La permanencia de conocidas figuras en la cúpula, la falta de una renovación
de los cuadros dirigentes revela que el sindicalismo ecuatoriano adolece de
una limitada democracia interna.
Como en otros ámbitos de la vida nacional, los valores ideológicos han sido
relegados a un segundo plano, para colocar allí las conveniencias. El
sacrificio de la doctrina en beneficio del oportunismo político, ha llevado
a la formación de estructuras o grupos sindicales que operan con un sistema
de lealtades muy parecido al de las mafias.
En este contexto, mientras el sindicalismo lamentablemente ha ido
debilitándose en el sector privado, es en las empresas e instituciones
públicas en donde ha tomado fuerza. En principio, esto contradice el
sustento primigenio del movimiento sindical, que es oponerse o hacer
contrapeso al capital en la industria, en la agricultura o en el comercio.
Mientras todos los ecuatorianos pecamos de un menosprecio a los espacios y
patrimonio públicos, los sindicatos han descubierto allí el lugar propicio
en donde obtener conquistas clasistas. Para ello, conspira la
despreocupación, el desinterés o la incapacidad de la ciudadanía para
incidir en las decisiones del sector público, y también el contubernio de
partidos políticos con las figuras que representan la intransigencia laboral
en ese sector y su apego a los beneficios que los convierten en una
burocracia dorada.
Esto se puede aplicar linealmente a los trabajadores del IESS, que en estos
momentos protagonizan una huelga en demanda de mejoras salariales. Pero en
especial a los empleados y obreros de la Empresa Eléctrica Quito S.A. (EEQ),
cuyo máximo dirigente, Edgar Ponce Iturriaga, ha levantado allí un polémico
poder como dirigente laboral, funcionario de jerarquía y miembro o
presidente de organismos clave para la política de esa empresa frente al
público y, en especial, para su administración interna.
Ponce es un actor con más de 40 años de presencia en el mundo sindical
ecuatoriano. Ha sido exponente público del Partido Comunista y del Frente
Amplio de Izquierda. Candidato a varias dignidades de representación popular
y, en algún momento, presidente del Tribunal de Garantías Constitucionales:
su hoja de vida evidencia el inevitable sincretismo de la actividad de los
sindicalistas con la participación electoral y con el juego político, lo
cual jugaría en favor del desarrollo de la democracia siempre y cuando ello
no condujera a la concentración del poder, o de ciertas dosis de poder, en
determinadas personas. En el papel, ello debería haber llevado a una
potenciación del sindicalismo y la democracia social, pero la distorsión
parece que se originó en el momento en que la lucha de clases se trasladó de
la arena de la lucha social a la de la administración de los recursos del
Estado y, en particular, a las estructuras de poder de la EEQ, que han sido
copadas o penetradas.
En esta circunstancia, se hace muy difícil distinguir lo que es, o debería
ser, el desarrollo de la organización sindical, del fortalecimiento de una
camarilla que al controlar un comité de escalafones y ascensos, por ejemplo,
o aquel que decide adquisiciones o califica ofertas, cuenta con un respaldo
incondicional de las bases.
¿Sucede lo propio en todas las empresas públicas? Para responder esta
pregunta habrá que conocer los organigramas estructurales y funcionales de
todas esas empresas y discernir cómo actúan los personajes sindicales en
esos entramados. Quizás, entonces, podamos explicar por qué se suscriben
escandalosos contratos colectivos, en la mayoría de los casos.
EXPLORED
en Ciudad QUITO

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