiosos incentivos fiscales atraían ,
como buitres a la carroña, a los especuladores. El negocio
adicional de millones de m3 de madera y el potencial geológico
del subsuelo -oro, zinc, bauxita, hierro- multiplicaban por
cifras siderales la rentabilidad de unas inversiones en la
práctica muchas veces inexistentes.

De esta manera y a medida que la selva se transformaba en un
infierno de fuego, los delirios imperiales del general Castelo
Branco se quemaban en el mismo holocausto que él y sus
escogidos militones habían desatado.

Según los planes del gobierno militar, la Amazonía brasileña
debería albergar el mayor rebaño bovino del mundo, y la ciudad
de Belén llegaría a ser el mayor puerto exportador de carne,
superando incluso al de Chicago. Hoy la Amazonía cuenta con 10
millones de cebús, apenas el 20% de la capacidad agropecuaria
planeada. (La cabaña bovina argentina alcanza los 50 millones
de cabezas).

Sin embargo la deforestación de la selva, lejos de menguar,
aumentaba de forma geométrica a la misma velocidad que los
suelos, desprovistos de la cobertura vegetal, se tornan
altamente tóxicos, con concentrados de bauxita, áridos e
improductivos.

De acuerdo a los informes del IBDF -Instituto Brasileño de
Desarrollo Forestal- en 1975 el área deforestada para el
conjunto de la Amazonía brasileña ascendía a 3 millones de
Has. Cinco años después, en 1980, imágenes capturadas por el
satélite Landsat, daban cuenta de que la alteración en la
cobertura vegetal superaba los 12 millones de Has. En 1991, el
fuego y las motosierras habían arrasado la aterradora cifra de
70 millones de Has. lo que equivale a 700 mil kms2, superficie
similar a Francia e Inglaterra juntas.

En cuatrocientos años de historia de la Amazonía no es posible
no es posible hallar sufrimientos tan brutales y traumáticos
como los que están viviendo los grupos indígenas y colonos de
la selva, que no fueron convidados al pantagruélico banquete
de los incentivos fiscales.

Al final de los años 70, inmensas florestas cubiertas de
siringas y castañeras fueron compradas a precio vil o
simplemente ocupadas por bandas de pistoleros y tropas del
ejército al servicio de los grandes "facendeiros". De esta
forma, más de 200 millones de árboles de siringa y 40 millones
de castañeras, sucumbieron al fuego y las motosierras dejando
sin medios de subsistencia a 1 millón de familias
recolectoras, que veían impotentes cómo los alambres de
espinos y los cebús les arrojaban de su hábitat natural,
preservado intacto durante millones de años.

Pronto comenzó el éxodo. Las ciudades amazónicas de Río
Branco, Porto Belho, Manaos, Cuaibá, se fueron llenando de
exiliados. Eran los siringueiros, castañeros, indios,
campesinos, expulsados de sus "colocaciones", que llegaban a
un mundo desconocido, sin ninguna preparación y sin trabajo.
Quién recorra los suburbios abarrotados de "fabelas" inmundas,
puede verlos literalmente morirse de tristeza y hambre.

Es en este contexto de auténtico saqueo y genocidio, que
surgirán los primeros grupos de autodefensa. Organizados en
torno a los sectores progresistas de la Iglesia Católica,
comenzaron a hacer frente a los "facendeiros" y su ejército de
pistoleros.

Entre los años 86-88, más de 540 líderes campesinos,
siringalistas, colonos e indios, fueron asesinados al más
rancio estilo del Far West americano. La selva, ahora, no solo
derramaba la sangre de los árboles, sino que vertía también la
sangre generosa de aquellos hombres y mujeres que se oponían a
su brutal y salvaje destrucción. Uno de estos mártires fue el
siringalista Chico Mendes...

*FUENTE: Texto tomado de REVISTA DINERS (p.34-37)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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